Es triste ver cómo las personas disputan entre sí por cuestiones políticas, ideas, creencias, o simplemente por intereses personales que llegan a una violencia tan desmedida que incluso se desea el daño ajeno.
Estamos tan
acostumbrados a convivir entre conflictos que ya los hemos normalizado como una
actitud que forma parte de nuestra naturaleza. Cualquier asunto puede ser
motivo de conflicto: la guerra en Ucrania o en Palestina, el nacionalismo
catalán, la emigración, la violencia de género, la creencia en Dios, unas
elecciones, dónde ir de vacaciones, o qué hacer de comida. Basta con oír algo
para estar en contra de ello, generar controversia o negarlo. Y en cierto modo
lo justificamos porque nos gusta creer que cada uno de nosotros es diferente
del resto. Parece ser que vemos y entendemos el mundo de un modo único y personal.
Somos como niños que expresan su gusto o rechazo ante lo que ven sin capacidad
de reflexionar, comprender y responder por sí mismos.
Uno se debería
preguntar si al opinar o posicionarse ante cualquier conflicto lo que de hecho
está haciendo es alimentar el propio conflicto o añadiendo más leña al fuego.
Nadie es insensible
ante las consecuencias de los conflictos. En general, parece justo que personalmente
nos pongamos del lado de aquellos que sufren, pero la experiencia nos ha
mostrado que todo ese intento ideológico de justicia e igualdad con el tiempo
genera una reacción popular que hace crecer el radicalismo opuesto.
El ser humano necesita
mirar hacia dentro si realmente quiere entender el conflicto humano.
El mundo me ha creado
a su imagen y semejanza, y ahora yo mantengo y desarrollo el mundo. No solo soy
esa parte del mundo hermosa que se aprecia en los espacios naturales sino
también esa otra parte en la que los seres humanos se explotan entre ellos y
sufren. De nada sirve pensar que uno es diferente de sus semejantes, pues ello
solo serviría como un escape para no aceptar lo evidente. Si aún no hemos
robado a nadie, o si todavía no hemos cometido un asesinato no será porque
nuestra conciencia es diferente, sino porque aún no se han dado las circunstancias
propicias.
Desde un punto de
vista psicológico soy el pobre y el rico, el torpe y el hábil, el joven y el
viejo, la mujer y el hombre, el creyente y el ateo. Soy la conciencia de la
humanidad, la conciencia de la humanidad soy yo mismo. Todas esas relaciones
basadas en el beneficio propio, toda esa lucha de unos contra otros, toda esa
explotación del ser humano sobre el propio ser humano, con todo el sufrimiento
que genera, es producto de nuestra ignorancia y, no cabe duda, que representa un
suicidio colectivo.
La conciencia es su
contenido, y el contenido es experiencia, habilidad y conocimiento. Todo lo que
sabemos sobre nosotros es un reflejo de esas impresiones y conocimientos
adquiridos con el paso del tiempo. Por tanto, cada ser humano está condicionado
por un pasado que gestiona y controla sus pensamientos, sentimientos, emociones
y reacciones, con muy pocas posibilidades de poder hacer algo distinto.
¿Somos realmente
conscientes de las consecuencias del conflicto mental en el que nos encontramos?
¿Es posible, para una persona normal, hacer algo al respecto? ¿Puede una
persona, como tú y yo, liberarse del condicionamiento? ¿Qué estamos dispuestos
hacer para salir de semejante atolladero?
A lo largo del tiempo,
los seres humanos hemos hecho todo tipo de cosas para no sufrir, para vivir en
paz, para ser felices, para ser amados y amar, pero el hecho es que hemos
fracasado. No solo hemos creído que se podía hacer algo, sino que creíamos
saberlo. Creíamos que cambiando las condiciones externas cambiarían las
internas o que sacrificándonos personalmente cambiaría la sociedad, pero nada
de ello ha funcionado. Desde un punto vista psicológico seguimos igual que hace
miles de años: la persona vive con miedo, deseo, ansiedad, incertidumbre,
placer y sufrimiento, lo que se traduce en un conflicto interior que se
proyecta a la sociedad en la que vive. El conflicto individual es el origen del
conflicto mundial. Tratar de solucionar el conflicto social sin haber resuelto
el conflicto individual es absurdo. Y creer que uno mismo no tiene conflicto
alguno es realmente deshonesto e insensible.
¿Has intentado realmente
alguna vez hacer frente o resolver el conflicto que hay en tu mente? ¿Por qué
no nos centramos en resolver el conflicto individual y dejamos a un lado todo
lo demás?
¿Cuál es mi conflicto?
¿Te has preguntado alguna vez esta pregunta? ¿Tengo conciencia o soy consciente
de vivir en conflicto?
Vivo en conflicto
cuando vivo en contradicción, cuando soy alguien y quiero ser alguien distinto,
cuando tengo miedo y no quiero tener miedo, cuando deseo fumar, pero quiero
dejar de fumar, cuando sufro o estoy triste y quiero estar alegre, o cuando me
siento solo y quiero no estarlo. ¿Te das cuenta del conflicto? No solo has de
ser plenamente consciente de dicho problema, sino comprender que tu conflicto
es la causa de todos los problemas que se generan en tus relaciones y en el
mundo.
Veamos cómo resolver este
gran problema humano. Resolver el conflicto puede ser la cosa más fácil del
mundo si ponemos atención, o puede ser algo imposible si al intentar resolverlo
creamos un nuevo conflicto. Cuando las personas acuden al psicólogo, al
terapeuta o al psiquiatra para resolver sus problemas suelen salir
personalmente fortalecidos tras cierto esfuerzo y gasto económico, pero no resuelven
su conflicto interior.
Intentemos hacer
frente al conflicto de una manera práctica. En un solo párrafo vamos a
describir el conflicto y cómo, si ponemos atención, no solo se termina el
conflicto, sino que puede dar comienzo a una nueva vida. El ejemplo se hace
sobre el sufrimiento, pero se podría hacer de igual modo sobre el miedo, la
ansiedad, la envidia, el deseo, etc.
Si yo sufro (da igual
la causa de mi sufrimiento), lo primero que he de hacer es poner mi atención
sobre dicha sensación. Observo como me desgarro por dentro, también observo
cómo estoy pensando sobre lo que me ha sucedido, y también observo como esos
pensamientos están generando continuamente esa emoción de sufrimiento. Por otra
parte, sucede algo muy sutil que hay que observar, y es que el pensamiento
trata a su vez de escapar del sufrimiento, de encontrar una forma de alivio o
de esperanza. Sufrimiento, pensamiento y escape. ¿Puedo dedicar un tiempo a
observar esta dinámica que está sucediendo en mi mente? Emoción, pensamientos
que originan y dan continuidad a la emoción, y, al mismo tiempo, pensamientos
que dan pie a un escape que busca un placer sustituto.
Si una persona hace
frente a esta práctica, que es una forma de introspección, no cabe duda que va
a percibir que la causa de sus emociones son pensamientos y que, dichos
pensamientos, no son más que reacciones condicionadas por creencias o
experiencias. Además, también aprenderá que el pensamiento en forma de pensador
nunca resolverá el conflicto porque al buscar todo tipo de escapes lo que
genera es perpetuar el conflicto. Además, y aquí estriba lo más importante,
encuentra que la causa de todo conflicto mental es que el pensamiento está
fragmentado. Es decir, con el paso del tiempo el pensamiento humano ha creado la
figura de un pensador que se transmite de generación en generación, lo que supone
para el ser humano vivir con un conflicto mental interior que genera conflictos
en las relaciones.
Si haces la práctica, que te he propuesto anteriormente, podrás aprender de ti mismo, conocerte un poco más, e incluso, si tienes realmente interés, curiosidad y amor por la verdad, descubrirás cuál es el origen de todos los conflictos humanos y tendrás en tu mirada la puerta de la plenitud, de la paz, de la belleza, de la verdadera inteligencia y del amor.
Ahora puedes intentarlo o seguir mirando para otro lado. Se trata de tu vida, y puedes hacer con ella lo que quieras. Puedes seguir fingiendo quien no eres, puedes seguir engañando a los demás y a ti mismo, puedes seguir sufriendo y echarle la culpa al prójimo, pero no será porque la vida no puso en tu mano la llave de tu felicidad.
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