Si no fuéramos egoístas no sabríamos qué hacer, cómo pensar o de qué manera sentirnos. Todo lo que conocemos es el egoísmo, una actitud ante la vida que no es otra cosa que vivir para uno mismo. Podemos convivir con una familia, salir con amigos, conseguir una pareja, lograr casarnos e incluso tener hijos, y nada de ello nos habrá hecho cambiar nuestra visión egocéntrica de la existencia. El mundo existe en la medida en que cada uno de nosotros existe, pues de lo contrario de qué sirve que el mundo exista si uno está muerto. Así es como hemos construido un mundo alrededor nuestro en el que somos el centro, el principio y el final de todo lo que sucede. Para que algo exista uno debe sentirlo y si no lo sentimos no existe. No importa que mueran millones de niños de hambre, que sufran infinidad de personas a causa de la ambición humana, o que no haya esperanza para una sociedad mejor, mientras uno no sea consciente nada de ello existe. Solo existen nuestras preocupaciones, los asuntos que hemos de resolver, los deseos que queremos lograr, y esa infinidad de momentos que hace evadirnos de un mundo sin sentido que ni siquiera nos interesa comprender.
Si no fuéramos egoístas no sabríamos cómo ser, nuestra vida entraría en una sensación de profundo vacío que seguramente terminaría en depresión. Es preferible ser egoístas, sentirnos a través de las sensaciones y experiencias, estar ocupados todo el tiempo en mejorar nuestra condición material o emocional, y desde luego seguir encontrando nuevas oportunidades de satisfacción a través de nuestra relación con lo que sea.
No conocemos otra cosa que el egoísmo. Seguramente todos hemos escuchado esa frase que dice “amaros los unos a los otros” o aquello que expresa “ama al prójimo como a ti mismo”, pero quien lo dijo no debía saber que el amor no es una cuestión de la voluntad y de que el ser humano aunque quisiera no sabría amar. Del egoísmo nunca surgirá el amor. El egoísmo ha inventado las historias románticas, el sentimentalismo, el idealismo, las creencias o las utopías como una forma de autoengaño que se proyecta hacia un futuro inexistente. No ser egoístas puede ser lo peor que nos puede suceder, pues sería como morir estando aún vivos.
Si no fuéramos egoístas no seríamos nadie, una persona sin personalidad, alguien sin intereses o propósitos individuales. Seguramente viviríamos para la totalidad, estaríamos ocupados en denunciar el desorden, y seriamos los únicos responsables en dar una respuesta adecuada al gran problema de la humanidad. Cuando el egoísmo se desvanece surge la sensibilidad y la inteligencia, entonces aparece un mundo nuevo en donde todo tiene un significado distinto, y es posible percibir que todo está en orden, en un orden perfecto con el que es posible danzar mientras se escucha en el viento una hermosa melodía de amor.