miércoles, 22 de enero de 2014

La creencia y la duda: una misma realidad


Las creencias constituyen la base psicológica de la vida de los seres humanos y son el terreno sobre el que construimos nuestra realidad.

La vida humana se desarrolla psicológicamente sobre las creencias básicas de lo que es el mundo y de lo que es uno mismo. Estas creencias básicas no son producto de nuestro pensamiento o de nuestro razonamiento sino que nuestro pensamiento y nuestra forma de razonar son una consecuencia de dichas creencias básicas.

Podemos tener una infinidad de ideas, podemos imaginar marcianos, diseñar ciudades estelares, crear mentalmente situaciones hermosas, podemos pensar en robar un gran banco, es decir nuestras ideas aparecen en nuestra mente como resultado de nuestra ocupación intelectual pero las creencias operan en nuestra mente antes de ponernos a pensar.

Las ideas son una expresión de nuestras creencias y serán más o menos válidas en la medida que refuerzan y no contradicen dichas creencias.

Las creencias operan funcionalmente en el terreno de lo inconsciente, mientras que las ideas son expresión del intelecto y pertenecen más bien al  campo de lo consciente, como acciones dirigidas hacia el cumplimiento de determinados deseos, motivos o intereses.

De la misma forma que tenemos las creencias también tenemos la duda, es decir la duda está en nuestra vida como consecuencia de la creencia, de la certeza de la creencia, y por tanto pertenece al campo de la creencia.

Creencia y duda van de la mano. Quizás no seamos conscientes ni de uno ni de otro pero ambos están en continua lucha psicológica dentro de nuestra mente tratando de contactar con la realidad. La certeza y la duda son una dualidad y cuando dicha dualidad desaparece surge la verdad.

Existe la creencia de que la duda es signo de debilidad, una muestra de desequilibrio, pero lo cierto es que las personas que han sobresalido mentalmente en la historia de la humanidad fueron aquellas que dudaron de los conocimientos o creencias de su época. Al principio esas personas parecieron insólitas, conflictivas, extrañas, y encontraron el rechazo de las mayorías, pero con el paso del tiempo fueron apreciados porque gracias a ellos la humanidad pudo obtener nuevos descubrimientos.

Por tanto la duda es una hermosa aliada de la creencia y cuando la reprimimos, con alguna creencia irracional, lo que conseguimos es desestabilizarnos psicológicamente y negar la posibilidad de madurar y crecer mentalmente.

Otra gran creencia es sobre la razón y la inteligencia. Creemos que la razón es el motor de la mente para encontrar la realidad y que ello nos convierte en seres inteligentes. Lo cierto es que a lo largo de la historia de la humanidad el ser humano se ha distinguido principalmente por su irracionalidad, por su barbarie, por su crueldad, y hoy en día ese mismo ser humano sigue produciendo guerras, creando divisiones, explotándose a sí mismo y educando a sus hijos para dar continuidad a todas esas creencias irracionales.

La razón solo sirve para dar sostén a nuestras creencias y justificar nuestros actos y a pesar de que sus consecuencias sean de hecho un desastre seguimos dando fe de nuestra razón en lugar de cultivar la duda.

Lo curioso es que cuando queremos echar mano de la duda lo que solemos hacer es pensar, nos ponemos a pensar como intentando resolver nuestras dudas a través del pensamiento, sin darnos cuenta que el pensamiento no es más que una herramienta al servicio de la creencia de la cual ha surgido la duda.

No podemos resolver nuestras dudas psicológicas o existenciales a través del pensamiento sino a través de la mera observación de los hechos, de darnos cuenta de las consecuencias de nuestros actos y del cuestionamiento de nuestras creencias.

De la misma forma que vivimos con la creencia operando en el trasfondo de nuestro inconsciente, así hemos de vivir con la duda. Vivir dudando es muy saludable, nos da la posibilidad de corregir y adecuar aún mejor nuestras creencias a la realidad objetiva, nos mantiene alerta y potencia nuestra capacidad de observación y atención.

La duda nos hace ser seres más desprendidos de nosotros mismos, flexibiliza nuestras posturas, nos hace estar más cercanos a los demás y resta importancia a nuestras obsesiones.

Cuando la duda resuelve la inconsistencia de la creencia, creencia y duda desaparecen dando lugar a un espacio de infinitas posibilidades.

La mayoría de las instituciones o grupos que han reprimido y siguen reprimiendo la duda como son las religiones, los estados políticos, o los científicos son los que más daño han hecho y están haciendo a la humanidad, porque nos han hecho ser crédulos de dogmas, leyes o conocimientos como si fueran verdades cuando en el fondo no eran más que ideas, que cuando viven en un tiempo limitado tienen su utilidad pero cuando permanecen en el tiempo son verdaderas causas de injusticias y sufrimiento.

Cultivar la duda es poder estar a salvo de la locura, es poder salir de toda esa corriente egocéntrica en la que hemos nacido.

¿De dónde vienen o cómo se forman las creencias?

Nuestras creencias no las elegimos nosotros. Las creencias se meten en nuestros cerebros antes de que nosotros podamos hacer algo al respecto.

Cuando estamos en el vientre de nuestra madre prácticamente estamos inmersos en un continuo desarrollo estructural y es ahí donde empezamos a percibir el mundo tal y como lo percibe nuestra madre. Y cuando nacemos vamos a concebir el mundo tal y como lo conciben las personas que nos rodean porque nuestra capacidad de absorción para adaptarnos al mundo en el que nacemos es enorme y de esa forma adquirimos la visión del mundo que ellos tienen, la visión de sí mismos que ellos tienen, y todo el entramado de creencias básicas que ellos tienen y que nos va a permitir relacionarnos con la realidad.

La estructura, o el recipiente, de nuestra conciencia está construida de creencias y su contenido no puede albergar otra cosa que no sean creencias, símbolos, imágenes o proyecciones de la realidad.

Siendo bebes o niños adecuamos nuestra propia experiencia de la realidad con la creencias que tratan de imponernos y como resultado de ello se forma nuestro inconsciente que no es más que una realidad operativa y funcional. El problema está en que alguna parte de esa realidad operativa en lugar de hacernos la vida más fácil lo que puede estar haciendo es complicárnosla convirtiéndonos en seres psicológicamente discapacitados y con muy pocas posibilidades de rehabilitación porque nos hacen creer que somos seres individuales, separados de toda realidad y por lo tanto en conflicto con ella. Partiendo de esa creencia todo lo que el ser humano haga, desde un punto de vista psicológico, inevitablemente producirá conflicto.

Sin embargo si nuestra conciencia se hubiese construido en la creencia de que somos cuerpos individuales pero mentes colectivas, entonces el contenido de nuestra conciencia no estaría en conflicto y las ideas que emanaran de ella serían de unidad, cooperación y afecto.

Otra gran creencia que subyace en nuestra educación es la creencia de que es bueno creer, tener fe, ilusionarse, tener esperanza, es decir existe esa creencia básica sobre la que se sostienen otras muchas creencias: es necesario creer.

Esta creencia de que es necesario creer te permite creer en lo que quieras, puedes creer en dios, puedes creer en el amor, puedes creer en la felicidad, puedes creer en la libertad y también puedes creer en la verdad. En realidad no importa en lo que creas pues todo ello pertenece al mundo de lo imaginario. Sin embargo hay una acción volitiva de la creencia que más bien pertenece al mundo de las ideas y que no permite creer en nada o creer en el dolor, ni tampoco permite creer en la mentira. Es como si en el acto de creer hay implícito el deseo, lo que significa que uno está separado de lo que cree y por consiguiente uno no es lo que cree y niega la posibilidad de serlo.

Creemos en la felicidad porque no somos felices y basamos nuestra vida en la búsqueda de la felicidad, lo cual es paradójico y absurdo porque en el hecho de buscarla ya la estamos negando. De la misma forma creemos en el amor y al hacerlo lo negamos. Por esa razón, porque negamos experimentar lo que creemos, es por lo que creamos sustitutos basados en sensaciones y que catalogamos de placenteros.

Creemos que somos una entidad única y separada del resto, y la justificación de esa creencia es que tenemos un cuerpo y unas sensaciones propias. La duda que suscita y la cuestión que surge es, si dicha entidad no es única para todos los cuerpos.

Creer en nuestra propia identidad es negar nuestra identidad y por esa razón creamos una imagen de nosotros que tenemos que sostener con mucho esfuerzo y empeño tratando de convencer a los demás de ello, pero dicha actividad psicológicamente es neurótica pues ni nosotros somos esa imagen ni los demás van a estar siempre de acuerdo con ella, con lo cual vamos a tener una batalla continua y repetitiva en la que vamos a salir dolidos. Necesitamos dudar y cuestionar nuestra imagen, nuestra identidad, porque es una de las creencias básicas que sostienen gran parte de las demás creencias.

Una de las funciones de nuestro cerebro es anteponerse a cualquier situación y prever lo que va suceder. Cuantas veces nos vemos pensando cómo vamos a responder ante una situación que tenemos planificada hacer dentro de unos días (una reunión de trabajo, una visita al médico, un encuentro con alguien). El cerebro trata de ser eficiente, trata de programar nuestras reacciones con antelación y lo hace teniendo en cuenta nuestras creencias. Desde un punto de vista instrumental, en lo referente a procesos manuales, mecánicos o materiales, esa forma operativa de funcionar con sus creencias asociadas es altamente eficaz, pero desde un punto de vista psicológico, cuando estamos ante un problema emocional o conflictos de relación, esa forma de funcionar con sus creencias subjetivas es totalmente ineficaz.

Cuando los hechos que ocurren en nuestra vida cotidiana niegan o ponen en entredicho nuestras creencias, lo que sucede es que no vemos los hechos o los interpretamos para adaptarlos a nuestras creencias. Pero si los hechos niegan abiertamente alguna de nuestras creencias entonces negamos el hecho, nos enfrentamos a él repudiándolo y haciendo todo lo posible por cambiarlo. Una manera muy eficaz de vivir con hechos que contradicen nuestras creencias es convertirlos en ideas y de esa forma los podemos manejar a nuestro antojo con el pensamiento.

Hay ideas que actúan a modo de creencias y aunque en principio parece que entran un poco en contradicción con ellas, en realidad lo que hacen es reforzarlas. Por ejemplo hay una idea muy generalizada de que podemos llegar a ser, que podemos cambiar, que si ponemos empeño, esfuerzo y voluntad podemos conseguir ser como deseamos.

La idea de llegar a ser, o de cambiar, se refuerza en la medida que no estamos a gusto con nosotros mismos, con las circunstancias que vivimos, y eso nos hace embarcarnos en todo tipo de aventuras que nos mantienen ocupados adquiriendo ciertos conocimientos (científicos o espirituales) que nos dan la sensación de que vamos cambiando, cuando en realidad lo único que estamos haciendo es movernos en un mundo de ideas que nos sirven de escape de nuestra mísera percepción de nosotros mismos.

Es curiosa, la gran aceptación que tiene prácticamente por todo el mundo, la idea de que tenemos que vivir en el presente. El hecho en sí es que no podemos vivir en otro tiempo que no sea el presente, pero preferimos convertir el hecho en una idea y de esa forma podemos evadirnos del hecho. Al convertirlo en una idea podemos escribir libros, dar conferencias, hacer talleres, y en definitiva lo que estamos haciendo es crear la expectativa de que podemos vivir en el presente a la vez que reforzamos todas nuestras creencias que subyacen en nuestro inconsciente y que han sido creadas en un pasado muy lejano. Si admitiéramos el hecho de que vivimos en el presente y lo sostuviéramos en todo momento, seguramente nuestro inconsciente colapsaría.

Lo mismo ocurre con ideas como la iluminación, dios, el despertar de la conciencia, la física cuántica, el estado puro del ser, la conexión con la matriz o el campo, y un sinfín de imaginaciones a las que nos agarramos con tal de no ver lo que sucede dentro de nuestros ojos, en nuestro propio cerebro y en el sentir de nuestro corazón.

Hemos alcanzado un nivel de complejidad a razón de nuestras creencias que hoy en día se podría decir que es más difícil para un ser humano de a pie comprenderse a sí mismo que hace mil años.

¿Cómo es posible que haya personas que estén intentando conocerse a sí mismas a través del tarot o a través de las cartas astrales? Con esta pregunta no quiero decir que estas personas estén más confundidas que aquellas que tratan de comprender la humanidad haciendo ciencia, en ese sentido pienso que de igual modo el camino elegido es equivocado.

Cuando leemos la cartas, lo que hacemos es interpretar, no vemos hechos, cuando estamos en el laboratorio mirando por un microscopio estamos analizando y tampoco vemos los hechos, hemos inventado todo tipo de conductas de escape de lo que somos y por eso no podemos ni siquiera mirarnos para saber quiénes somos, cómo pensamos y qué sentimos, y cuáles son las consecuencias de nuestros actos.

La duda, el cuestionamiento, es un camino hacia el interior, es una herramienta de luz, es una chispa de humildad que nos permite encontrar la forma de desnudarnos ante la verdad.

¿Si uno mismo es una persona normal, llena de creencias básicas y de ideas que no conducen a ningún lugar qué puede hacer para poner orden en su vida?

Es evidente, después de las observaciones que se han hecho anteriormente, que hemos de distinguir o discernir con claridad como un hecho que cuando nos impulsamos por ideas, el lugar al que nos dirigimos no tiene existencia real y todo esfuerzo es en vano. Podemos querer encontrar el esposo ideal, una profesión maravillosa, una familia amorosa, tener la facultad de curar a la humanidad, pero todo ello no es más que una sugestión. A la vez hemos de darnos cuenta que toda idea, estamos hablando en el terreno psicológico, es consecuencia de una creencia y que dicha creencia no está en orden con la realidad. Asimismo algo que es sumamente importante es que quien dirige nuestro pensamiento es la propia creencia.

A partir de ahí se crea un estado o una actitud mental en la que apenas uno puede decidir mucho en su vida porque ese uno no es más que un conjunto de creencias impuestas que dirigen su vida hasta donde ellas quieren.

Podemos dejar de jugar al tarot, podemos dejar de leer cartas astrales, podemos dejar de ir a charlas de autoayuda, podemos dejar todas esas esperanzas e ilusiones sobre la existencia de extraterrestres, energías maravillosas y seres de luz, pero si lo dejamos en forma de represión no estaremos poniendo nada en orden. Para dejar ideas, hábitos, lo más sano es convertirnos en unos observadores ajenos y observar sin prejuicios qué es lo que estamos haciendo, con quién nos estamos relacionando, de qué tratamos de convencernos a nosotros mismos y a los demás, qué consecuencias tiene toda esa ocupación, qué queremos conseguir.

Cuando en ese proceso de observación nos damos cuenta de hechos que antes no veíamos solemos tener tendencia a escapar, a dejar radicalmente aquello que observamos y lo que sucede es que con el paso del tiempo estamos de nuevo metidos en otro mundo de ideas alternativas. Lo importante es convertirnos en observadores de nosotros mismos y comprender que es la observación, y no la decisión, la que va a poner orden en nuestra vida.

La observación es una actitud que no distingue entre el observador y lo observado. Tiene la misma importancia observar a alguien que no conoces que observarte a ti mismo, porque lo que importa es la observación y lo que en ella sucede, permitiendo que ello te afecte. El gran error que se comete en la observación es cuando la ponemos al servicio de un observador, de un yo personal, entonces eso ya no es observación, eso es el movimiento de las creencias tratando de gestionar nuestras vidas a través de nuestros sentidos.

Ante un mundo cuyo orden está lleno de creencias y dudas la única alternativa que hará posible un cambio de paradigma es poner luz donde no la hay y eso solo es posible descubriendo lo que es… la observación se da cuando el observador no está separado, o no es distinto, de lo observado.

Podemos tomarnos esta observación, en forma de reflexión, como una idea a conseguir y al final estaremos cayendo en el hoyo que tratamos de esquivar.

Únicamente siendo serios podremos ahondar y profundizar en lo que somos, permitiendo que la vida a través de la observación nos cambie a cada instante.




lunes, 20 de enero de 2014

¿Estamos en comunicación con la vida?


No sé hasta qué punto realmente hay comunicación entre los seres humanos, entre el padre y el hijo, entre dos amigos, entre ese viejito y su cuidadora, entre esa persona que trata de hacer una gestión en ventanilla y el funcionario, entre el policía y el preso, entre el médico y su paciente, entre hermanos, entre el marido y su esposa.

Creo que en principio aprendemos a comunicarnos para cubrir nuestras necesidades físicas y más tarde lo hacemos para expresar lo que queremos,  sobre todo para aprender y obtener un mayor conocimiento y adquirir capacidades, destrezas, habilidades e incluso actitudes. También aprendemos a comunicarnos para hablar de nosotros mismos, para defendernos, para mantener nuestra imagen e incluso para conseguir nuestros deseos, llegar a acuerdos satisfactorios, hacer negocios, adquirir oportunidades y toda una amalgama de motivos que nos induce a comunicarnos como un medio para conseguir un fin personal.

Sin embargo hay un aspecto de la comunicación que quizás no hemos aprendido y que puede ser profundamente importante para vivir. Me refiero a esa comunicación que hace que dos personas se encuentren en un espacio común donde no hay separación alguna, donde uno pierde el sentido individual y entra a formar parte de un sentido amplio de la relación.

Donde hay verdadera comunicación hay afecto y crecimiento mutuo. El afecto no es algo sentimental ni emocional. El afecto surge en la escucha, en la comprensión de que no somos diferentes del otro y que los problemas del otro son nuestros propios problemas.

¿Qué hace que dos seres humanos no se comuniquen? Las personas podemos pasarnos la vida hablando con los demás y sin embargo no estar nunca en comunicación con ellas, es decir puede ser que esos diálogos que mantenemos con los demás nos mantengan aislados como seres egocéntricos. Veamos algún ejemplo:

Cuando alguien nos dice que se encuentra mal por lo que otra persona haya hecho y nosotros le decimos que no se lo tome a mal, que la otra persona es así con todo el mundo, que hay que aprender a evitar los enfrentamientos y que hay que aprender a ser diplomático, ¿estamos realmente comunicándonos? Ciertamente no hay comunicación porque para empezar hemos negado a la otra persona al decirle: que no se lo tome a mal.

Hay muchas formas de negar a los demás, una de ellas es decirles que no se sientan como se sienten o que no hagan lo que hacen o que piensen de otra forma a cómo piensan, otra de ellas es dar consejos y otra de ellas es juzgarlas o compararlas. Cuando expresamos estas ideas lo que demuestra es que no estamos en comunicación con lo que la otra persona nos está diciendo. Para que haya comunicación hemos de aceptar a la otra persona tal y como es, tal y como se expresa o se siente, de esa forma no estamos separados de esa persona y podemos comunicar con ella, comprender que lo que le ocurre es algo compartido por ambos y que en el fondo a ti también te sucede lo mismo.

Si una persona me dice que se siente mal por lo que otra persona haya hecho, yo le puedo preguntar si lo que nos hace sentir mal es lo que hacen los demás o lo que pensamos al respecto de lo que hacen los demás. Y de esa forma surge un dialogo o una comunicación donde ambos podemos aprender sobre ese problema común que es nuestro pensamiento condicionante y su influencia en nuestro estado emocional.

Para que haya comunicación entre dos seres humanos ha de haber interés del uno por el otro, es decir uno ha de tener una actitud realmente interesada por saber cómo se siente o como piensa la otra persona.

Otra forma de negar la comunicación es cuando nos ponemos en el lugar del otro y decimos: si yo estuviera en tu lugar haría tal o cual cosa. Esa situación es absurda porque uno nunca puede estar en el lugar del otro y en realidad no estamos escuchando al otro sino que estamos aprovechando la situación del otro para hablar de nosotros mismos, con lo cual en lugar de ponernos en la situación del otro lo que hacemos es poner al otro en nuestra situación.

No puede haber comunicación cuando hay timidez o cuando hay barreras psicológicas que impiden el contacto directo con la otra persona. Los temores, los prejuicios, los deseos, son barreras que impiden la comunicación porque nos mantienen separados del otro. Por ejemplo: si estamos dialogando con una persona de conocimiento (científico, psicológico, filosófico, religioso, espiritual, astral, o lo que sea), alguien que se ha pasado gran parte de su vida estudiando y al escucharle sentimos que es una persona envidiable de la que podemos aprender mucho y a la vez nos vemos como personas inferiores, eso no solo impide la comunicación y entrar en contacto con el ser humano que es el otro sino que vamos a ser influenciados dogmáticamente por el conocimiento de la otra persona.

De la misma forma si tenemos un deseo hacia la otra persona, bien sea porque queremos ligar o tenemos una intención al respecto de la relación, eso va a impedir la verdadera comunicación porque el dialogo lo conducirán el intento de conseguir dichos deseos o intenciones. Esto se ve con bastante claridad cuando dos personas que están en ese proceso de enamorarse dialogan intentando impresionarse mutuamente y sintiéndose permisivos con cualquier asunto que no pueda gustarles de la otra persona.

Tampoco hay comunicación cuando las personas hablan pero no se escuchan o hablan pero siempre están repitiendo asuntos triviales y superficiales. Es bastante normal escuchar conversaciones donde cada cual espera su turno de palabra para hablar de sí mismo, de sus circunstancias, de lo que piensa, mientras el otro también espera su turno de palabra para hacer lo mismo. Y también es bastante habitual que las personas hablemos sobre futbol, política, programas de televisión, entretenimientos, compras, hijos, esposos o ex esposos para expresar lo que nos gusta o lo que nos disgusta y de esa forma reafirmar aún más nuestra falta de comunicación.

La comunicación está relacionada con entrar en contacto con el ser interior de las personas. De la misma forma perdemos la comunicación con nosotros mismos cuando nos pasamos la vida hablando del pasado, cuando no aprovechamos la oportunidad que nos dan los demás para conocernos, cuando no aceptamos a los demás tal y como son, cuando damos consejos, cuando nos ponemos en lugar del otro, cuando tenemos prejuicios o cuando nos comparamos.

Comunicar es entrar en contacto con el otro desde la percepción y nunca desde el conocimiento. El conocimiento es útil para articular palabras pero no para comunicar.

Se pueden poner una infinidad de ejemplos sobre lo que es entrar en contacto y comenzar a comunicar con el otro, pero no podemos confundir los ejemplos con una forma de conocimiento psicológico. Por ejemplo si observamos que una persona al hablar juzga, critica, opina, o se resiste o niega sobre lo que está hablando, eso significa que dicha persona está psicológicamente separado de lo que está hablando, es decir se encuentra en conflicto con ello y desde ese conflicto no existe relación alguna. Juzgar o criticar también es un signo de auto represión.

Si observamos que una persona está sintiendo emociones (miedo, tristeza, dolor, ansiedad, etc.), eso significa que su propio pensamiento y la manera que tiene de interpretar los sucesos están creando esas emociones.

Si una persona expresa miedo, eso significa que dicha persona se cree en posesión de algo que puede perder. En realidad ese sentido de posesión es imaginario. Uno puede tener la idea de posesión de una imagen propia o de la imagen de un hijo y sentir miedo al ser insultado o al pasarle algún contratiempo a su hijo.

Si una persona sufre, eso significa que dicha persona ha perdido algo cuya relación era de apego, de dependencia, y su sufrimiento no es más un signo de haber perdido lo que le producía satisfacción o placer.

Si una persona se muestra ilusionada, eso significa que dicha persona huye de sí misma y espera encontrar en el logro de su ilusión su propia insatisfacción.

Si cuando dialogamos con otras personas entramos en ese sentimiento de comunicación en el que escuchamos sin esfuerzo alguno, en el que observamos de donde surgen las palabras y las emociones, en el que no nos sentimos separados, en el que cuestionamos con cuidado, entonces de esa comunicación surgirá la acción correcta, el dialogo que permita conectar con la otra persona con afecto y seriedad.

Difícilmente podemos comunicar con alguien si en principio no conocemos o no hemos sido capaces de comunicar con nosotros mismos.

Algo que no nos permite estar en comunicación con nosotros mismos son nuestras propias creencias. Necesitamos creencias cuando huimos de lo que nos pasa, cuando no somos capaces de hacer frente a lo que nos sucede y entonces ponemos nuestra ilusión en ellas pensando que algún día superaremos lo que nos pasa y alcanzaremos una realidad diferente. Por tanto la creencia es una forma de escape de lo que nos pasa y por esa razón perdemos la comunicación con nuestro propio ser.

Si me siento mal porque me considero un ignorante, o me siento desvalorado cuando me comparo con los conocimientos que tienen los demás, entonces busco una creencia que sustituya dichos conocimientos y acabe con mi malestar o baja autoestima. Esa creencia puede ser el tarot, la astrología, los registros akásicos, o cualquier otra creencia que nos convierta en seres con conocimientos capaces de aconsejar o de afectar a otras personas. Al final nos convertimos justamente en lo que tratábamos de solucionar, es decir nos convertimos en seres verdaderamente ignorantes y con muy escaso valor humano.

Comunicar con uno mismo es algo muy importante. Sin estar en comunicación o estando desconectados de nosotros mismos nos convertimos en seres mecánicos, autómatas, que poco a poco van enfermándose con su propia forma de pensar, de sentir y de vivir.

Para comunicar con nosotros mismos hemos de dejar a un lado cualquier imagen o idea que tengamos de nosotros, hemos de escucharnos, observar lo que sentimos o lo que pensamos sin justificarlo, condenarlo o juzgarlo, y aprender acerca de nuestra  forma de pensar o de sentir, y de esa manera estaremos comunicándonos con nosotros mismos al observar y conectar con lo que realmente somos.

¿Por qué no comunicamos con nosotros mismos? ¿No será que no comunicamos porque huimos de nosotros mismos, porque no queremos conocernos, porque no queremos saber quiénes somos en realidad, porque en el fondo quienes dirigen nuestra vida no son más que unas ideas artificiales que nos han impuesto y que ellas mismas no van a permitir ser observadas?

Es curioso pero, son nuestras propias ideas, creencias, prejuicios, valores, los que no permiten que nos conozcamos, que nos comuniquemos con nosotros mismos porque si descubrimos como somos entonces esas ideas acabaran por desaparecer de nuestras vidas, ya que nos daremos cuenta que en lugar de ayudarnos a vivir lo que hacen es convertirnos en esclavos suyos.

Descubramos que hay detrás de nuestra falta de comunicación con los demás y con nosotros mismos. Aprendamos a comunicarnos, desarrollemos esa capacidad que subyace en nuestro ser que es la observación y entremos en contacto con las demás personas de nuestro entorno, con los animales, con las plantas, y con esa inmensa naturaleza donde se guardan todos los misterios de la vida.

Cuando dos personas comunican entran en comunión, en armonía, y eso da lugar a un sentimiento extraordinario de inmensa y profunda unidad.

También existe esa comunicación con lo sencillo, con lo que nadie mira, con lo que pasa desapercibido, con las sombras y las luces, con los sonidos, con el resentir de la vida, con lo más lejano y con lo más cercano, con el silencio, con ese silencio donde nace la verdad y da vida al amor.