miércoles, 11 de diciembre de 2013

Taller sobre la Ignorancia


Vamos a realizar una práctica que posibilite el darnos cuenta de nuestra ignorancia, el aprender de ella y por último el liberarnos de la misma, para ello vamos a elegir cada uno de nosotros una de esas verdades de las que estamos muy seguros y que de alguna forma es parte de la maravillosa imagen que tenemos de nosotros mismos o que los demás tienen de nosotros.

Como no es fácil dar el primer paso vamos a ayudarnos para ello de un listado de posibles grandes verdades que sostenemos con gran certeza:

·        Creer que hay personas que saben más que uno mismo.

·        Tener fe en Dios.

·        Creer que uno es una buena persona.

·        Pensar que uno puede ayudar psicológicamente, o educar, a otros.

·        Creer que la felicidad esta en lograr o conseguir algo.

·        Tener la certeza que uno ama a alguien.

·        Creer en llegar a ser diferente con el tiempo y la práctica.

·        Creer que somos canales de energía.

Ahora vamos a elegir cualquiera de ellas y después vamos a cuestionarla, es decir vamos a dudar si realmente es cierta o simplemente descubrimos que algún día en el pasado decidimos creer en ella como si fuera una verdad.

Yo voy a escoger como ejemplo la primera de la lista ´Creer que hay personas que saben más que uno mismo´ para hacer la práctica y ustedes pueden tomar cualquiera de ellas siguiendo más o menos los mismos pasos y la manera de reflexionar que se van a mostrar.

¿Qué significa que yo creo que hay personas que saben más que uno mismo? Significa que yo tengo la creencia que unas personas saben más que otras y que incluso unas personas son más inteligentes que otras y por consiguiente creo firmemente que hay personas que saben más que yo y que me pueden ayudar en mi vida con mis problemas o para lograr mis deseos.

Para delimitar y entender en su justa medida lo que quiero decir al expresar ´saber más que yo´, no me estoy refiriendo a que una persona tenga más o menos capacidades o destrezas manuales o mentales sino que me refiero al saber psicológico, a creer que una persona sabe más que yo psicológicamente sobre la vida, y que me pueda asesorar o aconsejar sobre cómo resolver mis problemas de relación, mi ansiedad, mi desequilibrio emocional, mis temores a la soledad, al sufrimiento y a la muerte.

Parece lógico pensar que si una persona está aconsejando a otra psicológicamente es porque ella misma ha resuelto los mismos problemas y no sería lógico pensar que alguien que no ha resuelto sus propios problemas esté aconsejándonos a resolver los nuestros y encima nos cobre dinero por ello: comprándole algún libro, pagando una consulta o pagando la asistencia a una conferencia.

¿Cómo sabemos si la persona que nos está aconsejando o que estamos escuchando ha resuelto nuestros mismos problemas? Normalmente, y debido a nuestra creencia, creemos que esas personas ya han trascendido la clase de problemas que nosotros tenemos y los vemos como iluminados o seres inteligentes y bondadosos, pero no se nos ocurre pensar que puede ser que esas personas tengan nuestros mismos problemas.

Desde niños hemos aprendido a través de los mayores la capacidad del lenguaje, a nombrar objetos y expresar ideas, y en definitiva a comunicarnos. También hemos aprendido habilidades mentales como las matemáticas y habilidades físicas como nadar o montar en bicicleta.

Quizás por esa razón hemos creído como una verdad que alguien también puede enseñarnos a ser felices, a ser plenos, a resolver nuestros problemas de relación, y nos pasamos la vida leyendo libros, yendo al psicólogo o al amigo de turno, o buscando algún gurú o personaje a quien seguir o imitar.

Hemos creído que los psicólogos no tienen problemas psicológicos, que los curas no tienen problemas morales, que los políticos no tienen problemas éticos o que los mecánicos no tienen averías con su coche, lo cual es absolutamente falso y justamente cada uno de ellos adolece más del mal que cree saber.

Lo cierto es que en la medida que tratamos de buscar ayuda o imitar a otros, seguir a otros, bien sea a través de sus ideas o de sus actos, lo que conseguimos es ser aún más dependientes y por tanto aumentamos nuestro nivel de frustración, gastamos un montón de energía en vano y perdemos el tiempo porque todo lo que hay que saber sobre el vivir no necesitamos aprenderlo de nadie y nadie nos lo puede enseñar salvo nosotros mismos.

A veces no está bien delimitada la frontera entre lo que es conocimiento operativo o instrumental y lo que es conocimiento psicológico o subjetivo, y por esa razón podemos pasar años aprendiendo determinadas técnicas que persiguen determinados logros psicológicos, lo cual raya la estupidez. Ninguna técnica, imposición de manos, brebaje, carta astral, explicación, va a inducirme la comprensión de algo en mi vida y más bien lo que va a conseguir es condicionarme aún más y hacer más compleja si cabe mi existencia.

De la misma forma, en este sentido psicológico de la vida, nosotros no podemos enseñar a nadie, ni siquiera a nuestros hijos, porque lo cierto es que la gran mayoría de las personas que dan conferencias sobre autoayuda, de la clase que sea, lo único que hacen es vivir del cuento a consta de crear ilusiones en los demás. Y su principal logro es que han sabido explotar con descaro el asunto del que hablan.

Tratamos de mostrar una imagen de que sabemos y de que podemos enseñar pero lo cierto es que detrás de esa imagen hay un ser débil y frágil que necesita ser apreciado, ser tenido en cuenta, porque de lo contrario se moriría de soledad y frustración. Cuando ya hemos perdido toda esperanza de aprender es cuando surge en nosotros la necesidad de enseñar, como engañándonos a nosotros mismos de que ya hemos llegado al final y a la vez engañando a los demás de que nos necesitan para aprender.

No hay nada más penoso que ver a un maestro enseñar. Los maestros que se dedican a enseñar es que no saben, los que saben se dedican a descubrir y aprender. Solo es posible enseñar cuando se está aprendiendo, cuando las personas aprenden juntas, de lo contrario todo lo que uno puede enseñar no es más que sabiduría muerta.

Solemos identificarnos, alabar o apreciar determinadas ideas o personajes, porque se nos ha educado para desear ser alguien diferente a quien somos, y eso refuerza nuestro propio desprecio o rechazo a alguna parte de nosotros mismos, y acabamos deseando una idea que imaginamos real, en un movimiento egoísta que es absurdo porque nunca conseguiremos ser nadie, ni tener lo que tengan otros, siempre e inevitablemente estaremos con nosotros mismos.

Aprendimos desde pequeños a sentirnos incompletos, a sentirnos incapaces, a pensar con las mentes de nuestros mayores y poco a poco llegamos a convertimos en seres acomplejados que se niegan a sí mismos la posibilidad de aprender del maestro que hay en cada uno de nosotros.

Es realmente vergonzoso ver el gran comercio que existe entre lo que saben y los que no saben, entre los explotadores y los explotados, y todos ellos navegan en la ignorancia de creer enseñar y creer aprender.

Para liberarse uno de esa relación de dependencia ha de comprender que en el vivir uno solo puede depender de sí mismo, uno solo puede creer en sí mismo, uno tiene que sembrar, regar y recoger en su propia tierra.

Pobre de aquellos que siembran y laboran en tierra ajena esperando las migajas que el amo les quiera regalar, y por esa razón en cuestiones psicológicas más vale morirse de hambre que pedir limosna o lo que es lo mismo, más vale no saber nada que saberlo de segunda mano.

Por todo ello nadie me puede enseñar a relacionarme, porque esa enseñanza corresponde a cada uno, y nadie me puede enseñar a ser inteligente o a amar porque esa enseñanza solo es propio de cada ser.

Si ha comprendido que los demás son tan ignorantes como uno mismo, que uno no debe dejarse llevar por las apariencias, entonces uno debe dejar la idea de que alguien le ayude, no resistirse a madurar y empezar a hacer frente uno mismo a todos esos problemas, conflictos o inconvenientes que uno mismo ha creado en las relaciones. Es maravilloso sentirnos responsables, con independencia de nuestra capacidad o incapacidad, para resolver nuestros asuntos psicológicos, filosóficos o morales, y permitir ser ayudados única y exclusivamente en el terreno fisiológico.

Si después de esta sencilla y clara reflexión usted aún sigue creyendo que alguien puede enseñarle psicológicamente algo o que alguien puede saber más que usted mismo es que aún no se ha enterado que toda la sabiduría del mundo en boca ajena no le sirve a usted de nada más que para frustrarlo aún más y que más vale que empiece a creer en sí mismo y deje de estar acomplejado porque eso en definitiva es lo que no le permite caminar con la cabeza erguida mirando hacia delante y aprender de lo que usted mismo es capaz de ver.

Si a pesar de todo aún sigue pensando en su incapacidad y delegando su responsabilidad en otros, no se preocupe, ponga esperanza en la posibilidad de volver a nacer y tener más suerte la próxima vez.