jueves, 2 de mayo de 2019

¿Cómo vamos a solucionar los problemas?

Vivimos en un mundo fragmentado, partido en trocitos, con unas naciones presionando sobre otras por intereses económicos, cada una con problemas internos tratando de dividir aún más si cabe el territorio, con enormes problemas sociales y en donde, por último, se encuentra la propia gente con sus ansiedades, frustraciones, eternos conflictos entre familiares, depresiones y con un sufrimiento insostenible. Sin lugar a dudas, la única solución a todos nuestros problemas sería crear un mundo unido.

Cuando dos personas están enfrentadas, cada una pensando de la otra de todo menos cosas bonitas, ello les hace vivir en un conflicto que solo crea problema tras problema a sí mismas y a su alrededor. La solución pasa inexcusablemente porque esas personas se unan, o al menos una de ellas se una a la otra en el acto de comprenderla.

Unirse a otro no es más que comprender que uno es psicológicamente el otro, y como no hay ninguna diferencia, entre uno y el otro, es absurdo estar en conflicto con su propio reflejo.

¿Por qué un asunto, que intelectualmente parece tan obvio de entender, de hecho es algo casi imposible de resolver?. Ciertamente a mucha gente no le gusta la cara que tiene delante cuando se mira al espejo y se pasa la vida haciendo todo tipo de barbaridades con tal de aparentar otra figura más de su gusto. Si al menos, por un solo instante, esas personas fueran conscientes, de que esa imagen que tienen enfrente son ellas mismas, dejarían de estar en conflicto consigo mismas y con el resto del mundo.

Para crear un mundo unido antes hemos de unir ese ser roto que hay en nuestro interior, mirarnos al espejo del otro y reconocernos, y amarnos tal cual somos sin cambiar nada.

viernes, 12 de abril de 2019

Cómo aprender a pensar

Sale a la luz un segundo libro que podéis adquirir, los que estéis interesados, pidiéndolo en cualquier librería, por Amazon o internet. El asunto que trata, acerca del pensamiento y el conocimiento de uno mismo, es apasionante por la trascendencia que tiene sobre nuestras vidas.

Sin lugar a duda, la causa de casi todos los problemas y conflictos humanos se encuentra en el pensamiento. La mayoría no somos conscientes de las consecuencias que tiene el pensamiento en nuestra vida personal, en las relaciones que mantenemos y en el mundo que vivimos, y los que somos un poco conscientes tratamos de buscar una solución a través del mismo pensamiento, lo que supone una labor desacertada, pues no podemos solucionar los problemas en el mismo nivel que los hemos creado.

Pensar es una de las facultades que nos distingue a la especie humana de otras especies animales. Gracias al desarrollo del pensamiento y del lenguaje nuestra mente ha adquirido una complejidad capaz de descubrir conocimientos que hoy en día nos permiten viajar por el espacio o en el interior del cuerpo humano. No obstante, el pensamiento representa un enorme peligro en las relaciones humanas.

Cualquier persona corriente ha de darse cuenta de que es esclava de un pensamiento que le hace ir de conflicto en conflicto, mantener actitudes poco saludables y que, en definitiva, no le permite entrar en contacto y gozar de la inmensa hermosura de la naturaleza.

Estamos tan identificados con el pensamiento que nos impide observarlo y nos hace inconscientes de nosotros mismos. La observación es la única forma que posible de relacionarnos con él para descubrir sus limitaciones y darle el valor que realmente tiene.

El libro se plantea como una aventura en la que podemos aprender a pensar en el transcurso de su lectura sin necesidad de prácticas psicológicas. De lo que se trata es de observar el pensamiento hasta el punto de hacerlo consciente y que él mismo nos muestre su naturaleza condicionada y su utilidad como facultad mental.

miércoles, 27 de marzo de 2019

Aparentar ser

Una cosa es aparentar ser guapo y otra bien distinta sentirse guapo. Mientras la primera es algo que hay que sostener en base al esfuerzo que realizamos para que los demás nos vean del modo que deseamos ser vistos, la segunda es algo natural que no requiere realizar ningún esfuerzo, pues nos sentimos bellos y hermosos incluso a pesar de que los demás puedan decir lo contrario.

No es lo mismo aparentar ser inteligente que ser inteligente. Uno puede afanarse eternamente en demostrar a los demás lo mucho que sabe, los conocimientos que ha conseguido sobre infinidad de asuntos, y cuanto más quiere demostrar su inteligencia mas necio es. Sin embargo, una persona que es realmente inteligente lo muestra con su humildad y su sencillez.

Se puede intentar ser perfectos, correctos en las formas, de valores morales, pero en el mismo intento uno demuestra justamente su imperfección, aunque aparente lo contrario.

Las virtudes no se aparentan porque de lo contrario dejan de serlo. Cuando se intenta aparentar belleza lo que conseguimos es crear un mundo subjetivo y conceptual que se mueve compulsivamente entre lo guapo y lo feo. Las personas que sostienen esas ideas de guapo y feo no conocen la belleza, ya que es una realidad sin relación alguna con dichas ideas.

Cuando la generosidad es una forma de apariencia se parece más a la vanidad que a una sencilla expresión de amor.

En la apariencia siempre hay conflicto entre lo que es y lo que debería ser, por esa razón hay una gran dosis de temor a no lograr lo que pretendemos o a perder lo que creemos tener. También hay un enorme placer al sentirnos apreciados por lo demás, pero que inevitablemente nos va destruyendo poco a poco por las barbaridades que hacemos con nuestro cuerpo para darle la apariencia que pretendemos y que nunca acabamos de lograr. Y también sufrimos cuando nos desprecian y sobre todo cuando nosotros mismos nos machacamos por no vernos del todo como nos gustaría.

La apariencia tiene un enorme coste humano, pues mientras uno ha pretendido ser quien no era, ha olvidado en su interior a un ser maravilloso del que apenas sabe nada.

No hay mayor virtud y gozo que ser lo que somos sin necesidad de ninguna apariencia, vivir tal y como hemos nacido, cuidarnos y desarrollarnos en nuestras propias facultades innatas y llegar a florecer como bellos seres humanos.

Vivimos en un mundo lleno de apariencia, somos como carne muerta que se expone en escaparates para seducir a cualquiera que nos quiera comprar.

sábado, 23 de marzo de 2019

¿Cómo nos relacionamos con nosotros mismos?

Quizás nunca nos hemos preguntado cómo nos relacionamos con nosotros mismos porque creemos saber quiénes somos y cuáles son nuestros sentimientos, pero lo cierto es que apenas nos conocemos y lo que creemos ser no es más que un producto de lo que nos han dicho. Ni siquiera las identidades que tanto defendemos forman parte de nuestra naturaleza, pues no hemos nacido con ellas sino que nos han sido inculcadas por familiares y educadores.

¿Cómo nos sentimos? ¿Qué pensamos sobre nosotros y sobre el mundo? ¿Hemos planteado nuestra vida desde una percepción propia o no es más que un cúmulo de influencias que hemos admitido como convenientes? ¿Qué pretendemos en las relaciones que mantenemos? ¿De qué manera nos comunicamos con nosotros? Muchas de estas preguntas son contestadas superficialmente, vagamente, de forma condicionada, es como si no tuviéramos apenas capacidad de reflexionar para hacernos conscientes de cuál es nuestra situación física y mental.

Nuestras actitudes demuestran que apenas nos queremos y que no sentimos aprecio por lo que realmente somos, porque siempre estamos pensando en lo que no tenemos y en cómo llegar a ser quienes no somos. Convivir durante toda la vida con alguien a quien no se aprecia es algo sin sentido. Las ideas que hemos adquirido de nosotros han anulado nuestra sensibilidad sobre lo que realmente somos. Hemos perdido la comunicación con nuestro ser mas íntimo, lo hemos abandonado, y por eso somos tan infelices y esclavos de un mundo de apariencia que nos ha robado el alma.

Para recuperar nuestra sensibilidad hemos de conocernos a nosotros mismos, dedicar todo el tiempo del mundo a observarnos para hacernos conscientes de lo que pensamos, sentimos o hacemos en relación con todo aquello que nos rodea y de lo que formamos parte.

Para comenzar sería sano admitir que somos egoístas, que de una u otra forma siempre estamos tratando de sacar provecho de cualquier situación. Decimos que los demás son egoístas para justificar nuestro propio egoísmo. ¿Por qué no admitimos nuestro egoísmo? Es imposible hacernos conscientes, observar y comprender lo que no queremos admitir.

El gran problema de mundo es el egoísmo y cada uno de nosotros está colaborando con todo el sufrimiento que ello genera. Todo comenzaría a cambiar si al menos admitiéramos que somos egoístas, ya que a partir de ahí podríamos preguntarnos si es una cuestión de falta de madurez o simplemente un estado de ignorancia.

Necesitamos relacionarnos con el ser que somos y para ello es preciso dejar de aparentar lo que no somos, percibir la vida con nuestros propios sentidos y pensar sin estar atados a ninguna idea. Entonces descubriremos que más allá de la apariencia hay un ser maravilloso que no tiene límites.

lunes, 21 de enero de 2019

¿Cuál es la mejor forma de vivir?

En general pocas personas se plantean vivir de un modo correcto, saludable, lleno de afecto y sensibilidad hacia uno mismo y los demás, sino que nos proponemos mejorar nuestras condiciones actuales dentro de las posibilidades que nos ofrece la sociedad: obtener el trabajo que no tenemos, aumentar el nivel salarial, adquirir una nueva casa, lograr una relación estable, conseguir más y mejores amigos o que nos toque la lotería.

De alguna forma desearíamos vivir con las menores molestias posibles, siendo felices sin que nadie o nada nos perturbe, nos gustaría vivir cómodamente y sin esfuerzo alguno, ser queridos o apreciados por todo el mundo y disfrutar de todos las placeres que tiene la vida. Está claro que no caemos en la cuenta de que nuestra manera de plantearnos la vida es lo que nos hace tener complicaciones, enfrentarnos a situaciones que acaban haciéndonos daño y estar viviendo de un modo desorientado e inconsciente.

Las personas interesadas en descubrir un modo de vivir correcto han de comenzar por comprender la realidad tal y como es. Estamos demasiado condicionados a ver y a relacionarnos con la realidad según la educación que hemos recibido y pocas personas se han cuestionado que dicha formación solo ha logrado convertirnos en esclavos sociales: trabajadores, soldados o creyentes.

Observar un árbol, y verlo como lo que es, tiene su importancia. Sin embargo, si lo vemos como un ornamento o como si fuera madera con la que calentarnos, entonces no estaríamos viendo su realidad. Un árbol es un ser vivo que al igual que nosotros está procurando subsistir, por tanto en la percepción del árbol surge un profundo respeto, admiración y amor por el mismo hasta el punto de darnos cuenta que sin los árboles difícilmente podríamos haber subsistido los seres humanos. Del mismo modo, cuando vemos un animal podemos estar viendo a un ser con el que compartimos la vida o podemos estar viendo carne. Las circunstancias pueden llevarnos a necesitar talar un árbol para calentarnos o a matar a un animal para alimentarnos, pero cuando no lo hacemos por necesidad sino por deseo entonces perdemos la sensibilidad y aprendemos a vivir de una forma violenta y desordenada que no se justifica de ningún modo.

Así mismo, cuando miramos a otro ser humano podemos estar viendo una oportunidad de aprovecharnos de alguien para cubrir nuestras carencias materiales o psicológicas, o podemos estar viéndonos a nosotros mismos, lo que supone sentirnos profundamente en relación con él.

Ver las cosas tal cual son no es tarea fácil debido al profundo condicionamiento mental en el que estamos sumergidos. No distinguimos entre los hechos que suceden en la realidad y las ilusiones que proyectamos en dicha realidad. Por esa razón no distinguimos entre las necesidades que inevitablemente hemos de satisfacer y los deseos innecesarios que nos conducen a insensibilizarnos, embrutecernos y enfermarnos.

No sabemos qué es vivir correctamente, pero está en nuestra mano descubrirlo, para ello es preciso percibir correctamente la realidad y no utilizar la imaginación salvo cuando sea necesario. Cuando dejamos a un lado toda creencia, ilusión, esperanza o deseo al observar falso lo que antes pensábamos verdadero, entonces estaremos viviendo de un modo correcto. Descubrir lo falso, ver la profunda ignorancia del egoísmo humano, es una acción inteligente que despierta una compasión en el corazón humano que le hace vivir y relacionarse de un modo correcto. La inteligencia no forma parte de nuestro mundo personal. Pueden existir personas con más o menos conocimientos, capaces de desarrollar nuevas tecnologías, pero ningún conocimiento pondrá orden en la vida de los seres humanos. Únicamente cuando la persona se da cuenta de su propia limitación surge esa inteligencia no personal que es capaz de traer orden a la realidad. Esa inteligencia nunca estará al servicio del egoísmo sino que forma parte de esa vida que a los seres humanos nos cuesta tanto sentir y apreciar.

domingo, 13 de enero de 2019

¿Somos conscientes?

Uno se pregunta hasta qué punto somos conscientes de algo. Gran parte de lo que vivimos pasa desapercibido por nosotros y no porque esté fuera del alcance de nuestros sentidos sino porque estamos atentos a otras cosas o simplemente porque el pensamiento inconsciente ocupa gran parte de nuestra actividad mental.

Creemos que los seres humanos somos una especie animal que se distingue de las demás porque tenemos conciencia de nosotros mismos, pero uno tiene sus dudas al respecto, primero porque no sabemos que hay a nivel de conciencia en ese mundo natural en donde los minerales, las plantas, los insectos y los animales coexisten con un cierto orden, lo cual implica una manera inteligente de relacionarse que les permite nacer, crecer, reproducirse, morir e incluso crear nuevas especies. Sin embargo, da la sensación que los humanos, en lugar de favorecer al desarrollo de la vida, lo que estamos haciendo es aniquilándola.
¿De qué somos conscientes?

Desde un punto de vista colectivo somos conscientes de que disponemos de un enorme potencial mental para desarrollar conocimientos que nos hacen progresar tecnológicamente, pero ¿somos conscientes que apenas hemos madurado psicológicamente, que somos una especie fragmentada que siempre está en continuo conflicto?

Si ahora nos fijamos en lo personal, al parecer somos conscientes de nuestro cuerpo, de las ideas o posesiones que tenemos, de las sensaciones que sentimos, de lo que nos duele o nos hace sonreír, de los deseos que nos apasionan, de los temores que nos limitan o de la gente a la que amamos. Pero uno se pregunta si esas descripciones realmente significan ser conscientes o por el contrario no son más que otra muestra de nuestra inconsciencia.

¿Somos conscientes de lo que somos? Aunque pueda parecer absurdo, la mejor respuesta a esa cuestión es decir que cuando tenemos la certeza de saber quiénes somos es cuando más ignorantes e inconscientes nos mostramos.

¿Hasta qué punto somos conscientes de esa imagen que creemos ser? ¿Nos damos cuenta de que percibimos el mundo desde una ilusión óptica y psicológica? ¿De qué manera sabemos que nuestro carácter se ha formado como consecuencia de las heridas e impresiones sufridas en el pasado? ¿Somos conscientes de nuestro inconsciente?

Tenemos la sensación que las palabras nos ayudan a ser más conscientes, aunque quizás suceda al revés y sean ellas las que dirigen nuestra ignorante existencia. ¿Nos damos cuenta de que estamos viviendo físicamente en el ahora pero que psicológicamente nos encontramos en un tiempo inexistente? Cuando una persona es consciente o tiene conciencia de tal hecho, su mente es absolutamente distinta de todas esas personas que se creen seres conscientes de sí mismos.

viernes, 11 de enero de 2019

La ilusión espiritual

Al tiempo que dedicamos para darnos cuenta del condicionamiento humano y liberar a la mente del sufrimiento lo solemos nombrar como proceso o progreso espiritual, en el que el ser humano va desde una mente puramente inconsciente e ignorante, centrada en su ego, hasta una mente sensible y libre, conectada con Dios o con el Gran Espíritu. ¿No será todo un engaño, un gran negocio mundial, o una manera de poner trampas a aquellos que verdaderamente se interesan por mejorar su condición humana para que se obnubilen con la idea de alcanzar alguna gloria? ¿Acaso no hay mayor gloria que deshacerse de la estupidez humana, de la ignorancia en la que estamos inmersos? ¿Por qué las llamadas mentes espirituales han necesitado ofrecer a sus oyentes la experiencia o la percepción de la Verdad o de Dios? ¿No será que ellos mismos estaban engañados?

Los hechos de la vida cotidiana demuestran que somos seres temerosos que se comportan con bastante insensibilidad. Quizá debido a lo que nos puede suceder, nuestro egoísmo es desmedido y en lugar de favorecer a la seguridad lo que hace es llevarnos a situaciones de daño e inseguridad. ¿Qué podemos hacer al respecto cuando nos pasamos la vida de conflicto en conflicto? Cualquier individuo con un mínimo de cordura trataría de resolver dicha situación, pero las alternativas que encuentra no son reflexionadas por él mismo sino que se agarra a lo que otros han dicho: amigos, psicólogos, asesores, gurús, libros, medicinas, drogas o escapes diversos. A nadie se le ocurriría pensar que la solución está en sí mismo, pues se nos ha condicionado para no tener confianza en nosotros y creer que hay que encontrarla en otro lugar. Pensar de ese modo se debe a que no sabemos cómo funciona nuestra propia mente, pues si lo supiéramos no haría falta ir a ningún sitio a que nos dijeran como hacerlo. Es la mente condicionada la que crea el problema y es la propia mente la que ha de solucionarlo, y todo lo demás es puro cuento, energía desperdiciada conducida por la misma ilusión que nos ha creado el conflicto.

No hay nada de espiritual en observar nuestra manera de convivir, cómo pensamos respecto de cualquier asunto de la existencia, qué nos hacen sentir las cosas o cuál es el modo de comportarnos ante una situación. Observar con la intención de conocernos no tiene nada de espiritual, es un acto saludable con el que podemos vivir de modo permanente a no ser que nuestra mente ya está saturada de tantas ideas que no encuentre ni un pequeño espacio desde donde mirar y darse cuenta de la insensatez de nuestro vivir diario. De observar, de darnos cuenta, de hacernos conscientes, surge una observación sin observador en donde todo aquello que vemos es un signo de nuestra propia naturaleza y, ya sea porque reaccionamos ante ello o porque somos indiferentes, ello es una oportunidad de conocernos.

La observación no tiene nada de espiritual, sino que es una facultad mental que hemos negado con la adquisición de una experiencia y conocimiento egocéntrico que se ha separado de aquello que es observado. En el estado de observación no hay separación, pues no hay un observador observando con todos sus prejuicios sino que solo hay observación en cualquier dirección.

De la observación surge el discernimiento de que el apego es la causa del placer y, al mismo tiempo, del miedo, lo que da lugar al conflicto y al sufrimiento. La comprensión tampoco es algo espiritual sino algo que se da cuando observamos y reflexionamos dejando a un lado toda subjetividad.

El discernimiento da lugar al desprendimiento mental de ideas o creencias falsas, ilusiones mentales que nos mantienen esclavos de sus fines, y todo ello se traduce en un mayor espacio mental que nos permite como seres humanos ser sensibles a lo que sucede y actuar con cierto grado de libertad. En la medida que hay discernimiento en nuestra vidas hay sensibilidad e inteligencia, pero no es la inteligencia del intelecto sino la inteligencia de la observación que ha creado espacio mental libre, desocupado, para observar con gran amplitud o apertura.

La inteligencia, que se muestra a través de la observación, no es nada espiritual sino una consecuencia de un funcionamiento correcto de la mente humana. Sin embargo, todo este proceso, que comienza con hacernos conscientes de la manera de convivir y acaba con la sensibilidad, no tiene nada de espiritual, no hay un espíritu o un alma que esté haciendo algo, es simplemente una mente que se da cuenta de su propio engaño y ella misma se aclara al no permitir que ninguna idea interfiera en dicha reflexión.

Dios, el nirvana, la iluminación, la sabiduría, el amor, son ilusiones mentales que impiden a la mente reflexionar con claridad para ver dónde está su antagonismo o dualidad, eso que le impide pensar y sentir sin conflicto. Es un hecho que cualquier deseo de lograr un estado espiritual, no permitirá a la mente indagar libremente sino que estará atada a una ilusión divina. Sin embargo, el observar, el darnos cuenta, el ser conscientes, la observación, el discernimiento, la sensibilidad y la inteligencia, son estados mentales al alcance de cualquier persona que verdaderamente esté interesada en mejorar su condición humana.