jueves, 23 de enero de 2025

La llave de tu felicidad


Es triste ver cómo las personas disputan entre sí por cuestiones políticas, ideas, creencias, o simplemente por intereses personales que llegan a una violencia tan desmedida que incluso se desea el daño ajeno.

Estamos tan acostumbrados a convivir entre conflictos que ya los hemos normalizado como una actitud que forma parte de nuestra naturaleza. Cualquier asunto puede ser motivo de conflicto: la guerra en Ucrania o en Palestina, el nacionalismo catalán, la emigración, la violencia de género, la creencia en Dios, unas elecciones, dónde ir de vacaciones, o qué hacer de comida. Basta con oír algo para estar en contra de ello, generar controversia o negarlo. Y en cierto modo lo justificamos porque nos gusta creer que cada uno de nosotros es diferente del resto. Parece ser que vemos y entendemos el mundo de un modo único y personal. Somos como niños que expresan su gusto o rechazo ante lo que ven sin capacidad de reflexionar, comprender y responder por sí mismos.

Uno se debería preguntar si al opinar o posicionarse ante cualquier conflicto lo que de hecho está haciendo es alimentar el propio conflicto o añadiendo más leña al fuego.

Nadie es insensible ante las consecuencias de los conflictos. En general, parece justo que personalmente nos pongamos del lado de aquellos que sufren, pero la experiencia nos ha mostrado que todo ese intento ideológico de justicia e igualdad con el tiempo genera una reacción popular que hace crecer el radicalismo opuesto.

El ser humano necesita mirar hacia dentro si realmente quiere entender el conflicto humano.

El mundo me ha creado a su imagen y semejanza, y ahora yo mantengo y desarrollo el mundo. No solo soy esa parte del mundo hermosa que se aprecia en los espacios naturales sino también esa otra parte en la que los seres humanos se explotan entre ellos y sufren. De nada sirve pensar que uno es diferente de sus semejantes, pues ello solo serviría como un escape para no aceptar lo evidente. Si aún no hemos robado a nadie, o si todavía no hemos cometido un asesinato no será porque nuestra conciencia es diferente, sino porque aún no se han dado las circunstancias propicias.

Desde un punto de vista psicológico soy el pobre y el rico, el torpe y el hábil, el joven y el viejo, la mujer y el hombre, el creyente y el ateo. Soy la conciencia de la humanidad, la conciencia de la humanidad soy yo mismo. Todas esas relaciones basadas en el beneficio propio, toda esa lucha de unos contra otros, toda esa explotación del ser humano sobre el propio ser humano, con todo el sufrimiento que genera, es producto de nuestra ignorancia y, no cabe duda, que representa un suicidio colectivo.

La conciencia es su contenido, y el contenido es experiencia, habilidad y conocimiento. Todo lo que sabemos sobre nosotros es un reflejo de esas impresiones y conocimientos adquiridos con el paso del tiempo. Por tanto, cada ser humano está condicionado por un pasado que gestiona y controla sus pensamientos, sentimientos, emociones y reacciones, con muy pocas posibilidades de poder hacer algo distinto.

¿Somos realmente conscientes de las consecuencias del conflicto mental en el que nos encontramos? ¿Es posible, para una persona normal, hacer algo al respecto? ¿Puede una persona, como tú y yo, liberarse del condicionamiento? ¿Qué estamos dispuestos hacer para salir de semejante atolladero?

A lo largo del tiempo, los seres humanos hemos hecho todo tipo de cosas para no sufrir, para vivir en paz, para ser felices, para ser amados y amar, pero el hecho es que hemos fracasado. No solo hemos creído que se podía hacer algo, sino que creíamos saberlo. Creíamos que cambiando las condiciones externas cambiarían las internas o que sacrificándonos personalmente cambiaría la sociedad, pero nada de ello ha funcionado. Desde un punto vista psicológico seguimos igual que hace miles de años: la persona vive con miedo, deseo, ansiedad, incertidumbre, placer y sufrimiento, lo que se traduce en un conflicto interior que se proyecta a la sociedad en la que vive. El conflicto individual es el origen del conflicto mundial. Tratar de solucionar el conflicto social sin haber resuelto el conflicto individual es absurdo. Y creer que uno mismo no tiene conflicto alguno es realmente deshonesto e insensible.

¿Has intentado realmente alguna vez hacer frente o resolver el conflicto que hay en tu mente? ¿Por qué no nos centramos en resolver el conflicto individual y dejamos a un lado todo lo demás?

¿Cuál es mi conflicto? ¿Te has preguntado alguna vez esta pregunta? ¿Tengo conciencia o soy consciente de vivir en conflicto?

Vivo en conflicto cuando vivo en contradicción, cuando soy alguien y quiero ser alguien distinto, cuando tengo miedo y no quiero tener miedo, cuando deseo fumar, pero quiero dejar de fumar, cuando sufro o estoy triste y quiero estar alegre, o cuando me siento solo y quiero no estarlo. ¿Te das cuenta del conflicto? No solo has de ser plenamente consciente de dicho problema, sino comprender que tu conflicto es la causa de todos los problemas que se generan en tus relaciones y en el mundo.

Veamos cómo resolver este gran problema humano. Resolver el conflicto puede ser la cosa más fácil del mundo si ponemos atención, o puede ser algo imposible si al intentar resolverlo creamos un nuevo conflicto. Cuando las personas acuden al psicólogo, al terapeuta o al psiquiatra para resolver sus problemas suelen salir personalmente fortalecidos tras cierto esfuerzo y gasto económico, pero no resuelven su conflicto interior.

Intentemos hacer frente al conflicto de una manera práctica. En un solo párrafo vamos a describir el conflicto y cómo, si ponemos atención, no solo se termina el conflicto, sino que puede dar comienzo a una nueva vida. El ejemplo se hace sobre el sufrimiento, pero se podría hacer de igual modo sobre el miedo, la ansiedad, la envidia, el deseo, etc.

Si yo sufro (da igual la causa de mi sufrimiento), lo primero que he de hacer es poner mi atención sobre dicha sensación. Observo como me desgarro por dentro, también observo cómo estoy pensando sobre lo que me ha sucedido, y también observo como esos pensamientos están generando continuamente esa emoción de sufrimiento. Por otra parte, sucede algo muy sutil que hay que observar, y es que el pensamiento trata a su vez de escapar del sufrimiento, de encontrar una forma de alivio o de esperanza. Sufrimiento, pensamiento y escape. ¿Puedo dedicar un tiempo a observar esta dinámica que está sucediendo en mi mente? Emoción, pensamientos que originan y dan continuidad a la emoción, y, al mismo tiempo, pensamientos que dan pie a un escape que busca un placer sustituto.

Si una persona hace frente a esta práctica, que es una forma de introspección, no cabe duda que va a percibir que la causa de sus emociones son pensamientos y que, dichos pensamientos, no son más que reacciones condicionadas por creencias o experiencias. Además, también aprenderá que el pensamiento en forma de pensador nunca resolverá el conflicto porque al buscar todo tipo de escapes lo que genera es perpetuar el conflicto. Además, y aquí estriba lo más importante, encuentra que la causa de todo conflicto mental es que el pensamiento está fragmentado. Es decir, con el paso del tiempo el pensamiento humano ha creado la figura de un pensador que se transmite de generación en generación, lo que supone para el ser humano vivir con un conflicto mental interior que genera conflictos en las relaciones.

Si haces la práctica, que te he propuesto anteriormente, podrás aprender de ti mismo, conocerte un poco más, e incluso, si tienes realmente interés, curiosidad y amor por la verdad, descubrirás cuál es el origen de todos los conflictos humanos y tendrás en tu mirada la puerta de la plenitud, de la paz, de la belleza, de la verdadera inteligencia y del amor.

Ahora puedes intentarlo o seguir mirando para otro lado. Se trata de tu vida, y puedes hacer con ella lo que quieras. Puedes seguir fingiendo quien no eres, puedes seguir engañando a los demás y a ti mismo, puedes seguir sufriendo y echarle la culpa al prójimo, pero no será porque la vida no puso en tu mano la llave de tu felicidad.