miércoles, 23 de febrero de 2011

Vivir amando la verdad

Vivimos en una época en que no hay apenas amor a la verdad. Podemos escuchar a políticos, religiosos o comerciantes vendiéndonos cualquier bondad de la que esperan sacar beneficio a nuestra costa y nosotros ni siquiera nos alarmamos.

No hay interés por la verdad, es como si la verdad fuera algo tan abstracto, tan subjetivo que incluso nos sugiere que no es más que una idea utópica con la cual no merece la pena perder nuestro tiempo.
Preferimos creer, poner nuestra fe en algún ideal o alguna idea sobre dios, el nirvana, la cura milagrosa, el amor romántico, la felicidad placentera, con tal de no hacer frente a nuestra miserable o vacía realidad personal.
El universo, el cosmos, está delante de nuestros ojos. Cada uno de nosotros somos una parte imprescindible del todo y sin embargo estamos encerrados en nuestro limitado conocimiento o experiencia personal convirtiendo la vida en algo mezquino.
Uno comprende que una persona que vende pan hace un beneficio a los demás. Pero uno se pregunta hasta que punto nos hace un beneficio aquél que trata de vendernos curas mágicas o ideales del tipo que sea. Quizás todo ello surge como alternativa a la corrupta medicina clásica o sociedad en la que vivimos, pero investigando por nuestra cuenta no podemos caer en el mismo error.
Tratamos de vender o convencer de ideas como si fueran realidades y seguimos sumidos en ese movimiento que ha estado la humanidad durante milenios explotando al prójimo con la escusa de querer ayudarlo. ¿Cuánta gente habrá muerto por quererles imponer la idea de un dios determinado?
La sociedad es la relación que cada uno de nosotros mantiene con otra persona. Uno mismo cada día está creando la sociedad en su forma de relacionarse con el prójimo y no solamente con aquél que se lleva bien sino con aquel que está en conflicto o que incluso no se trata.
El amor a la verdad está relacionado con ver los hechos tal como son sin juzgarlos, ni interpretarlos, sencillamente ver los hechos tal cual suceden y vivir de acorde a nuestra observación de ellos.
En el conocimiento no hay ninguna verdad. Todos los hombres cultos con sus grandes enciclopedias, todos los políticos con sus ideas de justicia y mejora social, todos los grandes teólogos con sus disertaciones místicas, todos los hombres de ciencia, todos los libros de autoayuda o sanación… ninguno de ellos tienen ni un ápice de verdad, porque el conocimiento no está relacionado con la verdad. Dios tampoco está relacionado con la verdad porque dios es una simple o compleja idea creada por los seres humanos al servicio de intereses particulares. El conocimiento tiene su lugar y su utilidad en el mundo pero es algo limitado que no debe ocupar todo nuestro espacio mental porque de lo contrario no habrá espacio para que surja la observación.
El conocimiento con su presunción de la verdad cae en la ignorancia y tiene como resultado años de condicionamiento psicológico. Parece lógico que para dar marcha atrás a tantos años de condicionamiento hemos de cuestionar de alguna forma nuestro conocimiento, nuestra experiencia, y encontrar la falsedad que pudiera haber en nuestras verdades o valores.
No es cuestión de aprender nada nuevo, de tener nuevas experiencias, de conseguir nuevos ideales o ilusiones sino de darnos cuenta de nuestros errores, de nuestras contradicciones, de nuestras locuras. Cuando nos damos cuenta profundamente de algo, cuando surge la comprensión de nosotros mismos, surge una liberación que hace posible caminar con más soltura y percibir con mayor libertad sin que ello lo veamos necesariamente como un logro.
Cualquiera de nosotros escuchando a un amigo o paseando junto al río, podemos encontrarnos con la verdad, con la belleza del vivir, con ese instante donde no existe el tiempo.
Vivir amando la verdad es vivir observando lo que sucede en cada instante sin ningún tipo de resistencia, juicio o interpretación e ir más allá de lo aparente, encontrando que uno forma parte de la observación. Vivir amando la verdad es relacionarse con los demás para aprender juntos y crecer humanamente con honestidad y vulnerabilidad.