viernes, 25 de julio de 2014

¿Somos personas íntegras?


Aunque en general las personas casi nunca hemos pensado o nos hemos hecho esta pregunta, sin embargo la mayor parte de las personas nos consideramos personas íntegras, quizás porque de igual modo nos consideramos personas honestas y auténticas.

Podríamos decir de una forma sencilla que la integridad es la cualidad de ser puro, auténtico y fiel a sí mismo. Teniendo en cuenta esta breve definición de integridad podríamos inferir que cualquier cosa es íntegra en sí misma, incluyendo al ser humano.

En la presente reflexión cuando nos referimos a la integridad de las personas, nos estamos refiriendo al conjunto de aspectos psicológicos de la personalidad que hacen que una persona se relacione de forma honesta, correcta, sin hacer daño y fiel a sí misma.

Una persona íntegra es una persona que psicológicamente no está fragmentada, que no está corrompida, es una persona coherente con su naturaleza humana y en donde la persona y el ser humano forman una unión íntegra que vive en armonía consigo mismo y con su entorno.

Una persona es íntegra cuando su condición psicológica y su condición biológica están en armonía, es decir cuando el cuerpo, la mente y el corazón están operando juntos de forma inteligente.

Para que una persona adquiera esa cualidad de la integridad tiene que estar dispuesta a conocerse a sí misma, comprender sus pensamientos, sentimientos y conductas, permitir a su mente observar lo que sucede sin prejuicios ni limitaciones y descubrir la naturaleza misma de los hechos. No cabe duda que para poder aprender se requiere honestidad (ser sincero con uno mismo y con los demás), vulnerabilidad (estar dispuesto a ser afectado) e inocencia (una actitud humilde de no saber realmente y permitir que la vida nos enseñe).

Nuestra falta de integridad tiene su primera causa en que interiormente estamos corrompidos, condicionados, hipnotizados, y no somos capaces de darnos cuenta de ello. Son nuestras experiencias y conocimientos almacenados en la memoria los que nos convierten en personas mezquinas y falsas, y por esa razón una persona íntegra es aquella que no se deja llevar por la experiencia o el conocimiento sino por la observación de los hechos.

Necesitamos expresarnos a nosotros mismos de manera auténtica quienes somos, ser conscientes de nuestros deseos y de nuestros intereses. Para ser íntegros necesitamos sacar de nuestro interior todo ese mundo de vergüenza y miedo que no nos permite vaciarnos limpiamente para actuar con pureza. Por no saber comunicar lo que hemos experimentado en el pasado nos hemos convertido en seres deshonestos que han diseñado una vida basada en ocultarnos a nosotros mismos y que hoy en día se refleja con comportamientos neuróticos.

Una persona íntegra no es una persona segura, ni es una persona que hace el más mínimo esfuerzo por mantener una imagen, un estatus o unas ideas. Una persona íntegra es una persona flexible y dura como el bambú, fuerte y libre como el viento, profunda y misteriosa como el mar.

Una persona íntegra puede estar equivocada pero no convive ni se aferra a sus equivocaciones. Es una persona que está dispuesta a ayudar a los que lo necesitan y con la que podemos contar para caminar juntos, pensar juntos, observar juntos, por esta senda que es la vida.

No hay integridad en esas personas que intentan lograr ser mejores personas o intentan tener una mente sobrenatural o les gustaría iluminarse o que se les aparezca la virgen. En todo ello hay codicia y envidia a través del deseo de conseguir lo que uno cree que otros han conseguido. La integridad está en uno mismo y no hay que buscarla en la India, en la meditación, en el yoga, en los ejercicios espirituales, en la ya-guasca, o en dios sabe qué.

Toda esa disciplina y control para conseguir estar atentos no es más que un sacrificio de lo que somos y una negación de la posibilidad de comprendernos a través de la simple observación de nuestros actos.

Si huimos de las relaciones para encontrarnos a nosotros mismos, entonces jamás nos encontraremos porque es en la relación donde realmente existimos.

La falta de integridad no es que no seamos perfectos sino que seamos contradictorios, que estemos continuamente dañándonos, mintiéndonos y auto engañándonos.

Vamos hacia la integridad cuando dejamos de ir psicológicamente hacia cualquier lugar. Ese movimiento de llegar a ser es la principal causa de nuestra desintegración, sin embargo cuando nos miramos y vemos lo que somos o cuando nos vemos en el espejo del prójimo, entonces comenzamos a ser íntegros, comenzamos a integrarnos con nosotros mismos y con el prójimo.

No se puede ser íntegro en una situación de comodidad o sin arriesgarse a ser vulnerable, es cuando las situaciones son difíciles cuando se ve la integridad de las personas. Ahora que estamos en una situación de profunda crisis económica y humana, es cuando podemos ver a personas cuya integridad les permiten mostrar a los demás que se puede vivir y responder de una forma diferente.

En los momentos de crisis, las personas íntegras están ahí presentes colaborando de forma práctica, mientras que las personas sin integridad se aprovechan de las circunstancias para sacar aún un mayor provecho personal.

Una persona se le puede ocurrir pensar que le gustaría ser integra, como de igual forma le gustaría ser libre, ser santa o sentir el amor, pero todo eso no son más que muestras de una persona influenciable que va por la vida tratando de conseguir ideas o ideales que no tienen realidad alguna.

Una persona íntegra es una persona poco influenciable cuya solidez se ha ido formando a base de comprender y de distinguir por sí mismo, y en sí mismo, lo verdadero de lo falso.

Está claro que el mundo está repleto de personas que se creen íntegras y que creen distinguir con total claridad lo verdadero de lo falso. Habría que ver si esa claridad sobre lo verdadero o lo falso se refieren a ellos mismos, y por lo tanto es una muestra de integridad, o por el contrario se refieren a los demás, y por consiguiente es una forma de desintegración y aislamiento.

La integridad no es una cuestión de decisión o de elección, sino una cuestión de atención, inteligencia y libertad.

¿Puede alguien decirse a sí mismo que es íntegro? ¿Puede una persona humilde saber que es humilde? ¿Puede un sabio saber que es sabio?

La integridad, la humildad, la sabiduría, el amor….no son metas que uno puede conseguir, son verdades mucho más hermosas que un simple logro, son cualidades de la propia vida, de esa vida que se manifiesta en nosotros mismos.
¿Podemos ser conscientes o percibir esas verdades? Pienso que es una cuestión de sensibilidad y la sensibilidad existe cuando hay integridad, humildad, sabiduría y amor.

miércoles, 23 de julio de 2014

¿Que es el respeto?


Muchas veces en mi vida me he preguntado a mi mismo como he soportado  tantas faltas de respeto. Después de muchos años me he dado cuenta que solo es posible aguantar faltas de respeto cuando uno mismo no se tiene ningún respeto.

Hemos aguantado y aguantamos gritos, reproches, insultos, desprecios, agresiones, porque la persona que nos está faltando al respeto tiene una posición de autoridad sobre nosotros, como es el caso de nuestros jefes o nuestros padres, y no hemos sido capaces o no somos capaces de hacer algo para no permitir que nos falten al respeto. Da la sensación que en la medida que pasa el tiempo aún es más difícil hacer frente a esa situación.

Es necesario hacer algo para no permitir que nos falten al respeto, pero para ello nunca se debe caer en faltar al respeto, porque eso sería como decirle a alguien gritando que no nos grite. Hemos de encontrar la manera de expresar con respeto que no vamos a permitir que nos falten al respeto y si no lo hacemos, entonces estaremos colaborando con dicha falta de respeto y estaremos faltándonos al respeto a nosotros mismos. Quizás baste con decir en esos momentos: puedes decirme lo que quieras con el objeto de corregirme, podemos discrepar y discutir, pero no me faltes al respeto y no voy a permitirte que me faltes al respeto.

¿Nos hemos preguntado alguna vez que es el respeto?

El respeto nace cuando sentimos admiración por algo y se desarrolla a través del reconocimiento, de la consideración, del aprecio y de la atención.

Sentimos respeto cuando, por encima de nuestros intereses personales, admitimos y comprendemos que todos los seres tienen derecho a vivir con dignidad. Cuando un niño nace en este mundo tiene derecho a ser respetado y cuidado para que pueda vivir con dignidad, pero la forma de vivir egoísta de los seres humanos hace que un gran número de niños mueran de hambre y sed.

¿Cómo puede haber respeto cuando las personas dirigen sus vidas de forma egoísta, cuando las personas solo piensan y viven para sí mismas, para sus ideas y para su codicia? Donde hay egoísmo no puede haber verdadero respeto, donde hay egoísmo hay astucia e hipocresía en forma de buenos modales y amables palabras.

Respetar no basta con admitir los derechos ajenos sino que para que exista el respeto es necesario hacer lo posible para proteger dichos derechos. Cuantas veces nos creemos respetuosos hasta que algo o alguien ponen en riesgo nuestros intereses, nuestra imagen o nuestra seguridad y arremetemos contra lo que sea con tal de no ser perjudicados.

Todas esas formas de conducta que son reacciones al sentirnos heridos, por un comentario que discrepa con nuestras ideas, son faltas de respeto. Donde hay miedo no puede haber respeto, porque el miedo es una de las causas de la falta de respeto.

Donde hay respeto hay relación, una relación basada en compartir y convivir juntos en un mismo espacio sin necesidad de dañarnos.

El respeto es una muestra de inteligencia. Lo que somos depende de lo que son los demás.

En un mundo donde existe el valor de la competencia, de la lucha por el poder, del logro de vencer, de la sumisión de unos y el autoritarismo de otros, solo puede reinar la ignorancia. Unas personas no pueden crecer a costa de otras, quizás si lo pueden hacer físicamente pero jamás lo podrían hacer holísticamente. Tenemos una visión algo miope de lo que somos para no darnos cuenta que el bienestar del prójimo es nuestro propio bienestar.

Ahí tenemos el caso de los israelitas y palestinos, hermanos enfrentados por la ambición, por las ideas y por la ignorancia, que no comprenden que para ser respetado hay que empezar respetando. Y lo mismo ocurre en nuestras propias casas cuando queremos que nuestros hijos sean lo que no son o cuando nos desvaloramos en comparación con otras personas.

El respeto se basa en tratar a los demás como te gustaría que te tratasen a ti, es permitir que las personas se equivoquen y que encuentren la forma de aprender de sus propios errores.

Debemos comprender que es ofensivo e incluso degradante intentar forzar a una persona a ser algo diferente a lo que es. El respeto no tiene que ver con los logros o las capacidades de las personas, sino que el respeto empieza por la admiración al ser humano como tal. Cuantas veces faltamos al respeto porque no nos gusta lo que hacen o dicen los demás y no comprendemos que faltándoles al respeto creamos desconfianza y dejamos de estar realmente relacionados.

Faltamos al respeto cuando no permitimos que los demás hagan lo que tienen que hacer y asumimos el trabajo ajeno porque en el fondo sino lo hiciéramos nos sentiríamos vacios y sin saber qué hacer.

Faltamos al respeto cuando somos atendidos con afecto y no tenemos en consideración a la persona que nos cuida.

Faltamos al respeto cuando utilizamos a los demás para hacer lo que nosotros tenemos que hacer, lo cual es una forma cruel de explotación.

¿Por qué faltamos al respeto?

Quizás faltamos al respeto porque estamos desengañados de nosotros mismos, porque la frustración de no haber conseguido nuestros deseos nos ha dejado una actitud hostil que hace comportarnos enfadados y fríos con el mundo. Las personas que faltamos al respeto somos personas confusas, débiles y psicológicamente desorientadas, aunque aparentemente estemos en una situación de superioridad. Las personas que no nos permiten que les faltemos al respeto nos dan la oportunidad para que podamos darnos cuenta de nuestra actitud y podamos relacionarnos de una forma más saludable.

Las faltas de respeto pueden ocurrir de forma puntual, pero no podemos engañarnos y si miramos detenidamente podremos observar que cuando se falta al respeto a una persona es que vivimos con una actitud de falta de respeto en general hacia todas las personas. Por esa misma razón es importante parar la falta de respeto porque involucra a muchísimas personas y abre la posibilidad de hacer un mundo mejor.

Exigir respeto es más bien una forma de orgullo y egoísmo. Hay personas que piensan que respetan a los demás y exigen ser respetados de igual modo, pero no es más que un falso respeto y que equivale a decir: allá cada cual con sus problemas.

Vivir de una forma burguesa es vivir de una forma irrespetuosa. El burgués se permite el lujo de opinar de cualquier problema humano sin mover un solo dedo para solucionarlo, es un ser que se ha vuelto insensible por la comodidad en la que vive, su vida es como un plan en donde el único objetivo es matar el tiempo de la manera más placentera posible. Hay burgueses con poco dinero y con mucho dinero, con ideas comunistas y con ideas capitalistas, los hay religiosos y filósofos, porque en definitiva el burgués es un ser sumido en la frustración que ni admira al ser humano ni admira la vida.

He leído a reconocidos filósofos expresar que el respeto es un fin en sí mismo entre los seres humanos y he de decir con respeto que discrepo, que todo aquello que lo convertimos en un fin lo hacemos imposible y lo negamos, y por esa razón nunca se solucionara el problema entre israelíes y palestinos. El respeto es un medio para conseguir un fin y sin respeto los seres humanos difícilmente podemos sobrevivir. Si no ponemos respeto en nuestra vida, nuestra vida tiene poco sentido.

El respeto a uno mismo empieza por admirar lo que somos, no lo que creemos ser, y necesitamos reconocernos como seres que forman parte de una naturaleza extraordinariamente hermosa y misteriosa. Cuando las ideas condicionan lo que somos nos perdemos el respeto a nosotros mismos y nos convertimos en esclavos de ellas, por esa razón hemos de considerarnos, de tener en cuenta a la hora de tomar decisiones que somos un cuerpo al que cuidar y atender de forma sencilla y amorosa. ¿De qué sirve vivir siendo personajes famosos o sosteniendo una imagen social valorada si no somos capaces de abrazarnos, de mirarnos sin ideas, de permitirnos sentirnos y ser lo que realmente somos?

El respeto a uno mismo se muestra cuando somos agradecidos, cuando tenemos un alto sentido de la reciprocidad y del afecto. Vivir con respeto a uno mismo, es vivir aprendiendo y madurando, aprovechar las oportunidades que nos dan las circunstancias para comprender esta danza maravillosa que es la vida.

Donde hay verdadero respeto hay confianza, la confianza de que nunca te van a reprochar, nunca te van a despreciar, nunca te van a gritar, nunca te van a culpar, nunca te van a dejar de escuchar y nunca te van a dejar de admirar y de amar.




lunes, 21 de julio de 2014

El personaje de Facebook


El personaje de una red social, como facebook o twiter, comienza cuando abrimos una cuenta y creamos un perfil con los datos personales, luego vienen los amigos, los comentarios, y por último nos encontramos alimentando y soportando a un personaje que en realidad no somos, que se basa en mostrar aquello con que nos identificamos. En lugar de mostrar nuestra propia identidad exponiendo todo aquello que de forma creativa pueda surgir de nosotros mismos, lo que mostramos es lo que otros han hecho, de tal forma que vamos seleccionando de otros sitios de internet, reflexiones o ideas de otros personajes, para hacernos un personaje a medida de nuestra imaginación.

Vivimos en un mundo de ficción, un mundo imaginario, con un personaje que es una imagen que nos hemos creado de nosotros mismos para encontrar el afecto o el aprecio de los demás. Finalmente si conseguimos algún tipo de aprecio, o de aliento, con los comentarios que nos hacen los amigos, quien lo consigue es nuestro personaje y nosotros en el fondo seguiremos siendo seres más bien solitarios, sin verdaderas relaciones y sin verdaderos amigos, frágiles y temerosos de la vida real y de lo que somos.

¿Acaso no es infantil y poco maduro estar continuamente compartiendo citas de otros cuando uno en realidad no aporta nada de sí mismo? Uno acaba convirtiéndose en un escaparate, en una imagen virtual y en algo puramente superficial.

Quizás nos gustaría que el mundo fuera según los gustos o preferencias de nuestro personaje y por esa razón insistimos de forma obsesionada en los mismos asuntos una y otra vez, de tal manera que los otros personajes se den cuenta del valor que tiene lo que compartimos. Pero todo eso que tratamos de compartir no tiene valor alguno porque ni siquiera ha surgido de nosotros mismos.

En realidad el mundo está como está, donde suceden una infinidad de hechos surrealistas, porque hay demasiados personajes tratando de compartir o imponer su ficción o su imaginación a los demás.

¿Qué estamos haciendo con la vida? La vida es contacto, la vida es relación, la vida tiene un profundo sentido de lo real y sin embargo día a día con nuestra manera de usar los móviles y los ordenadores la estamos despreciando y nos estamos alejando de ella.

Los seres humanos tenemos muchos problemas que resolver, tenemos mucho de qué hablar para darnos cuenta de las falsedades que subyacen en nuestra educación, y para ello necesitamos despertar nuestros sentidos y aprender a observarnos y a escucharnos de forma real.

Cada día somos más y más dependientes de los móviles, del whatsapp, del facebook, y porque queremos sentirnos unidos a otras personas nos conectamos  de forma casi continua cuando vamos en el metro, en el autobús, cuando estamos en casa, cuando estamos de viaje, cuando estamos solos o acompañados.

Cuando estamos hablando por teléfono, o chateando con el whasapp, no estamos atentos a lo que está ocurriendo a nuestro alrededor, estamos abstraídos con la conversación y perdemos sensibilidad para darnos cuenta de lo que estamos viviendo realmente. Por esa razón esos medios de comunicación lo que están consiguiendo es mantenernos incomunicados con las personas que nos rodean.

¿Podemos darnos cuenta del personaje que somos y darnos la oportunidad de ser reales? Un ser real no necesita un personaje, salvo para cuestiones formales, ni necesita estar conectado con otros personajes. Un ser real necesita estar en comunicación con otros seres reales para compartir una vida con afecto donde poder desarrollarse y madurar.

No se trata, ni se pretende, ir contra la tecnología. En la medida en que las máquinas se desarrollan los seres humanos también necesitamos desarrollarnos para hacer un uso adecuado de ellas, pero si las máquinas se desarrollan y nosotros no maduramos, acabaremos sucumbiendo o convirtiéndonos en máquinas y quizás la mayor señal de ello es ese personaje de ficción que tratamos de ser a toda costa.

Observemos y hagamos conscientes el uso que estamos haciendo de las redes sociales y de los teléfonos móviles, pongamos atención a lo que nos motiva o lo que pretendemos compartiendo esas citas o artículos de otros, veamos si realmente tenemos amigos o son solo espectros con los que sentirnos unidos, y cuando hayamos visto con detenimiento lo que estamos haciendo podemos ver a donde nos va a llevar todo eso y cuál es el precio que estamos pagando por mantener dicho personaje, entonces podemos plantearnos si merece la pena permitir que el personaje siga condicionado nuestra vida real.

La vida real también está llena de personajes. Desde que nacemos nos dan una cuenta como persona, nos crean un perfil con un nombre y apellidos y nos ubican en una familia con unas ideas y unos valores para formar parte de una Red Social donde solo interesan personajes y nunca seres humanos de los de verdad.

Permítete ser real, dar besos reales y deja de enviar símbolos que no tienen apenas valor alguno salvo el de potenciar el sentimentalismo y crear un mayor conflicto al que ya existe.