lunes, 3 de diciembre de 2012

Lo superficial y lo profundo


Lo superficial se refiere a aquello que se ve y lo profundo se refiere a aquello que no se ve.

Si miramos al mar podemos ver con poco esfuerzo todo aquello que esté en su superficie: olas, un barco, una isla, una botella flotando.  Sin embargo se requiere esfuerzo y un equipo especial para poder ver que hay en las profundidades del mar y entonces nos podemos encontrar: bancos de peces, un barco hundido hace muchos años, algas, una estrella de mar.

Es cierto que no siempre vemos aquello que es superficial porque simplemente no lo miramos o no nos fijamos en ello, bien sea porque no nos interesa o porque estamos enfocando la mirada hacia otro lugar.

Desde un punto de vista psicológico lo superficial de una persona podría ser su apariencia, su conducta, sus opiniones, sus creencias, sus gustos, sus hábitos, sus capacidades y destrezas, la imagen que intenta transmitir, y en definitiva todos aquellos aspectos visibles de una persona que comunican algo al respecto de cómo es.

Desde un punto de vista psicológico lo profundo de una persona podría ser su experiencia oculta, sus motivaciones, intereses o intenciones, su sensibilidad, o lo que trata de no mostrar de forma deliberada.

Lo superficial y lo profundo no son una dualidad, no son dos opuestos, son dos realidades diferentes que pueden ser observadas. El problema aparece cuando solo nos movemos en el aspecto superficial y obviamos la parte profunda, entonces somos como un barco a la deriva perdido en alta mar.

Si miramos al mundo tal y como es podemos ver que es un lugar inseguro, lleno de conflictos, donde sobreviven los más fuertes y astutos a costa de los demás, seres humanos explotando a seres humanos, seres humanos que se divierten mientras otros mueren de hambre, seres humanos que tratan de vivir para sí mismos.

Desde un punto de vista superficial es fácil ver que, salvo alguna excepción, en general el ser humano y la sociedad se conducen por una actitud egoísta. ¿Acaso no vemos algo que es tan claro, tan superficial?

Pienso que es fácil ver el egoísmo humano y todo ese mundo en conflicto pero también pienso que por mucho que lo miremos nunca va a cambiar nada porque no estamos viendo lo profundo de la cuestión.

Querer cambiar algo sin profundizar en ello, sin comprender las raíces que lo sustentan, no sirve de nada y además tiene como consecuencia que las ramas que tratamos de podar se fortalezcan.

¿Qué es lo que sustenta el egoísmo de los seres humanos, el egoísmo de uno mismo? ¿Por qué es uno mismo egoísta?

Tenemos una actitud egoísta porque pensamos que con ello obtenemos un beneficio. De hecho el egoísmo no es más que la búsqueda del beneficio en cualquier relación que uno mantenga. Si en el hecho de ser egoístas descubriéramos que nos perjudica más que nos beneficia, es seguro que tarde o temprano dejaríamos de ser egoístas.

¿Qué es lo que nos impide darnos cuenta que el egoísmo está arruinando nuestra vida y la de los demás?

Siendo egoístas buscamos placer y al final obtenemos dolor. Siendo egoístas buscamos seguridad y por mucho que nos rodeemos de personas, de sistemas de seguridad o de todo el dinero del mundo al final vivimos en la más absoluta inseguridad. Siendo egoístas podemos vivir amasando fortunas pero al final hemos perdido la vida y además sabemos que tarde o temprano nos quedaremos sin nada…

En el fondo somos egoístas porque somos ignorantes y es esa ignorancia la que no permite darnos cuenta de nuestra estupidez.

El egoísmo se forma con todo aquello que acumulamos, que poseemos, y hemos cometido la torpeza de acumular conocimiento en forma de saber lo que queremos y lo que no queremos, lo que nos viene bien y lo que nos viene mal, lo que nos beneficia y lo que nos perjudica, lo que nos satisface y lo que nos desagrada, y todo ello no es más que ignorancia que no nos permite cuestionarnos.

El egoísmo es algo superficial contra lo que no merece luchar sino somos conscientes de que la verdadera lucha se libra en las profundidades donde reside la ignorancia.

sábado, 1 de diciembre de 2012

Mi experiencia (2)


¿Cómo puede uno mismo darse cuenta de su experiencia?

Es fácil saber las capacidades y destrezas que hemos logrado a través de los años: hablar un idioma, saber conducir, cocinar, tocar un instrumento musical, jugar a las cartas, etc. Es evidente que esta experiencia en forma de capacidades o destrezas nos hace la vida más fácil y adaptativa.

Sin embargo no parece nada fácil saber si hay una parte de nuestra experiencia que nos dificulte la vida y que en definitiva no nos permita adaptarnos de una forma equilibrada y armoniosa con nuestros semejantes y con el entorno en el que vivimos.

Cuando surgen problemas de relación difícilmente ponemos en entredicho o cuestionamos nuestra propia experiencia y casi siempre, de una forma u otra, despreciamos aquella experiencia que cuestiona la nuestra.

De alguna forma, igual que necesitamos respirar, alimentarnos o dormir, también necesitamos poder mirar con una mente nueva y fresca capaz de darnos cuenta si esa experiencia vieja no es acaso la causante de todos nuestros conflictos e ignorancia.

Aprender es como respirar, meter aire en nuestros pulmones y permitir que todos nuestros sentidos perciban la fragancia de la vida. Sin aprender la vida tiene un escaso significado.

¿Es posible aprender si nuestra vieja experiencia nos está complicando la vida? ¿Cómo vamos a poder hacerlo sin utilizar para ello nuestra vieja experiencia?

Necesitamos una mente nueva y fresca capaz de mirar sin juzgar, sin reprimir, sin necesidad de evaluar o sacar conclusiones, con esa energía inocente de la curiosidad que siempre está aprendiendo.

Pero para despertar una mente nueva y fresca no necesitamos matar o despreciar a la vieja experiencia, más bien necesitamos mirarla sin distancia alguna, con afecto, y darnos cuenta que ella no es más que un producto de influencias de segunda mano que nos tiene maniatados al pasado.

Esa mente nueva y fresca no es personal, no es acumulativa, es una ventana a la realidad tal cual es y cuando ella actúa las nuevas experiencias no dejan huella. Es entonces cuando buscar experiencias no tiene sentido alguno.

Continuamente estamos experimentando y desde que nos levantamos de la cama hasta que nos acostamos estamos experimentando. Incluso por la noche pasamos por situaciones en que no podemos dormir, en que estamos inquietos, o sencillamente tranquilos o soñadores, todo ello es experimentar. No podemos evitar experimentar, lo contrario sería como estar muertos.

La cuestión es si al tener dichas experiencias podemos acabar con ellas de modo inmediato de tal forma que la siguiente experiencia pueda ser recibida de manera plena, sin prejuicios y sin heridas. De ese modo descubriremos un estado nuevo de vivir continuamente experimentando donde no tendrá sentido hablar de experiencias individuales.

¿Por qué buscamos experiencias? puede ser porque buscamos placer, satisfacción, entretenimiento, emociones, a las que nos apegados sin ser conscientes de sus consecuencias al encontrar miedo, dolor, insatisfacción, aburrimiento e insensibilidad, lo cual nos induce a seguir buscando más de lo mismo en una rueda sin fin.

El placer crea dolor y el dolor crea la búsqueda de placer. ¿Qué le sucede a la mente cuando ha visto esa estrecha relación entre el placer y el dolor? Una mente así ya no busca placer y ya no huye del dolor, no se mueve en el tiempo psicológico y habita en un presente continuo, no malgasta energía interpretando los hechos sino que está con lo que sucede mirándolo frente a frente.