martes, 28 de junio de 2011

Una mirada a nuestra vida 2

Ahora que ha comenzado el verano y con él han venido temperaturas más elevadas suelo levantarme algo más temprano, el cuerpo pide sentir el frescor del amanecer y levantarse junto con el despertar de las aves.

Después de tomarme un zumo de pomelo que saboreo con lentitud, siendo consciente de la importancia que tiene alimentarse correctamente, me preparo una pequeña mochila con una navaja, fruta, algo de queso y un trozo de pan con la intención de pasar el día caminando por las montañas.

A pesar de que es el comienzo del verano los campos abiertos al sol se muestran secos con un color amarillo pajizo mientras bajo la penumbra de los robles hay grandes espesuras de helechos verdes.

Caminar por estos bosques de robles es caminar entre sombras y luces, entre ruidos y silencios, entre ascensos y descensos, nada parece tener un término medio y la naturaleza expresa, si quieres escucharlo, que todo parece estar en su lugar correcto a pesar de que la mano del hombre haya podido alterar la cosas.

A veces me encuentro con alguna ruina, con algunas piedras que muestran que allí vivieron familias con niños pequeños en mitad de las montañas, en chozas de piedra con techo de madera y escobajos, cuidando cabras, ordeñando, haciendo quesos, vendiendo leche, con algunos cerdos, sin luz eléctrica y sin muchas cosas.

Es impresionante observar las rocas distribuidas por todo el paisaje. Algunas son pequeñas como guijarros, otras son planas como lanchas y otras son grandes y redondas como canchos, algunas son tan enormes que me hacen sentir estar ante un gran buda redondo y sonriente inmune al paso del tiempo y siento su corazón latir y al escucharlo oigo el pulso del universo.

Caminado y sintiendo que uno es parte de todo, que todo es uno mismo, surge la pregunta ¿qué es la soledad?, mientras un pajarillo me saluda al pasar junto a él y charlamos un momento cuando uno imita su canto. Hay una soledad psicológica producto de haberse perdido uno entre la gente, entre las ideas, entre tanto artificio y hay una soledad omnipresente que todo lo abarca y todo lo llena.

Hay robles inmensos con una vitalidad que señalan al cielo y hay otros caídos y muertos que señalan el paso del tiempo y el movimiento de la eternidad. Estos árboles son abrigo de muchos animales y en ellos habitan hormigas, arañas, culebras, ratones, abejas, etc. y en otoño se llenan de setas que surgen de la corteza húmeda ya a punto de extinguirse.

Después de unas horas de caminar observando sin rumbo uno se detiene al abrigo de un gran roble cuyas raíces esconden una fuente natural de agua cristalina. Hay cosas en la vida que tienen un enorme valor y entre ellas está el sudor de la frente, el agua, la sombra, la tierra, el roble y la observación. Me siento observando un paisaje de gargantas y aprovecho para comer un trozo de queso y un pedazo de pan.

Vivimos tan artificialmente que hemos olvidado lo que realmente tiene valor.

Cuando uno camina sin rumbo todo es un encuentro, cada mirada es algo que aparece como un regalo o como una sorpresa, y como nada nos pertenece enseguida aparece una nueva mirada y un nuevo encuentro. No tiene sentido expresar nuestro gusto o desagrado hacia eso que miramos, porque ello es muestra de que no observamos nada sino que más bien vamos al encuentro de un pasado que ya murió y que nosotros mismos queremos mantener vivos a costa de nuestra vida.

La observación no necesita de un observador. El observador no permite la observación.

Encontrarse con una garganta es todo un espectáculo de vida. Sentir el frescor del agua acariciar mi piel desnuda y observar los reflejos de los árboles sobre el agua o los reflejos de las aguas sobre las rocas es algo conmovedor.

Si hay algo santo en esta vida es sentir el agua rodear, cubrir y acariciar tu cuerpo y ver todos esos reflejos amarillos y verdes de la luz mientras uno nada por debajo de las aguas, seguro que su significado es como volver al vientre de una madre.

¿Dónde está la mente mientras hay percepción? ¿Qué sentido tiene la mente cuando solo existe este momento y cualquier cosa tiene un significado infinito?

A veces siento mi rostro sonreír a la vida sin una causa y me siento agradecido por tan humilde regalo, es como estar en mitad de esta madre naturaleza que me dio la luz y la trasparencia de estar conmigo mismo en este maravilloso mundo.

De vuelta a casa la luz del atardecer sale de las plantas, de los árboles, de las piedras, es una luz propia de la tierra que invita a la meditación.

Por las noches duermo en una tienda de campaña, que he instalado cerca de casa, mientras las estrellas y la Vía Láctea cubren mis sueños y los grillos y las ranas cantan y bailan el dulce baile de la noche.



4 comentarios:

  1. Uauuuuuu Goyo! Conmovedor...

    Y eso ocurre todos los días! jejeje!! aunque pensemos que no (o se nos olvide).

    Gracias, amigo, por tanta belleza!

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  2. Hola Gorka,

    Gracias por tu visita.

    Un abrazo, amigo.

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  3. Hermoso recorrido Goyo por ese instante eterno donde no existe ni el tiempo ni el espacio. Gracias y un abrazo Bea

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  4. Hola Bea,

    La vida es un hermoso recorrido si vivimos el instante en esa observación sin tiempo y sin espacio.

    Un cariñoso abrazo para esa preciosa galleguiña.

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