sábado, 22 de diciembre de 2018

Falsa Navidad

Las fiestas en general son días de vacaciones en los que podemos descansar de la rutina diaria del trabajo o de los estudios. En ese tiempo libre necesitamos relajarnos, equilibrarnos y coger nuevas energías, tanto desde un punto de vista físico como psicológico. Y para lograrlo no hay nada mejor que reposar en casa, reflexionar sobre lo que estamos viviendo, pasear tranquilamente por un parque, visitar a unos amigos o leer un libro. Sin embargo, es como si nos sintiéramos obligados a planificar las fiestas para hacer lo máximo posible, lo que demuestra que nuestro tiempo libre no es tan libre como creemos, pues es tanta la presión social y personal que recibimos que prácticamente todo el mundo se vuelve loco intentando ser feliz y estar alegre a través de las compras, los regalos, las comidas, la diversión y las bebidas azucaradas o alcohólicas.

La sociedad de consumo nos manipula de forma sentimental y romántica para comprar y consumir lo máximo posible sin importar el daño que todo ello acaba haciéndonos a nosotros y al mundo entero: gastar un dinero innecesario o que no tenemos, alimentarnos de una forma poco saludable, tener momentos de excitación o euforia que luego pasan factura, relacionarnos aparente y superficialmente, entrar en conflicto con uno mismo y con los demás, olvidarnos e insensibilizarnos de los problemas humanos, y al final de las fiestas vuelta a una rutina con bastante menos energía que cuando la dejamos.

Hay toda una ciencia dedicada a llamar la atención del ciudadano para que se una al despilfarro, a la juerga, a la alegría de vivir, a unirse a los demás. En el fondo todas esas festividades son falsas creencias que tratan de arrebatarnos el dinero que tanto nos ha costado ganar con la esclavitud del trabajo. Se dice que a nadie le amarga un dulce, pero lo cierto es que hay que ser muy tonto para no saber que los dulces acaban amargándote la vida.

Algo bien distinto es vivir durante los 365 días del año con alegría, gozar de la naturaleza, sentir afecto por todos los seres de este mundo con independencia de su condición, estar agradecido por formar parte de este maravilloso misterio que es la vida y poder cubrir las necesidades básicas, observar el transcurso del tiempo y darse uno cuenta que aún queda mucho trecho por recorrer como para estar perdiendo el tiempo y la salud en fiestas cuya alegría y sentimientos son aparentes.

La mayor fiesta que uno puede celebrar es amar al prójimo, sentir a los demás como a ti mismo, darte cuenta que los problemas de los demás son tuyos también, y que la belleza de la vida surge con la compasión. Si queremos celebrar algo: que no sea con dinero, que sea con acciones que den un valor y significado a nuestra existencia.

¡Felices días festivos, que sean un provecho para conocernos un poquito más!

martes, 18 de diciembre de 2018

¿Queremos ayudarnos a nosotros mismos?

Sin lugar a dudas todo ser vivo, incluyendo a los seres humanos, hacen lo posible por sobrevivir en las mejores condiciones posibles. Y si lo consiguen llegan a vivir tantos años como su biología se lo permite, pues de lo contrario fallecen antes de tiempo o subsisten de una manera penosa y sufriente.

¿Quién no se quiere ayudar a mejorar su condición de vida? Todos tenemos problemas y tratamos de solucionarlos, pero algo no estamos haciendo bien cuando no resolvemos dichas situaciones y además todo indica que poco a poco se van empeorando. Pasamos de tener un problema con un vecino a tenerlo con un amigo, después con un familiar, mas tarde con la propia pareja, y cuando menos nos lo esperamos padecemos una enfermedad o nuestra economía se desploma.

Pero, ¿queremos realmente ayudarnos o, en el fondo, no queremos?

Si una persona tiene problemas de dinero porque vive por encima de sus posibilidades o nivel de vida, está claro que en algunos momentos pasará verdaderos apuros teniendo que pedir prestado, lo que no resolverá su problema sino que en cierta medida lo agravará en el futuro. A parte de los problemas de salud que conlleva consumir lo que no necesitamos o vivir de caprichos, nuestra economía no se sostiene. La manera de ayudarnos pasa por darnos cuenta de que no podemos vivir manteniendo unos valores de consumo tan elevados que a la larga lo único que consiguen es asfixiarnos. Ayudarnos representa cuestionar valores artificiales como el placer y descubrir qué es vivir de una manera placentera, satisfactoria o gozosa sin necesidad de poner en riesgo nuestra salud.

Del mismo modo, si una persona tiene problemas de relación porque ya no se entiende con la pareja, ha dejado de hablar con familiares, está enemistada con algún vecino o no se lleva bien con compañeros del trabajo, está claro que pasará por momentos de frustración que le impulsarán a aislarse en sí misma, o buscará un psicólogo que la consuele, lo que no resolverá el conflicto sino que lo agravará. Pero no podemos vivir cada día más y mas aislados porque tenemos conflictos con la gente, pues acabaremos insensibilizándonos del mundo y enfermando. Necesitamos ayudarnos a comprender lo que nos pasa, encontrar la causa de los conflictos, y descubrir el valor y significado de las relaciones.

Desgraciadamente hay muchas personas que han intentado cambiar sus comportamientos o transformar sus vidas, pero han fracasado una y mil veces porque están tan condicionadas e identificadas con ideas de todo tipo que ello les ha impedido ayudarse realmente. Por otra parte, no es posible que nos mostremos indiferentes ante personas cercanas que se abandonan a una muerte segura sin intentar mejorar su condición humana a pesar de estar pasando por una situación de verdadera urgencia.

Psicológicamente nadie puede ayudar a otro, no obstante podemos ayudar a que los demás encuentren la manera de ayudarse a sí mismos, desarrollen recursos propios en el interior de su cerebro y sean capaces de responder con acierto ante tanta confusión personal, pero para que eso sea posible han de mantener el deseo de ayudarse a sí mismas. 

lunes, 5 de noviembre de 2018

¿Somos responsables de lo que sucede?

Todos los días aparecen noticias en los medios de comunicación relacionadas con asesinatos, violaciones, corrupción o delincuencia, y parece ser que a la mayoría de las personas nos complace pensar que cada individuo es libre de actuar de un modo u otro y que al final el que la hace la paga.

Hay quién piensa que las personas están condicionadas de por vida por el entorno social en el que nacen y se desarrollan, y que sus acciones no son voluntarias sino la consecuencia de una sociedad egocéntrica, irracional e ignorante. ¿Hasta qué punto uno es responsable de sus actos cuando las circunstancias le han moldeado para actuar como un delincuente?

Pensemos lo que pensemos, la cuestión es que diariamente aparecen nuevos casos de asesinatos sobre niños o mujeres que ponen los pelos de punta, de violaciones de grupo sobre alguna mujer indefensa o de grupos mafiosos en el poder que, en lugar haber estado trabajando para el bien común, estaban satisfaciendo su codicia. También observamos los profundos conflictos humanos, las enormes desigualdades, la gran pobreza que padece millones de seres, la falta de libertad y de cordura.

¿Qué podemos hacer ante tanta adversidad? Es fácil juzgar, culpar y sentenciar a cualquier desgraciado que han cogido con las manos en la masa, pero no sabemos hasta donde estamos solucionando la causa de los delitos.

¿Cómo es posible que cada persona no se sienta responsable de lo que sucede? ¿Acaso no somos todos participes del mundo que hemos creado, estamos sosteniendo y damos continuidad?

No es cuestión de justificar o disculpar a nadie de sus acciones sino de asumir que la responsabilidad es común, de todos, y que cada individuo ha de responder según el lugar que ocupa en la sociedad. Por tanto no se trata únicamente de juzgar a una persona y condenarla los años que correspondan, sino de juzgar a una sociedad entera, instituciones y personas, y sentenciarlas a corregir la complicidad que han tenido en el asunto. Unos irán a la cárcel, otros modificaran ciertas normas, otros educaran mejor, otros comprenderán su egoísmo y otros serán más compasivos, pero todos asumiendo su responsabilidad. Está claro que no se va a cambiar un sistema social o judicial de la noche a la mañana, pero al menos comencemos por asumir que estamos implicados directamente en las atrocidades que suceden delante de nuestros ojos. Uno es una consecuencia de lo que es el mundo y el mundo es una consecuencia de lo que es uno.

lunes, 29 de octubre de 2018

Vivir en Orden

¿A quién no le gustaría poner orden en su vida? Pasamos por momentos de gloria, o de pura satisfacción, que cruzan nuestra mente como si fueran estrellas fugaces. Otras veces nos encontramos perdidos e incluso desesperados, sintiendo que el tiempo se ha detenido mientras nos desgarramos por dentro. Durante la mayor parte de nuestra vida estamos ocupados tratando de lograr, con mayor o menor ilusión, aquello que nos hemos propuesto, con lo que nos hemos comprometido o nos sentimos responsables.

No hemos descubierto una forma de vivir estable, madura y equilibrada. Somos como un corcho flotando en el mar que, llevado por la marea, no puede hacer nada para cambiar su destino.

No es difícil comprender que somos seres condicionados a vivir sintiéndonos separados los unos de los otros. Esa realidad subjetiva nos hace sentir psicológicamente solos y ello nos impulsa a juntarnos con los demás, a depender de ellos con desesperación, lo cual tiene como consecuencia el llegar a convivir en eternos conflictos que no tienen solución.

Tampoco es difícil comprender que el conflicto está en la propia mente de uno mismo y que a partir de ahí se proyecta a nuestras relaciones. Quizás la vida tiene su dureza y por eso necesitamos tener los sentidos sanos y bien despiertos, pero lo más duro es cuando uno se machaca a sí mismo debido a la frustración, a la culpabilidad, o a la impotencia de haber intentado, una y mil veces, poner orden y no conseguirlo.

Tenemos la idea de que la comprensión es un proceso de maduración, es una consecuencia del esfuerzo de la razón al intentar encontrar sentido a los problemas en los que estamos inmersos. Pero la comprensión no tiene la naturaleza del conocimiento, no es memorizar una idea maravillosa que solucionará todas las situaciones y nos hará vivir en un mundo en armonía.

¿Realmente quiere uno vivir en orden, tener una vida extraordinaria en donde nada en este mundo ni en el otro le mueva ni un milímetro de su extraordinaria belleza? ¿Está deseando uno vivir de la forma más excelente posible o quizás uno solo está mendigando migajas, deseos terrenales que en realidad no son mas engaños sociales y culturales? Si somos estrellas del cielo no podemos vivir en la tierra, lo que significa que si quieres vivir como una estrella tienes que estar sola, en mitad de la enorme oscuridad del espacio infinito, y sacar de tu interior esa luz que viajará directamente hacia el corazón de aquellas persona que, con lágrimas en los ojos, te observen al alzar su vista al cielo durante su noche oscura del alma.

No hemos nacido para mendigar, somos creadores, magos, seres maravillosos capaces de llenar el universo de amor. No se entiende por qué nos resistimos a vivir lo que somos.

jueves, 25 de octubre de 2018

¿Te gustaría preguntar algo?


¿Te gustaría preguntar algo? ¿Por qué iba a querer preguntar algo? ¿No piensas que hay muchas cosas que no sabes? ¿Acaso es preciso saber para vivir? ¿Cómo sabrás qué pensar cuando dudes qué hacer? ¿Pero si dudo y pregunto, quién me va a oír y a responder? ¿Acaso no puedes tú mismo oírte y responderte? ¿De qué sirve responderse uno mismo cuando no se sabe? ¿Pero puedes seguir preguntándote? ¿Qué sentido tiene preguntar una y otra vez sin saber qué responderme? ¿Acaso una pregunta no es la respuesta más acertada? ¿Quieres decir que en la respuesta no hay certeza alguna?...

¿Te gustaría preguntar algo? ¿Por qué insistes en preguntar? ¿Acaso hay alguien más a quien preguntar lo que no sé? ¿Qué es lo que no sabes? ¿Puedes tu contestarme lo que no sé? ¿Por qué dudas de mí? ¿Acaso tú no eres un espejo de mi mismo, mi propia voz en el espacio? ¿Quién mejor para responder a tus preguntas que tú mismo? ¿Cómo voy a aprender de mi mismo? ¿No es la pregunta el principio de todo aprender? ¿Pero, entonces de donde vienen las respuestas? ¿Acaso las respuestas no están en lo que vemos?...

¿Te gustaría preguntar algo? ¿Para qué voy a preguntar si puedo observar? ¿Acaso comprendes todo lo que observas? ¿No es el observador lo observado? ¿Qué te hace pensar que eres lo observado? ¿Acaso no me estoy observando a mi mismo en el acto de preguntar? ¿Qué es lo que hace observarte? ¿Te conoces tú a ti mismo? ¿Qué es el conocer? ¿Acaso el conocer no es más que una respuesta a la pregunta? ¿Pero cuál es la pregunta?...

¿Te gustaría preguntar algo? ¿Quién eres tú? ¿Acaso yo no soy una simple pregunta? ¿De dónde surge la pregunta? ¿No es la duda, la curiosidad, la incertidumbre, la desesperación, el impulso de cualquier pregunta? ¿Pero, porque insistes si me gustaría preguntar algo? ¿No sientes algo que te provoque una pregunta? ¿Acaso no es el pensador quien nos hace sentir mientras pensamos? ¿Quién es tu pensador? ¿No es mi pensador el mismo de cualquier persona, es decir, el conjunto de respuestas que hemos acumulado en la experiencia?...¿Te gustaría preguntar algo?

viernes, 19 de octubre de 2018

Las gafas oscuras de la experiencia

Es un hecho que las personas tenemos opiniones y puntos de vista bastante diferentes. Quizás por tal motivo hay tantas disputas y conflictos con consecuencias imprevistas. Pero, ¿qué es lo que nos hace discrepar? ¿Por qué nos vemos en la actitud de defender nuestra opinión? Al final, viendo que no conseguimos convencer, encontramos la manera de imponer nuestra visión, a los demás, por la fuerza, lo cual es causa de sufrimiento. Puede que nunca nos hayamos preguntado seriamente sobre las diferentes formas que mostramos de ver y entender el mundo.

Lo cierto es que no tiene mucho sentido negar o estar en contra de las opiniones o puntos de vista de los demás. Ha de ser lícito que cada cual vea a su manera, y negarlo es absurdo. Es como si hubiera dos personas viendo una misma realidad, pero una de ellas la ve directamente desde sus ojos y la otra mira a través de unas gafas oscuras que distorsionan la realidad de un modo más sombrío e impreciso. Cuando ambas personas describen lo que ven, lo hacen de una forma bien distinta, mientras la primera describe los objetos, el lugar que ocupan o el movimiento que realizan, la otra persona describe objetos con apariencia bien distinta, lo que no significa que sus ojos no estén viendo la realidad.

Es evidente que cuando estas personas tratan de comunicarse, se encuentran con el dilema que ven una realidad diferente y la primera reacción que pueden tener es tratar de corregirse mutuamente, lo que les llevaría a una discusión bizantina en donde cada una está segura de su posición y lo único que es admisible es que la otra ceda. Sin embargo, existe una actitud bien distinta si ambas personas, o cualquiera de ellas, pregunta: ¿cómo es que vemos realidades distintas? ¿Por qué donde uno ve un molino de viento, el otro ve un gigante? ¿Por qué cuando uno ve saber disfrutar de los placeres de la vida, el otro ve la ignorancia de despilfarrarla? ¿Por qué uno siente libertad en la soledad y, sin embargo, el otro siente temor? ¿Por qué donde uno ve fanatismo dogmático o ideológico, el otro ve una forma de sentirse responsable ante los problemas humanos? ¿Por qué uno ve en la identidad un modo inconsciente de vivir y, sin embargo, el otro encuentra la razón de su vida? ¿Cómo es que uno ve en el otro su espejo y, sin embargo, el otro ve a alguien distinto de sí mismo? Está claro que si la realidad es la misma y los ojos también lo son, algo se interpone entre los ojos y la realidad. Y a partir de ahí es fácil darnos cuenta que una de las personas usa gafas oscuras que no permiten ver la realidad directamente.

Estas gafas oscuras, que deforman los hechos que suceden en la vida cotidiana, no son fácil de ver a simple vista, pues sus lentes, hechas con la experiencia personal acumulada, se encuentran dentro de nuestro cerebro. Sin embargo, los seres humanos hemos sido concebidos con una mente capaz de percibir con total claridad la realidad, de la que formamos parte, sin el uso de gafas. Por todo ello, no es extraño que cualquier persona que utilice este tipo de gafas se pase la vida tropezando y discutiendo con todo el mundo. Y no es cuestión de graduarlas en la medida que envejecemos, sino de desprendernos de ellas dejándolas perdidas en algún cajón.

lunes, 15 de octubre de 2018

¿Podemos abrir la mente?

Desde que nacimos se nos condicionó a usar una mente personal. Esa idea de la cultura que entiende la existencia de todos los seres como si estuvieran separados unos de otros, fue inculcada en nuestros padres y éstos a su vez nos la transmitieron a nosotros.

Hemos grabado en nuestra memoria que somos seres individuales, separados del resto de la humanidad, y a partir de ahí nos vemos a nosotros mismos y observamos el mundo a través de esa idea como si fuera una verdad absoluta e incuestionable. No nos damos cuenta que vemos a través de las ideas o creencias que hay en la memoria.

Además al nacer se nos inculca la idea de que tenemos que llegar a ser, pues en realidad no somos nadie y necesitamos ser educados para adquirir una personalidad que determinará nuestro verdadero ser.

Nuestra vida comienza con dos grandes creencias. La primera que somos seres aislados, solos, separados de cualquier cosa, y la segunda que no somos nadie, necesitamos llegar a ser. Es como si al nacer nos aniquilaran, no nos reconocieran, no admitieran nuestra naturaleza y proyectaran sobre nosotros su propia esclavitud, su dolor y su ignorancia. Si tenemos en cuenta que al nacer somos seres inocentes y vulnerables, que necesitan adaptarse al mundo al que han venido, admitiremos dichas creencias y eso nos generará un ego que intentará por todos los medios apegarse a lo que sea con tal de no verse solo y desamparado. Es decir, nos volvemos egoístas debido a las creencias que nos inculcan y de nada va a servir no ser egoístas o moldear nuestro egoísmo si no cuestionamos firmemente las raíces que lo sostienen y vemos su falsedad, lo cual no significa tomar nuevas ideas.

Nuestra mente personal es una red compleja de ideas que mantienen una gran actividad para satisfacer sus carencias psicológicas y apenas hay espacio para ver la realidad. Su realidad es una lucha continua entre el placer, la dependencia, el temor, y el sufrimiento. ¿Puede una mente personal darse cuenta de su propio condicionamiento? ¿Qué hará posible que una mente personal tenga algo de espacio para ver su propia realidad condicionada? Realmente es un misterio, pero si una persona realmente está interesada encontrará la forma de hacerlo, no sin antes darse cuenta que hay bastantes trampas en ello, pues es muy fácil autoengañarse y tirarse años creyendo conocerse mientras refuerza su astuto ego.

Una mente abierta, con espacio, goza de cierta percepción y en consecuencia de ciertas libertades. Observar la locura humana con todo su circo y no participar de ella ya es un enorme cambio en la vida de una persona, y ello supone un desahogo y una cierta capacidad de respuesta frente a situaciones estúpidas: como son conflictos y disputas personales.

Abrir la mente puede significar la acción más inteligente que puede realizar el ser humano y tiene su importancia porque sin una mente abierta no somos más que seres presos, insensibles, egoístas, sin ninguna capacidad de relación, aunque creamos lo contrario. Al nacer nos cerraron la mente, no permitieron el desarrollo natural de nuestras facultades mentales, y ahora estamos avocados a transmitir nuestro dolor e ignorancia. Pero abrir la mente no tiene por qué suponer un trauma ni algo trágico, más bien todo lo contrario, pues de alguna forma uno vuelve a nacer y todo nacimiento es una alegría y una celebración.

La realidad del mundo, del universo, solo puede ser percibida con una mente abierta. Es el espacio libre que hay en la mente lo que nos permite recibir lo desconocido, aquello que está más allá de nuestro pensamiento y experiencia.


¿Es posible percibir la totalidad de la existencia? ¿Puede una mente abierta tener espacio suficiente para recibir en su interior la totalidad de la vida, sus misterios, sus profundos enigmas, su propósito? Para responder está hermosa pregunta, primero uno ha de abrir un poquito su mente para conocerse a sí mismo y después permitir que su propia naturaleza, que reside en el silencio del espacio, haga lo demás.

viernes, 20 de julio de 2018

El futuro está en tus manos

¿Quién no ha pensado alguna vez en escribir un libro? Personalmente nunca encontré una razón que lo justificase, ¿para qué iba a poner otro libro más en circulación, de los millones que aparecen anualmente, y que para lo único que sirven, en la mayoría de los casos, es para inflar nuestro amado ego. Además estaba esa barrera insalvable de saber escribir, pues cuando uno no ha cursado estudios de letras le queda la razonable duda de si sabrá expresar de una forma más o menos correcta lo que pretende comunicar. Pero el tiempo ha resuelto ambas cuestiones; la primera porque escribir supone un acto de responsabilidad y la segunda porque aprender a escribir se hace escribiendo.

El libro “El futuro está en tus manos” surge como respuesta a la pregunta: ¿Qué pintamos en este mundo? ¿Qué puede hacer uno aparte de subsistir? Y se desarrolla como una exploración sencilla, con la pretensión de abrir los ojos a lo que realmente somos, sin tapujos ni resistencias, de tal forma que hagamos preguntas que nos permitan salir de la superficialidad en la que vivimos.

Al parecer, la persona corriente está persuadida a vivir una vida ignorada e ignorante, sin apenas valor, y que más allá de lo personal no tiene ninguna responsabilidad. Este libro sale a la luz para esas personas que no pintan nada, cuyas vidas pasarán inadvertidas como si realmente no hubiesen existido cuando definitivamente mueran, para mostrarles que la vida de un único ser humano tiene una gran significación para la humanidad entera.

La presente reflexión es una indagación que nace para poner al ser humano en el lugar que le corresponde y devolverle el profundo sentido de su existencia. De una forma u otra, el destino de la humanidad siempre ha estado en manos de intelectuales, lo que ha creado una cultura basada en un conocimiento que ha generado cuantiosos adelantos y comodidades, pero también es cierto que nos ha ocasionado grandes conflictos y desgracias.

Si tú eres una persona normal y te das cuenta que el problema que padece la humanidad está en ti misma, en tu manera de pensar, entonces también comprenderás que si descubres una forma de pensar correcta, no conflictiva e integradora, estarás cambiando por completo tu vida personal y al mismo tiempo habrás hecho posible un futuro nuevo y un cambio de rumbo para la humanidad.

Os animo a leerlo y a compartir sus reflexiones. El libro podéis adquirirlo en http://www.edicionesalbores.com/el-futuro-esta-en-tus-manos-312


domingo, 8 de julio de 2018

Quizá nos falta seriedad

Es raro que a uno le tachen de serio en un mundo donde ocurren tantos sucesos graves que apenas tenemos espacio en la mente para responder adecuadamente. Siempre había pensado que nos falta seriedad, pero quién sabe hasta qué punto uno se toma la vida tan en serio que no tiene tiempo para reírse de un estúpido chiste y dar rienda suelta a su inconsciente mas egocéntrico.

No cabe duda que el mundo se encuentra en una gran crisis existencial en donde el ser humano anda perdido sin saber cómo responder a los conflictos y cómo enfocar su vida de una forma plena y responsable.

Por un lado los interminables conflictos internacionales, terrorismos, nacionalismos, la corrupción política y religiosa, el despiadado mundo empresarial con la banca de estandarte, y por otro lado los conflictos personales entre familiares, entre padres e hijos, entre amigos o compañeros de trabajo, y, lo que es aún peor, la profunda sensación de vacío y soledad por la que pasa el ser humano individual.

Hay personas que durante años han intentando reflexionar para encontrar soluciones a los problemas, pero después de no sacar nada en claro se han llenado de frustración y han preferido mirar hacia otro lado, como si de ese modo los problemas dejaran de existir.

Algunas personas han elegido dedicar una parte de su tiempo a colaborar en organizaciones no gubernamentales especializadas en algún tipo de acción humanitaria, y de esa forma sienten que están aportando un granito de arena para mejorar las pésimas condiciones en las que se encuentra algún grupo marginal.

Otras personas han preferido mirar la vida con otros ojos, sonreír ante las adversidades y procurar disfrutar lo máximo posible en este corto tiempo que es la vida. Placeres, entretenimientos, aventuras, fiestas, pasatiempos físicos y mentales, o grupos de actividades en donde ocupar el tiempo con personas afines, son algunas de las distracciones que les hacen olvidar, al menos por un tiempo, la cruda realidad. Se dedican a matar el tiempo de la manera que más les complace, con la política, el fútbol, los libros, las películas, los chistes o los porros.

¿Por qué no hemos sido capaces de cambiar, de convertirnos en seres sensibles a los problemas humanos que dan una respuesta responsable a lo que está sucediendo? Teniendo en cuenta que vivimos en relación y que sin relación prácticamente la vida sería imposible, no cabe duda que hay una gran presión social para que ningún ser humano se separe de esa corriente egocéntrica en donde las personas convivimos condicionadas a un personaje más o menos neurótico.

Si uno tiene una pareja y ésta no está lo suficientemente interesada en investigar la forma de hacer frente al condicionamiento humano, entonces la propia pareja nos presionará para que continuemos siendo como somos. Si uno tiene unos familiares o unos amigos, y éstos están más interesados en cualquier cosa menos en el conocimiento de uno mismo, entonces su relación con nosotros estará marcada para sostener esas imágenes que cada cual tiene del otro y que nos impide estar verdaderamente relacionados. Pero si realmente uno es serio y siente la necesidad y la urgencia de hacer frente a esa educación que nos ha marcado de por vida, entonces no habrá ninguna excusa que nos impida llevar a cabo la comprensión de uno mismo.

Comprendernos implica cuestionar ese sentimiento de individualidad que nos hace vernos separados de las demás personas y que nos condiciona de por vida a sentirnos solos, aislados y sin conexión con nada. También entraña cuestionar esa forma de relacionarnos que nos impide madurar. Y por último, significa poner al pensamiento en el lugar que le corresponde al comprender su limitación, de tal modo que despertemos nuestra facultad de percibir directamente la realidad que compartimos.

Pero, ¿por qué no somos serios? En realidad somos más bien superficiales, no somos capaces de ir hasta el fondo de las cuestiones, nos hemos acomodado en leer o escuchar mientras las reflexiones nos la hace algún otro, y de esa manera pensamos que estamos comprendiendo, cuando lo cierto es que reforzamos aún más si cabe nuestra pereza existencial. ¿Qué es lo que nos impide cuestionar nuestras propias preguntas y encontrar el camino para resolverlas? ¿Cuándo vamos a comprender que las explicaciones de otro no nos llevan muy lejos y que es nuestro propio cerebro el que tiene que hacer el trabajo de explorar su propio condicionamiento?

La falta de seriedad acaba convirtiéndonos en personas frívolas que juegan con la vida con cierta inconsciencia e insensibilidad. En cualquier momento reaccionamos criticando o juzgando lo que observamos, cómo si nosotros fuéramos diferentes de lo que observamos. Vivimos agarrados al móvil intentando inútilmente sentirnos unidos a los demás, y para ello intercambiamos todo tipo de disparates con los que nos identificamos y de los que nos adueñamos, para crear el mismo efecto en los demás que ha creado en nosotros. De alguna forma nos encontramos bloqueados e intentamos inconsciente o conscientemente bloquear a los demás.

Necesitamos estar relacionados, pues sin relación la vida no tiene sentido. Pero el egoísmo, el individualismo, y la superficialidad, hacen de la relación una tumba en donde es imposible que la vida se exprese y que el amor resurja de entre los muertos. Reírse de la vida es una frivolidad, que tiene un alto coste, no obstante, reírse con la vida es gozar con ella, a pesar de que a veces no alcancemos a comprender su expresión.



martes, 26 de junio de 2018

¿Qué es lo que somos?

Ante dicha pregunta es común oír respuestas como –no somos lo que pensamos-, -no somos el egoísmo-, -no somos nuestras identidades-, -no somos este cuerpo limitado-, -somos un ser maravilloso, una luz llena de energía limpia-. Con esas respuestas lo que queda claro es que no sabemos muy bien qué es lo que somos.

¿Por qué no sabemos quiénes somos? ¿Cómo hemos llegado a tal nivel de inconsciencia e insensibilidad como para no percibirnos tal y como somos?

Si nos pasamos la vida pensando y hablando de nosotros mismos, eso significa que somos egocéntricos. Si además nos relacionamos con la naturaleza y con el prójimo para sacar provecho, es que también somos egoístas. Egocentrismo y egoísmo normalmente van de la mano, mientras el primero supone un estado de percepción en donde uno se ve como el centro del universo, desde donde todo tiene sentido, el segundo es la forma en que ese centro se relaciona con el resto del mundo, y que no es otra que encontrar satisfacción. Ambos estados son habituales en los niños, no se sabe si es a causa de la herencia animal o porque son treméndamente rápidos en absorber el estado psicológico de sus progenitores.

¿Por qué el ser humano permanece prácticamente durante su vida en un estado de inmadurez egoísta? Seguramente será porque cree que es la mejor manera de relacionarse en un mundo tan conflictivo, e incluso puede que piense que es la única forma que existe de convivir.

¿Somos conscientes de las consecuencias que tiene el egoísmo sobre uno mismo? Seguramente poca gente se ha hecho esta pregunta y menos aún ha encontrado una respuesta certera, quizás porque el egoísmo no es otra cosa que un estado de inconsciencia, y hacerlo consciente terminaría con él.

El egoísmo nos genera una de las peores sensaciones que existen y que de forma recurrente necesitamos poner remedio buscando seres con los que relacionarnos. Es la sensación de la separación, del aislamiento, de la soledad. Uno puede tener todo el dinero del mundo y comprar todos los sirvientes que desee, pero no puede comprar sentir el verdadero contacto con la vida, el estar unido a algo compartiendo su naturaleza, el ver que todo tiene sentido cuando se mira en el espejo del otro. Habrá personas que piensen que no les importa sentirse solos con tal de seguir sacando provecho de la vida, y ante dicha afirmación poco se puede decir salvo que el verdadero provecho de la vida comienza cuando estamos libres de deseos.

El egoísmo nos hace vivir y convivir con toda clase de problemas y conflictos, y continuamente estamos expuestos a todo tipo de emociones como la ansiedad, el temor, la inseguridad y el sufrimiento. Por otra parte el egoísmo nos hace disfrutar de una inmensidad de placeres pasajeros que antes de que nos demos cuenta ya se han esfumado, dejándonos cierta resaca de vacío que requiere volverse a llenar. Seguro que hay personas que no darían sus placeres por todo el dolor del mundo, pues piensan que la vida sin placeres no tendría sentido alguno, y ante dicha afirmación tampoco hay mucho que decir salvo que no hay mayor gozo en esta vida que no ser esclavo de placeres.

Pero quizás la cara más curiosa del egoísmo es cuando intenta crear una imagen de sí mismo no egoísta, entonces se inventa la treta de separarse psicológicamente de lo que es y sostiene la certeza de que existe un ser, un alma, un espíritu o un estado diferente del egoísmo, con lo cual se olvida del egoísmo para poner su ilusión en alguna energía transcendental.



Mientras no seamos capaces de observar, cuestionar y comprender el egoísmo, no surgirá ningún otro estado en nuestra mente que no sea el propio egoísmo, y hasta que suceda ese preciso momento lo que somos está claro, si es que no queremos engañarnos. Sin embargo, hay quien dice que más allá del egoísmo hay todo un universo por descubrir que nos está esperando. ¿Y tú qué piensas?

lunes, 11 de junio de 2018

¿Cuál es el sentido de las relaciones?

En el mundo todo está relacionado. El mar y la tierra, el aire y el fuego, son como amigos entrañables que necesitan convivir juntos para poder existir. Los seres vivos coexisten gracias a su relación entre ellos, lo que ha hecho posible que la vida se exprese con una enorme diversidad de especies. De alguna forma, la vida está concebida para enriquece a sí misma y por esa razón la muerte es el alimento de la vida.

Sin embargo, da la sensación que los seres humanos actuamos en contra de la vida, pues con la forma de relacionarnos estamos degradando el medio ambiente y somos la causa de la desaparición de muchas especies. Está claro que hasta el presente el ser humano no ha sabido salir de su temor, ansiedad y sufrimiento.

Es evidente que una persona que se siente separada del resto, aislada del mundo, tiene la urgente necesidad de sentirse unida a lo que sea, aunque solo sea por mera protección. Pero una persona cuya mentalidad es individualista difícilmente conseguirá relacionarse verdaderamente con otra persona a no ser que sea para su propio provecho. De ahí vienen los conflictos y esa lucha eterna entre personas que tratan de relacionarse.
¿Cómo nos relacionamos? Hemos aprendido que la relación es un medio para conseguir lo que necesitamos y lo que deseamos, y por esa razón, hemos convertido la relación es un intercambio de intereses.

¿Qué buscamos en la relación?

En principio buscamos lo que necesitamos. Desde un punto de vista material, cada día precisamos de alimentos como el pan, los huevos o la fruta, que compramos en mercados o comercios. Y del mismo necesitamos atención sanitaria, trabajar, estudiar, viajar, y sin relación nada de ello sería posible. Pero desde un punto de vista psicológico, ciertamente lo que buscamos es seguridad y sentirnos valorados. La relación se ha convertido en una forma de huir de nosotros mismos, de nuestro aburrimiento existencial, de nuestra soledad y desesperación, y encontramos en la relación un forma de placer y de poder.

Está claro que cuando sentimos carencias psicológicas, es que hemos perdido la relación con nosotros mismos, y por esa razón, pretendemos encontrarla en la relación con los demás, lo cual es imposible, porque sería como buscar un objeto en un lugar distinto de donde lo hemos perdido.

 Cuando hemos perdido la confianza en nosotros mismos y nos sentimos temerosos ante lo que nos puede suceder, lo que hacemos es buscar una relación en la que apoyarnos para sentirnos seguros, caminar juntos y hacer frente a los inconvenientes que trae la vida de un modo compartido. Pero los hechos demuestran que cuando buscamos seguridad en una relación lo que acabamos encontrando es ser abusados y explotados, lo que nos conduce a una situación de verdadera inseguridad. Por esa razón la verdadera relación es aquella en la que uno recupera la confianza en uno mismo.

Cuando sentimos una profunda soledad y creemos que para vivir es preciso estar en compañía, entonces procuramos encontrar una relación que ahogue ese sentimiento de separación y podamos hablar de los acontecimientos de la vida diaria y reírnos juntos de todo. Sin embargo, los hechos señalan que las relaciones que huyen de la soledad acaban aislándose del mundo y por consiguiente refuerzan aún más su soledad, pues la relación se convierte en una especie de refugio en donde protegerse del resto del mundo. Curiosamente es en ese aislamiento de la relaciones en donde suceden todo tipo de atrocidades. Por tanto, la verdadera relación es la que nos hace sentir unidos a todos los seres de este mundo.

Lo que buscamos en la relación es gratificación, cualquier forma de bienestar o placer, y cuando la relación no nos brinda dicha satisfacción, entonces la dejamos por otra que sea más interesante. Lo que significa que no estamos interesados en el otro sino en nosotros mismos, lo que tiene como consecuencia un mundo lleno de injusticias, desigualdad e insensibilidad para con el prójimo. Somos como mendigos de afectos y usureros de mercancías que deambulan dormidos sin ser conscientes de sí mismos. Queremos ser queridos, sin darnos cuenta que lo único que puede hacer un uno es amar a los demás, deseamos ser apreciados, sin darnos cuenta del valor de los demás, atesoramos posesiones sin comprender que son ellas las que se adueñan de nosotros. ¿Qué necesidad hay de buscar en otro lo que uno ya tiene? Ninguna.

Creemos que lo mejor que podemos aportar a la relación es nuestra experiencia, nuestras capacidades, pero en el fondo lo que deseamos es poder sobre la otra persona. Las relaciones entre personas que están continuamente midiendo lo que saben o no saben, enfrentando sus opiniones, comparando diferentes sensibilidades, son relaciones que buscan el poder de uno sobre el otro, y evidentemente nunca encontraran la verdadera relación entre ellos.

¿Es posible relacionarse sin buscar nada, sin propósito alguno? Mientras tengamos una imagen de nosotros y de los demás difícilmente vamos a relacionarnos directamente salvo a través de las imágenes, cada cual intentando aparentar y lograr lo que su imagen le solicita.

¿Podemos relacionarnos sin imágenes? Lo cual no significa que nos volvamos indiferentes en la relación. Cuando no tenemos una imagen de los demás necesitamos estar atentos, observar de manera fresca y escuchar con curiosidad y sin prejuicios para comprender lo que tratan de comunicarnos, y para sentir cuál es el significado de la relación.

A partir de ahí es cuando uno tiene realmente interés en la otra persona, en lo que dice, en lo que siente o en lo que piensa, de tal forma que surge un profundo sentimiento de responsabilidad en el que es posible compartir los problemas y conflictos humanos.

Queremos cambiar la sociedad, lo hemos intentado de mil maneras, pero lo que hemos de cambiar es al ser humano, pues la relación de un ser humano con otro crea la sociedad. Comer, vestir, tener cobijo son necesidades básicas, pero por encima de ellas está la necesidad profunda de sentirnos en relación, pues sin relación la vida no es posible.












miércoles, 30 de mayo de 2018

¿Quién no es generoso?

Con independencia de cómo seamos realmente, muchos de nosotros nos creemos buenas personas que se interesan por los problemas ajenos y que siempre están dispuestas a ayudar a los demás dentro de nuestras posibilidades, pues para nosotros los grandes valores de la vida son la familia, la amistad, la comunicación, la generosidad y el amor. En cualquier lugar en donde nos encontramos siempre estamos dispuestos a fijarnos en quien tiene una mayor necesidad de nosotros y no nos importa sacrificar nuestro tiempo e incluso dinero con tal de ayudar al prójimo.


Lo que acabamos de describir es una imagen idealizada, más o menos exacta, que tienen muchas personas de sí mismas. Pero si uno quiere ver que hay detrás de esa imagen lo primero que ha de cuestionar es: ¿Por qué tengo esa inclinación a ayudar? ¿Qué es lo que consigo a cambio? Y en este punto es en donde es preciso ser honestos y encontrar una forma de reflexionar objetiva que nos permita conocernos y aprender a pensar de un modo nuevo.

Cuando sentimos necesidad de ayudar a los demás es porque creemos que con esa actitud vamos a encontrar lo que necesitamos, es decir, que esas personas en agradecimiento nos van a apreciar y a mostrar su cariño. En realidad nuestra ayuda no es desinteresada sino que tiene un interés mezquino que pretende obtener amor de personas que están en situación de verdadera necesidad o dependencia. Al mismo tiempo vamos engordando nuestra imagen de buena persona que después utilizamos hablando de lo que hemos hecho, a quienes hemos ayudado, y en qué medida nos hemos sacrificado por los demás: niños pequeños, hijos en paro, padres enfermos, compañeros desvalidos o pobrecitos en el tercer mundo. Por consiguiente, esta idea de que somos buenas personas se va convirtiendo en un orgullo que nos gusta exhibir.

¿Cómo es que hemos llegado a esa situación de querer ayudar a los demás? Debido a que tenemos la idea de que ayudar al prójimo es un valor, no nos la cuestionamos, y no nos damos la oportunidad de conocer su origen. Seguramente todo comenzó cuando siendo aún muy pequeños, las circunstancias nos obligaron a ayudar a un hermanito o a una madre enferma. La cuestión es que recibimos el mensaje de que si queríamos ser amados era preciso olvidarnos de nosotros y ayudar en casa.

Esta imagen de ayudar al prójimo se suele dar en mayor medida entre familiares, religiosos, sanitarios o personas que se dedican a la asistencia social o labores humanitarias, es decir, en aquellas circunstancias en donde se requiere auxilio. Pero, ¿cuál es el problema de ayudar a otras personas aunque sea para obtener su aprecio y cariño? El problema es que nunca obtendremos dicho aprecio, ni seremos valorados, como nos gustaría o como nos merecemos. Al final llegamos a sentir frustración porque toda la dedicación y el sacrificio han sido en vano, lo que nos produce ira contra el mundo y orgullo de haber hecho las cosas bien, para que finalmente degenere en soberbia.

¿De dónde surge esa soberbia que se expresa en forma de pensamientos que demuestran un cierto sentido de orgullo y superioridad? ¿Es posible aplicar lo que hemos aprendido hasta aquí y comprender lo que es la soberbia para ver cual es efecto de ello sobre nuestro pensamiento?

Sin lugar a dudas las experiencias personales que se registran en nuestra memoria en forma de creencias, ideales, prejuicios u opiniones, no son más que puntos de vista dentro de una infinidad de posibilidades que cuando nos identificamos con ellos, y sirven para diferenciarnos de los demás, es cuando nos convertimos en seres orgullos que llegan a expresarse con soberbia si no obtienen lo que desean.

En el fondo la soberbia surge del menosprecio de uno mismo, y es una manera de expresar a los demás el gran valor que deberíamos tener para ellos.

Hay quien dice que contra la soberbia humildad, pero en este caso la humildad no es más que una idea o una ilusión opuesta a ese hecho que es la soberbia, y si intentamos ser humildes lo que estaremos haciendo es reforzar nuestra soberbia, pues mientras haya soberbia nunca podrá existir la humildad. Uno puede forzarse a ser austero o sencillo para cambiar de actitud, pero eso solo reformará superficialmente nuestra soberbia interior. Solo la comprensión de la soberbia traerá humildad.

Si realmente uno quiere hacer frente a su soberbia necesita preguntarse: ¿Por qué tengo esa necesidad de ayudar? ¿Estoy convencido de que ayudar es un valor? ¿Sería un valor si la ayuda fuera interesada? ¿Qué es lo que espero ayudando? ¿Qué pasaría si no consigo lo que espero? ¿Qué me ha llevado a sentir desengaño e ira con los demás? ¿Soy consciente de que en el mundo de quien más beneficio se obtiene es de los más necesitados? ¿Cuáles son mis necesidades psicológicas? ¿Una persona que se ama busca el amor ajeno? ¿Una persona que no se ama dónde encontrará el amor? ¿Cómo es que he perdido mi propio amor y cómo lo encontraré? ¿Soy consciente que desde pequeño he aceptado lo que creo sin haberlo cuestionado?

Sin despertar ese aspecto de la observación que se aplica a través de las preguntas que uno mismo crea, no será posible conocernos. Cuando la pregunta surge de la necesidad, entonces la respuesta está implícita y uno es capaz de sentirla en todos los poros de su piel.

Uno de los más graves problemas de la humanidad es la ayuda, porque a través de la ayuda es cómo se justifica la explotación del tercer mundo, de los trabajadores, de los enfermos y hasta de los indigentes. Nadie puede ayudar a nadie, solo uno mismo se ayuda a sí mismo o de lo contrario se dedica a explotar a los demás, sean familiares, amigos o lo que sea. Es un hecho y si uno no quiere verlo, entonces jamás sabrá cuáles son sus verdaderas necesidades que debe atender si quiere vivir con al menos cierta dignidad.

Si uno es de esas personas que tienen ese impulso de ayudar a los demás, has de dejarlo, pues no estás haciendo ningún bien a nadie y tampoco a ti misma.

¿Cuáles son las consecuencias de la soberbia? La principal consecuencia sobre uno mismo es que se aísla de los demás, y la única forma que encuentra para relacionarse es ofrecer sus servicios, su conocimiento, su trabajo, es decir su soberbia para obtener lo que nunca llegará a conseguir, pues una persona que no se aprecia a sí misma tampoco aceptará el aprecio ajeno. Lo cual suena bastante ridículo, pues una persona que se afana de mil maneras en encontrar el aprecio, en realidad nunca lo aceptará, y sin embargo, siempre estará pensando que no es apreciada por todo lo que hace. La soberbia y el orgullo son formas neuróticas del comportamiento humano. Otras de las consecuencias de los soberbios es que no saben atender sus necesidades, se han olvidado de ellas para atender las de los demás, y aunque puedan obtener todo tipo de favores ajenos, sin embargo, eso no cubre sus verdaderas carencias. Lo triste de la soberbia es que no sabe hacer nada por sí mismo sin involucrar a los demás.

La principal consecuencia de la soberbia sobre terceras personas es que no permite la participación ni el desarrollo de los demás, necesitan sentirse superiores a costa de la inferioridad de los demás, para lo cual los sobre protegerá o los criticará despreciativamente cuando intenten mejorar su condición, no dejará que se desarrollen y que sean independientes.

Cuando somos conscientes de lo que significa pensar de manera soberbia y orgullosa, y además nos damos cuenta de las consecuencias reales sobre uno mismo y sobre los demás, entonces la soberbia puede trascender y convertirse en humildad. Para ello el propio pensamiento orgulloso necesita dudar de si mismo y pensar que quizás los demás también saben hacer las cosas, que los demás también me quieren a su manera, y que en lugar de pensar en ayudar a los demás también podría pensar en mis propias necesidades. 

La soberbia se transforma en humildad cuando comprendemos que somos esclavos de nuestros propósitos y cuando nos damos cuenta de que a quien ayudamos es en realidad quien nos ayuda a nosotros o a quien enseñamos es quien nos está enseñando. En este mundo sobran personas que hacen de su vida una ayuda al prójimo mientras sacan provecho de las miserias humanas y faltan personas humildes que se ayuden a sí mismas. Desde un punto de vista psicológico la humildad no solo es la percepción de nuestra arrogancia sino que también es la visión clara de que no sabemos nada, y además es la comprensión de que no es posible saber nada, porque la vida es algo cambiante que no puede ser agarrado con simples ideas o acciones. Por tanto, sostener que sabemos o que somos alguien es de idiotas, un reflejo de nuestra ignorancia, y si uno es capaz de comprenderlo inmediatamente se desprende de todo orgullo respecto a compararse con los demás. A partir de ahí la mente es sensible para ver con claridad como sostenemos nuestros propios engaños y cuáles son las heridas psicológicas que los crearon.

La humildad no es un signo de debilidad, o sumisión, sino que es una muestra de la más profunda inteligencia, y por esa razón carece de propósitos, no se jacta de nada y reconoce incluso el valor de los errores o de la ignorancia como un paso hacia la madurez y la verdadera sabiduría.

La humildad no puede perseguirse, no puede cultivarse, cuando se cultiva estamos apostando por una forma de orgullo sibilino sin que nos demos cuenta, entonces trataremos de sostener una imagen humilde, sin pretensiones, liberada de toda creencia, y estaremos creando una expectativa de logro sobre la humildad. Ninguna virtud puede cultivarse, pues la virtud llega cuando la mente tiene espacio libre y el espacio libre se crea cuando se ha comprendido lo que no es virtud.

De la humildad, que es el desprendimiento de todo conocimiento, surge la libertad de pensamiento. Una persona que ha comprendido el significado del orgullo y cuyo pensamiento siempre estaba enredada en ayudar al prójimo para mendigar su aprecio, se ha convertido en una mente humilde y ahora su pensamiento es una clara expresión de amor. Pero ese amor no es una expresión del ego, no es algo que se puede conquistar, exigir, o que se pueda dar a alguien, porque el amor tampoco es un sentimiento. No es posible obligar a amarnos. Sólo podemos reconocer la presencia del amor si somos capaces de trascender esas actitudes como la soberbia o las creencias falsas que bloquean su expresión.

martes, 20 de marzo de 2018

¿Cuál es el significado de la vida?

Uno de los aspectos que más importancia damos en la vida es nuestra individualidad, esa sensación que tenemos de nosotros mismos a través de los sentidos. Nos vemos reflejados en el espejo, nos sentimos al tocarnos, nos olemos, saboreamos los alimentos, nos oímos al hablar e incluso somos conscientes de qué pensamos. Pero nada de ello tendría un carácter original si no fuera porque al mismo tiempo nos sentimos separados del resto de las cosas y de las personas.

Desde que somos engendrados hasta que morimos somos una expresión de la vida que nace y se desarrolla, aprende, llega a ser adulto y se reproduce, cuida de sus hijos hasta que pueden valerse por sí mismos y por último envejece hasta que por fin ese mismo ser que nació fallece.

Cada ser vivo pertenece a una especie en particular. Las personas formamos parte de una especie a la que llamamos humanidad. Aunque en general las especies tienen una apariencia bastante distinta, sin embargo tienen en común al menos dos aspectos importantes. El primero es que tienen un mismo origen, ya que comparten un mismo código genético, y el segundo que tienen un mismo propósito, ya que comparten la función de reproducción para supervivencia de la especie.

Cualquier persona puede hacer de su vida lo que quiera desde el punto de vista de su desarrollo y realización, pero no puede olvidar que su existencia como tal, sin entrar en lo personal, tiene un propósito común. Estoy seguro que ningún científico, filosofo o religioso se opondría a este hecho con independencia del matiz demagógico que cada cual quisiera darle.

La vida surge como una relación de elementos químicos que dan lugar a una primera célula capaz de reproducirse a sí misma. Quizás nos puede parecer extraño que la vida haya surgido de elementos no vivos, pues eso nos hace pensar que podemos ser un producto de la casualidad, pero también es posible pensar que esas partículas sean de algún modo tan inteligentes como para crear la vida. Por último también cabe la ilusión de que el mundo fuera creado por un hombre barbudo en siete días. ¡Que cada cual crea lo que quiera! Lo importante es comprender que la vida surge de la relación y a partir de ahí la célula se va haciendo más y más compleja hasta que con el paso del tiempo ha llegado a convertirse en una biodiversidad entre las que nos encontramos los seres humanos, seres con un pensamiento muy desarrollado, en un sentido mecánico, que ha dado lugar al progreso tecnológico, pero muy primitivo e inmaduro, en un sentido de relación, que ha dado lugar a un mundo en conflicto donde el ser humano es esclavo del mismo.

No podemos negar que nos tomamos la vida de manera muy personal, lo que puede estar justificado porque las circunstancias que cada cual tiene es única. Tenemos un sexo, una estatura, una familia, un carácter, una larga experiencia, unas ideas, un trabajo, una posición social, unos sueños, unos conflictos, responsabilidades y un sinfín de compromisos. Pero nada de lo que vivimos de manera personal tendría sentido común si perdemos de vista cual es el propósito biológico de nuestra existencia. Estamos aquí para hacer que la vida sea cada vez más rica, inteligente, sensible y capaz de sobrevivir a lo que venga.

Cuando nos tomamos la vida de manera personal y nos olvidamos del propósito común de nuestra existencia, lo que conseguimos es vivir una vida miserable, solitaria e ignorante, cuyas consecuencias son la destrucción del entorno donde habitamos.

Cada ser vivo en el planeta colabora con la vida, no solo con la suya en particular sino con la vida en su totalidad, aunque no tenga una conciencia clara de lo que está haciendo. A pesar de los enormes esfuerzos de la humanidad por comprender la vida, todavía nos queda mucho por aprender, y por ahora su propósito está más allá de nuestro limitado entendimiento, aunque eso no significa que no seamos capaces de darnos cuenta de cómo se muestra y del valor que tiene. Es nuestra insensibilidad e ignorancia lo que nos impide percibir el profundo valor de nuestra existencia en particular y de la vida en general.

Nos podemos pasar la vida tratando de conseguir muchas cosas, pero será un esfuerzo inútil si antes no encontramos una verdadera respuesta a qué sentido tiene nuestra vida personal, cuál es el significado de nuestras relaciones y para qué ha surgido la vida en el universo. Son tres cuestiones básicas que debemos contestar antes de acometer cualquier actividad o proyecto personal, porque de lo contrario iremos por la vida como individuos desorientados y nerviosos que se dirigen a un destino repleto de problemas por tener pensamientos de segundamano.

¿Qué es lo que tenemos que hacer en nuestra vida personal?

Cada uno de nosotros tiene un cometido único y extraordinario que no tiene nada que ver con las ideas que nos han inculcado en la educación: compite para sobrevivir, sé el más fuerte o el más astuto, busca la felicidad en forma de sensaciones al precio que sea, consigue una casa y un coche, ten unos hijos y sitúales de la mejor manera posible, no permitas que te avasallen y asegura tus posesiones, etc.

Basta con ser un poco sensibles para darnos cuenta que nuestro cometido en la vida es vivir con valor, sencillez, libres de influencias, defensores de la vida en todo su contexto, cultivar al máximo nuestras facultades físicas y mentales, ser nobles, serios, austeros, estar en contacto con la vida en todas sus expresiones allá donde se encuentre uno, respetar y apreciar a los demás seres aunque tengamos que servirnos de ellos para sobrevivir, gozar plenamente de vivir con independencia de nuestras circunstancias y hacer todo lo que esté en nuestra mano o imaginación para vivir de acuerdo al verdadero sentido de nuestra vida particular.

Nadie puede vivir por nosotros, nadie puede decirnos qué tenemos que hacer o no hacer, qué tenemos que creer o qué tenemos que sentir. Es necesario e imprescindible que cada cual se conozca a sí mismo, aprenda a pensar según su propia observación y encuentre su sentido particular de vivir. Para ello es necesario sentirse solo, estar solo, porque en este sentido las relaciones pueden confundirnos e impedirnos madurar. Unos por otros y la casa sin barrer. En principio las relaciones sentimentales impiden que cada cual tome las riendas de su vida, consiguen olvidarnos del valor de nuestras vidas y nos asfixian en el reducido espacio que dejan los sentimientos. En lugar de alentarnos a cumplir con nuestra labor individual de crecimiento y maduración, las relaciones personales se están utilizando para hacer justo lo contrario, es decir, buscar satisfacción en ellas y olvidarse uno del mundo y de sí mismo: reproches, celos, conflictos, faltas de respeto, abusos, escusas y situaciones de poder.

¿Hasta cuándo va uno a seguir viviendo según le han dicho? ¿Qué tiene que suceder para que uno tome las riendas de su vida? ¿Cuándo se va a dar uno cuenta del engaño social e individual en el que nos encontramos? ¿Cuándo vamos a vivir de acuerdo con el propósito con el que vinimos a este mundo? Parece que nos hemos vuelto tan indolentes y perezosos que ya no nos importa nada.

Cualquier momento es bueno para decir -basta ya-, y comenzar a reflexionar dejando a un lado lo que nos han dicho familiares, maestros, grupos religiosos, amigos o libros. A partir de ahí no es tan importante saber qué pensar sino aprender cómo pensar, observar con honestidad cómo somos, ser conscientes del condicionamiento humano y sentir que por fin estamos gozando de una vida libre que solo depende de lo que somos capaces de percibir. Entonces es cuando se da uno cuenta de lo maravilloso que es no saber, ya que nos permite descubrir lo que jamás hubiésemos imaginado. Es curioso sentir que el gran cambio de nuestra vida no necesita de esfuerzos, ni de nuevos conocimientos o de creencias estrambóticas, ni de practicar nada.

¿Cuál es el valor de las relaciones?

Por encima del sentido individual de nuestra existencia está el sentido de la relación, porque la vida particular surge de la relación. A parte de que nuestros padres nos engendraron, también nuestro cuerpo es una relación de millones de células colaborando juntas de una forma ordenada para hacer posible lo que somos. Sin relación no hay vida ni universo ni nada. Si faltamos al respeto y no damos valor a las personas que nos engendraron o a nuestro propio cuerpo, entonces estamos perdidos. Los seres vivos en principio somos una relación y después somos una individualidad, pero lo está sucediendo psicológicamente en la vida humana es justo lo contrario, creemos que somos una persona que se puede relacionar con otras personas para formar un grupo. Por eso nos va cada vez peor, porque estamos malinterpretando el orden natural del universo.

Para formar parte de una relación hay que ser muy sensible y no dejarse llevar por la presión social de lo que se entiende por relación. No es algo que está ahí y que uno opta libremente para formar parte de ella. La relación no existe mientras no la descubramos y cuando uno la encuentra se ve a sí mismo formando parte de algo muchísimo más grande en comparación a la idea individual que antes sentía. Es como si la individualidad hubiera perdido su vestimenta y se hubiera quedado desnuda formando parte de una nueva concepción mucho más rica y bella que es la relación.

Nuestro cometido en la relación es beneficiarla, hacer todo lo posible para que sea una fuente de comunicación, de aprendizaje, de descubrimiento y de gozo. y también para sentir el extenso significado que tiene uno más allá de los límites de su propia piel.  Cuando hablamos de la relación nos referimos a estar en contacto con todo, desde una pequeña florecilla silvestre hasta un niño jugando en un parque.

Una de las más graves carencias del ser humano es la falta de verdadero contacto con otro ser humano. Tenemos una enorme necesidad de relacionarnos, pero cuando lo intentamos acabamos inevitablemente en conflicto porque no hemos descubierto el valor de la relación.

¿Cuál es el significado de la vida?

La vida surgió hace miles de millones de años en el planeta y al cabo de un tiempo toda la tierra estaba poblada de multitud de especies. Después sucedieron acontecimientos que dieron lugar a la extinción de grandes grupos, pero de nuevo la vida continuó evolucionado y creando nuevas especies hasta que aparecimos los seres humanos con nuestra singularidad, lo que no significa que seamos superiores a ninguna otra especie.

No cabe duda que cada uno de nosotros es el resultado de miles de millones de evolución inteligente y que en nuestra esencia está escrito el porqué aparece la vida en el universo.
Surgimos como el movimiento de una acción inteligente. El universo es la mayor expresión de orden e inteligencia que conocemos y él ha sido quien ha concebido la vida y nos ha creado a cada uno de nosotros. Sin embargo, no parece que el universo tenga un plan personal para cada uno de nosotros sino que cada uno está cumpliendo el plan universal. Quizás a cada uno de nosotros nos hubiese gustado un plan individual o que el universo se hubiera formado para dar sentido a nuestra vida personal, pero parece ser que la realidad es algo diferente.

De nada sirve ser lo que somos, vivir en relación, ser una maravillosa expresión de la vida y formar parte de un universo inconcebible si no somos conscientes de nada.

El condicionamiento humano alardea de conciencia y de racionalidad, pero lo cierto es que aún estamos en pañales y vamos a la cabeza en ser la especie más ignorante del planeta. Tenemos mucho que aprender para convertirnos en seres sensibles que sean capaces de enriquecer la vida allá donde nos encontremos.


Para algunas personas esta reflexión puede suponer pura demagogia o una disertación filosófica inútil, pero si esas personas no son capaces de hacerse las preguntas que aquí se han expuesto sobre la vida personal de cada uno, sobre el valor de las relaciones o sobre el significado de la vida, es que son inconscientes de lo que son y del mundo en el que viven. Únicamente encontrando las respuestas a dichas preguntas tendrá sentido una existencia llena de gozo y plenitud sin necesidad de hacer nada especial.