viernes, 29 de abril de 2011

El amor

Hace unos días durante una tormenta cayó una granizada aquí en mitad de las montañas que fue impresionante. Estuvo cayendo bolas de hielo durante cuarenta minutos y todo el suelo se cubrió de una espesa capa blanca de unos quince centímetros. La tierra estaba saturada de agua y las gargantas precipitaban agua hacia el valle de una forma estrepitosa.

Al día siguiente el panorama que mostraban los árboles y la vegetación en general era desolador pues la tormenta había dañado todo a su paso. Sin embargo algo me hacía sentir que todo desde dentro comenzaba a brotar, a renacer, sin necesidad de lamentarse.

En cierta medida a veces me siento con las personas con las que me relaciono como cuando un adulto está en un parque con un niño que continuamente le está demandando atención, le ocupa casi todo su tiempo y apenas puede mirar lo que está a su alrededor y darse cuenta de las personas que juegan con sus hijos, de las palomas y pajarillos que picotean las migajas que yacen en el suelo, de los robustos pinos esculpidos por el tiempo, del cielo azul y de las nubes modeladas por el viento del norte.

Siento que tienen mucha energía desordenada e inquieta y que ella demanda en mí respuestas demasiado rápidas. Como no puedo atender tanta energía lo que hago a veces es responder de una forma imprecisa y torpe, y ello supone, de alguna forma, un desgaste personal.

Muchos de los asuntos que tratamos entre las personas pueden tener diferentes lecturas y ello depende más de cómo se observen que del asunto en cuestión.

Los hechos que ocurren en la vida no son ni buenos ni malos, son simplemente hechos. Lo verdaderamente hermoso de los hechos es que nosotros podemos aprender de ellos y quizás sea de lo único que se puede aprender, porque de las ideas no solo no se aprende sino que acaba uno completamente enredado.

Son los hechos los que nos hablan de la realidad.

Pero distinguir o ver los hechos no es fácil porque continuamente estamos interpretando lo que sucede, lo que vemos o lo que sentimos. Creemos que las razones son las causas de las cosas cuando realmente solo son justificaciones personales.

Nuestra relación es un hecho. Dos personas que se encuentran en este camino que es la vida y que comparten sentimientos, palabras, momentos y discusiones. Poder hablar del hecho de la relación no es fácil sin caer en meras especulaciones o interpretaciones que hablarían más de nuestras intenciones o intereses que del hecho en sí mismo.

Personalmente no quiero una relación de pareja, ni una relación de ningún tipo, no quiero que mi relación con una persona sea algo definido o encajado en un molde que alguien ha hecho y trata de imponer a los demás. Mi vida de relación es algo que busco, que día a día me hace observar la vida y gozar de ella, es algo que siento vivo en un movimiento de gran belleza y ello no puede ser etiquetado como si fuera un fiambre.

La relación no existe si no hay amor y el amor no es una cuestión que uno pueda inventar por mucho que uno lo desee. Surge el amor cuando uno encuentra la unión con el otro, con independencia que esa persona sea tu hermano o tu esposa.

No es fácil que el amor surja en la relación porque entre otras cosas comúnmente cada persona está buscando satisfacción en el otro y por esa razón la relación solo es una idea y no una realidad.

Estemos con quien estemos hemos de buscar la relación y comprender que buscar satisfacción en el otro lo que va a ocasionar es dar fuerza y perpetuar nuestra insatisfacción interior.

Si estamos insatisfechos o molestos, si estamos frustrados o tristes, ello no va a ser solucionado a través de otra persona. Las personas o los animales y plantas no son medios para conseguir nuestros fines sino que son fines en sí mismo, son seres que a su vez también tiene su propio sufrimiento y limitación y con nuestro egoísmo o búsqueda de satisfacción personal a través de ellos no vamos a facilitarles las cosas.

Cualquier sentimiento que es producto de nuestro propio pensamiento no va a ser solucionado en una nueva relación con otra persona, lo que va a ocurrir es que va a surgir una nueva circunstancia produciendo nuevos sentimientos que van a ocultar momentáneamente los anteriores. La nueva relación se va a convertir en un escape de aquello que necesariamente tuvo que comprenderse. Al final lo que va a ocurrir es que todos esos sentimientos no comprendidos los vamos a reflejar en la nueva relación y lo que en principio es ilusión y satisfacción luego va a retornar el mismo malestar con el que todo comenzó y pudiendo llegar incluso a culpar a la otra persona de ello.

Nuestro encuentro con los demás ha de ser una oportunidad de buscar la verdadera relación y para ello es necesario aprender a observar, a escuchar, y a prestar atención a la relación.

La verdadera relación es creación en movimiento. Uno observa todas esas nubes que surgen por encima del horizonte, a lo largo de la ribera que atraviesa ese hermoso valle lleno de naranjos y limoneros, y en su movimiento se entremezclan entre si y desaparecen para convertirse en nuevas nubes que son la misma expresión de la belleza en cada instante. No hay vida sin movimiento y las personas nos emperramos en querer que las cosas sean fijas, tan fijas como ideas, como conclusiones, como creencias y en todo ello solo puede haber fealdad y muerte.

La vida es pura creación ¿acaso existe mayor sentido que la creación?, pero las personas ciegas a la creación buscan su propio y personal sentido, sentido que siempre que se encuentre será necesariamente mezquino, basado en algún tipo de logro, satisfacción o seguridad, y en ello no puede haber relación sino más bien separación.

El amor es un encuentro, es una luz en la oscuridad, es agua de lluvia en tierra seca. En el amor no hay un tu y un yo, no hay un bien y un mal, no hay un cielo y un infierno, no hay un placer y un dolor, en el amor solo hay unidad transformándose a sí misma sin pretensión alguna.

Dos personas pueden caminar durante un rato con sus manos unidas pero ello no significa que realmente o psicológicamente algo les una. ¿Acaso somos conscientes de que compartimos el mismo dolor e ignorancia?, será entonces cuando estemos unidos para siempre porque en ese acto de comprensión habrá nacida la relación.

Cuando hay amor en nuestra vida no es nuestra voluntad o nuestros temores lo que determina nuestros actos, donde estamos o lo que sentimos, y ya no tiene sentido tener una identidad o un castillo que defender, entonces estamos desnudos como ese bebe ante su madre mientras esta le asea y le acaricia con toda su ternura.

Nosotros no podemos hacer nada para que el amor surja, únicamente hemos de comprender que somos nosotros mismos quienes no permiten que ello penetre en nuestras casas porque no hay ninguna puerta o ventana que deje pasar esa brisa de aire fresco que nos permite vivir en cada inhalación.

Despreciamos lo que somos por una idea que nos dice lo que nos falta, lo que no tenemos, y en ello no puede haber amor ni lo habrá jamás mientras no veamos que nada nos falta, que nada tenemos.

Permite que el viento te balancee, como una hoja marchita de otoño, dibujando remolinos en el aire mientras unas palomas picotean en el suelo unas migajas de pan y el sol te mira tímidamente entre las nubes.

 

martes, 12 de abril de 2011

Encuentro en Bilbao 2011

Este fin de semana pasado he estado en un encuentro entre amigos de Krishnamurti, organizado por personas de Bilbao en la Casa de Espiritualidad María Reparadora en un lugar encantador rodeado de grandes avenidas ajardinadas y un paseo marítimo lleno de frescor y hermosura.

Un encuentro, de este tipo, es un espacio libre de autoridades o gurús cuyo objetivo es dialogar y percibir al respecto de los problemas y conflictos que envuelven la vida del ser humano, de tal forma que se crea un ambiente propicio para aprender juntos, compartir juntos, pensar juntos y percibir no solo el condicionamiento humano sino aquello que está más allá de dicha limitación. Esta vida cotidiana que vivimos con el trabajo y las responsabilidades que tenemos es tan superficial que es necesario crear este tipo de encuentros, lo cual se puede hacer en cualquier lugar que posibilite de la forma más sencilla el reunirnos y dialogar.

El tema elegido para dialogar fue la relación y el conflicto, asunto que tratamos con bastante acierto pues enseguida vimos y vivenciamos como nosotros mismos somos quienes con nuestro pensamiento creamos y alimentamos el conflicto al no admitir los problemas que surgen en nuestra vida queriendo cambiarlos sin ni siquiera comprenderlos. Vimos interesante distinguir que un problema es algo que surge y que necesita ser comprendido y que un conflicto es un problema que no admitimos y que queremos cambiarlo o eliminarlo, lo cual supone un gran derroche de energía porque lo que hace es agravar el problema.

Otro asunto que surgió fue ¿qué es una investigación y si podemos hablar sin teorizar basándonos en nuestra experiencia personal?, y curiosamente nos dimos cuenta que hablar desde nuestra experiencia personal, desde nuestras opiniones o ideas, prejuicios o creencias es teorizar. Vimos que la investigación es un proceso de observación donde es necesario comprender los límites del conocimiento.

Otro aspecto que tratamos fue sobre esos recuerdos del pasado llenos de belleza o gozo que nos gustaría volver a tener y nos dimos cuenta que el deseo de volver a tenerlos es lo que impide ese gozo y belleza del vivir en el presente.

También tuvimos nuestros momentos de enfrentamiento, de ira, de emoción, cuando defendíamos nuestras ideas en contraposición a las de otros. Uno de esos momentos fue cuando pensamos que en el grupo de diálogo había personas con una mayor sabiduría que pueden ayudarnos a comprender. En ese sentido algunos expresamos que da igual escuchar una verdad o una falsedad si no somos capaces de percibir y darnos cuenta de que hay verdades falsas y falsedades con tintes de verdad.

Uno de los momentos mas bellos del diálogo fue cuando una persona mostró de una forma espontánea y transparente su dolor, y pudimos sentir que era nuestro propio dolor y el dolor de toda la humanidad que está en nuestro pasado y que no queremos ni siquiera ver. Hubo un gran silencio y la angustia atravesó nuestro corazón desnudo.

También se habló del silencio y de la necesidad de hacer momentos de silencio y mientras unos pensaban que el silencio provocado no es silencio verdadero, otros pensaban que el silencio servía para calmarnos y ponernos en una disposición mejor para el diálogo. Se habló de un silencio entre dos sonidos, entre dos pensamientos, del silencio donde surge la palabra y del silencio que es la comprensión del pensamiento.

Una de las investigaciones que más dio lugar a profundizar durante algo mas de dos horas fue sobre la relación entre el pensamiento y el cuerpo. Pudimos ver como el pensamiento está continuamente dañando el cuerpo con sus ideas, incluso con esas ideas de sanarlo a través de medicamentos y como el cuerpo a pesar de todo está continuamente sanándose. Cuestionamos que era un cuerpo libre de pensamiento y sentimos que el cuerpo no solo tiene una inteligencia ilimitada sino que trasciende más allá de la idea que tenemos de él.

Otra de las preguntas que surgieron fue ¿qué es lo que tenemos que hacer, para que estamos en esta vida, quienes somos?, y nos dimos cuenta con bastante claridad que todas esas preguntas surgen del pensamiento, son puro pensamiento en su intento de sobrevivir y que más allá del pensamiento todo cobra el verdadero sentido sin necesidad de racionalizarlo.

También dijimos que en estos encuentros, o en la vida cotidiana, no se trata de aprender algo concreto sino de descubrir lo que es aprender, de igual forma que lo importante no es mirar lo que uno quiere ver sino el mirar mismo, o escuchar lo que a uno le agrada sino el mismo escuchar.

Tuvimos la oportunidad de hablar con las monjitas y fue curioso sentir esa inteligencia y esa bondad de la que habla K.

El encuentro estuvo lleno sorpresas, de afecto, de emociones, de  profundos silencios, de risas y lágrimas, de paseos por el mar, de abrazos, de momentos de luz y de sombras.

Solo queda dar las gracias por todo ello.

viernes, 8 de abril de 2011

¿Qué sentido tiene la vida?

El otro día mientras caminaba hacia las montañas nevadas por una senda que bordea la garganta que hay cerca de casa y observaba como se muestra la vida sin que el ser humano intervenga en ello y sentía ese momento de la primavera donde todas las especies gritan al unísono quererse aparear y procrear, un amigo me envió un mensaje por el móvil con esta pregunta -¿qué sentido tiene la vida?- y de repente durante un infinito instante me paré en seco y mi mente salió de mí, despedida, a una velocidad increíble para encontrarse con cada diminuta parte de este universo y sentir esa magia y significación profunda e inalcanzable para la mente humana que está entretenida en analizar la vida, en la búsqueda de su placer o en la ilusión de lograr.

Los olores de las flores embriagaban mis sentidos, los colores eran profundamente intensos y reflejaban una luz que atraía mi atención como intentando ver la fuente de donde surgía. Los insectos volaban a mi alrededor sin notar mi presencia y chocaban con mi cabeza mientras jugaban al amor. Los sonidos surgían de mi interior como una orquesta sorprendentemente ordenada, creativa y armónica. El correr del agua descendiendo entre las piedras y acariciando con su brisa mi rostro desnudo. Los rayos del sol, que como diminutas partículas viajeras, chocaban contra las hojas de los árboles mostrando luces y sombras en una danza incesante guiada por el viento de la mañana.

Pero en ese momento lo importante no era el sentido que tenía la vida para mi sino para la persona que me envió el mensaje. Él acababa de romper con su pareja y su mente se había bloqueado con la pérdida psicológica y en el dolor que supone perder algo que se posee, que te pertenece, que es tuyo, que te da seguridad y satisfacción, que te mantiene ocupado pensando continuamente en ello, que vives para ello porque lo demás es demasiado absurdo.

Yo le conteste algo así como que el sentido que tiene la vida para la mayoría de las personas es el apego a las cosas, a las ideas y a las personas, es el sentimiento de poseer y ser poseído por otra persona, todo lo cual produce temor, celos, dependencia, placer y dolor.

La vida es un sentido tan inmenso y profundo que apenas los seres humanos tenemos oportunidad de ver o sentir su significado, pero hay algo que está a nuestro alcance y es que uno de esos sentidos que sostienen la vida es la relación, es decir, sin relación la vida no tiene significación alguna.

La relación no es algo de lo que sacar provecho sino donde crecer humanamente, donde aprender, donde descubrir lo que uno es. Entonces todo cobra sentido, no un sentido personal, sino el sentir mismo.

miércoles, 6 de abril de 2011

Somos esclavos de nuestro propio pensamiento

Me pregunto porque los seres humanos escogemos, de una forma u otra, estar tristes, sentirnos infelices o dolidos. Si miramos la vida con cierta objetividad, sin carga personal, veremos que todo lo que hay a nuestro alrededor, incluyéndonos a nosotros mismos, es algo digno de admiración.

No hay que inventar nada, no hay que imaginar, sencillamente observar las formas, los colores, los sonidos, el movimiento, el cambio que acontece a cada instante, las ideas, las intenciones, la carga del pasado, la luz, las sombras, el profundo silencio, un sonrisa, lagrimas, ¿Por qué rechazamos lo que es, lo que sucede, lo que acontece? ¿Por qué interpretamos lo que vemos o sentimos según un código personal que se basa en una experiencia ya finalizada?

Debemos permitir que la vida nos afecte, que nos cambie a su antojo, que nos transporte como transporta al viento a través de los valles y entre las montañas. No temamos ser algo nuevo a cada instante, no merece la pena sostener la más mínima idea de las cosas, dejemos que la vida hable y aprendamos ese idioma que hace que las palabras cambien de significado según el momento presente, que los sentimientos nos expliquen la causa que los produce y los deseos se desvanezcan en el acto de acariciarlos con una observación atenta a los fines que persiguen.
No hay necesidad de cambiar nada, todo lo que necesitamos está presente ahora, aquí, en nosotros, a nuestro alrededor, pero nuestra ceguera apaga esa luz con una oscuridad que se retuerce sobre si misma respirando humo en lugar de aire, bebiendo alcohol en lugar de agua, sintiendo pasión en lugar de compasión y destruyendo en lugar de creando.
Queremos amar y ser amados, pero el amor no requiere de la voluntad ni del deseo del ser humano. El amor es, no es una cuestión semántica, no es algo poético, es una realidad que une las cosas en una dimensión diferente a lo personal. Cuando hay dolor, miedo o placer no puede haber amor. Mirar al dolor como dolor sin rechazo, sin juicio, con atención, eso es amor.
Somos esclavos de nuestro propio pensamiento. Si nuestro pensamiento dice que nuestro esposo o esposa no nos quiere entonces nos sentimos despreciados, pero el desprecio lo hemos creado nosotros mismos con el pensamiento con independencia de lo que nuestro esposo o esposa haya hecho.
Cuando nos sentimos despreciados nos invade por todo el cuerpo una sensación incomoda, de malestar, que nos obliga a tomar alguna decisión al respecto y por eso nuestra vida de relación se basa en acciones o reacciones que provienen de nuestros sentimientos o sensaciones de malestar o placer.
¿Podrá el ser humano alguna vez darse cuenta de que es esclavo de su pensamiento? En la vida de relación nuestro pensamiento no debería tener credibilidad alguna ya que es una fuente de problemas y conflictos.
De alguna forma hemos de darnos cuenta que lo que proyectamos en un futuro es falso. Buscamos sensaciones falsas. Nos imaginamos siendo ricos, nos imaginamos siendo amados, nos imaginamos logrando metas, nos imaginamos siendo inteligentes y creemos a ciencia cierta que detrás de esas imaginaciones habrá una sensación de paz y felicidad, de seguridad y de amor, de quietud y armonía.
No parece creíble que tanto esfuerzo sea en definitiva para conseguir paz, felicidad, plenitud, amor, quietud, armonía ¿Es acaso la paz, la felicidad, la plenitud, el amor, la quietud o la armonía una consecuencia del logro de algo?
Todo lo que podemos conseguir como consecuencia de un logro es placer, dolor, temor, inseguridad y ansiedad, que son producto del pensamiento. Pero la paz, la felicidad, la plenitud, el amor, la quietud o la armonía no son producto del pensamiento ni del deseo y cuando es eso lo que se busca son meras ideas falsas, realidades imaginadas como oposición a los conflictos que vivimos y al malestar que sentimos. 
Sin embargo si dejamos de proyectar el logro de sensaciones falsas tendremos de alguna manera energía para percibir la realidad que está más allá del pensamiento.

lunes, 4 de abril de 2011

La comparación y la creatividad

En un documental que echaban por televisión sobre la creatividad, unos científicos muy prestigiosos decían que los seres humanos somos con diferencia la especie más relevante, sobresaliente, inteligente, creativa, etc. que existe en esta hermosa Tierra.
Ellos mismos afirmaban que se encuentran especies que tienen capacidad artística, que tienen un lenguaje tan complejo como el nuestro y una forma de comunicación muy diversa o que tienen muestras de una gran inteligencia y que su cerebro es incluso más grande que el del ser humano, pero concluían que el ser humano tiene un sinfín de cualidades o capacidades reunidas que le hace ser la especie más evolucionada a diferencia de todas las demás y el ejemplo que pusieron fue que a ninguna otra especie se le ocurriría crear un Ministerio de Educación o montarse en un avión para irse a la playa de vacaciones.
A decir verdad en esto de compararnos con las otras especies y sacar conclusiones egocéntricas o ególatras no hay mucha creatividad y siempre caemos en el culto a nosotros mismos y en la más absoluta vanidad. En el fondo de todo ello subyace justificar nuestras atrocidades en el uso p explotación que hacemos de las especies o de nosotros mismos.
¿Es lícito o razonable comparar dos especies o comparar dos personas?, en toda comparación hay un propósito y es dicho propósito lo que va a determinar la propia medida comparativa.
¿Por qué comparamos? Desde un punto de vista matemático la comparación es necesaria y tiene un uso práctico en nuestra vida cotidiana y el mayor ejemplo de ello es la balanza donde podemos determinar por comparación el peso de unas patatas. De la misma forma el dinero es una medida comparativa de valor y con él podemos comprar alimentos, ropa o casas.
¿Por qué nos comparamos? La comparación personal da lugar a la envidia, el deseo de tener lo que otros tienen. Uno quiere tener un grado mayor en el puesto de trabajo o quiere tener más dinero o quiere saber tocar el piano como aquel pianista célebre o quiere ser guapa o tener unos pechos más grandes o quiere amar y ser amado o ser feliz.
El problema de la comparación es que cuando conseguimos lo que otros tienen ello no nos satisface como pensábamos o incluso nos ha creado verdaderos problemas y volvemos a desear otras cosas por comparación cayendo siempre en el mismo error.
¿Qué pasaría si no nos comparamos?, entonces dejaríamos de poner nuestra atención en lo que nos falta o en lo que tenemos que otros no tienen y la pondríamos en lo que somos creándose un movimiento de conocimiento de uno mismo que daría lugar a la verdadera creatividad.
Nuestros padres y educadores nos enseñaron a compararnos con aquellos que determinaban nuestras metas y no comprendieron que cada ser es único e irrepetible, que no necesita llegar a ser nada que no esté implícito en sí mismo y que lo único que podían hacer al respeto de nuestra educación era permitir que nuestra creatividad aflorara en su momento propicio y por supuesto también podían habernos querido por lo que éramos y no por lo que podíamos haber llegado a ser.
Mientras el pensamiento sea una comparación del presente con el pasado estaremos abocados a ser simples seres condicionados a imitar a otros, faltos de creatividad y siempre aspirando a algo que creemos no tener.
La vida es creativa, se crea a sí misma en cada instante de forma completamente nueva, pero nosotros tratamos de vivir en el pasado, de apegarnos a las cosas o a las personas, buscamos seguridad y con ello perdemos la posibilidad de ir de la mano de la propia existencia. Solo una mente que no compara está abierta a la creación.