jueves, 31 de enero de 2013

La vida no la tenemos comprada


La muerte siempre viene sin avisar y aunque estemos postrados en el lecho donde un familiar está falleciendo, también en ese momento la muerte nos sorprende.

No queremos pensar que la muerte es parte de la vida y preferimos creer que la muerte está en algún lugar lejano del destino o que eso siempre tiene que ver con los demás y no con nosotros, pero más tarde o más temprano la muerte nos toca y cuando nos toca nos deja como mínimo consternados y confundidos, cuando no doloridos e incluso a veces nos deja en un silencio absoluto.

Así es la vida. No es que la muerte y la vida sean dos asuntos diferentes. La vida también incluye la muerte. Somos los humanos los que hemos despreciado la muerte y creyendo que solo existe la vida, nos apegamos a ella acumulando todo tipo de cosas inútiles.

¿Por qué separamos la muerte de la vida? Todos los opuestos son parte de un mismo movimiento. La vida y la muerte van juntas. El dolor y la alegría están  unidos. El amigo y el enemigo son una misma persona según como se mire.

Nosotros separamos las cosas deseando solo un aspecto de la realidad que es inseparable a su opuesto. Ciertamente no tiene mucho sentido vivir de esa forma. Quizás todo parte de esa educación que nos ha enseñado a elegir, a desear y a tener preferencias.

Unos prefieren la noche al día y otros el verano al invierno. Unos prefieren vivir a morir y otros prefieren vivir telenovelas que no realidades. Los hay que siempre están deseando llegar a ser mejores de lo que son y los hay que siempre están intentando servirse del prójimo.

La existencia en su totalidad es sumamente bella. Al ser humano la muerte le consterna, le deja sin aliento, porque de alguna forma nada puede hacer frente a ella y eso es signo de una gran hermosura porque vivimos en un mundo donde casi todo se manipula y se corrompe. La muerte nos hace iguales, nos hace plenamente ignorantes y nos hace renovarnos.

¿Podemos vivir con la muerte a nuestro lado? ¿Podemos vivir con la totalidad de la existencia sin aborrecer o discriminar nada? Desde luego si no damos una contestación positiva a esas dos preguntas, me parece que la vida es una ficción, algo imaginario que no se sostiene por si solo, algo falto y carente de significado.

Cada uno de nosotros es un ser especial, un ser único, que deja de ser tan especial en el mismo momento que se confunde con la muchedumbre. Cuando pensamos, sentimos o hacemos lo que otros hacen, nos convertimos en seres manipulados y dejamos de ser especiales y únicos.

¿Por qué preferimos pensar lo que otros piensan, en lugar de pensar por nosotros mismos? ¿Acaso es por miedo, por inseguridad a encontrar que somos la única persona que piensa de una forma particular?

Cuando nuestra vida la dirigen otros que nos dicen lo que tenemos que pensar, lo que tenemos que hacer, entonces es cuando realmente encontramos la verdadera inseguridad, porque no hay mayor inseguridad que andar con las piernas del vecino.

Por nuestra naturaleza cuando nacemos dependemos de nuestros familiares y educadores para desarrollarnos física y psicológicamente, hasta que llegados a una edad el propio instinto se revela y hace todo lo posible por ser independiente. Sin embargo la sociedad tiene mecanismos muy sutiles para embaucar a esos jóvenes que se creen luchar por su independencia para hacerlos caer en el consumo, en las modas, y en tener unas mentes poco reflexivas.

¿Cómo es posible que una mente joven no se dé cuenta de todo el engaño social y sea capaz de labrarse su propio destino sin ninguna clase de influencias o manipulación? ¿Por qué es tan difícil? ¿No será que todos estamos colaborando, con nuestras ideas y nuestra forma de conducirnos, para que ello sea imposible?

Cuando rechazamos la muerte colaboramos con esa falsedad social que cree en la muerte como una señora que viene con la guadaña a quitarnos todo lo que tanto esfuerzo nos ha costado conseguir en vida, que viene a quitarnos el cariño de nuestros hijos y amigos para llevarnos a un lugar oscuro y profundo desde ya nunca podremos salir.

Hay muchas formas de imaginar la muerte pero todas ellas caen en la interpretación y no admiten el hecho tal cual es, lo cual nos convierte en seres hipócritas. Por esa razón o no hablamos de la muerte o cuando lo hacemos imaginamos y escapamos de una reflexión que nos haga descubrir su profundo sentido y significado.

Vivir con la muerte es vivir con lo que es, es aceptar que el principio y el final de las cosas es parte de un mismo movimiento cuyo conocimiento no está a nuestro alcance, es vivir sin poner resistencias a las cosas que suceden porque tenemos la idea neurótica de esperar lo que nos va a pasar.

Vivir con la muerte es vivir sin miedo, es permitir que nuestra mente aprenda hasta el último día de su existencia, es vivir con alegría y gratitud porque todo lo que representamos es una gracia, es una expresión del universo.

Vivir con la muerte es vivir muriendo, es aceptar nuestras limitaciones, es darnos cuenta de nuestras falsedades, es darnos la posibilidad de cambiar nuestros pensamientos o sentimientos, es no ir arrastrando un pesado pasado que no nos permite mirar el presente con frescura.

¿Por qué nos apenamos por alguien que ha muerto? No digo que no haya que apenarse, pero cuál es la razón o la causa de nuestra pena.

Son curiosas las cosas que expresamos ante alguien que se ha muerto. Si es joven nos apenamos por todo lo que no ha podido vivir, si es viejo y ha muerto después de pasar años enfermo nos apenamos porque no entendemos la necesidad que tuvo de padecer tanto y si es viejo y ha fallecido sin darse ni cuenta y ya no tenemos excusa para apenarnos entonces quizás nos apenamos por nosotros mismos recordando que la vida se nos acaba en cualquier momento.

El caso es que nunca nos alegramos por la muerte. Sin embargo la muerte es el final del sufrimiento y el final de toda incertidumbre. Hay poblados en la Tierra que celebran la muerte con una gran fiesta.

Si nuestra existencia tiene algún significado sin lugar a dudas la muerte ocupa un lugar importante en él y por ello al menos le debemos un gran respeto y no deberíamos permitir trivializar con dicho asunto.

Esta sociedad mezquina que saca provecho de todo ha hecho de la muerte un gran negocio y para que el negocio exista tenemos que creer en él. Las religiones también han sacado provecho de la muerte interpretándola a su manera y vendiéndonos el paraíso después de muertos.

La historia de la humanidad está llena de muertes inútiles producto de guerras o de la explotación del hombre sobre el hombre. Hoy en día basta con ver las noticias en la televisión para saber los que han muerto en accidente de tráfico, los muertos que llevamos este año por violencia de género, alguna matanza en algún colegio americano, la guerra civil en Siria, los disturbios en Egipto, y un sinfín de conflictos cuya consecuencia es el sufrimiento y la muerte.

Todo ese panorama nos muestra que vivimos diariamente con la muerte y sin embargo no hacemos gran cosa por comprender su significado, más bien lo que nos pasa es que nos acojonamos y vivimos encerrados en nuestra casa, en nuestras ideas y con nuestras costumbres.

A lo largo de la historia de la humanidad ha habido personas que murieron de una forma muy peculiar bien sea porque eran mártires o porque eran héroes, pero si hubo una persona que a mí personalmente me impactó cuando era estudiante y aún hoy en día dura dicha impresión fue Sócrates que se enfrentó a la muerte con una gran curiosidad.

Y otra persona que también me ha impactado en este asunto de la muerte ha sido mi madre que más de una vez ha expresado que no hay necesidad de apegarse a esta vida cuando uno tiene la sensación de haber vivido miles de años. No solo comparto dicha sensación con ella sino también eso que ha expresado muy a menudo de que la vida no la tenemos comprada y que a esta vida hemos venido a vivir y a morir, y que vivir y morir no tiene sentido si no es con el propósito de hacer bien a los demás.



miércoles, 30 de enero de 2013

El aburrimiento


El aburrimiento es algo más común de lo que creemos. ¿Cuántas cosas de las que hacemos en nuestra vida cotidiana son producto de nuestro aburrimiento?

El aburrimiento es un estado de insatisfacción donde uno no sabe qué hacer, se encuentra desmotivado, y por mucho que piensa en las posibilidades de hacer una u otra cosa sin embargo no encuentra el empuje necesario para comenzar. Por esa razón el aburrimiento tiene una carga de ansiedad importante.

Cuando somos niños el aburrimiento se muestra como enfado hacia nuestros padres o hermanos y en esos momentos se nos ocurre cualquier travesura con tal de salir de ese estado. Sin embargo cuando somos adultos escapamos del aburrimiento de muy diferentes como ir de compras, llamar a una amiga o apuntarnos al gimnasio para mejorar nuestra imagen y quizás conocer a personas tan aburridas y superficiales como nosotros.

Al aburrimiento se puede llegar de muchas formas. Una de esas maneras surge al finalizar una actividad que estábamos haciendo y nos quedamos un tiempo esperando que surja otra actividad nueva. El propio cansancio de esperar sin hacer nada y viendo que no surge ninguna actividad se produce una especie de molestia personal que se refleja en nuestro estado de ánimo como frustración, apatía e insatisfacción producto de una desmotivación para generar una nueva actividad.

Al aburrimiento también se llega por la rutina de hacer algo, por el hastío o el cansancio de repetir siempre lo mismo, de tal forma que uno acaba insensibilizando y haciendo todo con suma desgana, desmotivación y apatía. Este tipo de aburrimiento es el más generalizado y se podría llamar aburrimiento existencial.

¿Cuál es la causa del aburrimiento? El aburrimiento es una mezcla de tristeza, ansiedad e ira, y como toda sensación la fuente que la origina es el pensamiento.

Si queremos resolver de alguna forma esa sensación de aburrimiento lo que no debemos hacer es escapar inventándonos alguna ocupación que nos haga distraer porque de esa manera estaremos ocultando en nuestro interior la verdadera causa del aburrimiento.

¿Por qué debemos evitar el aburrimiento? ¿Acaso no podemos aprender del aburrimiento? Normalmente cuando nos aburrimos es porque estamos sin hacer nada, con tiempo libre, y es el mejor momento para aprender acerca del aburrimiento porque de otra manera sería bastante difícil.

¿Qué siento cuando me aburro? ¿En que pienso cuando estoy aburrido? ¿Cuál es mi conducta cuando estoy aburrido? ¿Cómo me relaciono cuando me aburro? ¿Cambia mi percepción de las cosas cuando me aburro? ¿Qué pienso al respecto de mi mismo cuando me aburro? ¿Cuándo estoy aburrido de donde surge la motivación o el impulso para hacer una actividad?

¿Por qué cuando me aburro estoy intranquilo y molesto conmigo mismo? Quizás una de las razones de mi molestia es la creencia de que uno debe estar siempre entretenido u ocupado porque de otra forma podrían tacharnos de vagos. También se llega a decir que si estamos mucho tiempo desmotivados y sin hacer nada podemos caer en depresión.

Cuantas personas pagarían por estar desocupadas. Quizás las vacaciones se inventaron por esa razón: estar desocupado, descansando y sin hacer nada. Pero está claro que el ser humano incluso en vacaciones se inventa ocupaciones y a veces hasta tal punto que se convierte en un agobio, lo cual más bien se vuelve algo neurótico.

Otra de las razones que nos produce el aburrimiento es que no nos han enseñado a estar a gusto con nosotros mismos, a ser observadores y atentos a todo cuanto pasa a nuestro alrededor y en nuestro interior, y a la vez disfrutar con ello.

Es obvio que una forma de conocerse uno mismo es observándose en relación con los demás pero no deja de ser también importante verse uno mismo solo, ser consciente de sus sentimientos y pensamientos, y detectar cual es la causa de cualquier alteración corporal o emocional, como por ejemplo el aburrimiento.

Da la sensación que solo nos sentimos cuando nos damos un golpe. Necesitamos prestar atención a nuestro cuerpo, a nuestros sentimientos y disfrutar en esa pasión de conocerse uno mismo.

Si no encontramos una motivación que abarque la totalidad de la vida acabaremos aburriéndonos porque toda motivación que persigue una recompensa acaba siendo un proceso fragmentado que de una forma o de otra acaba en frustración buscando una nueva recompensa.

Quizás en ese conocerse uno mismo está una de las principales motivaciones que el ser humano puede encontrar en la vida. ¿Acaso hay mayor motivación que interesarse por saber quién es uno mismo, descubrir porque pensamos o sentimos de una forma condicionada y que nos hace responder continuamente reaccionando?

¿De qué nos sirve tener miles de motivaciones para lograr miles de recompensas si ni siquiera sabemos quiénes somos y como estamos influenciados y manipulados para desear tales recompensas?

Es preferible aburrirse que optar por motivaciones que han surgido de la televisión o de la sociedad de consumo ya que por lo menos tenemos la oportunidad de mirarnos a nosotros y descubrir quienes somos, y puede que nunca lleguemos a conocernos enteramente pero de lo que no cabe duda es que estaremos siempre motivados para mirar y aprender algo nuevo sobre lo que la vida nos muestre en cada instante.


martes, 29 de enero de 2013

El sentido profundo de cuestionar


Cuestionar es preguntar y preguntando es como ha sido posible que los seres humanos nos hayamos ido adaptando más y más al medio en el que sobrevivimos, a la vez que hemos ido desarrollando nuestro propio cerebro.

Hoy en día el cerebro humano está bastante desarrollado debido principalmente al alto grado de conocimiento adquirido y sin embargo su capacidad de cuestionar no parece que haya sufrido ningún cambio.

Uno de los efectos de cuestionar es aprender y es aprendiendo como ha ido surgiendo todo ese conocimiento del ser humano que nos ha permitido descubrir la agricultura, operar un tumor en el cerebro, conocer el código genético o desarrollar sondas espaciales.

Pero también es cierto que hemos desarrollado otro tipo de conocimiento que en lugar de adaptarnos mejor al medio lo que ha conseguido es que el ser humano sea un ser inadaptado con muy poca y escasa capacidad de cuestionar y menos aún de cuestionar su propio conocimiento.

¿Qué es lo que no permite que nos cuestionemos? Pensar que estamos en lo cierto, que tenemos razón, que los malos son los otros, que no estamos equivocados, que no tenemos que dudar, que sabemos lo que es bueno y es malo, que sabemos lo que nos gusta y lo que nos disgusta, esa es nuestra ignorancia.

Mientras el ser humano no se cuestione sus propias autoridades ideológicas, que no le permiten pensar de una forma libre, no podrá mirar a su alrededor y hacerse preguntas para ir más allá de la realidad.

Por esa razón es importante aprender a cuestionarse uno mismo, reflexionar de una forma que se obtenga claridad mental al respecto de nuestros propios pensamientos, sentimientos y actos, pudiendo distinguir aquellas creencias irracionales que sostienen nuestra conciencia y poder encontrar el afecto que nos hace estar en relación con todo.

¿Qué es lo que hará posible que nos cuestionemos? Necesitamos ver con claridad que las consecuencias de no hacerlo es vivir eternamente enfundados en un personaje ficticio, viviendo una vida poco saludable y siendo esclavos de la apariencia. La vida tiene un profundo significado cuando se vive con sencillez mirando a la naturaleza cara a cara y sintiendo toda su fragancia sin necesidad de artilugios.

Puede que seas un político reconocido o un empresario con éxito pero de lo que no cabe duda es que la vida te ha atrapado y que estás metido en un personaje que se cree listo pero que no tiene más inteligencia que un simple mosquito.

Las reglas de este juego que es la vida no las ha inventado el ser humano y por lo tanto vivir para obtener dinero y propiedades dedicando toda una vida a ello es una estupidez.

¿Cómo puede uno aprender a cuestionarse? Desde luego nadie nos puede enseñar porque eso sería volver a esa enseñanza que nos dieron desde pequeños diciéndonos lo que tenemos que pensar sin alentarnos a desarrollar nuestra propia y genuina manera de pensar libremente.

Cuestionar es una facultad inherente al pensamiento humano. Puede que dicha facultad esté dormida por la presión cultural en la que vivimos que nos dice en todo momento lo que hemos de pensar, pero si nos damos cuenta del peligro que dicha actitud encierra sabremos despertarla y preguntarnos ¿Hasta dónde estoy condicionado por unas ideas que he aceptado como verdaderas? ¿Cómo es posible que esté viendo la vida según esas ideas que no son mías en absoluto y que no me permiten ver la realidad tal cual es? ¿Puedo librarme de todo aquello que no sea producto de mi percepción actual? ¿Puedo relacionarme con el prójimo sin prejuicios ni temores?

Cuestionar es vivir apasionadamente, es disfrutar de cada momento, es intentar ver el color verde como tal sin interpretación alguna y disfrutar de su luz, es descubrir y darte cuenta que eres un viajero en el tiempo.

El sentido profundo del arte de cuestionar es despertar nuestra inteligencia dormida, esa capacidad de observar, expresar, comunicar y actuar de una forma totalmente libre.

El cuestionamiento surge en principio como una necesidad de preguntarnos sobre lo que nos está pasando, sobre lo que no entendemos, sobre lo que nos extraña, sobre lo que no aceptamos, sobre ese sentimiento de dolor, miedo o ansiedad, con el único objeto de aprender de ello y sin ánimo de acabar o solucionar nada.

Cuestionar es una forma de observación, de hacer consciente lo que pasa desapercibido por nosotros mismos porque creemos saberlo, de tal forma que aprendemos por el simple hecho de poner verdadero interés y curiosidad en mirarlo. De esa forma aprendemos que una barrera para darnos cuenta de algo es creer que sabemos algo.

Cuando nos estamos sintiendo mal o abatidos por qué ha sucedido tal o cual cosa y lo cuestionamos, llegamos a darnos cuenta que el origen de toda emoción es el pensamiento. Y si cuestionamos el pensamiento nos daremos cuenta que tiene su causa está en la experiencia o el conocimiento adquirido y por eso que nuestras reacciones o condicionamiento psicológico está principalmente en lo que nos han enseñado, aunque también se podría decir en lo que nos han obligado a aprender.

La cuestión es ¿podemos aprender por nosotros mismos o quizás estamos ya demasiado lisiados para tomar las riendas de nuestra vida?

No podemos cuestionar cuando estamos justificándonos, cuando hacemos un juicio de valor, cuando opinamos, cuando criticamos, cuando sacamos conclusiones o expresamos ideas.

Cuestionando esa idea de individualidad de las cosas o de las personas uno puede darse cuenta que es imposible la existencia de algo aislado y separado de todo lo demás y uno puede descubrir que todo está en relación y que uno mismo es la relación. Cuando el prójimo sufre, una parte de ti sufre aunque tú no la sientas o no te hayas dado cuenta de ello, es de locos permitir el sufrimiento ajeno y peor aún sacar provecho de ello.

Actualmente vivimos en una crisis económica que deja completamente a la luz una sociedad hipócrita y corrupta que está permitiendo el sufrimiento humano de una forma completamente despiadada y todos esos políticos y gobernantes siguen trabajando como si tal cosa no fuera con ellos. Desde luego hay una falta de cuestionamiento, inteligencia y sensibilidad en estos personajes que gobiernan los países.

Si miramos la naturaleza podemos apreciar que todo lo que observamos se mueve y se transforma en ese transcurrir del tiempo y el espacio. Quizás dicho cambio lo observamos en mayor medida en los seres vivos porque nacen, se desarrollan y mueren con relativa rapidez. De lo que no cabe duda es que el ser humano aún no ha descubierto en que movimiento de la existencia se encuentra y que más bien anda perdido mirándose el ombligo.

El ser humano necesita descubrir su ignorancia para poder humildemente cuestionar, y desde ese estado de percepción sin límites poder comprender la totalidad de la existencia.



lunes, 28 de enero de 2013

Cómo adelgazar sin esfuerzo


Cuando ya ha comenzado el año nuevo después de un periodo de fiestas donde las personas nos hemos reunido para celebrar las vacaciones de navidad y año nuevo, es cuando viene la reflexión y el deseo de corregir los excesos.

Ahora nos encontramos con unos kilos de más y lo primero que se nos pasa por la cabeza es el deseo de adelgazar, perder unos cuantos kilos para sentirnos más sanos y saludables o quizás con vistas al verano y a esa costumbre nuestra de mostrar los cuerpos mientras nos damos un chapuzón en la piscina o mientras paseamos por la playa.

Para conseguir nuestro objetivo de adelgazar lo que normalmente hacemos es ponernos a dieta y hacer ejercicio, lo cual nos supone un verdadero esfuerzo y bastantes posibilidades de fracasar porque surge un estado de contradicción en nosotros donde por un lado nos apetece comer algo y por otro lado reprimimos dicho deseo, o no nos apetece nada hacer ejercicio y nos obligamos a realizarlo.

Quizás deberíamos aprender a cuestionar nuestros deseos ya que son los deseos los que nos han hecho engordar.

Desear un buen asado, una buena bandeja de marisco, unos buenos vinos y un sinfín de delicatesen sin mucha medida y en exceso es parte de lo que nos ha hecho engordar. El engordar es un síntoma y una consecuencia de nuestros excesos. Si miramos el engordar como el problema lo que estaremos haciendo es matar al mensajero.

¿Cómo es que cometemos excesos comiendo? Quizás sea porque en lugar de comer para vivir, en realidad vivimos para comer, es decir, hemos convertido el comer en un placer psicológico.

Comer para vivir es algo sumamente gratificante y gozoso, y no hay mayor placer que comer con hambre. Sin embargo vivir para comer es un engaño cuyas consecuencias son por una parte malgastar el dinero que tanto cuesta ganarlo y por otra parte el efecto negativo que tiene sobre nuestra salud (ansiedad, sobrepeso, azúcar, colesterol, hipertensión, etc.).

La sociedad de consumo presiona al ciudadano de mil maneras para que gaste su dinero vendiéndole momentos de una supuesta felicidad y los ciudadanos acabamos creyéndonos que la felicidad es consumir, celebrar, comer y beber exquisiteces en exceso y nos pasamos gran parte de las celebraciones hablando de comida, como si no supiéramos pensar y dialogar juntos alrededor de una mesa sobre los asuntos que compartimos.

Si hemos engordado en estas navidades pasadas no es necesario hacer ningún esfuerzo con dietas y ejercicios para adelgazar, basta con comer de forma sencilla y darnos cuenta de lo torpes que somos al dejarnos engañar por una sociedad que no le importa envenenarnos o matarnos con tal de sacar provecho de ello.

De pequeño mi madre me enseñó que con la comida no se juega y ahora después de más de cincuenta años sigue siendo válido porque las palabras sabias viajan por la eternidad sin obstáculos.

El deseo de adelgazar no soluciona en absoluto el hecho de tener unos kilos de más, en todo caso lo empeora volviendo a caer en otras formas de consumo y sus consecuencias. Para solucionar esos kilos de más necesitamos mirar el hecho y preguntarnos: ¿cómo es que ha ocurrido esto?, y ver con claridad las creencias falsas que sostenemos.

Cada uno de nosotros es esta sociedad de consumo y si no hacemos algo al respecto y además tratamos de justificarnos entonces estaremos alentando a esas personas con las que convivimos a consumir y a entender la vida de una forma superficial e insana.

Aprender a cuestionar nuestros deseos es algo vital para el ser humano porque gran parte de nuestro condicionamiento psicológico se muestra en los propios deseos. Cuestionar nuestros deseos no tiene por objeto obtener nuevos deseos, o reprimir dichos deseos, sino observar y aprender acerca de la naturaleza y consecuencia de los mismos.

sábado, 26 de enero de 2013

La relación maternal


La vida está llena de hermosura. Ver cómo surge ese sol anaranjado por entre las brumas en el horizonte, sentir el olor a mar mientras la brisa de la mañana acaricia tu rostro, mirar como brotan esos diminutos brotes blanquecinos con tintes rosáceos en las ramas secas del viejo roble, sentir los reflejos ondulados de la luna sobre el lago mientras una estrella fugaz atraviesa el firmamento.

Cuando un niño nace, nace la vida. Es algo profundamente hermoso que la vida resurja de sus propias entrañas y nos muestre toda su expresión con el propósito vital de sostenerse, de desarrollarse, de vivir.

También es parte de esa hermosura ver a esos padres entregados, absortos en el cuidado del recién nacido, llenos de ternura y afecto, con una gran pasión por cumplir ese cometido que la vida les ha ofrecido. Y es tal el nivel de responsabilidad que adquieren los padres que llegan a dudar de si sabrán hacerlo bien a pesar de poner todo su empeño.

En ese tipo de relación no se distingue muy bien donde termina uno y donde empieza el otro porque en definitiva el recién nacido es parte de sus padres. Parece lógico, o producto del más profundo instinto, que lo que nace de uno es uno mismo. A partir de ese momento uno tiene la oportunidad clara de sentirse más allá de los límites de su piel y perder ese sentimiento de individualidad que nos separa de cualquier otra persona.

Es una gran belleza ver a esos padres como disfrutan y gozan con sus pequeños bebes mientras interactúan con ellos con caricias, palabras, juegos y miradas llenas de ternura, ofreciéndole lo mejor de ellos mismos.

De la misma forma el recién nacido les entrega lo mejor de él, su vulnerabilidad, su inocencia, su hermosura, su fuerza y su sabiduría. Él les enseñará todo lo que ellos estén dispuestos a aprender si saben escuchar porque ese recién nacido es como espejo donde ellos pueden verse. Es una gran oportunidad para aprender y madurar, distinguiendo lo importante de lo superfluo. Es él quien nos está enseñando a amar.

¿Por qué no mantenemos relaciones tan verdaderas y profundas con el resto de los humanos? ¿Qué nos impide tratar a las demás personas de igual modo, con cuidado, con afecto, con entrega y con responsabilidad? Nada ni nadie nos impide que ese amor que sentimos por nuestro hijo lo sintamos por las demás personas.

No convirtamos el amor en algo posesivo y en lugar de relacionarnos con un hijo nos relacionemos con un objeto de nuestra posesión donde proyectemos nuestras carencias, ansiedades, neuras e ignorancia.

El amor no es patrimonio de padres e hijos ni tampoco es algo efímero que se desvanece en unos meses de crianza. El amor es eterno, no depende del tiempo, es una muestra de belleza y una expresión de esa inteligencia que está más allá de lo personal. El amor nos hace estar unidos, tener una visión de nosotros mismos sin límites y construir una vida llena de creatividad y compasión.

jueves, 24 de enero de 2013

El nacionalismo


El nacionalismo es el culto y la adoración a una nación, a una patria, a una bandera, a un idioma, a una cultura y lugar propio, es el deseo de autogobierno a expensas de menospreciar y manipular a otras naciones. El nacionalismo es una forma de egoísmo colectivo.

El orgullo y la vanidad de una nación van en detrimento del desprecio de las demás naciones.

El nacionalismo tiene muchas caras pero es fácil distinguir si nos fijamos en que siempre va unido al culto a una bandera o símbolo y a una forma de entender la vida que tratan de imponer a los demás.

Los catalanes no son diferentes de los extremeños, ni los extremeños de los gallegos. Los españoles no somos diferentes de los franceses, ni los franceses son diferentes de los ingleses. Los europeos no somos diferentes de los africanos, ni los africanos son diferentes de los australianos.

Todos somos seres humanos, ciudadanos del mundo, y todos merecemos vivir con dignidad. Es responsabilidad de todos y cada uno de nosotros hacer posible que todo ser humano viva con dignidad y para ello es necesario olvidarnos de nuestra tierra, de nuestro idioma, de nuestra bandera y de nuestra nación.

Cuando tenemos ese sentimiento de pertenecer a una nación, o de pertenecer a una religión, o a una idea política, creyendo que aportamos algo al mundo en realidad lo que estamos sembrando es la semilla del conflicto y el enfrentamiento.

Han sido principalmente los gobernantes (caciques, feudales, militares y políticos) quienes han dividido la tierra como signo de su propio poder y nos han engañado haciéndonos identificarnos con una bandera a la que defender, y hemos dado incluso la vida en multitud de guerras, para salvaguardar sus intereses mezquinos.

En este país los gobernantes y políticos de carácter nacional se llevan las manos a la cabeza porque unas regiones quieren su independencia. Todo suena bastante ridículo y contradictorio pues todos ellos son tan nacionalistas como los otros ya que continuamente argumentan la defensa de los intereses nacionales frente a las otras naciones.

El nacionalismo en cualquiera de sus formas de presentarse es una forma de fragmentación y destrucción, es pura demagogia y contradicción. Aquellos políticos que son capaces de instigar al ciudadano en pos del nacionalismo son terroristas de guante blanco.

El problema del ser humano es que vive para sí mismo, para su familia, para su grupo, para su nación. Siempre pensando en ganar. Ya va siendo hora de vivir para lo ajeno, de pensar en los demás, de acercarnos al prójimo para darle y no para engañarle o robarle.

Es fácil fragmentar algo en dos o más partes, lo difícil es unir diferentes partes para formar una sola, y sin embargo esa es la verdadera responsabilidad del ser humano.

Quizás habría que empezar primero por unirnos plenamente a una persona (por ejemplo si eres un judío hazlo con un palestino, si eres rico hazlo con un pobre, si eres hombre hazlo con una mujer, si eres sabio hazlo con un ignorante), sintiendo que esa otra persona es uno mismo y que uno ha de cuidar de ella con afecto el resto de su vida de forma incondicional. Ese si sería el inicio de una gran nación, de una única nación.