viernes, 15 de noviembre de 2013

La ignorancia


La conciencia humana está inmersa en una corriente profunda de ignorancia que le lleva a percibir la vida de una forma fragmentada y personal que da lugar a mantener relaciones de conflicto.

Cualquier persona en nuestra cultura, sea culto o inculto, rico o pobre, astuto o inocente, pervertido o moral, es esclavo de su ignorancia, algo que ni él mismo sabe.

Uno puede estar muy a gusto en su posición social y cultural pero no tiene ni remota idea de lo estúpida que puede ser su vida y no es que uno quiera menospreciar la condición humana sino que es necesario denunciar como un hecho que estamos sumidos en lo que creemos saber, en lo que vemos o sentimos, como si ello fuera verdad, cuando en realidad no vemos más allá de nuestras narices y casi todo lo que percibimos es producto de influencias externas o internas y de una profunda manipulación psicológica.

Podemos ver colores en el aire, cuerpos astrales, energías que se muestran como sensaciones para comunicarnos el estado de las personas, podemos ver y oír a dios decirnos lo que debemos hacer, podemos sentir esa energía que recorre nuestra columna vertebral hasta despertar la kundalini, y nadie podrá negar que eso es cierto. Sin embargo tampoco deja de ser cierto que todo ello es una proyección del deseo de nuestra propia mente.

Los seres humanos desde siempre hemos deseado tener el control de nuestras vidas, poder manipular la naturaleza a nuestro antojo, llegar a ser dioses, ayudar a los demás a estar sanos o ser libres, y pocas veces nos hemos abandonado a lo que somos y hemos sentido desaparecer nuestra identidad hasta encontrarnos con la verdadera naturaleza de las cosas.

Podemos tomar pellote, coca, ayahuasca, belladona, LSD, hongos y flores alucinógenas, y sentir que podemos viajar más allá de los confines de nuestro entendimiento sin darnos cuenta que todo es una ilusión creada por nuestra mente.

Desde tiempos remotos chamanes, brujos y sanadores, utilizaron diferentes yerbas, piedras, pociones, o incluso aprendieron a leer las estrellas o las líneas de la mano para poder llegar a lugares donde a nuestra mente personal no se le permite llegar. Y sin embargo nada de ello ha cambiado nuestras vidas o nos ha liberado de nuestra ignorancia, y más bien nos ha convertido en seres aún más supersticiosos y dependientes.

También podemos adquirir conocimientos y seguir desarrollando máquinas y herramientas capaces de conseguir alargarnos la vida, hacer más cómoda y fácil nuestra existencia, y sin embargo nada de ello impedirá nuestra ignorancia, porque en el fondo la ignorancia acaba nutriéndose del propio conocimiento.

Cualquier persona es libre de plantearse su libertad, de mirarse al espejo de la sociedad y darse cuenta que es un esclavo de ideas ajenas que le obligan a perseguir deseos absurdos como la felicidad y cuyas consecuencias no le permite disfrutar de la vida y le ocasiona un sinfín de problemas.

La ignorancia surge con el conocimiento que adquirimos, con la experiencia, y nos deja una impresión de creernos conocedores de la realidad que vivimos.

No hace mucho tiempo que estuve en una reunión de personas donde todas ellas asumían ver y sentir determinadas energías. Nadie, a excepción de mi, cuestionaba lo que allí se mostraba como una realidad palpable y era tal la presión que se ejercían unos a otros que no había lugar para dudar.

Cuando admitimos el engaño, la sugestión, como un hecho que percibimos creamos una realidad personal sin ninguna base ni firmeza y acabamos siendo seres inestables, con mentes frágiles e inservibles, que mantienen relaciones neuróticas.

La ignorancia no está determinada por lo que no sabemos sino por lo que creemos saber.

A partir de lo que creemos saber vamos construyendo una realidad personal que está en continúa confrontación con la realidad objetiva.

Uno de los principios de la ignorancia es que lo que vemos o lo que sentimos respecto de lo que vemos es real, cuando en realidad es una idea, un deseo subjetivo, una mentira infantil que es imposible sostener sino es a base de más y más mentiras.

Primero me creo una imagen de mi mismo, lo cual es una idea o una mentira, y cuando esa imagen se adueña de mí, con mi consentimiento, entonces ella misma comienza a construir mentira sobre mentira tratando de demostrar que la imagen de mi mismo es real. Y esa imagen de mi mismo se alimenta de experiencias, sentimientos, pensamientos, creencias, opiniones, valores, pasiones y al final esa imagen acaba olvidando y despreciando lo que realmente soy.

Y pensar que toda nuestra ignorancia comenzó por sostener o afirmar una pequeña, simple e inocente mentira.

Únicamente con saber que somos ignorantes no va a cambiar nada nuestra vida, pues toda idea no es más que parte de la propia ignorancia que no atreviéndose a tratar con la realidad directamente lo hace a través de ideas que refuerzan la propia subjetividad.

No basta con saber que somos ignorantes, es necesario percibirlo, comprenderlo, ver hasta dónde y qué consecuencias conlleva la ignorancia.

¿Por qué tiene tanta fuerza y continuidad la ignorancia? ¿Por qué no se extingue la ignorancia si tenemos en cuenta que se requiere de mucho esfuerzo y mentiras para sostener algo que en definitiva no es real y que nunca llegara a serlo?

Pienso que la respuesta a estas cuestiones está en el cerebro solo puede funcionar a medio y largo plazo de forma estable. Debido a que el cerebro no puede sostener una mentira, por el estado de inseguridad y contradicción que le produce, hace que esta se perciba de forma real, lo cual genera una neurosis existencial.

Dicha neurosis crea la dualidad, es decir un mundo psicológico en continuo conflicto: soy y no soy, bueno y malo, cielo y tierra, sombra y luz, vida y muerte…. Desde esa perspectiva la vida es una dualidad en continua confrontación de la que yo mismo formo parte.

Partiendo de esa dualidad todo lo que percibo tiene su opuesto y tiene su opuesto porque lo percibo desde mi propia imagen que no es más que un opuesto de mi mismo y mientras no resuelva dicha imagen nunca podre resolver la dualidad de la existencia.

Una persona que aún le quede algo de sensibilidad no puede aceptar vivir en conflicto y tiene que descubrir cuál es el origen del conflicto, la causa de las luchas, de las guerras y ver si es posible vivir sin conflicto alguno, sentirse unido a la vida y en armonía con ella.

Decir que la causa de mis problemas son los demás es no querer ver los hechos, porque el conflicto empieza en uno mismo, con nuestro propio pensamiento.

A casi nadie se le ocurriría cuestionar o dudar de su propio pensamiento, de su manera de pensar, pero lo cierto es que si no lo cuestionamos estamos abocados a vivir siempre en conflicto continuo, tanto con los demás como con nosotros mismos.

No se trata de reprimir o controlar nuestro pensamiento, sino de aprender y descubrir porque pensamos, cual es la naturaleza de nuestro pensamiento, y si existe acaso un pensador o es que solo hay pensamiento, de tal forma que el pensamiento ocupe únicamente el lugar que le corresponde. ¿Puede el pensamiento observar su propia actividad?

A través del tiempo hemos construido mentiras sobre mentiras, ilusiones sobre ilusiones, ideas sobre ideas y ahora ya no es posible encontrar la realidad que hay delante del espejo, es ese espejo que son los demás o que es la propia naturaleza.

Para comenzar hemos de aprender a ser honestos, aquello que perdimos cuando decimos aceptar como válido aquello que no éramos capaces de ver o de sentir por nosotros mismos. Ahora es tiempo de decir abiertamente que lo que sostenemos como verdades absolutas no son más que falsedades.

No podemos seguir a ninguna autoridad porque todas ellas son el resultado de nuestra confusión, son nuestra propia confusión con una apariencia diferente y agarrarnos a cualquier idea es la mejor escusa para estancarnos.

Cuando dejamos toda autoridad recuperamos una gran cantidad de energía para indagar y observar lo que sucede, permitiéndonos no solo aprender sino salir de esta inmensa y profunda ignorancia que no nos permite disfrutar y sentirnos unidos a la vida.

La ignorancia no es más que un autoengaño olvidado.