martes, 19 de marzo de 2013

A mis hijos en el día del padre


Quisiera aprovechar este simbólico día del padre para comunicarme con vosotros y mostraros mi más profundo afecto y a la vez respeto por lo que cada uno de vosotros sois.

No sé muy bien como os sentís como hijos respecto a vuestro padre y por eso quisiera comunicar algunos aspectos de nuestra relación, de una forma abierta.

Si me dieran a elegir entre un millón de hijos, de todas clases o condiciones, os elegiría a vosotros tres tal y como sois sin cambiar ningún aspecto físico o psicológico. Es decir, a la vez que os quiero os tengo un infinito aprecio.

No tengo predilección por ninguno de vosotros y siento firmemente que los tres sois seres especiales que habéis venido a este mundo con un gran don y que por mucho que aprendáis en esta vida, nada va a ser comparable a esas actitudes humanas con las que habéis nacido y que esta sociedad no dejará que desarrolléis o expreséis, porque en esta sociedad hay pocos valores humanos y muchos valores artificiales.

Todo padre desea lo mejor para sus hijos y yo os deseo que seáis felices pero que la felicidad no la encontréis en el dinero, ni en los placeres, ni en las apariencias, ni en las comodidades ni en los entretenimientos. La felicidad que yo os deseo es una felicidad que se encuentra dentro de vosotros, que no depende de las circunstancias, que os hace ser personas sensibles y responsables con los problemas humanos, es una felicidad que os da serenidad y os permite disfrutar aprendiendo de cada momento.

Si algún día queréis impresionar a vuestro padre no le mostréis vuestras posesiones, mostrarle el corazón.

Tener en cuenta que cuando nacisteis vinisteis con un tesoro, el tesoro que sois vosotros mismos, y nada de lo que consigáis en este mundo se puede comparar con lo que sois. Aprender a relacionaros con lo que sois y no con lo que tenéis, aprender a daros desde dentro y no finjáis dando cosas que no son vuestras, aprender a volar y para eso hay que tener poco peso en la mente y muchísima realidad en el corazón.

Amar lo que hagáis, estéis barriendo las calles o limpiando las heridas de un enfermo, porque en el amor reside la verdadera relación y el contacto con la realidad.

No permitáis influencias, ni siquiera de vuestro padre, no imitéis, no caminéis por el camino de otra persona, solo hay un camino para cada uno de nosotros y es ese el que tenemos que andar.

Que el miedo a equivocaros no impida caminar hacia delante, equivocaros cuantas veces sea necesario porque no hay mayor equivocación que no hacer frente al miedo.

No os arrepintáis de nada, es mejor hacer algo ahora para que las cosas cambien en un futuro. Personalmente me he equivocado una infinidad de veces en mi vida y lo importante es que he sido consciente de algunas de ellas y he actuado en consecuencia. Por mi parte no tengo ni el más mínimo reproche hacia vosotros y creo que vosotros tampoco os deberíais reprochar nada. Hasta los más duros recuerdos de mi vida los recuerdo con cariño.

Una gran parte de mi vida está llena de recuerdos entrañables mientras os cuidaba cuando erais pequeños. Los nacimientos, los primeros días, las noches en vela, los purés, las guarderías, los dientes, los juegos, los colegios, los amigos, las charlas interminables, los viajes, etc. ¡Cuánta riqueza tiene una sola vida!

No persigáis el ser importantes o famosos, no os deis importancia, y os convertiréis en personas realmente con valores.

No huyáis ante el dolor, no escapéis de nada que surja de vuestro interior y aprender de ello porque ese es el camino de comprenderos y de conocer la naturaleza humana.

Acercaros a la naturaleza, a esa naturaleza que sois vosotros mismos porque en vuestro interior hay montañas y ríos, hay bosques y cascadas, y también hay universos por descubrir. Acercaros al canto del pajarillo, a la nube que surca los cielos, al silbido del viento entre las ramas, a la brisa del mar y a ese color azul profundo que acaricia el alma.

Un beso y un abrazo para Yadira, Isaac y Naiara, de vuestro padre.


viernes, 15 de marzo de 2013

Felicidades


Querida madre,

Un día como hoy, un quince de marzo de 1927, naciste en esa bella Extremadura, en San Vicente de Alcántara, dando una especial alegría a tus padres en esos tiempos tan republicanos.

Y quisiera aprovechar tu cumpleaños, este 86 aniversario, para felicitarte, para mostrar mi más profunda admiración por toda la humanidad que has mostrado a lo largo de todos estos años y también para expresar mi gratitud por todo lo que he recibido como hijo.

En este mundo en el que vivimos, y que todos hemos hecho, es difícil tener humanidad, tener compasión por las personas y por los animales, principalmente porque las personas vivimos en un mundo artificioso pensando más en nosotros mismos que en los demás. Sin embargo madre, tú te has pasado la vida pensando en los demás.

Tu humanidad madre ha sido vivir para los demás, tratar de hacer la vida más fácil al prójimo en la medida de tus posibilidades y lo has hecho de forma anónima y sin esperar nada a cambio.

En todos los lugares que has estado, ya sea cuando te criaste en esa plaza de Valencia de Alcántara jugando con los críos, o cuando viniste a Madrid a trabajar y te quedaste embarazada, o cuando estuviste en el hospicio criando a ese niño de piel morena, nunca has querido molestar a nadie y siempre has colaborado con los demás por el bien común.

Tu falta de orgullo o vanidad te han hecho ser humilde. ¿Quién no alardea en determinados momentos de su vida de saber o de tener cosas? Desde luego madre, tú no has sido de esas personas que alardean o aparentan y que malgastan su energía en compararse con los demás. Pero no solo eso sino que has sabido admitir tus equivocaciones sin ningún apuro y has sabido tolerar y perdonar las equivocaciones de los demás.

Has sido una persona muy trabajadora, nunca se te ha visto ningún signo de pereza, y eres de esas personas que cuando tienen que hacer algo, sencillamente lo hacen y lo hacen lo mejor que saben y además disfrutan haciéndolo. Has amado tu condición de hija, de hermana, de esposa y de madre, y has sabido vivir sin identificarte con ello, porque en el fondo eres una persona tan espiritual, y a la vez pragmática, que no necesitas perder el tiempo con sentimentalismo.

Cuantas personas se ahogan en su dolor, en eso que ya pasó hace muchos años. ¡Quién, mejor que tú, sabe sobre el dolor y el sufrimiento humano!, y sin embargo has lavado tus heridas sin dejar ninguna huella y potenciando aún más tu capacidad de dar afecto.

No eres de esas personas que aman las fiestas, aunque si valoras la alegría humana, y quizás con esa actitud muestras una gran sabiduría: que la verdadera alegría está en uno mismo sin necesidad de consumir, de tener caprichos o de despilfarrar. Si las personas fueran como tú, madre, el mundo sería bastante diferente.

Eres de esas personas que dejan huella en todo aquel que te conoce y te trata, porque irradias tranquilidad y generosidad.

Nunca has entendido la vida como algo personal, en la que podías conseguir algo para ti, ambicionar algo para ti, siempre has tenido en tu mente la necesidad de los demás, has vivido para los demás y eso se llama amor, quizás la meta más alta que puede el ser humano aspirar. Pero el amor no es de personas tontas, es más bien todo lo contrario, es la más alta expresión de inteligencia, vivir amando, vivir para los demás es vivir con inteligencia y es vivir con libertad.

Mientras los listos se ahogan en sus orgullos y se entierran en sus logros, tú eres libre de orgullos, de logros, e incluso de sueños, esperanzas o ilusiones, a lo sumo tus deseos se basan en ir a la playa el próximo verano… si se tercia. Eso es inteligencia madre y las personas que son realmente inteligentes no saben que son inteligentes, no se creen que saben, no van por la vida enseñando a nadie, más bien callan, escuchan y sienten en silencio.

En el cielo hay muchas estrellas que brillan con una inmensa luz y que aún no se han descubierto y tú eres una de esas estrellas que ha bajado a la tierra para iluminarnos.

Gracias por dejarme un espacio en tu vientre y crecer durante nueve meses alimentándome de tu propia sangre y de tu respiración. Gracias por ser parte de tu ser, por nacer en tus entrañas y por darme un trocito de tu alma.

Gracias por ser una madre de las antiguas y amamantarme sin remilgos, con alegría y durante años, todo lo cual contribuyo en gran medida a mi desarrollo físico y psicológico.

Gracias por curarme las heridas, por aliviar mis llantos, por defenderme, por dejarme en cama cuando no quería ir al colegio.

Gracias por salvarme la vida unas cuantas veces, por llevarme al médico por los ojos, por el reuma, por la garganta e insistir cuando veías que no me recuperaba. Gracias por soportar mis miedos a esas inyecciones tan dolorosas. Gracias por todas esas noches despierta porque la fiebre no bajaba mientras me ponías paños de agua en la frente y vivaporú en el pecho. Y gracias por llevarme a la casa socorro a las tantas de la noche, cuando se me clavó una espina de sardina en la garganta.

Gracias por no ponernos nerviosos, por tu tolerancia y por saber que el tiempo lo cura todo.

Gracias por dejar el monedero, en el cajón de la cocina y en el cajón de tu cuarto, con algunas monedas que pudiéramos coger.

Gracias por esos humildes regalos que tanta alegría me dieron y que aún recuerdo como si fuera hoy mismo: el cochecito rojo o las pistolas de pistones.

Gracias por llevarme al colegio. Gracias por dejarme acompañarte tantas veces a tus trabajos de limpieza en las casas o en aquella iglesia del barrio. Gracias por dejarme enredar con los hilos mientras tú remendabas nuestros calcetines.

Gracias por buscarme trabajos, por restar importancia a mi timidez, por mirar para otro lado cuando he hecho trastadas o por quitar trascendencia a lo que creía iba a ser el fin del mundo.

Gracias por cuidad y tener afecto a nuestro padre, a pesar de no merecerlo mucho, y gracias por no ser rencorosa y saber perdonar y olvidar las ofensas.

Gracias por acogerme cuando más lo necesite en mi separación matrimonial y gracias por saber quererme sin necesidad de protegerme.

Gracias por permitir a la Señora Antonia vivir con nosotros y por tratarla como a una madre tantos años, y gracias por las veces que has dejado vivir con nosotros a la Tía Tomasa.

Gracias por ir contigo de vacaciones a Moreira, a Los Alcázares, a  Santa Pola, a Chipiona, y ver como disfrutas enormemente con tan poca cosa.

Gracias por todas y cada una de las bolsas de la compra que has cargado con tus brazos durante tantos años que al final te ha producido una lesión lumbar.

Gracias por ser tranquila.

Gracias por ser hospitalaria con todos esos familiares que han venido a casa y también con todos esos amigos y amigas que hemos traído, nunca vi por tu parte ningún mal gesto y siempre fuiste atenta y afectuosa, como si fueran hijos tuyos.

Gracias por dejarme apoyar la cabeza en tu pecho y descansar como un bebe en el regazo de su madre, a pesar de tener ya más de cincuenta años.

Gracias por escucharme.

Gracias por no reprocharme nunca nada, gracias por saber querer de una forma que quizás los demás aún no hemos descubierto del todo.

Gracias por ser agradecida.

Te doy las gracias en nombre de todos aquellos que no supieron darte las gracias y te doy las gracias por toda esa gente a la que has ayudado con dinero, con ropa, con comida, abriendo tu casa y escuchando sus penas. Y te pido perdón por todos aquellos que sin sensibilidad e ignorantes no supimos disfrutar de ti, e incluso llegamos a hacerte daño sin saberlo. Sinceramente pienso que es difícil estar a tu altura como ser humano y por eso estando a tu lado podemos quedar en evidencia, lo cual nos demanda nuestra propia madurez. Perdónanos madre porque lo que para ti es natural y fácil, para nosotros puede ser un mundo.

Gracias por darme tantos hermanos, cada cual diferente a su manera pero en definitiva son como un tesoro si sabemos apreciar lo que tenemos.

Gracias madre por enseñarme a hablar, aunque creo que eso lo aprendimos juntos, ya que aunque ahora no lo recordamos tu y yo nunca hemos sido mucho de hablar.

Gracias por enseñarme que todos somos iguales salvo en nuestra forma de mirar y de ver las cosas y gracias por hacerme comprender que de esta vida lo mejor es irse sin nada, ni siquiera con el recuerdo de las personas queridas.

Gracias madre por aceptarme incondicionalmente sin necesidad de comprenderme. Gracias porque nunca me pediste nada que tú misma pudieras hacer.

Gracias por ser un ejemplo para mi vida y encontrar en ti a un gran maestro espiritual, gracias porque a través tuyo es fácil creer en la humanidad y es posible aprender a amar. Te doy las gracias por haberme escuchado tantas veces, por haberte interesado en los asuntos que me hacen reflexionar, por haber compartido conmigo la locura de ver el mundo de una forma diferente.

Te doy las gracias por haber dialogado, por haber charlado, sobre asuntos más o menos importantes que han ido surgiendo en relación con la vida cotidiana y por haber compartido ese momento donde dos mentes se unen para caminar juntas durante un trecho.

Te doy las gracias por haberme ofrecido tu mundo abiertamente, tus recuerdos alegres y tus recuerdos tristes, tus pequeños secretos, y haber compartido conmigo tus sentimientos. Siempre te escuché con una profunda curiosidad, afecto y atención, y valorando que lo hayas compartido conmigo.

Te doy las gracias por haberme cuidado y por haberte preocupado durante tantos años esperando que la vida me fuera todo lo mejor posible.

Te doy las gracias por haber contestado a tantas y tantas preguntas que te hice y cuyas respuestas siempre recibí con sorpresa y comprensión. Es indudable que he disfrutado mucho hablando sobre la vida y la muerte, sobre las emociones, y sobre tantos y tantos temas que sería largo describir.

Te doy las gracias por haber confiado en mí, por haberme querido, a pesar de no haber sido correspondida en la misma medida.

Te doy las gracias por haberte dejado cuidar lo poco que lo he hecho, por haberte lavado, por haberte hecho la comida, por ir a los recados, por caminar juntos por la calle, por haber desayunado juntos con porras y te doy las gracias por ser quien eres.

Gracias por tu dedicación, por tu dulzura, por tu madurez, por tu seriedad, por tu interés, por tu alegría, por tus silencios y por tus palabras, por tus besos y por tus abrazos.

Gracias por enseñarme. Gracias por criarme cuando era un bebe, y gracias por cuidarme cuando fui niño. Gracias por todas esas veces que me hiciste la comida, que me lavaste la ropa, y que me hiciste reír.

Gracias por los días que convivimos juntos y gracias por ser una compañera que hace todo fácil por la convivencia. Gracias por caminar a mi lado. Gracias madre te felicito por ser quien eres y expresando que en mi siempre encontraras a alguien que te quiere y te aprecia sin límites. Estoy profundamente agradecido a la vida por haberte conocido y contigo estoy enormemente agradecido por tantas y tantas cosas que sería imposible escribir.

Te doy las gracias por mí y por mis hermanos, porque quizás en nuestras ocupaciones nunca supimos demostrarte nuestro agradecimiento.

Gracias por besar tu corazón, lo más profundo de tu ser, y acariciar tu alma iluminada y que la eternidad te traiga al menos tantos sabores agradables como tú nos has hecho sentir.

lunes, 11 de marzo de 2013

¿Qué voy a hacer con mi vida?


Gran parte de las personas están hartas de vivir como viven. A una cierta edad las personas tienen su vida más o menos encauzada y entre el trabajo, los hijos, las relaciones y las responsabilidades adquiridas, prácticamente se desarrolla todo el desenlace humano.

En general hay una gran frustración, tristeza e infelicidad mezclada con momentos de alegría y ganas de conquistar el mundo, pero lo cierto es que el mundo está inmerso en una gran crisis que genera una enorme incertidumbre e inestabilidad social y personal.

Tarde o temprano cada uno de nosotros morirá, eso es algo completamente cierto y seguro. La cuestión es ¿a qué vamos a dedicar nuestra vida hasta que el día de esa muerte llegue, vamos a seguir igual o por el contrario lo vamos a dejar todo y vamos a empezar de cero?

Puede que muramos de una forma inesperada, de repente, en un accidente de tráfico, en casa con un ataque al corazón, en mitad de la calle con un infarto cerebral o puede que muramos en una residencia.

Es decir, para decidir a qué vamos a dedicar nuestra vida hemos de tener en cuenta cuando tiempo tenemos hasta que muramos, porque no es lo mismo morir mañana mismo o dentro de ochenta años.

Si muriésemos dentro de ochenta años y con una salud maravillosa podríamos dedicarnos a muchísimas actividades, pero si en lugar de una salud buena tuviéramos una salud precaria las actividades se limitarían bastante y si en lugar de quedarnos ochenta años solo nos quedasen unos cuantos años o unos meses, la cosa cambia rotundamente.

¿De qué nos sirve hacer grandes esfuerzos en conseguir cosas que luego no vamos a poder llevar a cabo o terminar y mucho menos disfrutar?

Otro aspecto a tener en cuenta a la hora de decidir qué hacer en la vida es que puede que en nuestra elección nos equivoquemos y entonces cualquier cambio que hagamos lo único que se va a conseguir es empeorar las cosas.

Normalmente las personas nos guiamos y nos establecemos según un plan programado socialmente a través de nuestros padres o educadores en su empeño de darnos lo mejor que ellos creen. Pero puede que gran parte de ello sea producto de su miedo, de su frustración y de su falta de saber qué hacer en la vida.

Cuando somos adolescentes nos rebelamos contra todo aquello que nuestros mayores quieren imponernos y nos ponemos pendientes, nos tatuamos, nos emborrachamos, nos drogamos, dejamos los estudios, nos vestimos de forma extravagante, etc. pero al final, de una forma u otra a esa edad de los 25, 30 o 35, nos vemos tal y como la sociedad ha querido, esclavos de un trabajo o en una situación de paro, y con ciertas responsabilidades que nos vienen grandes y ahora lo único que sabemos a ciencia cierta es que esta vida es más bien algo frustrante y triste.

¿En esta situación qué podemos hacer? ¿Tiramos por tierra todo lo que hemos conseguido y volvemos a empezar? ¿Dejamos a la pareja, a los hijos, al trabajo, nos vamos a otro país donde todo sea diferente?

Venga chicos y chicas animaros a decir que se puede hacer, porque al fin y al cabo se trata de vuestra propia vida, de la vida de vuestro hijo o de la vida de algún amigo.

¿Qué vas hacer con tu vida hasta el día en que te mueras?

domingo, 3 de marzo de 2013

La obediencia


Obedecer es hacer lo que nos dicen sin necesidad de comprenderlo. En esta cultura que vivimos la obediencia es un valor que seguramente se basa en el intento de poner orden donde puede haber desorden.

En el seno de la familia principalmente los padres son los que determinan las normas que se han de cumplir para que los hijos se desarrollen adecuadamente en un ambiente donde los límites estén definidos. A los padres hay que obedecerles por el bien de la familia y por el bien nuestro.

Actualmente hay tantas familias desestructuradas o rotas que es difícil ser coherentes en poner normas y limites en el seno de la familia, lo que tiene como consecuencia convivencias donde los hijos se han convertido en verdaderos tiranos mientras los padres sufren impotentes sin saber cómo solucionar la situación. En muchos casos la desobediencia es una reacción a la obediencia impuesta.

En el seno de la sociedad todo ciudadano debe ser obediente a las leyes y normas que han sido establecidas por el gobierno con el propósito de convivir colectivamente de una forma ordenada y evitando en lo posible conductas anárquicas de proceder según le plazca a cada cual.

Hoy en día, y quizás debido a la crisis económica, los ciudadanos están indignados y horrorizados al ser conscientes que las leyes y normas que rigen la sociedad protegen a los corruptos que no solo se van con el dinero público sino que además quedan impunes ante la propia ley. Asimismo desde la propia política se le quiere hacer entender al ciudadano que los casos de corrupción son casos aislados que pueden ser subsanados con nuevas leyes, todo lo cual no deja de ser un engaño más porque lo que se ve con claridad es que las leyes se han diseñado para que exista la corrupción y nunca con el objeto de evitarla.  

Parece lógico pensar que la obediencia es un deber mientras que la desobediencia es una responsabilidad. Es decir, si obedezco de alguna forma estaré colaborando con las normas establecidas y si desobedezco debería caer sobre mi algún tipo de responsabilidad.

El problema que tiene la obediencia es que no requiere ser comprendida lo cual es bastante contradictorio porque tarde o temprano el ser humano tenderá a desobedecer aquello que no comprende.

La obediencia tiene un sentido en un entorno común y compartido porque de lo contrario uno siempre tiende a obedecer a su instinto personal de logro, lo cual entra en contradicción con los logros comunes.

¿De qué sirve obedecer a un padre, a un jefe, a una autoridad, a una ley, si el ser humano no comprende lo que se le trata de imponer? ¿Acaso es tan difícil entender que las cosas haya que hacerlas de una forma concreta para minimizar los problemas o para alcanzar unos objetivos comunes?

Nos hemos acostumbrado a obedecer tanto a nuestros padres o jefes que ahora nosotros mismos no sabemos transmitir a nuestros hijos o subordinados el porqué queremos que las cosas se hagan de una forma concreta.

Uno mismo se debería preguntar hasta qué punto gran parte de lo que hace atiende a una obediencia sin saber cuál es la razón de ello. Es bastante estúpido hacer y hacer un sinfín de actividades sin comprenderlas.

Cuando obedecemos sin comprender es porque tenemos miedo a cuestionar o preguntar, como si el hecho de preguntar ya fuera una forma de desobediencia. Cuando colaboramos con la obediencia al grupo o lo que se denomina disciplina de partido, lo que hacemos es anularnos como profesionales y como personas.

Se nos ha enseñado lo que pensar y se nos ha negado de alguna forma a aprender a pensar por uno mismo teniendo en cuenta los acontecimientos.

Nuestros padres nos han obligado a asearnos, a comer saludablemente, a portarnos con respeto, a estudiar con disciplina, a escuchar mientras hablan los mayores y uno se pregunta porque nos han obligado sin hacernos comprender la necesidad de esos comportamientos. Quizás se piensa que es más fácil imponer que compartir o hacer partícipe, lo cual es una gran equivocación pues al final las conductas impuestas acaban por rebelarse obteniéndose una conducta contraria a la que en principio se esperaba.

En la pareja estamos obligados a ser fieles, pero ¿porque estamos obligados? Quizás no comprendamos el porqué y la utilidad de la fidelidad. Cuando hay obligación sin comprensión lo que hay es represión y por tanto tarde o temprano uno acaba haciendo lo que no debe hacer.

En la sociedad los deberes y derechos vienen recogidos en las leyes y normas que rigen la convivencia pero tienen una gran contradicción de fondo ya que en la misma sociedad prevalece el valor de que cada ciudadano pueda tener una conciencia individualista, lo que hace en definitiva es que el ciudadano se sirva de dichas leyes y normas para su beneficio particular. Y como dice el refrán ´hecha la ley hecha la trampa´.

De alguna forma se nos ha obligado a tener unas creencias determinadas según el lugar y el ambiente donde nos hemos educado, y ciertamente hemos obedecido sin comprender el propósito o la realidad de dichas creencias. Y ahora obligamos a nuestros hijos a creer en lo mismo sin darles explicaciones objetivas porque la realidad es que somos esclavos sin saberlo de lo que se nos impuso.

¿Por qué se nos obliga a creer en Dios o en Alá o en Krishna? ¿Por qué se nos obliga a creer en una patria o en una bandera? ¿Por qué se nos obliga a tener una ideología? Y lo peor de todo es que creemos que hemos sido nosotros mismo quienes han elegido voluntariamente dicha creencia y que además es la mejor opción de todas las existentes.

La obediencia es una de las bases de la mente egocéntrica que se basa en dogmas y valores de segunda mano, y que dan origen a las mayores atrocidades humanas.

La obediencia anula al ser humano convirtiéndolo en un pelele, en una persona sin sensibilidad para responder a cada reto que la vida le trae a cada instante, y además le hace torpe e ignorante.

Y nos hemos acostumbrado tanto a obedecer que necesitamos pertenecer a grupos religiosos donde se nos dice lo que hemos de hacer o pensar en todo momento porque no podemos soportar estar sin autoridad alguna que nos diga cómo vivir o sentir.

¿Te has preguntado alguna vez a qué has obedecido, o desobedecido, a lo largo de tu vida, porque lo has hecho y si ahora obedeces de algún modo?

No estamos obligados a lo que no comprendemos y no podemos ser responsables de desobedecerlo.

Obedecer o desobedecer da lo mismo mientras no haya comprensión y la comprensión llega cuando miramos los hechos frente a frente, sin racionalizar, sin analizar, sin escapar, sin interpretar, sin demorar, únicamente observando, cuestionando y aprendiendo.


viernes, 1 de marzo de 2013

El egoísmo


Uno está acostumbrado a escuchar que el egoísmo es una de las actitudes más dañinas que existen en los seres humanos, pero pienso que esa idea es cuestionable. Estamos tan encerrados en las palabras que apenas si cuestionamos su significado o la realidad que señalan.

¿A que llamamos egoísmo?

En principio el egoísmo es una actitud de autoprotección y supervivencia que nos permite preservar la vida en cualquier medio hostil. Nadie puede negar que quiere lo mejor para sí mismo, lo contrario sería poco adaptativo y falto de responsabilidad. Y de hecho, con independencia de nuestra expresión moral o ética, nos pasamos toda la vida luchando por lo que creemos mejor para nosotros.

Más bien parece que hay un egoísmo biológico que nos posibilita a tratar de conseguir una estabilidad física y psicológica natural. Una prueba de ello es esa facultad que tiene el cuerpo de estar continuamente sanándose.

La cuestión es cómo se llega a determinar qué es lo mejor para uno mismo.

Cuando aún somos bebés, niños o incluso adolescentes, nuestros padres, tutores, educadores o la propia social con su cultura es la que determina qué es lo mejor para uno mismo. Y cuando ya somos adultos nuestra capacidad de revisar o renovar dicha determinación es casi nula, entre otras cosas porque nuestra conducta o nuestros proyectos de vida ya se han establecido en nuestro cerebro desde hace muchos años.

¿Qué es lo que se ha registrado en nuestros cerebros como lo mejor para uno mismo y que, una vez registrado, nuestro egoísmo biológico va a hacer todo lo posible o imposible para lograrlo a través de la voluntad?

Una de las cosas más curiosas que determinaron nuestros mayores, y la cultura en general, es que por encima del bien común o colectivo tiene prioridad el bien propio o personal, de tal forma que una persona solo buscará el bien común cuando sea un medio para conseguir el bien individual. ¿Tiene esta conducta alguna base biológica que justifique su razón de existir o es simplemente una falsedad inducida por la cultura? ¿Acaso no es más lógico, aparte de moral y éticamente saludable, mantener una actitud de prioridad del bien común sobre el bien individual que en definitiva a largo plazo redundaría en un bien individual con mayor estabilidad? Es evidente que es más lógico y biológico la naturaleza del bien común que la del bien individual, pero entonces ¿Por qué la cultura en la que vivimos se basa en el individualismo?

El individualismo es el culto a la idea de posesión, idea que tiene como consecuencia la creación de un ego imaginario producto de todas las posesiones que ostenta, de tal forma que uno es lo que posee. Uno es sus ideas, su cuenta bancaria, sus propiedades, sus hijos, su país, sus valores y esas ideas prevalecen sobre el bien común y además se nutren del bien común o ajeno.

El individualismo es una invención humana que mantiene al ser humano engañado y esclavo de vivir de una forma corrompida y fragmentada de la realidad. No hay nada malo en el egoísmo, lo que realmente es dañino es el individualismo.

La realidad es que todo y todos estamos en relación y sin la relación nada tiene sentido. No existe nada que no esté en relación. No somos seres individuales sino seres en relación, es decir somos la relación misma y por consiguiente lo que le haces a otro ser te lo haces a ti mismo. No es una cuestión moral sino biológica y factual.

¿Por qué no vemos que somos la relación? ¿Cómo vamos a ver la relación si somos seres posesivos? No es posible ver la relación, ver este mundo maravilloso que está en perfecto orden si somos seres mezquinos custodiando nuestras ilusorias pertenencias. Acaso hay mayor prueba de nuestro engaño que esa realidad de que ´Vinimos a este mundo desnudos y nos iremos desnudos´.

No puedes poseer nada. Cuando tienes la idea de poseer algo o a alguien te estás engañando y ello tiene ciertas consecuencias sobre tu vida que deberías darte cuenta. Tu hijo, tu marido, tu opinión, no es ni tu hijo, ni tu marido ni tu opinión. Cuando tienes un sentimiento de apego o posesión sobre tu hijo lo que estás haciendo es no permitir que ese muchacho se desarrolle libre de dependencias psicológicas y sentimentalismos y a la misma vez te olvidas de ti mismo, todo lo cual va en perjuicio de la relación y si uno fuera realmente egoísta no tendría esa actitud individualista y posesiva de la relación que no hace más que perjudicar.

Es el individualismo el que nos obliga a buscar el placer a través de la comida, de la bebida, de las drogas, del poder, del riesgo, ocasionándonos una gran desdicha y una salud pertrecha.

De la misma forma el individualismo no nos permite cuestionarnos cuando sufrimos, cuando padecemos, cuando estamos deprimidos, cuando nos sentimos solos y lo que solemos hacer es escapar de esas emociones que asimismo son producidos por el propio sentimiento de individualidad.

La individualidad no solo nos mantiene temerosos de perder lo que poseemos sino que nos hace ignorantes y alejados de ese mundo natural que nos dio la vida y que continuamente nos ofrece afecto. La individualidad nos sumerge en una vida artificial y nos separa de nuestra propia naturaleza, si despertáramos ese egoísmo natural que hay en nuestro ser dejaríamos de ser individualistas y aprenderíamos a vivir en relación, porque en definitiva tu eres un reflejo de mi mismo y yo soy un reflejo de ti… no te das cuenta?

Es en la relación donde tiene sentido la vida de una forma total y es donde brota como una fuente natural el amor, la belleza y la inteligencia entre los seres.

Despertemos ese egoísmo natural de encontrar siempre lo mejor para nuestra salud y equilibrio, desechando cualquier idea que nos conduce al deterioro y al desgaste humano….. y hagámoslo juntos.