martes, 20 de marzo de 2018

¿Cuál es el significado de la vida?

Uno de los aspectos que más importancia damos en la vida es nuestra individualidad, esa sensación que tenemos de nosotros mismos a través de los sentidos. Nos vemos reflejados en el espejo, nos sentimos al tocarnos, nos olemos, saboreamos los alimentos, nos oímos al hablar e incluso somos conscientes de qué pensamos. Pero nada de ello tendría un carácter original si no fuera porque al mismo tiempo nos sentimos separados del resto de las cosas y de las personas.

Desde que somos engendrados hasta que morimos somos una expresión de la vida que nace y se desarrolla, aprende, llega a ser adulto y se reproduce, cuida de sus hijos hasta que pueden valerse por sí mismos y por último envejece hasta que por fin ese mismo ser que nació fallece.

Cada ser vivo pertenece a una especie en particular. Las personas formamos parte de una especie a la que llamamos humanidad. Aunque en general las especies tienen una apariencia bastante distinta, sin embargo tienen en común al menos dos aspectos importantes. El primero es que tienen un mismo origen, ya que comparten un mismo código genético, y el segundo que tienen un mismo propósito, ya que comparten la función de reproducción para supervivencia de la especie.

Cualquier persona puede hacer de su vida lo que quiera desde el punto de vista de su desarrollo y realización, pero no puede olvidar que su existencia como tal, sin entrar en lo personal, tiene un propósito común. Estoy seguro que ningún científico, filosofo o religioso se opondría a este hecho con independencia del matiz demagógico que cada cual quisiera darle.

La vida surge como una relación de elementos químicos que dan lugar a una primera célula capaz de reproducirse a sí misma. Quizás nos puede parecer extraño que la vida haya surgido de elementos no vivos, pues eso nos hace pensar que podemos ser un producto de la casualidad, pero también es posible pensar que esas partículas sean de algún modo tan inteligentes como para crear la vida. Por último también cabe la ilusión de que el mundo fuera creado por un hombre barbudo en siete días. ¡Que cada cual crea lo que quiera! Lo importante es comprender que la vida surge de la relación y a partir de ahí la célula se va haciendo más y más compleja hasta que con el paso del tiempo ha llegado a convertirse en una biodiversidad entre las que nos encontramos los seres humanos, seres con un pensamiento muy desarrollado, en un sentido mecánico, que ha dado lugar al progreso tecnológico, pero muy primitivo e inmaduro, en un sentido de relación, que ha dado lugar a un mundo en conflicto donde el ser humano es esclavo del mismo.

No podemos negar que nos tomamos la vida de manera muy personal, lo que puede estar justificado porque las circunstancias que cada cual tiene es única. Tenemos un sexo, una estatura, una familia, un carácter, una larga experiencia, unas ideas, un trabajo, una posición social, unos sueños, unos conflictos, responsabilidades y un sinfín de compromisos. Pero nada de lo que vivimos de manera personal tendría sentido común si perdemos de vista cual es el propósito biológico de nuestra existencia. Estamos aquí para hacer que la vida sea cada vez más rica, inteligente, sensible y capaz de sobrevivir a lo que venga.

Cuando nos tomamos la vida de manera personal y nos olvidamos del propósito común de nuestra existencia, lo que conseguimos es vivir una vida miserable, solitaria e ignorante, cuyas consecuencias son la destrucción del entorno donde habitamos.

Cada ser vivo en el planeta colabora con la vida, no solo con la suya en particular sino con la vida en su totalidad, aunque no tenga una conciencia clara de lo que está haciendo. A pesar de los enormes esfuerzos de la humanidad por comprender la vida, todavía nos queda mucho por aprender, y por ahora su propósito está más allá de nuestro limitado entendimiento, aunque eso no significa que no seamos capaces de darnos cuenta de cómo se muestra y del valor que tiene. Es nuestra insensibilidad e ignorancia lo que nos impide percibir el profundo valor de nuestra existencia en particular y de la vida en general.

Nos podemos pasar la vida tratando de conseguir muchas cosas, pero será un esfuerzo inútil si antes no encontramos una verdadera respuesta a qué sentido tiene nuestra vida personal, cuál es el significado de nuestras relaciones y para qué ha surgido la vida en el universo. Son tres cuestiones básicas que debemos contestar antes de acometer cualquier actividad o proyecto personal, porque de lo contrario iremos por la vida como individuos desorientados y nerviosos que se dirigen a un destino repleto de problemas por tener pensamientos de segundamano.

¿Qué es lo que tenemos que hacer en nuestra vida personal?

Cada uno de nosotros tiene un cometido único y extraordinario que no tiene nada que ver con las ideas que nos han inculcado en la educación: compite para sobrevivir, sé el más fuerte o el más astuto, busca la felicidad en forma de sensaciones al precio que sea, consigue una casa y un coche, ten unos hijos y sitúales de la mejor manera posible, no permitas que te avasallen y asegura tus posesiones, etc.

Basta con ser un poco sensibles para darnos cuenta que nuestro cometido en la vida es vivir con valor, sencillez, libres de influencias, defensores de la vida en todo su contexto, cultivar al máximo nuestras facultades físicas y mentales, ser nobles, serios, austeros, estar en contacto con la vida en todas sus expresiones allá donde se encuentre uno, respetar y apreciar a los demás seres aunque tengamos que servirnos de ellos para sobrevivir, gozar plenamente de vivir con independencia de nuestras circunstancias y hacer todo lo que esté en nuestra mano o imaginación para vivir de acuerdo al verdadero sentido de nuestra vida particular.

Nadie puede vivir por nosotros, nadie puede decirnos qué tenemos que hacer o no hacer, qué tenemos que creer o qué tenemos que sentir. Es necesario e imprescindible que cada cual se conozca a sí mismo, aprenda a pensar según su propia observación y encuentre su sentido particular de vivir. Para ello es necesario sentirse solo, estar solo, porque en este sentido las relaciones pueden confundirnos e impedirnos madurar. Unos por otros y la casa sin barrer. En principio las relaciones sentimentales impiden que cada cual tome las riendas de su vida, consiguen olvidarnos del valor de nuestras vidas y nos asfixian en el reducido espacio que dejan los sentimientos. En lugar de alentarnos a cumplir con nuestra labor individual de crecimiento y maduración, las relaciones personales se están utilizando para hacer justo lo contrario, es decir, buscar satisfacción en ellas y olvidarse uno del mundo y de sí mismo: reproches, celos, conflictos, faltas de respeto, abusos, escusas y situaciones de poder.

¿Hasta cuándo va uno a seguir viviendo según le han dicho? ¿Qué tiene que suceder para que uno tome las riendas de su vida? ¿Cuándo se va a dar uno cuenta del engaño social e individual en el que nos encontramos? ¿Cuándo vamos a vivir de acuerdo con el propósito con el que vinimos a este mundo? Parece que nos hemos vuelto tan indolentes y perezosos que ya no nos importa nada.

Cualquier momento es bueno para decir -basta ya-, y comenzar a reflexionar dejando a un lado lo que nos han dicho familiares, maestros, grupos religiosos, amigos o libros. A partir de ahí no es tan importante saber qué pensar sino aprender cómo pensar, observar con honestidad cómo somos, ser conscientes del condicionamiento humano y sentir que por fin estamos gozando de una vida libre que solo depende de lo que somos capaces de percibir. Entonces es cuando se da uno cuenta de lo maravilloso que es no saber, ya que nos permite descubrir lo que jamás hubiésemos imaginado. Es curioso sentir que el gran cambio de nuestra vida no necesita de esfuerzos, ni de nuevos conocimientos o de creencias estrambóticas, ni de practicar nada.

¿Cuál es el valor de las relaciones?

Por encima del sentido individual de nuestra existencia está el sentido de la relación, porque la vida particular surge de la relación. A parte de que nuestros padres nos engendraron, también nuestro cuerpo es una relación de millones de células colaborando juntas de una forma ordenada para hacer posible lo que somos. Sin relación no hay vida ni universo ni nada. Si faltamos al respeto y no damos valor a las personas que nos engendraron o a nuestro propio cuerpo, entonces estamos perdidos. Los seres vivos en principio somos una relación y después somos una individualidad, pero lo está sucediendo psicológicamente en la vida humana es justo lo contrario, creemos que somos una persona que se puede relacionar con otras personas para formar un grupo. Por eso nos va cada vez peor, porque estamos malinterpretando el orden natural del universo.

Para formar parte de una relación hay que ser muy sensible y no dejarse llevar por la presión social de lo que se entiende por relación. No es algo que está ahí y que uno opta libremente para formar parte de ella. La relación no existe mientras no la descubramos y cuando uno la encuentra se ve a sí mismo formando parte de algo muchísimo más grande en comparación a la idea individual que antes sentía. Es como si la individualidad hubiera perdido su vestimenta y se hubiera quedado desnuda formando parte de una nueva concepción mucho más rica y bella que es la relación.

Nuestro cometido en la relación es beneficiarla, hacer todo lo posible para que sea una fuente de comunicación, de aprendizaje, de descubrimiento y de gozo. y también para sentir el extenso significado que tiene uno más allá de los límites de su propia piel.  Cuando hablamos de la relación nos referimos a estar en contacto con todo, desde una pequeña florecilla silvestre hasta un niño jugando en un parque.

Una de las más graves carencias del ser humano es la falta de verdadero contacto con otro ser humano. Tenemos una enorme necesidad de relacionarnos, pero cuando lo intentamos acabamos inevitablemente en conflicto porque no hemos descubierto el valor de la relación.

¿Cuál es el significado de la vida?

La vida surgió hace miles de millones de años en el planeta y al cabo de un tiempo toda la tierra estaba poblada de multitud de especies. Después sucedieron acontecimientos que dieron lugar a la extinción de grandes grupos, pero de nuevo la vida continuó evolucionado y creando nuevas especies hasta que aparecimos los seres humanos con nuestra singularidad, lo que no significa que seamos superiores a ninguna otra especie.

No cabe duda que cada uno de nosotros es el resultado de miles de millones de evolución inteligente y que en nuestra esencia está escrito el porqué aparece la vida en el universo.
Surgimos como el movimiento de una acción inteligente. El universo es la mayor expresión de orden e inteligencia que conocemos y él ha sido quien ha concebido la vida y nos ha creado a cada uno de nosotros. Sin embargo, no parece que el universo tenga un plan personal para cada uno de nosotros sino que cada uno está cumpliendo el plan universal. Quizás a cada uno de nosotros nos hubiese gustado un plan individual o que el universo se hubiera formado para dar sentido a nuestra vida personal, pero parece ser que la realidad es algo diferente.

De nada sirve ser lo que somos, vivir en relación, ser una maravillosa expresión de la vida y formar parte de un universo inconcebible si no somos conscientes de nada.

El condicionamiento humano alardea de conciencia y de racionalidad, pero lo cierto es que aún estamos en pañales y vamos a la cabeza en ser la especie más ignorante del planeta. Tenemos mucho que aprender para convertirnos en seres sensibles que sean capaces de enriquecer la vida allá donde nos encontremos.


Para algunas personas esta reflexión puede suponer pura demagogia o una disertación filosófica inútil, pero si esas personas no son capaces de hacerse las preguntas que aquí se han expuesto sobre la vida personal de cada uno, sobre el valor de las relaciones o sobre el significado de la vida, es que son inconscientes de lo que son y del mundo en el que viven. Únicamente encontrando las respuestas a dichas preguntas tendrá sentido una existencia llena de gozo y plenitud sin necesidad de hacer nada especial.





sábado, 17 de marzo de 2018

¿Por qué una persona llega a matar?



Casi todos los días vemos en las noticias personas que han asesinado a niños inocentes, a sus parejas o a mujeres indefensas y uno se pregunta ¿Cómo es que una persona llega a matar?

Unos matan por celos, otros por odio, a otros les inunda la rabia, hay quienes lo hacen por dinero como mercenarios en la guerra o matando a un familiar para cobrar la póliza del seguro. No cabe duda que siempre hay un motivo para llegar a tal extremo y sin embargo no encontramos la razón para evitarlo.

Cualquier persona en potencia puede asesinar a otra, pero hay razones que se lo impiden. No encontrar una forma de hacerlo precisa y segura, el miedo a que le pillen y tenga que pasar una gran parte de su vida en la cárcel, no tener el valor suficiente para llevar a cabo lo que desearía o el valor moral de que matar es un pecado capital son algunas de las causas que nos impide matar a alguien.

A parte de las razones y el beneficio que puede suponer matar a otro ser humano, ¿qué es lo que nos lleva a tal atrocidad?

Cuando éramos niños en la familia se nos educó con la amenaza de castigos físicos, de capones, cachetes, zarandeos, encerramientos en habitaciones, miradas que lastimaban o palabras con una desmedida dureza y frialdad. En el colegio se nos enseñó con la vara, con golpes, forzándonos a memorizar, comparándonos con otros niños o reprimiendo nuestros instintos. Nos hemos criado en la violencia y en cierta manera somos una consecuencia de ella. Hoy en día los niños muestran una gran violencia entre ellos, con sus educadores e incluso con sus familiares, lo que significa que han aprendido muy bien lo que les estamos enseñando. Pero quizás lo peor que han sufrido algunos niños han sido abusos en el entorno familiar y educativo, violaciones, maltratos, que dejaron una impresión con la cual tienen que vivir para el resto de sus vidas porque no va a encontrar la forma de comunicar y comprender lo que sucedió. Ninguna mente sana es capaz de abusar de un menor a no ser que esa misma mente haya sido profundamente herida. El niño abusado siente que ha perdido su inocencia y es tal el daño psicológico y la vergüenza que siente que hará todo lo posible para que no vuelva a suceder. Algunos se convierten en personas duras que se enfrentan a todo el mundo para demostrar que son fuertes y que con ellas hay que tener cuidado. Se hacen personas serias, frías, luchadoras, con un complejo de superioridad tan elevado que llegan a abusar de inocentes ante una situación de indefensión absoluta. Parece increíble que una persona que ha sufrido abusos, y sabiendo lo lamentable que es, se convierta en abusador con el paso del tiempo. Pero no siempre es de ese modo y otros niños se sienten culpables, se encierran en sí mismos, se vuelven huraños e inseguros durante el resto de su vida. Esto ha ocurrido en gran parte de las familias corrientes de todas las condiciones sociales, así como en instituciones religiosas y educativas.

¿Cómo afecta a la mente de un niño una educación violenta? Cuando el niño asimila que la violencia forma parte de la vida y que debe protegerse de ella, es cuando hace todo lo posible por ser fuerte físicamente y mentalmente. Con esa actitud el niño busca estrategias para evitar ser dañado e inevitablemente se acaba convirtiendo en una persona violenta. Por tanto la violencia es la capacidad y la intención de vencer a los demás sin importar el daño que provocamos. ¿Por qué hay tanta violencia en el mundo? En principio porque creemos que la ejercemos en defensa propia y segundo porque creemos que conseguir una situación de privilegio o de poder frente a los demás ha sido una cuestión de inteligencia. Evidentemente ambas premisas son falsas. La defensa propia no justifica ningún acto de violencia y la inteligencia no se puede confundir con la astucia que es una forma refinada y cruel de violencia. La sociedad está dirigida por personas astutas que ejercen una violencia desmedida contra los ciudadanos, provocan desigualdades sociales, generan malestar y sufrimiento, eternizan los problemas y los conflictos humanos, y son los causantes de la violencia social. Cuando desde niños se nos educa en la violencia es difícil tener una mente inocente y vulnerable capaz de comprender y sanar completamente las heridas recibidas.

No sé si ya habrá sido contestada la pregunta ¿Por qué una persona llega a matar a otra?, quizás cuando nos planteamos una pregunta de esta índole nos gusta llegar con urgencia a la respuesta encontrando ciertas razones que nos tranquilicen, sobre todo si creemos que no tienen ninguna relación con nosotros. Normalmente no encontramos el modo de llegar hasta el fondo de las cuestiones.

Desde que nacemos y a lo largo de nuestra vida la muerte está presente por todas partes. No hay informativos en el mundo cuya principal noticia no sea la muerte. Actualmente millones de personas mueren a causa de las guerras que nosotros mismos generamos por intereses económicos y una de sus consecuencias es que cuarenta millones de niños mueren de hambre al año en el mundo. No parece que matar o que mueran personas sea un problema para los seres humanos. Del mismo modo hemos hecho de nuestra forma de alimentarnos un asesinato y millones de seres vivos son alimentados, engordados y sacrificados en condiciones de sufrimiento para que disfrutemos comiendo, cuando tenemos conocimientos para dar de comer a la humanidad entera sin necesidad de matar. La muerte siempre ha sido un gran negocio para los que ostentan el poder. Incluso hemos encontrado en la muerte un pasatiempo y una forma de educar a nuestros hijos cuando se pasan las horas en video juegos matando todo lo que se mueva. El temor y el dolor de la muerte no es otra cosa que lo que llamamos vida. Nuestra vida personal está llena de temores y sufrimientos, y no es que la causa de ello sea la muerte sino la forma en cómo nos relacionamos, en cómo entendemos lo que es el mundo y lo que es uno mismo. El egoísmo, que no es otra cosa que el apego a las personas, a las cosas, a las ideas, es la causa de nuestro miedo a perderlas y del sufrimiento que nos provoca cuando las perdemos irrevocablemente. Pero lo que es más sorprendente es que el egoísmo es la principal causa de que mueran las personas y sin embargo ni la sociedad ni las personas se lo cuestionan.

Debido a nuestra precaria educación no hemos encontrado el profundo valor de la vida. Para cada cual la vida es algo personal y por tanto se vive para uno mismo, para sobrevivir psicológicamente, para realizarnos y llegar a ser aquello que envidiamos. Tenemos un significado de la vida artificial como consecuencia de las ideas que se han alojado en nuestra memoria. Percibimos la vida como objetos de los que nos podemos servir para dar gusto a nuestra demanda de placer o satisfacción. No importa si matamos un pajarillo que vuela entre los pinos, un pez que nada entre las olas, un elefante que va por la sabana o un niño que vive entre nosotros. Mientras no encontremos el valor de la vida, la muerte siempre puede ser una solución para resolver los conflictos que nosotros mismos generamos. La vida solo tiene sentido en la relación y por ello cada expresión de la misma, por muy diminuta e insignificante que parezca, es imprescindible para que el universo exista. Cada daño que provocamos a la vida nos lo hacemos a nosotros mismos. La vida tiene un valor inmenso, pero la ignorancia del egoísmo no permite aspirar su fragancia, observar su belleza y sentir su misterio, por eso las personas viven deambulando como zombis sin importarles que seres vivos mueran entre sus monstruosas manos.

jueves, 15 de marzo de 2018

¿Hay alguna seguridad en las ilusiones?


A nadie se le ocurriría vivir con ilusiones que no tuvieran ninguna posibilidad de cumplirse. En tal caso seriamos unos inocentes que viven en una burbuja psicológica.

La palabra ilusión viene del latín y se refiere a un concepto o imagen que surge por la imaginación o a través de los sentidos, pero que no tiene verdadera realidad. Desde un punto de vista práctico nos ilusionamos imaginando que llegaremos a conseguir unos estudios tras años de dedicación o que después de trabajar durante un tiempo llegaremos a comprarnos una casa. También nos ilusionamos con el deseo de conocer una persona, casarnos y tener hijos, lo cual es más que probable en un mundo donde casi todos acabamos haciendo lo mismo. Pero desde un punto de vista psicológico la ilusión es una esperanza que no tiene fundamentos y que es imposible de realizar.

¿Hasta qué punto vivimos de ilusiones psicológicas?

Las creencias son ilusiones. Uno puede creer en Dios o en la Virgen y sentir que es una gran verdad, pero no es más que una ilusión creada por el pensamiento. También podemos creer en el comunismo o en el budismo y nos pasaremos la vida ilusionados por algo que únicamente existe en nuestra mente. El nacionalismo es otra de esas ilusiones que se propagan en las personas para degenerar en enfrentamientos y pobreza social.

Los ideales también son ilusiones. Sería maravilloso que fuéramos todos felices y que en el mundo reinara la paz, pero pensar de ese modo es más bien infantil y poco maduro. Y lo curioso es que en general las personas hemos coleccionado un montón de ideales. Tenemos una idea sobre lo que sería un mundo justo, una fantástica amistad, un amor verdadero, un trabajo perfecto, unos hijos maravillosos, una estupenda casa, un hermano entrañable o el mejor perro del mundo. Creemos que tener ideales es un valor que nos da la posibilidad de alcanzar un mundo mejor, pero lo cierto es que los ideales para lo único que sirven son para crear conflictos entre las personas y no atender a los problemas reales.

Desde un punto de vista psicológico nuestra experiencia vivida y lo que representa el pasado no son más que ilusiones. Podemos tener la absoluta certeza que dicha experiencia es una realidad, pero lo cierto es que esa vida ya no existe, se murió con el paso del tiempo, y por mucho que nos emperremos en sostenerla hablando de nuestra experiencia lo que hacemos es limitar o impedirnos experimentar lo que está sucediendo en el presente. Utilizamos nuestra experiencia para llenar vacios, para compararnos con los demás, para sentirnos diferentes o para justificar las reacciones del presente. La realidad está ahí delante de tus ojos y tú la ocultas con las gafas de la experiencia. Es como si al de cocinar un buen plato con ingredientes sabrosos le echamos un montón de sal, pimienta o vinagre. La experiencia nos hace tener un sinfín de imágenes que no nos permite conectar con las personas. Cuando miramos a un familiar podemos verlo tal como es o podemos verlo a través de la imagen que tenemos de él, lo que nos impide observarlo realmente.

Los apegos, las identidades o los deseos de llegar a ser lo que sea que pensemos, no son más que ilusiones. Nos pasamos la vida fingiendo, deseando ser lo que no somos e intentando convencer a los demás de ello. En este sentido la ilusión más clara que está por todo el mundo es la idea que tenemos de nosotros mismos. Nos gustaría ser mejor que lo que creemos ser, corregir los defectos, renovar la imagen y aumentar nuestra inteligencia o sensibilidad, lo cual no es más que la reacción de un pensamiento limitado. Si realmente nos conociéramos, y comprendiéramos cómo hemos llegado a pensar de la manera que lo hacemos, no intentaríamos cambiar nada en nosotros.

Una consecuencia importante de las ilusiones es que consiguen desviar nuestra atención sobre lo que sucede y por tanto difícilmente podemos ni siquiera observar los problemas o conflictos que nos envuelven. Por otro lado vamos perdiendo la vida de ilusión en ilusión creyendo que al final lo conseguiremos.nos hacen perder la vida, porque la ilusión se mueve en el tiempo y cuando este pasa nuestra vida se va con él. Quizás la consecuencia que podría hacernos reflexionar es que las ilusiones inevitablemente nos aíslan y nos hacen sufrir.

¿Por qué no vemos el peligro de las ilusiones?

Nos han educado para vivir esperanzados e ilusionados, pues representa un valor cultural. Nos da miedo pensar que las ilusiones son un profundo engaño humano y creemos que sin ilusiones terminaríamos deprimidos, indiferentes y sin saber qué hacer.

Tenemos la ilusión puesta en la relación y en cierto modo nos sentimos seguros y protegidos por el amparo de la pareja, de la familia o de la sociedad, pero no es más que una ilusión psicológica que más pronto que tarde acaba en desilusión.

Cuando ponemos nuestra seguridad en las ilusiones vivimos engañados y dejamos de confiar en nosotros mismos, lo que hace que nos descuidemos personalmente y perdamos ese instinto básico de estar atentos a lo que es. Nunca puede haber seguridad en lo que es porque siempre está cambiando y por tanto la seguridad no es más que otra ilusión imposible de realizar.

lunes, 12 de marzo de 2018

La idea de ser mujer


Desde un punto de vista biológico un ser humano puede nacer con genitales masculinos, femeninos o una mezcla de ambos, pero desde un punto de vista psicológico a uno lo educan con una identidad sexual, que puede diferir de la genital, para mostrarse como hombre, mujer, o una mezcla de ambos y que puede dar lugar a una orientación sexual bastante diversa (heterosexualidad, homosexualidad, bisexualidad, asexualidad, etc.)

En general a hombres y mujeres se nos identifica desde antes de nacer y se nos educa según nuestro sexo. Es una cuestión de conveniencia muy determinista, que puede variar en algunos entornos, pero que sin lugar en cualquier caso condiciona la percepción de nosotros mismos y del mundo que nos rodea.

En el caso de las personas que se sienten mujer, el entorno donde nacieron las sintió, las cuidó y las trató como niñas, a diferencia del trato que recibían los niños, y las educaron para pensar, sentir y relacionarse según su condición de mujeres.

Cualquier mujer adulta es consciente del peligro que supone convivir en una sociedad con violencia de género en donde hay mujeres que mueren diariamente a causa de sus parejas y en donde las relaciones entre ambos sexos está teñida de un machismo que coloca a la mujer como un objeto sexual y como un ser débil de segunda clase con escasa inteligencia. Por otra parte la sociedad ha hecho que la mujer tenga un mayor impedimento para acceder y mantener un puesto de trabajo en las mismas condiciones que los hombres.

¿Qué puede hacer una mujer ante esta situación?

Parece ser que ir a la huelga y manifestarse es lo mínimo que una mujer puede hacer, porque unidas en la lucha pueden lograr nuevos derechos y seguir caminando hacia condiciones de igualdad de género.

¿No es la mujer responsable de su propia situación?

Hombres y mujeres hemos hecho este mundo y somos responsables de todo lo que en él sucede, sobre todo en lo referente a nuestras relaciones. Del mismo modo el mundo nos ha creado y nos ha hecho a su imagen y semejanza dándonos una educación.

Hombres y mujeres no hemos librado una batalla ni una guerra donde los hombres han ganado y se han impuesto a las mujeres para después explotarlas como prostitutas, amas de casa, secretarias, monjas, modelos, trabajadoras de la limpieza de escaleras o auxiliares de enfermería, mientras los hombres se asignaban los puestos de reyes, jefes de estado, directores de empresa, jueces, cirujanos o astronautas. 

A través del tiempo, mujeres y hombres hemos creado una manera de organizarnos y seguramente ahora más que nunca estamos en situación de comprender en qué nos hemos equivocado. Por tanto es hora de cuestionar qué somos y darle un sentido más humano a una relación en donde el conflicto de género no tenga lugar alguno.

Mujer y hombre se necesitaban para dar continuidad a la supervivencia de la especie, pero hoy en día con los desarrollos tecnológicos el hombre ya no es necesario pues su función puede suplantarse con bancos de semen e inseminaciones en vitro. Por otra parte las ocupaciones de hombres y mujeres han dado lugar a familias mono parentales en donde los niños se les manda a la escuela a edades muy tempranas.

Para empezar una mujer y un hombre han de comprender que su condición de mujer u hombre son falsas. Las mujeres al igual que los hombres son seres humanos y si bien es cierto que ambos tienen diferencias genéticas sustanciales, sin embargo desde un punto de vista social o humano no parece que haya ninguna distinción. A pesar de que mujeres y hombres pueden pensar, sentir o comportarse con libertad, sin embargo no lo hacen porque han aceptado unas ideas en modo de creencias o identidades que limitan su condición natural a relacionarse.

Las ideas no conducen a ninguna realidad y aunque nosotros creamos que son el timón y el horizonte de nuestras vidas, en realidad son ellas las que nos conducen hasta nuestra muerte y, mientras nosotros perecemos, ellas siguen con su desastrosa labor de ilusionar con fantasías a los que continúan.

¿Cuál es nuestra idea de mujer?

Algunas de las ideas que tienen gran parte de las mujeres en el mundo son: una mujer ha de ser y mostrarse femenina porque de lo contrario parecería un marimacho, una mujer femenina ha de arreglarse según el gusto de los hombres y debe mostrar atributos corporales deseables para lo que deberá operarse si carece de los mismos, una mujer nace para tener hijos y ser madre, cuidar de su familia y ser condescendiente con todos sus miembros a la vez que debe mostrar una gran capacidad de sacrificio por los demás y olvidarse de sí misma, una mujer no debe ser habilidosa ni entender de la economía de casa que para eso ya están los hombres, las mujeres deben rechazar la amistad de los hombres y nunca deben desear ser independientes porque su naturaleza es frágil e indefensa, debido a la dulzura y delicadeza de las mujeres solo ellas pueden dedicarse a cuidar y limpiar a los enfermos y a cuidar y limpiar las casas, y teniendo en cuenta que las mujeres entienden realmente de hijos pueden dedicarse toda la vida a hablar de ellos sin decir nada nuevo… Es fácilmente deducible que si muchas mujeres sostienen este tipo de ideas y otros tantos hombres tienen ideas tan insensatas, el mundo en el que vivimos obligatoriamente debe padecer de graves dolencias.

¿Se puede dejar de ser mujer? Como hemos dicho anteriormente lo primero es comprender que una no es una mujer, es sencillamente un ser humano y debe hacer todo lo que hay en su mano para pensar, sentir y comportarse como tal. No estamos hablando de identificarse con un ser humano como si ello fuera un concepto abstracto sino de darnos cuenta de esa realidad que somos de hecho: un ser humano que sonríe porque está alegre, que llora porque se emociona, que se ilusiona con un trabajo que está llevando a cabo, que sufre porque ha perdido a un familiar, que colabora por un bien común sin necesidad de ponerse en conflicto con nadie, que viste según su propio sentido y comodidad, que puede tener amigos con independencia de su sexo, que puede estudiar una carrera y ocupar cualquier puesto empresarial, que es comprensible con la ignorancia y que en ningún momento siente que es mujer, a excepción de cuando va al ginecólogo.

¿De qué sirve hacer huelga o manifestarse año tras año si vas a la manifestación como una persona condicionada que se obliga a pintar los ojos, los labios o las uñas, a maquillarse, a depilarse, a ponerse zapatos con tacones, a vestir como mujer, a adornarse con anillos, collares y pendientes, a operarse de los pechos, de los labios, o de dios sabe de qué y a ir con el pelo teñido sin conocer jamás ni el color natural de su pelo?

Si somos serios, y este asunto lo requiere porque en ello nos jugamos nuestra libertad, hemos de comenzar la revolución en nuestro cerebro y dejar de ser esos hombres o mujeres que nos han inculcado. Ello será posible cuando uno mismo comience ese cambio o de lo contrario nos estaremos engañando y seguiremos esta absurda lucha de sexos eternamente. Creemos que los políticos con las promesas de siempre o con las nuevas formas de expresión de ciudadanos y ciudadanas, diputados y diputadas, compañeros y compañeras, harán cambiar la sociedad y con ello iremos mejorando nuestra condición personal, pero esa es otra de las eternas falsedades, pues ellos están para que todo continúe como siempre: antagonismos ideológicos, guerras, burbujas económicas, crisis, rescates bancarios, pobreza energética, etc. 

Mientras mujeres y hombres somos presionados para secundar huelgas o manifestaciones, llegando a formar parte de una masa manipulada de personas, nos perdemos la posibilidad de poner el foco de atención allá donde está el fondo de la cuestión y que no es otro sitio que nuestro propio sentimiento de identidad de ser mujer u hombre.

Si queremos un mundo mejor está en nuestra mano hacerlo. Hay mujeres valientes que comienzan con no teñirse el pelo. Al principio les cuesta bastante hacerse a la idea del cambio. Después, cuando ya lo tienen claro se encuentran con la presión que ejercen las propias mujeres para que desistan de tal barbaridad y cuando el cambio ya se ha producido todo el mundo está de acuerdo en que su pelo es maravilloso. Pero nadie aprende en carne ajena y solo la persona que ha dejado de teñirse el pelo comprende el significado que supone ser libre de tener que hacerlo.

No es necesario que aparentes ser una mujer, no te obligues a ser atractiva y deja de sacrificarte para gustar a otras personas. No se puede construir una vida sobre esa falsedad de mujer. Todo ser humano tiene derecho a expresar su naturaleza de forma creativa, compartir su gracia y su belleza, y permitir descubrir un mundo desconocido. El feminismo es una reacción al machismo y por tanto es la otra cara de la misma moneda. Desde el punto de vista del condicionamiento un hombre y una mujer son un espejo el uno para el otro en donde mirarse y aprender a ser libres. Puedes engañarte eternamente y luchar contra molinos de viento para conseguir un mundo justo, pero sería más acertado darte cuenta de que el problema que has de solucionar está en tu manera de pensar. De nada sirve hablar de igualdad entre hombres y mujeres cuando aún no nos hemos quitado ni los pendientes de las orejas.

martes, 6 de marzo de 2018

Cada uno de nosotros es la humanidad


Uno mismo tiene que modificar el rumbo de su vida para que la humanidad entera cambie su destino. Pero antes tiene que suceder algo que es imprescindible; el ser humano ha de ser honesto y darse cuenta de que su vida es una esclavitud, de que su forma de vivir por muy privilegiada que sea sólo tiene sentido en apariencia y que en el fondo es un ser humano fiel a unas ideas con las que se ha identificado y de las que no es nada fácil deshacerse.


Sea uno un gran empresario, un millonario, un prestigioso político, un científico, un escritor, un barrendero, una persona pobre o una persona cualquiera, todos tenemos en común desde un punto de vista psicológico el miedo, las disputas, el sufrimiento, la ansiedad, el sentimiento de soledad, momentos de placer, así como la incertidumbre del tiempo y de la muerte.

Sea cual sea el estatus que hayas conseguido en esta sociedad no te libras de estar condicionado por unas creencias y valores que han hecho de tu vida interior un ser dependiente e ignorante. Tú puedes pensar que estás en mejor situación que otras personas, pero eso también es parte del engaño, pues hasta las personas que están en peor situación también piensan lo mismo; no hay mejores ni peores situaciones, simplemente la cuestión es si somos esclavos de ideas o, por el contrario, somos libres de ellas.

Incluso puedes ser una persona culta, con estudios universitarios, con capacidad de hablar varios idiomas y de tocar el piano. Sin embargo, nada de ello te libra de estar condicionado y depender de ideas que te hacen creer ser lo que no eres y que han hecho de tu vida algo con muy poco sentido humano cuando prevalecen la inseguridad y la soledad.

También puedes ser un escritor que escribe libros con el propósito de ayudar a que los demás sean un poco más felices, a que tengan algo de esperanza, pero puede que todo eso no sea más que una forma de autoengaño y desesperanza para buscar sencillamente tu propia satisfacción.

La sociedad y la cultura nos han traído al mundo y nos ha educado. Estamos hechos a imagen y semejanza de esta sociedad en la que vivimos. Por tanto, podemos decir que la sociedad somos nosotros, cada uno de nosotros con nuestra forma de relacionarnos con el prójimo.

A la misma vez, con nuestras creencias e ideas, con ese deseo de llegar a ser y de llegar a tener la luna en nuestras manos, hemos creado una cultura que trata de evolucionar con una carga de siglos de tradición e historia. Al mismo tiempo estamos creando esta sociedad con toda clase de organizaciones, de divisiones, de fronteras, cuyo denominador común es la distinción de unos sobre otros, ese egocentrismo que dirige la vida de cada ser humano. Así pues, generación tras generación nos vamos clonando. La sociedad nos trae al mundo y nosotros alimentamos y damos continuidad a la misma sociedad.

Puedes pensar que hay personas que viven mucho mejor que tú porque sientes que su situación personal es envidiable al no tener que preocuparse en trabajar para pagar la hipoteca de una casa; o tienen padres ricos en los que siempre encontrarán respaldo; quizá tienen estudios que les harán tener muchas oportunidades; tal vez atesoran cuerpos bien formados para hacer un deporte o tienen una buena imagen con la que ganarse la vida. Todo lo que pienses al respecto de que hay personas que viven mucho mejor que tú es sencillamente falso, no tiene realidad ninguna, uno puede pensar de forma lógica pero eso no indica que dicha lógica no se esté utilizando como algo meramente especulativo.

Cuando un ser humano está condicionado psicológicamente, por unas creencias e identidades, su vida es igual de infeliz e inestable como la de cualquier otro con circunstancias sociales y personales totalmente diferentes, pues el condicionamiento iguala a todas las personas. Uno podría pensar que el condicionamiento se vive mejor desde la opulencia que buscando en la basura, pero no podemos confundir la desgracia de vivir en la opulencia o de buscar en la basura, con la desgracia de estar condicionado, lo que en definitiva nos lleva a la opulencia o a buscar en la basura.

¿De qué manera vas a comprender que la felicidad no depende de ser rico ni de ser pobre? ¿Cuándo vas a comprender que nacemos en una abundancia interior que atrae riquezas si no nos volvemos mezquinos? ¿Cómo vas a entender que la inteligencia no depende de tener más o menos cultura? ¿Cuánto tienes que sufrir para darte cuenta de que la belleza no depende si eres guapo o feo? ¿Qué vas hacer para percibir que el amor no es un sentimiento personal sino universal?

La humanidad tiene una conciencia colectiva que es común para todos los seres humanos. En dicha conciencia está todo el contenido de la experiencia y el conocimiento de siglos de historia. Podemos decir sin lugar a dudas que es una conciencia con multitud de fragmentos, de creencias y de identidades, donde la mente de cada ser humano se construye psicológicamente de modo personal.

Dependiendo de las circunstancias, donde nacemos y crecemos, las personas seremos condicionadas a identificarnos con determinados fragmentos de esa conciencia colectiva y a estar en oposición con otros para el resto de nuestra vida, a no ser que comprendamos que cada uno de nosotros es el resto de la humanidad y que no tiene ningún sentido convivir psicológicamente separados creyendo que somos mejores o más guapos.

La ignorancia no es más que la falsa certidumbre de saber algo que sostenemos convencidos de su verdad, pero que realmente es equivocado, por esa razón, quizá no hay mayor ignorancia que creer ser lo que no se es.

Hay multitud de formas de autoengaño que hacen que las personas, en lugar de vivir con plenitud, vivan telenovelas llenas de emociones que se alternan continuamente entre el deseo o la ansiedad de tener, la pasión o el placer de sentir, el conflicto por el miedo a perder, y en definitiva en el sufrimiento y la desesperación. Pocas personas están a gusto consigo mismas, en paz con el mundo, sin conflictos, y con ese sentimiento de afecto que les hace mirar con familiaridad y atención. También hay individuos que se acomodan después de haber fracasado en lograr sus deseos hasta el punto de volverse indiferentes ante la vida.

En las sociedades burguesas las personas son profundamente frágiles y basta con apenas rozarles un poco al caminar por la calle para sentirse agredidas. Viven encerradas psicológicamente en su mundo interior y como si fueran burbujas aisladas van pegados a sus pertenecías, a sus ideas, a sus placeres y entretenimientos. Y conviven con sus cascos y móviles creyendo que están conectados a sus familiares, a infinidad de amigos, a la música o a los libros, pero el hecho es que están física y psicológicamente aislados.

La causa de los problemas y conflictos que vivimos está en nuestro interior, no está fuera de nosotros. Cualquiera puede pensar que la culpa de lo que le pasa es del vecino, del jefe, de la esposa o del hijo, pero eso es como mirar a otro sitio cuando el origen del conflicto es nuestro Yo y la causa está en nuestro propio pensamiento: en esa forma de pensar y de interpretar lo que nos sucede.

No somos capaces por un momento de desprendernos de nosotros mismos, de dejar a un lado nuestra propia presión, sentarnos en cualquier banco de un parque a la sombra de un gran árbol y sentir esa naturaleza que nos rodea, mirar la naturaleza que está ahí cerca de nosotros; vivir en silencio y escuchar el sonido incesante de las chicharras; contemplar esas flores con sus colores naturales y oír el sonido del agua de la fuente; observar esas nubes llevadas por el viento o sentir la alegría y la inocencia de esos niños que juegan con la arena para crear un castillo. Necesitamos espacio en la mente para ser sensibles a lo que sucede, para lo cual es preciso desprendernos de toda esa ocupación neurótica que nos hace ir de una actividad a otra sin apenas espacio para darnos cuenta de su insensatez.