
Hace unos días falleció
un conocido, un amigo con el que había compartido algunas marchas por la
sierra, algunas comidas, abrazos, besos, unas cervezas y algunas charlas. Una
persona joven que hace unos días estaba sonriendo en la calle y ahora ya no
existe.
Cualquier muerte,
aunque sea anónima, es un tremendo acontecimiento de un enorme significado y de
una gran belleza. Algo parecido sucede cuando observamos consumirse unos fuertes
troncos en una hoguera y ver como arden hasta convertirse en cenizas. Es
impresionante poder ser testigos de dicha transformación.
La existencia tiene
esa virtud de la transformación, del cambio de un estado a otro, es algo así
como un milagro, algo incomprensible para la mente humana. El nacimiento es
otra de esas transformaciones que encierran un gran significado y que da lugar
al desarrollo de una nueva vida.
Quizás los seres
humanos con el tiempo y con el conocimiento hemos perdido esa sensibilidad de
asombrarnos por esos acontecimientos como son el nacer y el morir. Si somos
familiares de un nacido seguramente estaremos alegres pensando a quien se
parece, y si somos familiares del fallecido estaremos tristes pensando en lo
que hemos perdido. Cuando los seres humanos hacemos del nacimiento y de la
muerte algo muy personal perdemos todo su significado universal y en lugar de
hablar del hecho lo que hacemos es hablar del nacido o del fallecido.
En sí mismo vivir es
un proceso biológico transformador, las células mueren y nacen en un movimiento
continuo. Pero psicológicamente, cuando nos pasamos gran parte de nuestro
tiempo pensando en lo que queremos lograr apenas somos sensibles que toda
nuestra vida está continuamente cambiando y que son nuestras ideas las que dan
la sensación de que siempre somos la misma persona o el mismo ser que apenas
cambia nada.

Para vivir en el
momento presente hemos de despertar esa cualidad de la vida de percibir, de
observar, de ser sensible a todo aquello que sucede sin necesidad de que haya
un motivo para ello, sin necesidad que haya un observador, sin necesidad que
ello tenga alguna utilidad. Para vivir hemos de observar que las ideas no nos
dejan observar, que las ideas nos nublan los sentidos, entonces en dicha
observación las ideas propias o ajenas dejan de tener importancia y solo ocupan
el lugar que les corresponde y a partir de ese instante transformador la
observación se da en mayor profundidad.
Nosotros no somos diferentes
de lo que observamos. Cuando observamos la muerte, nosotros no somos diferentes
de la muerte. Podemos negar la muerte, podemos no mirarla, podemos huir de
ella, pero la muerte está ahí, justo delante de ti, y se muestra cuando menos
te lo esperas.
Vivir con la muerte
es algo extraordinario, porque es vivir con lo que uno es, es tener presente y
conciencia de lo que somos, entonces la vida tiene un significado enorme. Pero
vivir huyendo de la muerte hace que la vida sea un escape, un mero juego en el
que uno tiene la sensación de ir ganando y atesorando cosas, pero que al final
de la partida acaba uno siempre perdiendo.

Aquello que está
continuamente cambiando no muere. El ahora, ese instante en el que todo sucede
y que da lugar a otro instante como un movimiento continuo es la eternidad.
Vivir psicológicamente en ese ahora es
vivir en la eternidad, es vivir muriendo, o siendo transformado, y naciendo en
el mismo instante.
Gracias a que morimos (todo muere y renace) la Vida siempre está fresca. Salta de individuo en individuo, permitiendo nuevas soluciones y cambios en el mismo vivir. El permanente cambio se da en nuestro interior de una forma resistente (eso somos) y se acelera gracias a que la Vida se renueva en cada nacimiento y muerte. Nosotros somos como lámparas de aceite de la Vida y pasamos la llama de lámpara en lámpara.
ResponderEliminarUn abrazo y mis ánimos para cuando la ausencia o el recuerdo de tu amigo se te hagan presentes.
Juan Crisos
Gracias Juan,
EliminarEl recuerdo de mi amigo es el mismo que cuando estaba en vida, es decir siempre le tuve un gran afecto como ser humano y eso no va a cambiar en nada. El afecto, el aprecio, el cariño es algo que está en el corazón, es el principal aliento de la vida. Como ser humano era extraordinario, un ser único lleno de vida, con un corazón noble, inocente como un niño, y con un alto sentido de la naturaleza y el amor. Y en lo que respecta a la persona que era y que ciertamente yo no estaba muy de acuerdo con su forma de llevar la vida, eso tampoco va a cambiar mucho porque como no era algo personal yo voy a seguir discrepando de todas aquellas cosas de las que creo que somos esclavos y que nos hacen vivir de una forma muy precaria y finalmente acaban matandonos.
En esta reflexión lo que he querido resaltar es que sino morimos a esas cosas que nos hacen ser personas esclavas de hábitos, esclavas de ideas, esclavas de conflictos, entonces nuestra vida no será tal vida, porque como tu dices la vida tiene esa cualidad fresca del nacer a cada instante.
Es maravilloso que exista esa posibilidad de morir a algo y encontrarte un minuto después que apenas te conoces y que apenas sabes nada de la vida y que todo empieza de nuevo, con unos ojos nuevos y con una mirada limpia y afectuosa.
Un abrazo Corazón.
Me encanta esa alegoría de la lámpara de aceite, es tan bonito percibir la vida en esa totalidad. Todos mis seres querido muertos soy yo, están en mi... toda la humanidad está en mi. Gracias por estas reflexiones. Un abrazo de vida que no acaba.
ResponderEliminarCuando se percibe la realidad tal cual es, hay una profunda belleza y en ella no hay nada malo o bueno, no hay separacion alguna, no existe ningun tiempo psicologico, no hay deseo, solo hay belleza y uno mismo es la belleza.
EliminarGracias.