miércoles, 29 de junio de 2011

¿Tenemos alguna certeza en algo?

Nuestra forma de vivir, de ganarnos la vida, de relacionarnos, son un reflejo de que no hay mucha certeza en nuestras vidas.

Somos como una gota de agua en la corriente de un río que va donde el río la lleva sin ninguna certeza de lo que es ni a donde va a parar.

Casi todas las cosas que hemos hecho en la vida estaban más o menos programadas, las hemos hecho porque los demás, o porque las tradiciones, nos han dicho lo que había que hacer.

Nos hemos adaptado al sistema, vivimos con cierta comodidad psicológica y lo que más nos preocupa es mantener nuestra comodidad física y nuestras ideas.

¿Hay certeza en algo?

¿Hay alguna certeza en la muerte? Uno puede creer que más allá de la muerte hay otra vida o puede creer que después de la muerte no hay nada.

¿Hay alguna certeza en Dios? Uno puede creer en un Dios a su imagen y semejanza o en un Dios todopoderoso o en un Dios moderno o no creer en absoluto en Dios, pero uno sabe en el fondo que no hay certeza alguna en las creencias.

¿Hay alguna certeza en el conocimiento? El desarrollo del conocimiento nos ha permitido interpretar la naturaleza en un contexto muy limitado pues no solo no hemos solucionado los eternos problemas de la humanidad sino que con el conocimiento hemos inventado nuevos y graves problemas: formas de aniquilarnos muy sofisticadas, nuevos y potentes pesticidas, basuras radiactivas difíciles de deshacer. Las teorías de Einstein, la física cuántica, los agujeros negros, el genoma humano, todo ello forma parte de un paradigma que no se sostiene.

Durante nuestra vida hemos viajado por diferentes tipos de ideas, hemos luchado por ideales políticos o sociales, hemos buceado en la expresión artística, hemos creído en el amor mientras amábamos, hemos adorado la naturaleza, hemos creído en el alma pura de nuestro ser y en su despertar a través del kundalini o de la iluminación, hemos creído que el mundo podía ser cambiado y que nosotros podíamos hacer algo al respecto. Pero nada de ello tenía la certeza necesaria.

Quizás no tenemos ninguna certeza porque hemos puesto nuestro destino en la memoria, en la experiencia, y no nos damos cuenta que jamás habrá certeza alguna en lo aprendido.

Nuestra certeza hemos de aprenderla en el ahora, en lo que vemos, en lo que observamos, sin necesidad de interpretar nada de lo que percibimos.

Nuestra confianza, nuestra seguridad, nuestra certeza, está en esa capacidad de percibir, de ver. No necesitamos tener ideas o prejuicios para ver, no necesitamos tener ni siquiera valores para darnos cuenta de lo que está sucediendo, hemos de confiar en nosotros mismos y en nuestra inteligencia innata para responder ante lo que vemos con verdadera racionalidad.

El conocimiento tiene un uso limitado en el vivir, pero nosotros le hemos dado tanta importancia que ello ha eliminado nuestra capacidad de percibir. Hemos intercambiado conocimiento por percepción y hemos perdido la capacidad de saber lo que está sucediendo por nosotros mismos, de sentir a las personas sin necesidad de tener imágenes suyas, de responder ante cualquier peligro y sobretodo hemos perdido el gozo que lleva inherente la observación de lo que es con todo ese movimiento que lo transforma y nos hace viajar hasta las profundidades de lo eterno.

La única certeza posible está en esa actitud o capacidad de observación que subyace en nuestro ser y que nos permite actuar con total libertad, sin temores, sin recompensas que lograr, y con esa cualidad que permite relacionarnos con afecto.


martes, 28 de junio de 2011

Una mirada a nuestra vida 2

Ahora que ha comenzado el verano y con él han venido temperaturas más elevadas suelo levantarme algo más temprano, el cuerpo pide sentir el frescor del amanecer y levantarse junto con el despertar de las aves.

Después de tomarme un zumo de pomelo que saboreo con lentitud, siendo consciente de la importancia que tiene alimentarse correctamente, me preparo una pequeña mochila con una navaja, fruta, algo de queso y un trozo de pan con la intención de pasar el día caminando por las montañas.

A pesar de que es el comienzo del verano los campos abiertos al sol se muestran secos con un color amarillo pajizo mientras bajo la penumbra de los robles hay grandes espesuras de helechos verdes.

Caminar por estos bosques de robles es caminar entre sombras y luces, entre ruidos y silencios, entre ascensos y descensos, nada parece tener un término medio y la naturaleza expresa, si quieres escucharlo, que todo parece estar en su lugar correcto a pesar de que la mano del hombre haya podido alterar la cosas.

A veces me encuentro con alguna ruina, con algunas piedras que muestran que allí vivieron familias con niños pequeños en mitad de las montañas, en chozas de piedra con techo de madera y escobajos, cuidando cabras, ordeñando, haciendo quesos, vendiendo leche, con algunos cerdos, sin luz eléctrica y sin muchas cosas.

Es impresionante observar las rocas distribuidas por todo el paisaje. Algunas son pequeñas como guijarros, otras son planas como lanchas y otras son grandes y redondas como canchos, algunas son tan enormes que me hacen sentir estar ante un gran buda redondo y sonriente inmune al paso del tiempo y siento su corazón latir y al escucharlo oigo el pulso del universo.

Caminado y sintiendo que uno es parte de todo, que todo es uno mismo, surge la pregunta ¿qué es la soledad?, mientras un pajarillo me saluda al pasar junto a él y charlamos un momento cuando uno imita su canto. Hay una soledad psicológica producto de haberse perdido uno entre la gente, entre las ideas, entre tanto artificio y hay una soledad omnipresente que todo lo abarca y todo lo llena.

Hay robles inmensos con una vitalidad que señalan al cielo y hay otros caídos y muertos que señalan el paso del tiempo y el movimiento de la eternidad. Estos árboles son abrigo de muchos animales y en ellos habitan hormigas, arañas, culebras, ratones, abejas, etc. y en otoño se llenan de setas que surgen de la corteza húmeda ya a punto de extinguirse.

Después de unas horas de caminar observando sin rumbo uno se detiene al abrigo de un gran roble cuyas raíces esconden una fuente natural de agua cristalina. Hay cosas en la vida que tienen un enorme valor y entre ellas está el sudor de la frente, el agua, la sombra, la tierra, el roble y la observación. Me siento observando un paisaje de gargantas y aprovecho para comer un trozo de queso y un pedazo de pan.

Vivimos tan artificialmente que hemos olvidado lo que realmente tiene valor.

Cuando uno camina sin rumbo todo es un encuentro, cada mirada es algo que aparece como un regalo o como una sorpresa, y como nada nos pertenece enseguida aparece una nueva mirada y un nuevo encuentro. No tiene sentido expresar nuestro gusto o desagrado hacia eso que miramos, porque ello es muestra de que no observamos nada sino que más bien vamos al encuentro de un pasado que ya murió y que nosotros mismos queremos mantener vivos a costa de nuestra vida.

La observación no necesita de un observador. El observador no permite la observación.

Encontrarse con una garganta es todo un espectáculo de vida. Sentir el frescor del agua acariciar mi piel desnuda y observar los reflejos de los árboles sobre el agua o los reflejos de las aguas sobre las rocas es algo conmovedor.

Si hay algo santo en esta vida es sentir el agua rodear, cubrir y acariciar tu cuerpo y ver todos esos reflejos amarillos y verdes de la luz mientras uno nada por debajo de las aguas, seguro que su significado es como volver al vientre de una madre.

¿Dónde está la mente mientras hay percepción? ¿Qué sentido tiene la mente cuando solo existe este momento y cualquier cosa tiene un significado infinito?

A veces siento mi rostro sonreír a la vida sin una causa y me siento agradecido por tan humilde regalo, es como estar en mitad de esta madre naturaleza que me dio la luz y la trasparencia de estar conmigo mismo en este maravilloso mundo.

De vuelta a casa la luz del atardecer sale de las plantas, de los árboles, de las piedras, es una luz propia de la tierra que invita a la meditación.

Por las noches duermo en una tienda de campaña, que he instalado cerca de casa, mientras las estrellas y la Vía Láctea cubren mis sueños y los grillos y las ranas cantan y bailan el dulce baile de la noche.



lunes, 27 de junio de 2011

¿Por qué mentimos?

¿Qué representa la mentira en nuestras vidas? La mentira es una falta de honestidad, es pensar una cosa y decir otra bien distinta, es engañar presentando una imagen de nosotros mismos a los demás que no somos, es ocultar pensamientos, sentimientos o hechos de forma deliberada, es intentar comunicar que se sabe cuando solo se cree.

No solamente decimos mentiras a los demás sino que nos mentimos a nosotros mismos y lo hacemos tan a menudo que llegamos a pensar y creer cosas como si fueran realidades.

La mentira nos complace, nos hace vivir en un mundo personal que nos hemos inventado, nos hace importantes o tener cierto prestigio y también nos hace mostrarnos como víctimas cuando se trata de conseguir algo a través de los demás.

¿Te has visto alguna vez mintiendo? Cualquiera de nosotros puede decirse a sí mismo que no miente y quizás en ese preciso momento esté mintiendo. Necesitamos encontrarnos en la mentira porque de lo contrario nuestra vida no va por un camino correcto. Necesitamos encontrarnos frente a frente con la mentira, con esa falta de honestidad, y comprenderla.

Dependiendo de las circunstancias la mentira puede salvarnos la vida o puede evitar el dolor ajeno, pero su naturaleza se muestra como un medio para conseguir un fin mezquino a través del engaño.

¿Son mentiras las creencias? Yo puedo creer en Alá, en Dios, en el Sol, porque ha habido un encuentro con su naturaleza, o puedo creer en ello porque necesito creer en algo que me de cierta seguridad o estabilidad psicológica. Son justamente las personas que mienten las que tratan de hacer creer a otros sus creencias utilizando todos los medios a su alcance, desde hacerles ver la verdad con un simple libre lleno de cuentos hasta arrojarlos y quemarlos en la hoguera para purificar sus pecados.

Creemos que tenemos un alma, que en nuestro interior hay un ser puro, que somos parte de una divinidad, que hay vida tras la muerte, que no hay nada más deseable que la felicidad ni nada más hermoso que el amor, creemos que somos alguien que piensa, creemos que queremos a nuestra pareja o a nuestros hijos… ¡vivimos con tantas y tantas mentiras!

¿Es mentira la imagen de nosotros mismos? Sostenemos una imagen que nos da cierto prestigio en nuestras relaciones, hacemos creer que sabemos cosas que nos sabemos, hacemos creer que somos de una forma diferente a como somos, decimos cosas que hacemos cuando no las hemos hecho.

¿Son mentira nuestras opiniones o nuestros prejuicios? Nuestras opiniones y prejuicios tienen un objetivo, no se basan realmente en nuestra percepción de la realidad sino más bien en algún conocimiento pasado y limitado de recuerdos que ya no tienen validez alguna.

Necesitamos comprender las mentiras, el simple hecho de mentir, para encontrarnos con la honestidad, con esa forma clara y ligera de caminar y relacionarnos. Vivir sin mentiras no es un privilegio, es algo normal y sano, pero estamos continuamente torturándonos sosteniendo mentiras que no nos permiten ser libres.

Cuando las personas viven en el pasado, viven en la mentira, cuando las personas viven en el futuro, en el deseo, también viven en la mentira. Vivir sin mentiras es vivir en el presente, en el ahora, percibir lo que es sin tratar de modificarlo, sin sacar provecho de ello, sin interpretarlo.

Vivir en el ahora es un encuentro con la verdad y esa verdad ya no es un medio para conseguir un fin sino que es un fin en un movimiento eternamente bello y honesto.

domingo, 19 de junio de 2011

El verdadero significado de la indagación

Hace unos días un amigo lanzó una pregunta al aire que vamos a compartir juntos en este espacio donde nos permitimos indagar como una forma más de acercarnos a la verdad o de encontrar una luz que alumbre nuestras sombras.

¿Qué hace falta para que la exploración, y lo que se descubre en el transcurso de un verdadero diálogo de indagación, transforme realmente nuestras vidas?

A veces uno tiene la sensación que nos tiramos la mayor parte de nuestra vida hablando y aunque parece que ello nos aclara ciertas dudas en realidad no nos hace cambiar nada e incluso podríamos decir que tanto diálogo más bien fortalece nuestro condicionamiento.

Cuando la indagación surge con una pregunta desde una verdadera inquietud, necesidad, pasión que nace de la observación, entonces la mente está preparada para adentrarse en ese mundo del diálogo donde es posible la transformación y en ese sentido podríamos decir que ese es el significado de la meditación.

¿Cómo surge una pregunta?

Quizás el primer paso es el último. La verdadera indagación nace con la pregunta correcta, que es aquella que a uno le quema por dentro y requiere encontrar una gran fuente de agua que apague su fuego o de lo contrario uno ardera como una simple astilla.

¿Qué sentido tiene preguntar algo? Evidentemente hay un sentido claro de adquirir conocimiento. Si preguntamos cómo encontrar una calle determinada, ese preguntar persigue un logro, un fin o una meta. Lo único que hemos de hacer es escuchar a alguien que sepa ir, poner atención y memorizar sus palabras para después repetir prácticamente lo que hemos aprendido de palabra.

¿Somos conscientes que podemos hacer preguntas cuyo sentido no sea adquirir conocimiento sino comprender o percibir la verdad de algo?

Comprender o percibir la verdad de algo no es conocimiento que alguien pueda enseñarnos, no es algo memorizable, no es un logro o una meta, es más bien una posible experiencia que solo puede hacer uno mismo y que tiene consecuencias transformadoras.

¿Cuál es la esencia de la transformación? La esencia de la transformación está en descubrir lo falso en lo que creíamos verdadero y descubrir la verdad en lo que creíamos falso.

El cerebro solo puede funcionar con premisas verdaderas, seguras, siempre buscando el bienestar y la continuidad de su existencia y cuando encuentra que está realmente equivocado y que dicha equivocación le produce malestar e inseguridad entonces se produce una transformación instantánea producto de la compresión y de la percepción de dicha falsedad.

Imaginemos que una persona hasta ahora ha creído que el pensamiento es la herramienta más importante que tiene para hacer frente a sus conflictos y al hacer una indagación descubre que el pensamiento es la principal causa de sus conflictos y problemas, de sus temores, de sus sufrimientos, de sus locuras y obsesiones, de sus enfermedades y de su infelicidad. ¿Qué le sucede a esa persona a partir de descubrir que su propio pensamiento está limitado y no puede solucionar ningún problema?

¿Qué le sucede a esa persona? Si no le sucede nada, si no hay una transformación, sino hay un estado de observación sobre el pensamiento, entonces esa persona ha convertido lo que pudo ser la observación de un hecho en una idea, la cual ha potenciado en definitiva al pensamiento que no es más que un cúmulo de ideas.

Creemos que es necesario tener una idea de los hechos, para poder transmitir y compartir, pero en realidad la idea destruye el hecho y lo que acabamos transmitiendo es una falsedad.


Encontrar los hechos a través de la indagación es relativamente sencillo si uno es capaz de cuestionar sus verdades, sus ideas, pero vivir con los hechos no parece fácil y es ahí donde está la verdadera transformación, una transformación que es como una ola que va recorriendo el mar sin saber dónde irá a parar pero que su belleza está en las profundidades.

miércoles, 15 de junio de 2011

La salud

He estado unos días en cama con dolores de cabeza, mocos, fiebre, y he dejado que mi cuerpo se sanara a sí mismo sin mi intervención psicológica, lo cual ha mejorado mi capacidad de autocuración y además eso ha permitido aprender acerca de las causas de la enfermedad.

¿Por qué cuando nos ocurre un inconveniente como un dolor de cabeza, un poco de tos, algunos mocos, un grano en la cara, enseguida tratamos de curarlo? Quizás pensamos que si no lo atajamos de golpe vamos a empeorar y después va a ser más difícil el tratamiento para curarnos.

También ocurre que estamos tan ocupados socialmente con el trabajo y otros quehaceres que cualquier enfermedad por muy pequeña que sea es para nosotros un inconveniente que no podemos permitirnos. Con lo cual tapamos el síntoma de la forma que sea, con analgésicos, antibióticos, vasodilatadores, cremas o incluso somos capaces de tapar un grano con maquillaje con tal de que no se nos vea. Por esa razón la causa de nuestra enfermedad va creciendo por dentro hasta que por fin se muestra de una forma que ya no podemos tapar.

Somos nosotros mismos con esa actitud de curarnos los que acabamos enfermando. La cultura nos ha hecho perder la confianza en nosotros mismos porque ella tiene todo tipo de remedios, pero la realidad es que el verdadero remedio está en nosotros.

Mientras he estado enfermo estaba en casa de familiares y ellos, con la mejor de sus intenciones,  me ofrecían todo tipo de remedios caseros y todo tipo de medicinas. Gárgaras de agua templada con limón y miel para limpiar la garganta, vivaporú y alcohol de romero para el pecho, caldo de pollo para entonarme, aspirina para el dolor de cabeza, flumil para los mocos, ibuprofeno para la inflamación de garganta, caramelos de regaliz y miel para suavizar la garganta, lizipaina para las heridas en la boca, paracetamol para la fiebre, antibiótico para acabar con todo.

Cuando estamos enfermos el cuerpo nos pide reposo, quietud y atención. Si nos diéramos la oportunidad de estar con nosotros mismos cuando estamos enfermos podríamos escuchar a la enfermedad hablarnos sobre su significado y eso es profundamente hermoso y sanador.

La verdadera salud es nuestra capacidad natural de sanarnos y la verdadera enfermedad es nuestra capacidad psicológica de lesionarnos o de enfermarnos.

domingo, 12 de junio de 2011

Encuentro en Segovia 2011

No es fácil comentar un encuentro, hacer partícipe a los demás de esa experiencia sin caer en la falsedad de interpretar personalmente algo que ha sido compartido por bastantes personas y que seguramente cada cual tiene un punto de vista diferente.

El encuentro de Segovia organizado por los amigos de Krishnamurti de Madrid en el Centro San Juan de la Cruz ubicado en La Fuencisla es un espacio entrañable donde cada año se reúnen alrededor de 60 personas en torno a las enseñanzas o filosofía de Jiddu Krishnamurti. En esta ocasión el tema elegido era “la libertad, primer y último paso”.

El monasterio está enclavado en las afueras de Segovia en un paraje rodeado de cerros donde se encuentran el curso de dos ríos y cuyas riberas está repleta de castaños, tilos, alisos, fresnos, chopos, huertas, fuentes, y unos caminos que invitan a la meditación o a ese caminar solitario donde uno puede escuchar el silencio de su alma mientras un milano rastrea desde las alturas cada centímetro de la espesa yerba de primavera. Uno es testigo de todo ello a la llegada del viernes por la tarde y se impregna de esa energía que desborda la naturaleza expresando con suma frescura que todo se está creando delante de tus ojos en cada instante.

Antes de la cena gran parte de los participantes al encuentro nos juntamos en el claustro del convento entre abrazos, besos y saludos que demuestran el gran cariño que las personas se van teniendo con los años y a la vez esa alegría encantada de conocer personas que llegan por primera vez.

Durante el encuentro pudimos participar de la proyección de dos videos de K y de grupos de diálogo formados entre 10 o 14 personas donde pudimos dialogar al respecto de la libertad.

Si bien el encuentro fue muy provechoso e interesante a mi me gustaría, sin que nadie se siente molesto por ello, hacer una reflexión ´algo diferente´ de lo que se expresó en la reunión final de clausura donde casi todos dimos las gracias y nos sentimos complacidos con la organización y con la intensidad de lo vivido.

Sin embargo también es cierto que sentí una falta de energía capaz de hacer frente a cualquier imprevisto, lo que produjo espacios superficiales que quitan seriedad y verdadero gozo al significado del encuentro. Con ello no estoy criticando a nadie, únicamente expreso el sentimiento de cierta energía dispersa que dio lugar a momentos de desconcierto, de aburrimiento, e incluso de falta de seriedad, sin desmerecer para nada la belleza y profundidad del propio encuentro.

Estos encuentros son espacios propensos para el despertar de aquellas personas que sienten acercarse a la enseñanza de K con un aire puro que hay que cuidar y alentar.

Cuando el sentido del humor se convierte en chiste, cuando el silencio surge porque se atoran las palabras, cuando no hay más remedio que ironizar, cuando lo más interesante del encuentro es la biodanza, cuando voy al encuentro a decirle a los demás lo que no saben, entonces es que ni siquiera hemos intentado comprender esa frase que la organización nos regalaba en la primera página y que expresaba: “La total negación de lo conocido es la esencia de la libertad”.

En este tipo de encuentros no debería valer todo. A veces tengo la sensación que en estos círculos Krishnamurtianos no se da una respuesta adecuada a aquellas personas que se acercan con la clara intención de convencernos de sus obsesiones. La enseñanza no tiene autoridades pero los organizadores de estos encuentros, foros, y espacios de diálogo o silencio deberíamos mostrar los límites de lo que pretendemos hacer, porque de lo contrario estaríamos creando cierta confusión y desánimo al respecto de la enseñanza.

Cuando hay cosas que son rematadamente obvias y no sabemos dar una repuesta es que algo falla en nosotros, y seguramente no somos sensibles a las consecuencias que ello trae.

A pesar de todo el encuentro de Segovia sigue siendo un espacio lleno de magia donde uno puede encontrarse consigo mismo y con los demás.

Desde mi corazón doy las gracias a los organizadores por ofrecernos esa flor tan hermosa… que deberíamos cuidar entre todos.

sábado, 11 de junio de 2011

La muerte

Cuando alzo la vista al cielo y observo las nubes moverse cambiando de formas sé que todo está en orden, que la vida es un movimiento hermoso e indescriptible que todo lo envuelve con ternura.

Cuando alzo la vista al cielo y observo las estrellas parpadear mientras la Tierra gira para traer un nuevo día sé que todo está en orden, que la vida es una hermosa melodía impresa en nuestras almas.

Cuando he observado la muerte entre mis manos llevarse a un ser querido sabía que todo estaba en orden, que la vida es una danza.

Cuando miro tus ojos y observo tus sonrisas, tus sueños, tus lágrimas, tus recuerdos, sé que todo está en orden, que nosotros mismos somos ese orden en un movimiento eterno que danza con la melodía del viento.

La muerte no nos arrebata nada, más bien nos lo da todo sin pedirnos nada, ni siquiera nos pregunta el nombre o que es lo que hicimos, ella nos acoge entre sus brazos como una gran madre y apacigua nuestro sufrimiento hasta extinguirlo.

No debemos llorar ante la muerte pues empañamos nuestros ojos y no podrán ver toda su hermosura. La vida tendrá sus inconvenientes, quizás porque nosotros la hemos hecho así, pero la muerte es el fin de todo sufrimiento, es el fin de toda incertidumbre, es la vuelta a casa desde donde un día partimos para llegar a la vida. La muerte es una luz en la oscuridad donde todos los seres se igualan en uno solo.


La muerte es algo tan sumamente bello que no es extraño que de ella surja la vida.

jueves, 9 de junio de 2011

La culpa la tienen los psicópatas

El otro día participando en un encuentro que se basaba en la indagación sobre una afirmación de Jiddu K. que expresa: “La total negación de lo conocido es la esencia de la libertad” pudimos ver que la libertad nace en la observación de lo que es.

Observamos que cuando sentimos ira o rabia es porque tenemos unas expectativas o intereses personales que no se cumplen con respecto a lo que está sucediendo y por esa razón podemos acabar actuando de una forma poco racional, violenta y conflictiva.

Observamos que cualquier sentimiento es parte de un movimiento que surge del pensamiento y que este a su vez proviene de la memoria, de esa memoria donde están registrados todos nuestros interés personales y que si bien algunos puede ser de una naturaleza básica y necesaria, por otra parte la mayoría pueden haber sido condicionados por la cultura, llenándonos de  expectativas que impiden vivir con libertad.

Estuvimos observando nuestros intereses personales en cuanto a la búsqueda del placer, del aprecio y de la consideración de los demás, de la seguridad, de la estabilidad, del premio, del logro, de la realización como profesionales, y también observamos como evitamos cualquier dolor, sensación de vacío o soledad, desprecio, etc. y vimos que nuestras relaciones personales eran medios para conseguir dichos intereses.

También vimos que las consecuencias de dichos intereses personales era la creación de un mundo basado en el egoísmo, en el interés personal y no en el interés colectivo, las guerras, las injusticias, las grandes desigualdades y sobretodo la ignorancia de dividir el mundo en millones de fronteras físicas e ideológicas. Entonces preguntamos si realmente nos sentíamos responsables de todo este mundo de conflicto y sufrimiento, y si podíamos relacionarnos de una forma que no se basara en el interés personal.

Si bien alguna persona afirmó que se sentía responsable, de repente alguien sugirió que nosotros no tenemos culpa de nada, que eso era algo que la religión nos había echado encima como una losa sin razón, que nosotros éramos seres con una naturaleza bondadosa que hace lo posible y lo imposible por el bien ajeno. Explicó que si había algo malo en nosotros era debido a que hay una energía en el mundo que es negra, que es el mal, que no permite que seamos seres libres y amorosos, que no permite que el mundo lo gobierne el sentido común y que dicho mal se materializa en personas psicópatas que sin alma van haciendo todo el daño posible que su capacidad les permite.

Según se decía estos psicópatas están en todas partes y pueden ocupar alrededor de un 7 % de la población. Son propensos a ocupar cargos de poder ya que tienen la característica de ser parásitos sociales que viven a costa de los demás y ello lo pueden ejercer en la pareja, en la familia, en la comunidad o en cargos sociales, sin que nadie se dé cuenta de su naturaleza maléfica.

La cuestión es que dicha idea tuvo casi más resonancia que el diálogo sobre la esencia de la libertad y las personas se lanzaron a hacer todo tipo de comentarios basados en estudios científicos publicados que garantizaban sus afirmaciones y llegaron incluso a decir que nosotros no somos responsables de nada de lo que sucede en el mundo, que más bien somos víctimas del mal, porque en el fondo somos seres amables y bondadosos que siempre buscan el bien común y que cuando nos mostramos egoístas es por influencia de ese mal. Y hasta ahí el diálogo no dio para más.

La esencia de la libertad no está en el conocimiento. Por mucho que lleguemos a saber al respecto de lo psicópatas o de las fuerzas del mal que imperan en el universo, no vamos a alcanzar ni una pizca de libertad.

La esencia de la libertad está en comprender que el conocimiento está limitado a un uso concreto de nuestra vida cotidiana y que más allá de ese uso no tiene sentido alguno. No podemos utilizar el conocimiento para indagar u observar lo que somos porque eso sería como ponerse unas gafas de colores para ver un paisaje.

Dejemos al conocimiento en su lugar y vayamos más allá del conocimiento percibiendo lo que somos sin complejos, sin ideas, sin barreras, sin conocimientos, y es ahí, desde esa comprensión de lo conocido, desde donde surge esa esencia que es la libertad.


miércoles, 8 de junio de 2011

¿Qué significa cuestionar?

En la cultura que vivimos se nos ha enseñado a estar seguros de todo, a estar seguros de nuestras ideas, a estar seguros de lo que hacemos, a estar seguros de lo que sentimos, a estar seguros de nuestras propiedades o a estar seguros de nuestra forma de vivir.

La seguridad psicológica es un aspecto muy importante en nuestra vida y por esa razón no se potencia la duda o el cuestionamiento ya que se piensa que ello es un signo de inseguridad e inestabilidad personal.

Sin embargo parece lógico pensar que una actitud de duda lo único que puede aportarnos es claridad o certidumbre mientras que una actitud de seguridad o confianza lo normal es que al menos a largo plazo nos produzca inseguridad.

La duda no invita a la desconfianza y al temor sino más bien a tener los sentidos en atención y poder ver de una forma más precisa y sensible.

Bastantes personas se resisten a la palabra cuestionar porque sienten que es el cultivo al pensamiento y porque saben que con el pensamiento no se va a ningún lugar y que más bien es un enredo.

El cuestionar que aquí se expone no es el cultivo del pensamiento sino una invitación a la observación y a la meditación.

¿Qué podemos cuestionar? Lo primero que podríamos cuestionar serían nuestras ideas, creencias, opiniones, prejuicios, valores, deseos, es decir todo aquello que hipoteca nuestras acciones futuras y que pueden tener consecuencias no deseadas sin que nada impida su desenlace.

Cuestionar no significa tirar por tierra lo que estamos cuestionando sino más bien potenciar sus cimientos. Por ejemplo podemos cuestionar nuestra relación de pareja y al final salir aún más reforzados como relación o también podemos darnos cuenta que hace tiempo no somos pareja.

El cuestionamiento siempre es saludable porque no deja de ser echar un vistazo a algo. Si no cuestionamos es porque nos da miedo hacer frente a la verdad, porque no queremos descubrir el fondo de las cosas y preferimos guiarnos por las ideas en lugar de por los hechos.

No cuestionamos porque en el fondo no tenemos ninguna seguridad en nosotros mismos y en todas esas ideas que tratamos de convencer a los demás y que son un mero escaparate.

¿Qué hay de malo en que una persona que cree en Dios, en Alá o en Krishna, se cuestione su creencia?, puede ser que al cuestionarlo uno vea que su creencia se basa en el miedo a la muerte o en la necesidad de sentirse unido a los demás a través de su fe y entonces Dios no es más que una escusa para conseguir sus necesidades. También puede ser que al cuestionarlo uno encuentre la naturaleza Dios y su corazón se abra como una flor.

Cuestionar nos permite dejar de vivir mentiras o falsedades y también nos permite renovar o percibir el movimiento de la realidad.

No se trata de cuestionarlo todo, pero es necesario distinguir si nuestra vida se conduce por ideas o por hechos. Hay tal confusión al respecto que confundimos las ideas como si fueran realidades y es tanta nuestra credibilidad que incluso somos capaces de matar por ellas.

Los políticos, los educadores, los médicos, los padres, deberían cuestionar su función y ver si ello es un servicio al prójimo o es más bien un interés mezquino.

Cuestionar es un arte que requiere de inteligencia y para ello uno tiene que dejar a un lado toda idea de aquello que cuestiona, entonces uno puede navegar con honestidad por las ideas para descubrir los hechos que sostienen nuestra existencia.


El verdadero cuestionamiento es una escucha sin fronteras, es pura observación, es un encuentro de todas las partes que se reúnen formando un solo ser, es el silencio desde donde surge la vida y es el silencio desde donde surge la muerte.