miércoles, 11 de diciembre de 2013

Taller sobre la Ignorancia


Vamos a realizar una práctica que posibilite el darnos cuenta de nuestra ignorancia, el aprender de ella y por último el liberarnos de la misma, para ello vamos a elegir cada uno de nosotros una de esas verdades de las que estamos muy seguros y que de alguna forma es parte de la maravillosa imagen que tenemos de nosotros mismos o que los demás tienen de nosotros.

Como no es fácil dar el primer paso vamos a ayudarnos para ello de un listado de posibles grandes verdades que sostenemos con gran certeza:

·        Creer que hay personas que saben más que uno mismo.

·        Tener fe en Dios.

·        Creer que uno es una buena persona.

·        Pensar que uno puede ayudar psicológicamente, o educar, a otros.

·        Creer que la felicidad esta en lograr o conseguir algo.

·        Tener la certeza que uno ama a alguien.

·        Creer en llegar a ser diferente con el tiempo y la práctica.

·        Creer que somos canales de energía.

Ahora vamos a elegir cualquiera de ellas y después vamos a cuestionarla, es decir vamos a dudar si realmente es cierta o simplemente descubrimos que algún día en el pasado decidimos creer en ella como si fuera una verdad.

Yo voy a escoger como ejemplo la primera de la lista ´Creer que hay personas que saben más que uno mismo´ para hacer la práctica y ustedes pueden tomar cualquiera de ellas siguiendo más o menos los mismos pasos y la manera de reflexionar que se van a mostrar.

¿Qué significa que yo creo que hay personas que saben más que uno mismo? Significa que yo tengo la creencia que unas personas saben más que otras y que incluso unas personas son más inteligentes que otras y por consiguiente creo firmemente que hay personas que saben más que yo y que me pueden ayudar en mi vida con mis problemas o para lograr mis deseos.

Para delimitar y entender en su justa medida lo que quiero decir al expresar ´saber más que yo´, no me estoy refiriendo a que una persona tenga más o menos capacidades o destrezas manuales o mentales sino que me refiero al saber psicológico, a creer que una persona sabe más que yo psicológicamente sobre la vida, y que me pueda asesorar o aconsejar sobre cómo resolver mis problemas de relación, mi ansiedad, mi desequilibrio emocional, mis temores a la soledad, al sufrimiento y a la muerte.

Parece lógico pensar que si una persona está aconsejando a otra psicológicamente es porque ella misma ha resuelto los mismos problemas y no sería lógico pensar que alguien que no ha resuelto sus propios problemas esté aconsejándonos a resolver los nuestros y encima nos cobre dinero por ello: comprándole algún libro, pagando una consulta o pagando la asistencia a una conferencia.

¿Cómo sabemos si la persona que nos está aconsejando o que estamos escuchando ha resuelto nuestros mismos problemas? Normalmente, y debido a nuestra creencia, creemos que esas personas ya han trascendido la clase de problemas que nosotros tenemos y los vemos como iluminados o seres inteligentes y bondadosos, pero no se nos ocurre pensar que puede ser que esas personas tengan nuestros mismos problemas.

Desde niños hemos aprendido a través de los mayores la capacidad del lenguaje, a nombrar objetos y expresar ideas, y en definitiva a comunicarnos. También hemos aprendido habilidades mentales como las matemáticas y habilidades físicas como nadar o montar en bicicleta.

Quizás por esa razón hemos creído como una verdad que alguien también puede enseñarnos a ser felices, a ser plenos, a resolver nuestros problemas de relación, y nos pasamos la vida leyendo libros, yendo al psicólogo o al amigo de turno, o buscando algún gurú o personaje a quien seguir o imitar.

Hemos creído que los psicólogos no tienen problemas psicológicos, que los curas no tienen problemas morales, que los políticos no tienen problemas éticos o que los mecánicos no tienen averías con su coche, lo cual es absolutamente falso y justamente cada uno de ellos adolece más del mal que cree saber.

Lo cierto es que en la medida que tratamos de buscar ayuda o imitar a otros, seguir a otros, bien sea a través de sus ideas o de sus actos, lo que conseguimos es ser aún más dependientes y por tanto aumentamos nuestro nivel de frustración, gastamos un montón de energía en vano y perdemos el tiempo porque todo lo que hay que saber sobre el vivir no necesitamos aprenderlo de nadie y nadie nos lo puede enseñar salvo nosotros mismos.

A veces no está bien delimitada la frontera entre lo que es conocimiento operativo o instrumental y lo que es conocimiento psicológico o subjetivo, y por esa razón podemos pasar años aprendiendo determinadas técnicas que persiguen determinados logros psicológicos, lo cual raya la estupidez. Ninguna técnica, imposición de manos, brebaje, carta astral, explicación, va a inducirme la comprensión de algo en mi vida y más bien lo que va a conseguir es condicionarme aún más y hacer más compleja si cabe mi existencia.

De la misma forma, en este sentido psicológico de la vida, nosotros no podemos enseñar a nadie, ni siquiera a nuestros hijos, porque lo cierto es que la gran mayoría de las personas que dan conferencias sobre autoayuda, de la clase que sea, lo único que hacen es vivir del cuento a consta de crear ilusiones en los demás. Y su principal logro es que han sabido explotar con descaro el asunto del que hablan.

Tratamos de mostrar una imagen de que sabemos y de que podemos enseñar pero lo cierto es que detrás de esa imagen hay un ser débil y frágil que necesita ser apreciado, ser tenido en cuenta, porque de lo contrario se moriría de soledad y frustración. Cuando ya hemos perdido toda esperanza de aprender es cuando surge en nosotros la necesidad de enseñar, como engañándonos a nosotros mismos de que ya hemos llegado al final y a la vez engañando a los demás de que nos necesitan para aprender.

No hay nada más penoso que ver a un maestro enseñar. Los maestros que se dedican a enseñar es que no saben, los que saben se dedican a descubrir y aprender. Solo es posible enseñar cuando se está aprendiendo, cuando las personas aprenden juntas, de lo contrario todo lo que uno puede enseñar no es más que sabiduría muerta.

Solemos identificarnos, alabar o apreciar determinadas ideas o personajes, porque se nos ha educado para desear ser alguien diferente a quien somos, y eso refuerza nuestro propio desprecio o rechazo a alguna parte de nosotros mismos, y acabamos deseando una idea que imaginamos real, en un movimiento egoísta que es absurdo porque nunca conseguiremos ser nadie, ni tener lo que tengan otros, siempre e inevitablemente estaremos con nosotros mismos.

Aprendimos desde pequeños a sentirnos incompletos, a sentirnos incapaces, a pensar con las mentes de nuestros mayores y poco a poco llegamos a convertimos en seres acomplejados que se niegan a sí mismos la posibilidad de aprender del maestro que hay en cada uno de nosotros.

Es realmente vergonzoso ver el gran comercio que existe entre lo que saben y los que no saben, entre los explotadores y los explotados, y todos ellos navegan en la ignorancia de creer enseñar y creer aprender.

Para liberarse uno de esa relación de dependencia ha de comprender que en el vivir uno solo puede depender de sí mismo, uno solo puede creer en sí mismo, uno tiene que sembrar, regar y recoger en su propia tierra.

Pobre de aquellos que siembran y laboran en tierra ajena esperando las migajas que el amo les quiera regalar, y por esa razón en cuestiones psicológicas más vale morirse de hambre que pedir limosna o lo que es lo mismo, más vale no saber nada que saberlo de segunda mano.

Por todo ello nadie me puede enseñar a relacionarme, porque esa enseñanza corresponde a cada uno, y nadie me puede enseñar a ser inteligente o a amar porque esa enseñanza solo es propio de cada ser.

Si ha comprendido que los demás son tan ignorantes como uno mismo, que uno no debe dejarse llevar por las apariencias, entonces uno debe dejar la idea de que alguien le ayude, no resistirse a madurar y empezar a hacer frente uno mismo a todos esos problemas, conflictos o inconvenientes que uno mismo ha creado en las relaciones. Es maravilloso sentirnos responsables, con independencia de nuestra capacidad o incapacidad, para resolver nuestros asuntos psicológicos, filosóficos o morales, y permitir ser ayudados única y exclusivamente en el terreno fisiológico.

Si después de esta sencilla y clara reflexión usted aún sigue creyendo que alguien puede enseñarle psicológicamente algo o que alguien puede saber más que usted mismo es que aún no se ha enterado que toda la sabiduría del mundo en boca ajena no le sirve a usted de nada más que para frustrarlo aún más y que más vale que empiece a creer en sí mismo y deje de estar acomplejado porque eso en definitiva es lo que no le permite caminar con la cabeza erguida mirando hacia delante y aprender de lo que usted mismo es capaz de ver.

Si a pesar de todo aún sigue pensando en su incapacidad y delegando su responsabilidad en otros, no se preocupe, ponga esperanza en la posibilidad de volver a nacer y tener más suerte la próxima vez.


viernes, 15 de noviembre de 2013

La ignorancia


La conciencia humana está inmersa en una corriente profunda de ignorancia que le lleva a percibir la vida de una forma fragmentada y personal que da lugar a mantener relaciones de conflicto.

Cualquier persona en nuestra cultura, sea culto o inculto, rico o pobre, astuto o inocente, pervertido o moral, es esclavo de su ignorancia, algo que ni él mismo sabe.

Uno puede estar muy a gusto en su posición social y cultural pero no tiene ni remota idea de lo estúpida que puede ser su vida y no es que uno quiera menospreciar la condición humana sino que es necesario denunciar como un hecho que estamos sumidos en lo que creemos saber, en lo que vemos o sentimos, como si ello fuera verdad, cuando en realidad no vemos más allá de nuestras narices y casi todo lo que percibimos es producto de influencias externas o internas y de una profunda manipulación psicológica.

Podemos ver colores en el aire, cuerpos astrales, energías que se muestran como sensaciones para comunicarnos el estado de las personas, podemos ver y oír a dios decirnos lo que debemos hacer, podemos sentir esa energía que recorre nuestra columna vertebral hasta despertar la kundalini, y nadie podrá negar que eso es cierto. Sin embargo tampoco deja de ser cierto que todo ello es una proyección del deseo de nuestra propia mente.

Los seres humanos desde siempre hemos deseado tener el control de nuestras vidas, poder manipular la naturaleza a nuestro antojo, llegar a ser dioses, ayudar a los demás a estar sanos o ser libres, y pocas veces nos hemos abandonado a lo que somos y hemos sentido desaparecer nuestra identidad hasta encontrarnos con la verdadera naturaleza de las cosas.

Podemos tomar pellote, coca, ayahuasca, belladona, LSD, hongos y flores alucinógenas, y sentir que podemos viajar más allá de los confines de nuestro entendimiento sin darnos cuenta que todo es una ilusión creada por nuestra mente.

Desde tiempos remotos chamanes, brujos y sanadores, utilizaron diferentes yerbas, piedras, pociones, o incluso aprendieron a leer las estrellas o las líneas de la mano para poder llegar a lugares donde a nuestra mente personal no se le permite llegar. Y sin embargo nada de ello ha cambiado nuestras vidas o nos ha liberado de nuestra ignorancia, y más bien nos ha convertido en seres aún más supersticiosos y dependientes.

También podemos adquirir conocimientos y seguir desarrollando máquinas y herramientas capaces de conseguir alargarnos la vida, hacer más cómoda y fácil nuestra existencia, y sin embargo nada de ello impedirá nuestra ignorancia, porque en el fondo la ignorancia acaba nutriéndose del propio conocimiento.

Cualquier persona es libre de plantearse su libertad, de mirarse al espejo de la sociedad y darse cuenta que es un esclavo de ideas ajenas que le obligan a perseguir deseos absurdos como la felicidad y cuyas consecuencias no le permite disfrutar de la vida y le ocasiona un sinfín de problemas.

La ignorancia surge con el conocimiento que adquirimos, con la experiencia, y nos deja una impresión de creernos conocedores de la realidad que vivimos.

No hace mucho tiempo que estuve en una reunión de personas donde todas ellas asumían ver y sentir determinadas energías. Nadie, a excepción de mi, cuestionaba lo que allí se mostraba como una realidad palpable y era tal la presión que se ejercían unos a otros que no había lugar para dudar.

Cuando admitimos el engaño, la sugestión, como un hecho que percibimos creamos una realidad personal sin ninguna base ni firmeza y acabamos siendo seres inestables, con mentes frágiles e inservibles, que mantienen relaciones neuróticas.

La ignorancia no está determinada por lo que no sabemos sino por lo que creemos saber.

A partir de lo que creemos saber vamos construyendo una realidad personal que está en continúa confrontación con la realidad objetiva.

Uno de los principios de la ignorancia es que lo que vemos o lo que sentimos respecto de lo que vemos es real, cuando en realidad es una idea, un deseo subjetivo, una mentira infantil que es imposible sostener sino es a base de más y más mentiras.

Primero me creo una imagen de mi mismo, lo cual es una idea o una mentira, y cuando esa imagen se adueña de mí, con mi consentimiento, entonces ella misma comienza a construir mentira sobre mentira tratando de demostrar que la imagen de mi mismo es real. Y esa imagen de mi mismo se alimenta de experiencias, sentimientos, pensamientos, creencias, opiniones, valores, pasiones y al final esa imagen acaba olvidando y despreciando lo que realmente soy.

Y pensar que toda nuestra ignorancia comenzó por sostener o afirmar una pequeña, simple e inocente mentira.

Únicamente con saber que somos ignorantes no va a cambiar nada nuestra vida, pues toda idea no es más que parte de la propia ignorancia que no atreviéndose a tratar con la realidad directamente lo hace a través de ideas que refuerzan la propia subjetividad.

No basta con saber que somos ignorantes, es necesario percibirlo, comprenderlo, ver hasta dónde y qué consecuencias conlleva la ignorancia.

¿Por qué tiene tanta fuerza y continuidad la ignorancia? ¿Por qué no se extingue la ignorancia si tenemos en cuenta que se requiere de mucho esfuerzo y mentiras para sostener algo que en definitiva no es real y que nunca llegara a serlo?

Pienso que la respuesta a estas cuestiones está en el cerebro solo puede funcionar a medio y largo plazo de forma estable. Debido a que el cerebro no puede sostener una mentira, por el estado de inseguridad y contradicción que le produce, hace que esta se perciba de forma real, lo cual genera una neurosis existencial.

Dicha neurosis crea la dualidad, es decir un mundo psicológico en continuo conflicto: soy y no soy, bueno y malo, cielo y tierra, sombra y luz, vida y muerte…. Desde esa perspectiva la vida es una dualidad en continua confrontación de la que yo mismo formo parte.

Partiendo de esa dualidad todo lo que percibo tiene su opuesto y tiene su opuesto porque lo percibo desde mi propia imagen que no es más que un opuesto de mi mismo y mientras no resuelva dicha imagen nunca podre resolver la dualidad de la existencia.

Una persona que aún le quede algo de sensibilidad no puede aceptar vivir en conflicto y tiene que descubrir cuál es el origen del conflicto, la causa de las luchas, de las guerras y ver si es posible vivir sin conflicto alguno, sentirse unido a la vida y en armonía con ella.

Decir que la causa de mis problemas son los demás es no querer ver los hechos, porque el conflicto empieza en uno mismo, con nuestro propio pensamiento.

A casi nadie se le ocurriría cuestionar o dudar de su propio pensamiento, de su manera de pensar, pero lo cierto es que si no lo cuestionamos estamos abocados a vivir siempre en conflicto continuo, tanto con los demás como con nosotros mismos.

No se trata de reprimir o controlar nuestro pensamiento, sino de aprender y descubrir porque pensamos, cual es la naturaleza de nuestro pensamiento, y si existe acaso un pensador o es que solo hay pensamiento, de tal forma que el pensamiento ocupe únicamente el lugar que le corresponde. ¿Puede el pensamiento observar su propia actividad?

A través del tiempo hemos construido mentiras sobre mentiras, ilusiones sobre ilusiones, ideas sobre ideas y ahora ya no es posible encontrar la realidad que hay delante del espejo, es ese espejo que son los demás o que es la propia naturaleza.

Para comenzar hemos de aprender a ser honestos, aquello que perdimos cuando decimos aceptar como válido aquello que no éramos capaces de ver o de sentir por nosotros mismos. Ahora es tiempo de decir abiertamente que lo que sostenemos como verdades absolutas no son más que falsedades.

No podemos seguir a ninguna autoridad porque todas ellas son el resultado de nuestra confusión, son nuestra propia confusión con una apariencia diferente y agarrarnos a cualquier idea es la mejor escusa para estancarnos.

Cuando dejamos toda autoridad recuperamos una gran cantidad de energía para indagar y observar lo que sucede, permitiéndonos no solo aprender sino salir de esta inmensa y profunda ignorancia que no nos permite disfrutar y sentirnos unidos a la vida.

La ignorancia no es más que un autoengaño olvidado.





domingo, 28 de julio de 2013

¿Existen las enseñanzas?


A lo largo de la historia de la humanidad han existido personas que han transmitido un conocimiento o una experiencia espiritual que aparentemente iba más allá de la cultura tradicional de su momento y que en algunos casos se ha denominado popularmente como enseñanzas.

La mayoría de esas enseñanzas se han perdido con el transcurso de los años, otras sin embargo se han corrompido o interpretado convirtiéndose en leyendas o escritos que no tienen nada o poco de su origen y muy pocas, quizás porque han transcurrido escasos años, aún perduran casi como fueron expresadas en formato de videos, grabaciones o en forma de libros.

Gran cantidad de personas, por no decir millones de millones, leen estos libros y siguen estas enseñanzas como una forma de sobrellevar sus vidas.

En general la vida de un ser humano se debate entre la ignorancia y la arrogancia, pasando por todo tipo de conflictos, sufrimientos, esperanzas, placeres y un sinfín de problemas que le hacen preguntarse si hay algo más aparte de eso.

El ser humano necesita creer que hay algo más en lo que basar su existencia. Gran parte de las personas no solo necesitan creer sino que también necesitan que les digan lo que creer y lo que hacer, y de esa forma dejan su responsabilidad en otras personas que se convierten en mediadores entre ellos y dios, entre la tierra y el cielo, y es a través de ellos como pueden ver o encontrar la verdad, la espiritualidad, el nirvana, el kundalini o la vida eterna.

Es realmente penoso ver toda esa corriente humana dejándose llevar por ideas, ideologías, creencias, y conocimientos, que han sido inventadas por el propio hombre y cuyo principal objeto es manipular conciencias y voluntades.

Hay quienes dicen que las enseñanzas son todas las mismas y que solo cambia la forma de su expresión pero quizás esa idea no es más que una justificación para seguir subsistiendo engañando al personal con falsedades.

¿Qué es la enseñanza? ¿Existe la enseñanza o no es más que una ilusión más?

Quizás la enseñanza pueda tener diferentes dimensiones o formas de mostrarse pero en esta humilde reflexión solo nos estamos refiriendo a la enseñanza con forma de palabra, aquella que puede ser oída o que puede ser comunicada.

De existir la enseñanza, esta sería de tal naturaleza que podría cambiar totalmente la mente humana, lo cual invalida de alguna forma el ser enseñada como si fuera conocimiento o que alguien pueda adueñarse de ella y sostenerla como algo personal o como un logro conseguido, no se podría vender ni canjear, y ni siquiera se podría manipular.

Uno puede conseguir la enseñanza de un arte marcial, tocar el piano, y en definitiva conseguir una capacidad que nos posibilite a repetir un proceso grabado en la memoria, pero ¿Cómo es posible aprender el arte de vivir sin conflicto alguno o cómo es posible vivir eternamente aprendiendo o cómo es posible no producir más dolor del que ya existe en este mundo?

De existir la enseñanza sería algo así como encontrar la comprensión o la puerta que nos hiciera ver con suma claridad todo nuestro condicionamiento cultural, ir más allá del miedo y del dolor, y encontrar una forma de vivir y de morir con pasión.

Cuando las personas se identifican con enseñanzas particulares, con la enseñanza de fulano o de mengano, y se pasan años leyendo y releyendo dichas enseñanzas, lo que hacen es escapar del encuentro consigo mismos, se convierten en dogmaticos, acaban frustrándose o creando una realidad producto de su obsesión y demoran hasta el día en que fallecen para mirarse en el espejo de lo que son.

¿Cuánto tiempo o esfuerzo necesitamos para ver nuestro egoísmo? ¿Cuánto necesitamos para ver nuestras miserias, nuestras contradicciones, nuestras vergüenzas, nuestras debilidades, nuestros pecados? En el fondo hablamos del condicionamiento o del egoísmo pero como si estuviésemos hablando del vecino y de esa forma podemos pasarnos la vida leyendo las enseñanzas de quien sea porque en definitiva es un escape más, eso sí, bastante sofisticado.

No existe la enseñanza que sale de boca de otro porque la verdad en forma de palabras no es verdad alguna y por esa razón la enseñanza que se enseña no es más que un engaño, en esto de encontrar uno sus propias miserias no hay enseñanza posible salvo la de mirarse uno mismo con valentía, honestidad y dejarse llevar allá donde la corriente de la verdad te conduzca.

¡¡¡Cuanta formas de engañarnos hemos inventado!!!

No hay más enseñanza que la que uno mismo crea cuando hace frente a la realidad, todas las demás enseñanzas no son más que una demora y un escape de ese camino que por naturaleza hemos de andar.

Pobrecillo el ser humano que busca incesante aquello de lo que cree carecer, en lugar de mirarse y ver lo que le sobra.
La única enseñanza que existe es la realidad, son los hechos, las cosas que suceden, lo que hacemos, como pensamos y como nos relacionamos, leer en esa realidad es la verdadera y profunda enseñanza. Por esa razón todas las enseñanzas, sean del tipo que sean, no son más que escapes, formas más o menos sofisticadas de conducir nuestro egoísmo hacia alguna meta.


jueves, 18 de julio de 2013

¿Qué hacemos con nuestra vida? (4)


Hoy me he levantado un poco más temprano de lo habitual, ayer decidí subir a la cumbre de una montaña que hay frente a la casa, es esa hora de la mañana donde se siente frescor y los pájaros despiertan con unos cantos muy alborotadores como animándose unos a otros a comenzar un nuevo día y cuando apenas empieza a resurgir una difusa luz anaranjada en el horizonte comienzo a dar los primeros pasos.

Llevo una mochila pequeña con algo de fruta, un poco de queso, un trozo de pan, y unos frutos secos. Camino con cierta marcha y ligereza pero sin  prisas, y a pesar de que tengo intención de subir al pico, lo que realmente importa es disfrutar mientras camino, darme cuenta de los sonidos, de los olores, de las luces y de las sombras, de uno mismo y de cómo la naturaleza va cambiando cada día en ese transcurso de tiempo que va desde finales de primavera a pleno verano.

Ha sido un invierno de intensas lluvias, algunos árboles frutales como el melocotonero o el albaricoque este año no darán fruto porque las fuertes lluvias desprendieron las flores de las ramas. Sin embargo eso no ha afectado a los cerezos, a los nísperos, a los ciruelos, a los manzanos, a los perales y a las maravillosas y duras higueras.

Camino durante una hora por una senda amplia que asciende lentamente mientras atraviesa un bosque de robles. Al borde del camino está cubierto de verdes helechos y de vez en cuando surge de entre las entrañas de la montaña una pequeña fuente de agua cristalina que derrama sus aguas cuesta abajo.

Cuando termina el bosque de robles la senda se abre camino en la desnudez de la montaña y puedo apreciar no solo con la vista sino por su fragancia el tomillo salsero, el cantueso, los primeros oréganos empezando a florecer y pegados a las fuentes se encuentran los olorosos poleos.

Caminar solo es imposible, uno camina con la vida, un sinfín de innumerables insectos están ahí a tu paso mientras caminas, hileras de hormigas se entrecruzan en el camino, algunas mosquitas pequeñas van apareciendo de la nada y con insistencia tratan de meterse en los ojos, saltamontes, chicharras, arañas, lagartijas, culebras, lagartos y el sonido del cuco, entonces y por un instante uno se siente formar parte de todo, ser uno más entre ellos y ocupar el espacio que le corresponde sin temor y con respeto.

Es curioso pensar que hay personas que temen estar solas, que necesitan de otras personas para cualquier cosa, y que se pierden ese contacto directo consigo mismos.

Después de dos horas de camino el día ya ha despuntado mostrando los primeros rayos de sol y ahora la senda se ha hecho más estrecha, empinada y está cubierta principalmente por helechos, zarzamoras y otras plantas cuyas formas y colores me dejan perplejo y asombrado aún sin conocer sus nombres. A veces tengo que abrirme paso con un bastón tratando de quitar las zarzas que han invadido la senda.

La naturaleza no entiende de caminos, de esos caminos hechos por los seres humanos, y mientras ellos los mantengan los caminos seguirán existiendo pero basta con que se descuiden para que la naturaleza vuelva a cubrir lo que por derecho le pertenece.

Ahora la senda apenas es perceptible y se ha vuelto muy empinada, voy ascendiendo por una garganta y el sonido de las caídas del agua inunda todo el espacio. Enormes paredes de piedra lisa surgen de las entrañas de tierra y por cuya superficie corren regatos y chorreras que van erosionado la piedra con el transcurso de los años.

Al cabo de unas horas llego a un valle donde de nuevo surgen nuevas cumbres y las gargantas se abren en varias ramas por donde transcurre el agua que viene de las cumbres nevadas. A pesar de estar a gran altitud la vegetación es abundante, y robles de gran envergadura aparecen como gigantes que han sobrevivido a lo largo de los tiempos, también hay fresnos y alisos donde el agua nunca falta. El piorno y la retama con sus flores amarillas cubren gran parte de la montaña.

Encuentro una cabaña redonda de piedra y con el techo de escobas, antigua choza de verano donde habitaba algún cabrero. En su interior aún conserva el lugar con las paredes quemadas donde se hacia el fuego y justo al otro lado una especie de jergón donde se dormía. Unas pequeñas estanterías contienen algunos frascos de cristal y unas pequeñas cazuelas de metal oxidado. La estancia está cubierta de moscas que me impiden hacer un descanso y comer algo dentro de la choza, pero justo a unos metros afuera donde emana una fuente de agua cristalina, me siento sobre una piedra plana y observando todo ese hermoso paisaje que he dejado abajo disfruto del sabor puro y refrescante del agua.

Quizás los seres humanos hemos descubierto sabores como el vino, el champan, la coca cola, pero seguramente hemos pagado un alto precio al perder el sabor del agua.

A partir de ahí la senda se hace más ancha, el suelo es de piedras, y voy ascendiendo por entre brezos blancos y rojos que sueltan su polen a mi paso. De pronto, surgiendo como de la nada, se levanta un ciervo de entre los matorrales y yo trato de seguirle con la vista mientras aprecio su cornamenta y su fuerte cuerpo color canela.

Después de algo más de cinco horas aparece la cumbre justo delante a unos cientos de metros. La base está repleta de grandes trozos de nieve que con su deshielo van formando pequeños riachuelos.

Los últimos metros están formados por grandes piedras que he de sortear con piernas y brazos para asegurar la estabilidad mientras asciendo. A veces me cuesta mirar hacia abajo pues surgen grandes cortados y el pensamiento de poder caer me produce vértigo. Al final llego a la cumbre donde apenas hay unos metros donde soltar la mochila y sentarme mientras una fresca brisa acaricia mi cuerpo y observo un admirable paisaje de montañas nevadas y valles profundos.

En la cumbre uno descubre que todo fin acaba en la frustración porque no es más que una ilusión inventada por la mente y porque es imposible sostener lo que nace y muere a cada instante. La cumbre no es mejor en belleza que cualquier parte del camino, es el ser humano el que fragmenta la realidad y hace de ella un deseo o un rechazo. Vivir cada instante, en cada lugar, en cada situación, con pasión, es como vivir siempre en la cumbre, en esa cumbre donde el silencio y la observación son tus compañeros.

sábado, 29 de junio de 2013

¿Por qué recordamos?


Recordamos porque tenemos la capacidad de memorizar y traer al presente esos sucesos, impresiones, informaciones o experiencias pasadas. Si no pudiéramos recordar no obtendríamos experiencia y siempre tendríamos que estar aprendiendo desde el principio, lo cual seguramente no nos permitiría evolucionar desde el punto de vista del conocimiento.

Recordar es una facultad extraordinaria desde el punto de vista del lenguaje, del conocimiento instrumental, de la tecnología, de utilizar las semillas para cultivar, de volver a encontrar lugares donde hemos estado, de reconocer personas o incluso de responder ante peligros.

Pero también recordar puede ser algo muy peligroso cuando nos encerramos en el pasado porque no aceptamos lo que paso o porque no queremos mirar el presente.

La vida a veces da la sensación que es muy larga y que en su transcurso desde nuestra infancia, pasando por nuestra adolescencia y por último siendo adultos, hemos dejado atrás un sinfín de cosas que ya jamás volverán y que nos da la sensación que todo ha sido un sueño.

¿Qué pasa con las cosas que pasaron, cómo las encajamos en el presente?

En este camino que es la vida tuvimos la suerte de encontrarnos con personas que fueron nuestros amigos en una época donde la amistad tenía un significado profundo, tan profundo que esas relaciones perviven en nuestra mente como un tesoro escondido que ni siquiera recordamos.

En esos momentos cuando todo a nuestro alrededor se derrumbaba, cuando nos sentíamos incomprendidos, cuando nadie nos escuchaba, encontramos en la amistad un contacto con el mundo real, una unión sincera de sentimientos y razones desde donde poder respirar para continuar en este extraño mundo de mayores.

Cuantas personas han pasado por nuestra vida y ya no están, algunas murieron, otras se perdieron en la distancia o en los cambios de domicilio, otras sencillamente desaparecieron sin decir adiós.

También hubo personas que nos hicieron daño o a las que hicimos daño y en algunos casos un daño que guardamos durante muchos años en nuestra mente mas escondida por vergüenza o por sentirnos culpables de aquella situación incomprensible. También esas personas desaparecieron, se olvidaron, ya ni siquiera tienen un rostro legible en la memoria.

Compañeros de colegio, profesores, vecinos, familiares, tenderos o comerciantes de nuestro barrio, han pasado por nuestra vida y ya forman parte del recuerdo o del olvido, aunque de alguna manera forman parte de nuestra memoria.

¿Qué es un recuerdo? ¿Es un recuerdo algo no concluido, quizás una herida aún sin curar o una experiencia aún no terminada, o es simplemente algo que terminó?

Hay muchas formas de vivir  en el pasado. Una forma que se ve a simple vista es cuando nos encontramos con personas que están hablando continuamente de su vida pasada, de que cualquier tiempo pasado fue mejor o peor, y se pasan la vida recordando porque quizás no aceptan ese movimiento en el tiempo que es la vida. Hacen del recordar una forma de vivir y ese recordar les hace volver a tener esos sentimientos que algún día tuvieron. Hay personas que se machacan con el pasado, es como si pretendieran cambiar el pasado, y también hay personas que encuentran satisfacción en los recuerdos, pero tantos los que sufren como los que gozan del ayer se olvidan que la vida es un continuo aprender.

Otra forma de vivir en el pasado es mantener todas esas ideas, opiniones, creencias, prejuicios, que algún día por las circunstancias adquirimos y que no hemos sido capaces de renovar. Al igual que no aceptamos la muerte de un familiar que continuamente tenemos presente, también intentamos mantener vivas todas esas ideas y creencias no son más que recuerdos muertos.

Otra manera de vivir en el pasado es vivir del conocimiento adquirido, enseñar lo que uno sabe, hacer de la vida de uno una especie de grabadora que se pasa la vida comunicando algo repetitivo que ni siquiera es una experiencia propia.

Repetir una y mil veces lo mismo, escuchar la misma canción, ver nuestro programa de televisión favorito, vivir con manías, ir siempre con los mismos amigos, y un sinfín de hechos que nos dicen que vivimos en el pasado.

Vivir del pasado a través del conocimiento adquirido nos permite cocinar, hablar un idioma, arreglar un coche averiado, tocar un instrumento musical o jugar al tenis. Pero ese conocimiento está limitado y no puede servirnos para observar o para saber escuchar a alguien. La observación o la escucha no viven ni en el pasado ni del pasado.

Las personas que tienen continuos conflictos y un sinfín de problemas es porque viven en el pasado, porque interpretan lo que sucede desde una perspectiva anclada en su pasado y no dejan apertura para aprender y cambiar con el movimiento de la vida. Viven en su imagen y en la imagen del otro, hablan de sentimientos como si fueran cosas fijas y los utilizan para recordar al otro su compromiso, y no se dan cuenta que no hay mayor compromiso que el presente.

También hay personas llenas de deseos, se imaginan que algún día les tocará la lotería y podrán vivir en alguna playa del Caribe, o que conseguirán el amor de su vida. Viven con ilusiones y esperanzas esperando que algún día ocurra algo que les haga cambiar su suerte. Todas esas personas viven en el pasado. El futuro no es más que una proyección mental del pasado y está tan muerto como el pasado.

Utilizar los recuerdos para resolver problemas de relación es una reacción de impotencia ante lo que tenemos delante de los ojos y no somos capaces de hacer frente. Para resolver nuestros problemas no necesitamos recordar, basta con mirarnos, escucharnos, sentirnos, y ver nuestras contradicciones.

Vivir en el pasado en una gran contradicción, pues de hecho vivimos en el presente aunque nos resistamos.

Cuando recordamos estamos interpretando y en la medida que ha pasado el tiempo la interpretación se ha vuelto más y más imprecisa. Reprocharle a alguien algo que hizo en el pasado es como escupirle a la cara. Nuestra responsabilidad como seres humanos no está en pagar por nuestros pecados sino en liberarnos del pasado y de toda influencia psicológica, vivir con una mente abierta a la realidad presente y sentir que toda esa realidad somos nosotros mismos.

La memoria está llena de recuerdos, algunos de ellos nos posibilitan a sobrevivir y tener una vida más fácil y cómoda, pero hay otros recuerdos que hacen de nuestra existencia algo sin sentido. Más allá de la memoria existe el presente, esa cualidad de la realidad que nos dice en cada momento lo que somos y que nos invita a relacionarnos con profundo afecto y armonía.




viernes, 28 de junio de 2013

¿Por qué reaccionamos continuamente?


Podríamos decir casi sin lugar a dudas que gran parte de lo que el ser humano ha comprendido hasta el día de hoy desde un punto de vista físico atiende a una ley de causa y efecto, de acción y reacción.

Esto es como decir que todo está en movimiento, en un movimiento de cambio y transformación, en un movimiento en el espacio y en el tiempo, y por esa razón sería muy difícil encontrarnos con algo que no comparta dicho movimiento, algo que sea sin causa y que por lo tanto su naturaleza no sea afectado por nada.

Teniendo en cuenta está ley que parece universal de la causa y el efecto, los seres humanos hemos intentado sacar provecho de ella y gran parte de nuestra evolución se ha basado, de una forma u otra, en la aplicación o manipulación de dicha ley mecánica.

El descubrir que una semilla enterrada produce, en un espacio de tiempo, una planta con frutos y semillas, fue el nacimiento de la agricultura, lo que supuso un tremendo cambio para la humanidad.

Desde la antigüedad hubo personas que a través de la observación se dieron cuenta de este proceso de causa y efecto, y fueron capaces de deducir y predecir acontecimientos futuros. Para ello fue necesario desarrollar herramientas de cierta precisión como las matemáticas que agilizaron nuestra capacidad de descubrir incluso aquello que no somos capaces de visualizar.

Esta vía de la observación sigue siendo un camino para que nuevos descubrimientos puedan surgir. Un día alguien puede mirar hacia algún lugar que nadie mira y descubrir algo que cambie el curso de la humanidad de una forma casi instantánea.

Socialmente no cabe duda que desde hace bastantes años la observación se rige por un paradigma científico que no solo está agotado sino que está corrompido, lo que dificulta encontrar otras formas de observación que permitan al ser humano indagar libremente.

Si observamos la forma de vivir de los seres humanos podemos ver con total claridad que formamos una especie muy compleja que se ha ido especializando cada vez más en vivir de una manera fragmentada cuya principal razón es conseguir sentirse dueño de algo. Un ejemplo de ello es como los seres humanos nos hemos dividido en naciones con la creación de fronteras ficticias que con la escusa de protegernos unos de otros lo que hacemos es sentirnos dueño de algo y tener siempre la posibilidad de apropiarnos de lo ajeno.

Y no es que la vida sea fragmentada sino que la vemos de ese modo y miremos donde miremos solo percibimos partes separadas porque interiormente estamos rotos, corrompidos, y todo lo que proyecta una mente rota es su propia corrupción.

Esta humanidad ha recorrido un largo viaje en el desarrollo de conocimientos tecnológicos y sin embargo sigue en pañales en el terreno humano, en el aspecto psicológico.

Psicológicamente somos seres que continuamente reaccionan ante cualquier suceso de una forma mecánica y con muy poca o ninguna inteligencia. Podemos ser muy astutos para conseguir cualquier cosa que nos propongamos, podemos mentir, podemos engañar, podemos fingir, podemos ser crueles, podemos ser insensibles, pero nada de ello nos aporta ni un destello de felicidad o de dicha sino más bien un placer efímero, una seguridad falsa y una realización como personas mezquinas.

Toda esa astucia que nos sirve para sacar provecho de las circunstancias no sirve en absoluto para ser libres, para tener una mente abierta capaz de comprender y compartir los problemas humanos, para sentir la belleza de la existencia o simplemente descubrir la profunda realidad en la que vivimos.

Estas reacciones psicológicas que de forma continua mostramos las personas son relativamente muy fáciles de observar, y de comprender, pero esta cultura que hemos creado no quiere verlo, se resiste como sea a no hacer consciente esta forma mecánica e irracional de proceder. Hemos nacido en una cultura donde lo que impera son los valores como el egoísmo, el sentido de poseer, el culto a la personalidad, el amor a la imagen, la adoración a los deseos, la pasión por el placer, el desprecio al dolor y la ilusión de las ideas.

Son estos valores instalados en la mente de una persona lo que hace continuamente reaccionar ante cualquier estímulo.

Las personas somos dirigidas y controladas por estos valores culturales y toda nuestra percepción de la realidad se basa en el principio de reconocer si lo que está sucediendo es algo positivo o es algo negativo para alcanzar nuestros propósitos personales, de tal forma que reaccionamos en contra de lo que sucede si la mente determina que pone en peligro nuestra imagen o nuestros intereses y reaccionamos a favor si la mente determina que puede ser placentero y apoyar nuestra imagen o deseos personales.

Las relaciones personales están continuamente intercambiando reacciones, lo que las convierte en relaciones complejas, de alguna forma se ha anulado al ser humano y este se ha convertido en una persona programada cuyo movimiento de causa y efecto no termina nunca, y en ello no hay libertad alguna.

Si alguien nos insulta, reaccionamos en contra del insulto y en contra de esa persona. Si alguien nos halaga, reaccionamos a favor del halago y a favor de esa persona. Es algo puramente mecánico, no hay nada humano en ello.

Si sucede algo negativo que no esperamos, reaccionamos con rechazo, con tristeza, con ira, con dolor. Si sucede algo positivo que no esperábamos, reaccionamos con sorpresa, con agrado, con alegría, con satisfacción.

Nos movemos en un mundo de opuestos, de bueno y malo, de positivo y negativo, de yo y tú, de placer y de dolor. Siempre vamos hacia lo positivo y siempre nos alejamos de lo negativo.

Todo esto es de una mente infantil, pues una sociedad que ha avanzado tecnológicamente hasta llegar a la Luna tiene suficiente conocimiento para saber que lo positivo y lo negativo es un movimiento continuo, es un proceso de causa y efecto. El placer engendra dolor y el dolor engendra placer. Cualquier ser humano tiene la posibilidad, con cierta facilidad, de observar en sí mismo o en los demás este principio de causalidad en la que los opuestos sobreviven uno a costa del otro.

¿Por qué mantenemos este engaño psicológico basado en ideas que nos convierten en esclavos y en desequilibrados mentales? ¿Cómo es posible que nos esté sucediendo esta situación y no hagamos algo al respecto?

¿Dónde está nuestra inteligencia? Cada ser humano puede liberarse de esos valores estúpidos con solo mirarlos con objetividad y comprender su movimiento.

Nuestra sociedad está llena de personas con un enorme conocimiento de las ciencias, de las letras, de las artes: médicos, psicólogos, ingenieros, físicos, sociólogos, historiadores, antropólogos. Todos ellos podrían estar dando conferencias sobre lo que saben durante una vida entera y sin embargo si le preguntamos sobre su egoísmo, sobre sus reacciones, sobre sus problemas familiares, entonces no saben que decir, se quedan como mudos.

No necesitamos una imagen o una idea idealizada de nosotros, lo que necesitamos es recuperar lo que realmente somos, porque esa imagen que tratamos de mostrar, de demostrar o de conseguir, no nos permite vivir la realidad que somos. Nos inculcaron desde pequeños tener una imagen y vamos como imbéciles con nuestra imagen como bandera o como carta de presentación, pero esa imagen no somos nosotros y solo nos trae conflicto tras conflicto con la realidad. Es la imagen la que se siente herida cuando nos insultan o nos desprecian, es la imagen la que siente placer cuando ostenta una posición de poder, es la imagen la que tiene miedo de perder lo que tiene y es la imagen la que reacciona.

¿Podemos vivir sin reaccionar psicológicamente? Solo es posible cuando cuestionemos esos valores que nos han impuesto y comprendamos su falsedad, entonces será cuando podamos observar, escuchar, aprender, y darnos cuenta de la realidad con inteligencia y afecto, un afecto que no tiene causa.

¿Qué es lo que hará que un ser humano sea psicológicamente libre? Es obvio que ese ser humano ha de ver la necesidad de ser libre porque de lo contrario su vida no tiene mucho sentido.

¿Si no somos libres psicológicamente, qué somos? Somos personas condicionadas, personas programadas, personas de usar y tirar.

Para ser libres no es necesario proponerse ninguna meta, ni alcanzar ningún estado ilusorio, basta con ver con total claridad las cadenas que no nos permiten movernos y darnos cuenta que toda realidad personal no es realidad alguna sino una proyección mental de esos valores falsos que hay en nuestra mente.

Ser libre no es ningún logro, ser libre no es cuestión de tiempo, ser libre no depende del pensamiento, ser libre no es algo sentimental o romántico, ser libre es una condición de la vida que hemos perdido.

La libertad no tiene causa y no es posible acceder a ella por ningún método ni con ninguna práctica, no es medible ni manipulable, no es algo subjetivo, y sin embargo está al alcance de tu mano.

En nuestro intento de entender el mundo descubrimos la ley de causa y efecto, pero nos hemos creído dioses y hemos querido controlar la vida y lo que hemos conseguido es crear nuestra propia cárcel, una cárcel de la que solo se puede salir de uno en uno y ahora es tu turno.