martes, 31 de enero de 2012

Siempre hay una primera vez

La primera vez que vi el mar quedé asombrado, sobrecogido, toda esa inmensidad de agua delante de mi ojos absorbieron mis pensamientos, la mente quedó en silencio y la conciencia vacía en un estado natural de poder percibir ese mar de profunda belleza.

La primera vez que fui de acampada a la montaña y por la noche vi el cielo con todo ese infinito despliegue de espacio lleno de estrellas, no me sentí pequeño sino grande y una sensación de gozo recorrió mi cuerpo al darme cuenta que formaba parte de algo inmensamente bello.

La primera vez que vi el despliegue de la primavera hacer brotar los árboles de las ramas secas y cubrir los campos de margaritas y amapolas con toda una gama de colores y olores, sentí despertar a la vida y comprender que todo surge de la nada.

La primera vez que me fije en el rostro de una persona anciana y vi toda una vida escrita en su figura, con esa mirada serena que da la sabiduría y esa quietud que todo lo calma, admiré mi naturaleza y alcancé a ver mi destino en el alma humana.

La primera vez que vi el amanecer de un nuevo día desplegarse en el horizonte con una suave luz anaranjada mientras la luna aun brillaba como un espejo en las alturas, fui testigo de toda esa pasión y esa energía que surge a la vida en cada instante.

La primera vez que te mire y vi en tus ojos el reflejo de los míos mirándote, que acaricie tu mano con la mía y sentí con profundo cuidado y respeto el calor de tu cuerpo recorrer el mío entre sollozos, descubrí que en el alma de todo ser humano está mi propio alma llamándome.


La primera vez que vi el tiempo detenerse y caer precipitándose hacia la nada ilusiones y esperanzas como hojas muertas en otoño y sentir la ausencia de deseos de logro o de aspiraciones como si nunca hubieran existido, me hizo ver ese preciso instante eterno en el ahora y comprendí por primera vez que nunca hay una segunda vez, que todo instante es único y que es en ese instante donde por primera vez te das cuenta de las cosas.

lunes, 30 de enero de 2012

Solo Yo soy responsable



Uno es capaz de observar por si mismo todo el conflicto en el que está sumergido la humanidad con sus guerras, con sus crisis económicas, con sus disputas religiosas, con el terrorismo y la corrupción de los políticos y funcionarios, con todo ese progreso destructivo de la amenaza nuclear, y uno se pregunta si es posible para un ser humano corriente, no solo entender por si mismo lo que está sucediendo sino ver cuál es la verdadera causa de todo ello, de tal forma que uno pueda sentirse responsable y a la misma vez poder dar una respuesta con su propia conducta y su forma de ver y sentir el mundo.

Es obvio que el mundo en el que vivimos lo hemos creado nosotros mismos o nuestros antepasados, que es lo mismo, y que a su vez este mismo mundo que hemos creado es el que nos está creando a cada uno de nosotros y a nuestros hijos.

Sentirnos diferentes del mundo o alejados del mundo o pensar que somos inocentes de todo lo que está sucediendo en nuestro país o en un país lejano más bien es una actitud infantil.

Las personas que gobiernan los países o que mandan los ejércitos o dirigen las religiones o los bancos no son realmente personas sino actitudes y nuestras actitudes y propósitos no son muy diferentes a las que tienen esas personas.

Vivimos para nosotros, buscamos el beneficio personal, tenemos un sentimiento individual de la realidad y tratamos de atesorar o poseer en la medida de nuestras posibilidades. Llegamos a pensar que siendo competitivos estamos mejorando el mundo y que si los demás no han alcanzado nuestro nivel de bienestar será porque son vagos o poco inteligentes o no tienen la cabeza en su sitio. Nunca se nos ocurre pensar que casi todo lo que tenemos nos lo han dado sin apenas ningún esfuerzo o sacrificio personal. Algunos de nosotros creen en su buena suerte y piensan que no son responsables por la mala suerte de los demás.

Vivir para uno mismo es vivir confundido, perdido, temeroso y aislado aunque uno se encuentre rodeado de miles de personas. El verdadero bienestar no está en el logro del placer personal sino en hacer lo posible por el bienestar ajeno. Ver la realidad tal cual es, es ver la relación de todo con todo. En la realidad no tiene sentido la individualidad o la separación de algo pues la realidad solo tiene sentido en su totalidad.

Poco a poco esta maquinaria que es la sociedad nos convierte en seres insensibles, mecánicos y sin capacidad para responder. Con el tiempo nos vamos dejando arrastrar y nos convertimos en seres estúpidos que refuerzan aún más esta cultura egocéntrica.

Si hay un responsable en todo esto es obvio que es uno mismo. No miremos o señalemos con el dedo al vecino sino pongamos la vista en nosotros mismos y comprendamos que no hay más responsable que uno mismo. Da igual lo que hagan los demás, eso no nos corresponde a nosotros, lo que tenemos que hacer hemos de hacerlo nosotros y nadie debe ni siquiera ayudarnos a dar ese paso por muy corto que sea.

Solo hay un responsable, por todo este mundo, y ese responsable es uno mismo. Si no queremos verlo podemos taparnos los ojos o los oídos y seguir engañándonos con todas esas ideas disparatadas que nos hacen escapar de poner la atención en lo que realmente hacemos, en cómo nos relacionamos, en lo que pensamos y en cómo nos sentimos.

Ser responsables significa dar una respuesta, permitir que surja una acción con un movimiento diferente al que estamos acostumbrados, y en ese momento el mundo ya no será algo diferente o alejado de lo que nosotros mismos somos y solo entonces tendrá lugar el gozo de vivir en relación poniendo a los problemas en el lugar que les corresponde.

viernes, 27 de enero de 2012

Jugar a matar


Es impresionante ver a jóvenes o mayores disfrutar jugando con los ordenadores o en los monitores de televisión a matar personas, juegos de guerra que tienen una gran aceptación y que se pueden jugar individualmente en tu casa o puedes optar por jugar online formando grupos desde cualquier parte de la tierra.

Estos juegos de guerra se desarrollan en escenarios muy realistas y tanto las ciudades como las personas y la manera de morir ensangrentados está bastante conseguido. En estos juegos disparas con diferentes tipos de armas y compites por matar un mayor número de soldados en un tiempo determinado.

Cuando yo era joven ya se cuestionaban los juguetes bélicos y los padres estuvieron un tiempo concienciados sobre la brutalidad y la falta de valores al incitar a los niños a jugar a la guerra o a matar a otro ser humano. En esa época no consumir juegos bélicos era de personas cultas, sensibles o al menos concienciadas con un desarrollo más saludable de los niños.

Hoy en día el consumo ha ganado en la carrera bélica y en muchos hogares los niños, e incluso adultos, se pasan horas y horas jugando a matar y lo curioso es que el padre es budista o cristiano o ejercita la meditación o está en las asambleas del 15M o está en el comité contra la violencia de género. Es como si viviéramos en una contradicción tan burda y fuera de todo sentido común que ya todo vale. ¿Cómo podemos manifestarnos por acontecimientos violentos y luego permitir a nuestro hijo o incluso nosotros mismos, jugar a matar, acaso matar es un juego?

Acabar con la vida de alguien es lo más irracional que ha hecho el ser humano, es como inventar la posibilidad de que nos maten, es algo estúpido, producto de una mente enferma e insensible.

Todos los días podemos ver en televisión como mueren mujeres a manos de sus esposos, como mueren personas en accidentes de tráfico, como mueren personas en catástrofes, como mueren personas en atentados, como mueren personas de enfermedades, como mueren personas en las guerras. Morir tiene una significación importante en toda vida y nadie debería jugar con ello.

¿Cómo puede un ser humano ni siquiera plantearse el matar a otro ser humano? ¿Cómo puede un ser humano permitir, colaborar o consentir el matar a otro ser humano, aunque solo sea en un estúpido juego?

¿Por qué no jugamos a intentar salvar vidas o intentar mejorar la vida del prójimo? ¿Por qué mientras unos seres humanos se apasionan en mejorar la condición humana, sin embargo otros se afanan en destruirla?

Necesitamos ser conscientes que matar seres humanos no es un juego, que al jugar a matar seres humanos nuestra mente aprende sin distinguir la realidad de la ficción y que en definitiva ello nos insensibiliza y nos convierte en seres profundamente aislados y violentos. 

miércoles, 25 de enero de 2012

Los cumpleaños

En estos días pasados familiares y amigos han cumplido años, y en estos días próximos también cumplirán años otras personas queridas e incluso no faltará mucho para que uno mismo también cumpla años.

Siempre es mi deseo para todos el sentirnos agradecidos por este hermoso regalo que es la vida y si los demás lo permiten poder compartir ese sentimiento con ellos.

¿Qué significa sentirse agradecido? Es algo así como ser conscientes de la oportunidad que supone el vivir para poder sentir y relacionarnos sin límites en este infinito universo del que formamos parte. No es cuestión de dar las gracias a nadie ni a nada, sino de sentir gratitud, de sentir alegría por lo que uno es.

No es necesario que sepamos quienes somos realmente para sentirnos gozosos y agraciados. Nuestra ignorancia no es una justificación para privarnos del gozo que supone el sentirnos agraciados por formar parte de todo lo creado y ser una expresión de la vida.

El agradecimiento del que hablo no surge al compararnos con otras personas al respecto de lo que tenemos (bienes materiales, capacidades, estabilidad emocional, salud, edad…) sino que más bien surge al ser conscientes que existimos y que hay un sinfín de posibilidades de construir nuestra vida con independencia de nuestras limitaciones.

Y aunque en principio pareciera que nuestras limitaciones no nos van a permitir desarrollarnos, la realidad demuestra que son las limitaciones las que impulsan nuestro verdadero desarrollo. Únicamente las ideas de frustración, desengaño, desilusión o depresión son las que verdaderamente nos limitan si no somos capaces que ir más allá de ellas.

Un año nuevo viene y un año más acaba. Cualquier aniversario es una oportunidad para reflexionar y hacer consciente que todo en esta vida es un proceso o un movimiento en el tiempo donde las cosas aparecen y desaparecen.

Es un buen momento para restar importancia a todas esas ideas que suponen una profunda carga psicológica. ¿Qué sentido tiene cargar con los enfados, con los odios, con los rencores?

Si nos fijamos en el tono de voz de las personas o en el nuestro propio, cuando hablamos entre nosotros en la vida cotidiana, en casa o en el trabajo, podremos darnos cuenta que a veces no es un tono afectuoso, educado y respetuoso sino que tiene una cierta carga emocional que intenta decir, de alguna forma, el dolor o el daño que se siente por dentro.

Si aprendemos a hablar con afecto, con independencia de lo que hablemos o de con quién hablemos, aprenderemos a ser más ligeros de equipaje y a sentir la vida con esa sensación de gratitud y belleza.