jueves, 27 de febrero de 2014

Colaborar con la humanidad


A veces uno se pregunta ¿Cómo puedo colaborar con la humanidad, que puedo hacer para quitar o atenuar, aunque solo sea una pizca, todo ese sufrimiento en el que está sumida la humanidad?

Si en la vida hay un orden que no alcanzo a ver, si todo en el fondo tiene un sentido, no cabe duda que de alguna forma la vida me está diciendo que he de hacer algo al respecto, que no puedo quedarme indiferente ante tanta confusión e ignorancia.

Llegar a tener una vida relativamente cómoda donde apenas se requiere un mínimo esfuerzo por subsistir y donde se puede disfrutar con sencillez y profundidad no es algo que encierre mucha dificultad, basta con tener la cabeza un poco despejada, pero ello no es suficiente ni completo sino soy capaz de dar una respuesta holística a toda esa problemática existencial que todos los humanos compartimos.

Cada uno de nosotros tiene una responsabilidad directa sobre lo que está sucediendo en la sociedad y en el mundo entero. No es cuestión de sentirnos culpables o de juzgarnos de una forma u otra, lo cual es bastante desacertado y no conduce a nada bueno, la cuestión es si somos sensibles como para darnos cuenta que somos parte de lo que está sucediendo y que es responsabilidad de todos intentar hacer algo al respecto que colabore con un mundo mejor, con una nueva sociedad de individuos íntegros cuya cultura se base en el cultivo de la bondad y en la belleza como expresión de la más alta y hermosa inteligencia.

Muchos de nosotros apadrinamos niños, pertenecemos a organizaciones no gubernamentales, estamos suscritos a algún grupo de ayuda internacional, ayudamos en el comedor social de nuestro barrio, o hacemos un sinfín de actividades enfocadas a paliar problemas coyunturales, pero nada de ello es una respuesta holística a toda la problemática humana.

Pensar que yo no pinto nada y que no puedo hacer gran cosa ante tan inmenso problema no es más que una simple escusa sin ningún fundamento, una manera de cerrar los ojos o de mirar hacia otro lado ante tanta injusticia o una forma de taparse los oídos ante tanto sufrimiento, y además es negar la posibilidad de poder descubrir lo que realmente tengo que hacer.

En este asunto, en el que yo me siento responsable, no se trata de lo que pueden hacer o de lo que estén haciendo los demás, porque lo que yo tengo que hacer es con independencia de lo que ellos hagan o dejen de hacer. Como un ser humano corriente que soy, necesito saber que puedo hacer que tenga realmente validez y que haga frente a la totalidad de los problemas humanos.

Querer cambiar las cosas, o desear que las cosas no sucedan, es algo que no soluciona nada y además ese deseo de querer cambiar las cosas puede que sea el origen de los conflictos y las guerras. Si en lugar de querer cambiar las cosas lo que hago es comprender porque suceden quizás las cosas realmente cambien.

Los problemas se solucionan cuando se comprenden, pero cuando mantenemos esa actitud de querer terminar con los problemas lo que hacemos es empeorarlos, hacer que los problemas sean aún más y más complejos, y en definitiva alargamos su existencia.

La historia de la humanidad está sembrada de conflictos. Los conflictos han dado lugar a las guerras y a la explotación del hombre sobre el hombre. A través de los conflictos se ha creado la propiedad privada y con ella se han creado las fronteras y han surgido las naciones, se ha divido a las personas en clases sociales, se han creado los buenos y los malos, los pobres y los ricos, los cultos y los incultos, y lo que es más importante con los conflictos han surgido los problemas (el hambre, el sufrimiento, la injusticia, el temor, la inseguridad).

¿Cuál es el origen de los conflictos? ¿Qué es lo que nos hace sentirnos diferentes al resto de los humanos? Psicológicamente hemos sido educados o programados de la misma forma. Da igual al país que pertenezcamos, cada uno de nosotros tiene un yo que se afana en poseer, en estar seguro, en sentirse bien y disfrutar de la vida, un yo que siente ansiedad a cada instante y que tiene miedo y sufre. Ese yo psicológico es igual para todos y la única diferencia superficial es que se adapta a las circunstancias de cada persona.

Toda la humanidad es esclava de un yo que nos hace pensar de una forma irracional y nos hace sentir emociones de una manera desproporcionada, un yo que por su propia naturaleza psicológica produce conflictos y por lo tanto es la causa de todos los problemas.

La cultura no se plantea que el yo sea algo común porque la cultura en la que nos encontramos rinde culto a la personalidad, al conocimiento y al pasado, o lo que es lo mismo, la propia cultura es una expresión del yo. Si viéramos con claridad, como un hecho, que solamente hay un yo la cultura tal y como la entendemos dejaría de existir y quizás las personas amarían al prójimo como así mismas.

¿Si la causa de todos los problemas humanos son los conflictos y el origen de los conflictos es mi propio yo, qué puedo hacer para colaborar con la humanidad en la creación de una nueva sociedad? Suicidarse no sería una solución porque aunque yo muriese seguiría existiendo el yo del resto de la humanidad.

Quizás la verdadera solución a nuestros problemas está justamente en lo que uno puede hacer y no en lo que puedan hacer los demás, no se trata de proyectar soluciones que den origen a grandes cambios sociales sino de descubrir cuál es la verdadera causa del conflicto humano y que en definitiva esta en uno mismo. Necesitamos mirar en nosotros y descubrir la causa a todos nuestros problemas, encontrar que la solución al problema está en uno mismo, entonces será cuando cambie la humanidad de rumbo.

El ser humano ha de encontrar una forma de vivir que colabore con el resto de la humanidad en un movimiento de comprensión de los conflictos. Es la comprensión, mirar las cosas que suceden desde esa actitud de no saber, y observar los hechos lo que hará posible una sociedad diferente.

El problema de la humanidad está en uno mismo, no está fuera de uno. Es nuestra manera de vivir la que está creando cada día toda esa problemática en la que nos encontramos perdidos. Si observamos con objetividad nuestra vida, y somos honestos, veremos que estamos llenos de conflictos en nuestras relaciones y si ahondamos en la comprensión de los mismos veremos que la naturaleza y el origen de esos conflictos es el mismo que para los grandes conflictos humanos.

Si queremos hacer algo realmente por la humanidad, si nos sentimos de alguna forma responsables por lo que está sucediendo, hemos de darnos cuenta que la causa a todo conflicto está en la propia mente de cada uno, una mente que ha sido condicionada por siglos a pensar que es una mente individual.

Podemos poner nuestra esperanza en tal o cual partido, en algún movimiento social, en alguna revolución de la clase que sea, pero todo ello no sería más que repetir lo que ya hemos hecho multitud de veces y que solo nos ha llevado a una mayor complejidad para poder entender el origen de los problemas.

Las ideas no van a aportar ninguna solución a nuestros problemas humanos y de hecho las ideas aunque parezcan nuevas no son más que soluciones viejas cubiertas de palabras nuevas. No necesitamos conocimientos nuevos para resolver viejos problemas.

Cualquier persona tiene la responsabilidad de preguntarse sobre lo que puede hacer en esta situación en la que se encuentra sumida la humanidad. Es responsabilidad de todos y cada uno de nosotros dar una respuesta a tan inmenso problema y para ello necesitamos poner luz allá donde hay oscuridad.

No solo necesitamos darnos cuenta que el origen de todos nuestros problemas está en nosotros mismos sino que necesitamos compartir dicha observación con el resto de la humanidad. Es responsabilidad de todos nosotros decir con franqueza y honestidad que no somos diferentes de aquellos que criticamos, que la verdadera causa de los problemas humanos está en la mente de cada uno de nosotros, y que el mundo no se soluciona haciendo cosas de forma neurótica sino comprendiendo lo que sucede. Será entonces cuando cada uno de nosotros estará dando una respuesta holística que abarque a toda la humanidad.


miércoles, 5 de febrero de 2014

Vivir muriendo


En estos tiempos la muerte no es algo que nos  impresione mucho, quizás porque estamos acostumbrados a comer con ella mientras vemos las noticias de televisión. Pero cuando nos toca a nosotros, a familiares y amigos, nos suele producir un profundo dolor y tristeza, lo cual refleja  el tipo de relación que hemos mantenido con el fallecido. Es lógico pensar que el grado de dolor de una persona va a estar relacionado con el sentimiento de pérdida o con el grado de apego. Sin embargo algo que no parece tan lógico, y que debe ser todo un descubrimiento para cualquier ser humano, es que donde hay amor no se da el sufrimiento.

Hace unos días falleció un conocido, un amigo con el que había compartido algunas marchas por la sierra, algunas comidas, abrazos, besos, unas cervezas y algunas charlas. Una persona joven que hace unos días estaba sonriendo en la calle y ahora ya no existe.

Cualquier muerte, aunque sea anónima, es un tremendo acontecimiento de un enorme significado y de una gran belleza. Algo parecido sucede cuando observamos consumirse unos fuertes troncos en una hoguera y ver como arden hasta convertirse en cenizas. Es impresionante poder ser testigos de dicha transformación.

La existencia tiene esa virtud de la transformación, del cambio de un estado a otro, es algo así como un milagro, algo incomprensible para la mente humana. El nacimiento es otra de esas transformaciones que encierran un gran significado y que da lugar al desarrollo de una nueva vida.

Quizás los seres humanos con el tiempo y con el conocimiento hemos perdido esa sensibilidad de asombrarnos por esos acontecimientos como son el nacer y el morir. Si somos familiares de un nacido seguramente estaremos alegres pensando a quien se parece, y si somos familiares del fallecido estaremos tristes pensando en lo que hemos perdido. Cuando los seres humanos hacemos del nacimiento y de la muerte algo muy personal perdemos todo su significado universal y en lugar de hablar del hecho lo que hacemos es hablar del nacido o del fallecido.

En sí mismo vivir es un proceso biológico transformador, las células mueren y nacen en un movimiento continuo. Pero psicológicamente, cuando nos pasamos gran parte de nuestro tiempo pensando en lo que queremos lograr apenas somos sensibles que toda nuestra vida está continuamente cambiando y que son nuestras ideas las que dan la sensación de que siempre somos la misma persona o el mismo ser que apenas cambia nada.

Psicológicamente las ideas nos hacen ser seres fijos, poco cambiables, como si fuéramos fotografías. Nuestras opiniones, nuestros conocimientos, nuestras experiencias, nos dan la sensación de que sabemos quiénes somos, pero lo asombroso es que todas esas opiniones o ideas en realidad no somos nosotros, porque esas ideas no son vida y nosotros somos vida. La mayoría de las veces nosotros acabamos muertos por las ideas, pero esas ideas no mueren cuando nosotros morimos, se quedan en el aire esperando a que alguien nazca para meterse en su inocente cerebro.

Para vivir en el momento presente hemos de despertar esa cualidad de la vida de percibir, de observar, de ser sensible a todo aquello que sucede sin necesidad de que haya un motivo para ello, sin necesidad que haya un observador, sin necesidad que ello tenga alguna utilidad. Para vivir hemos de observar que las ideas no nos dejan observar, que las ideas nos nublan los sentidos, entonces en dicha observación las ideas propias o ajenas dejan de tener importancia y solo ocupan el lugar que les corresponde y a partir de ese instante transformador la observación se da en mayor profundidad.

Nosotros no somos diferentes de lo que observamos. Cuando observamos la muerte, nosotros no somos diferentes de la muerte. Podemos negar la muerte, podemos no mirarla, podemos huir de ella, pero la muerte está ahí, justo delante de ti, y se muestra cuando menos te lo esperas.

Vivir con la muerte es algo extraordinario, porque es vivir con lo que uno es, es tener presente y conciencia de lo que somos, entonces la vida tiene un significado enorme. Pero vivir huyendo de la muerte hace que la vida sea un escape, un mero juego en el que uno tiene la sensación de ir ganando y atesorando cosas, pero que al final de la partida acaba uno siempre perdiendo.

Vivir muriendo, permitir que gran parte de las ideas que tenemos dejen de vivir en nosotros, permitir que las creencias irracionales se desvanezcan en el aire, dejar los apegos, morir a todos esos sentimientos de posesión, morir a las experiencias pasadas, morir a los deseos de llegar a ser o de búsqueda de seguridad, morir a todas las heridas o frustraciones y sueños, morir al sentimentalismo…., mantener esa actitud de aprender, para vivir y morir al mismo tiempo.

Aquello que está continuamente cambiando no muere. El ahora, ese instante en el que todo sucede y que da lugar a otro instante como un movimiento continuo es la eternidad. Vivir psicológicamente  en ese ahora es vivir en la eternidad, es vivir muriendo, o siendo transformado, y naciendo en el mismo instante.