domingo, 8 de julio de 2018

Quizá nos falta seriedad

Es raro que a uno le tachen de serio en un mundo donde ocurren tantos sucesos graves que apenas tenemos espacio en la mente para responder adecuadamente. Siempre había pensado que nos falta seriedad, pero quién sabe hasta qué punto uno se toma la vida tan en serio que no tiene tiempo para reírse de un estúpido chiste y dar rienda suelta a su inconsciente mas egocéntrico.

No cabe duda que el mundo se encuentra en una gran crisis existencial en donde el ser humano anda perdido sin saber cómo responder a los conflictos y cómo enfocar su vida de una forma plena y responsable.

Por un lado los interminables conflictos internacionales, terrorismos, nacionalismos, la corrupción política y religiosa, el despiadado mundo empresarial con la banca de estandarte, y por otro lado los conflictos personales entre familiares, entre padres e hijos, entre amigos o compañeros de trabajo, y, lo que es aún peor, la profunda sensación de vacío y soledad por la que pasa el ser humano individual.

Hay personas que durante años han intentando reflexionar para encontrar soluciones a los problemas, pero después de no sacar nada en claro se han llenado de frustración y han preferido mirar hacia otro lado, como si de ese modo los problemas dejaran de existir.

Algunas personas han elegido dedicar una parte de su tiempo a colaborar en organizaciones no gubernamentales especializadas en algún tipo de acción humanitaria, y de esa forma sienten que están aportando un granito de arena para mejorar las pésimas condiciones en las que se encuentra algún grupo marginal.

Otras personas han preferido mirar la vida con otros ojos, sonreír ante las adversidades y procurar disfrutar lo máximo posible en este corto tiempo que es la vida. Placeres, entretenimientos, aventuras, fiestas, pasatiempos físicos y mentales, o grupos de actividades en donde ocupar el tiempo con personas afines, son algunas de las distracciones que les hacen olvidar, al menos por un tiempo, la cruda realidad. Se dedican a matar el tiempo de la manera que más les complace, con la política, el fútbol, los libros, las películas, los chistes o los porros.

¿Por qué no hemos sido capaces de cambiar, de convertirnos en seres sensibles a los problemas humanos que dan una respuesta responsable a lo que está sucediendo? Teniendo en cuenta que vivimos en relación y que sin relación prácticamente la vida sería imposible, no cabe duda que hay una gran presión social para que ningún ser humano se separe de esa corriente egocéntrica en donde las personas convivimos condicionadas a un personaje más o menos neurótico.

Si uno tiene una pareja y ésta no está lo suficientemente interesada en investigar la forma de hacer frente al condicionamiento humano, entonces la propia pareja nos presionará para que continuemos siendo como somos. Si uno tiene unos familiares o unos amigos, y éstos están más interesados en cualquier cosa menos en el conocimiento de uno mismo, entonces su relación con nosotros estará marcada para sostener esas imágenes que cada cual tiene del otro y que nos impide estar verdaderamente relacionados. Pero si realmente uno es serio y siente la necesidad y la urgencia de hacer frente a esa educación que nos ha marcado de por vida, entonces no habrá ninguna excusa que nos impida llevar a cabo la comprensión de uno mismo.

Comprendernos implica cuestionar ese sentimiento de individualidad que nos hace vernos separados de las demás personas y que nos condiciona de por vida a sentirnos solos, aislados y sin conexión con nada. También entraña cuestionar esa forma de relacionarnos que nos impide madurar. Y por último, significa poner al pensamiento en el lugar que le corresponde al comprender su limitación, de tal modo que despertemos nuestra facultad de percibir directamente la realidad que compartimos.

Pero, ¿por qué no somos serios? En realidad somos más bien superficiales, no somos capaces de ir hasta el fondo de las cuestiones, nos hemos acomodado en leer o escuchar mientras las reflexiones nos la hace algún otro, y de esa manera pensamos que estamos comprendiendo, cuando lo cierto es que reforzamos aún más si cabe nuestra pereza existencial. ¿Qué es lo que nos impide cuestionar nuestras propias preguntas y encontrar el camino para resolverlas? ¿Cuándo vamos a comprender que las explicaciones de otro no nos llevan muy lejos y que es nuestro propio cerebro el que tiene que hacer el trabajo de explorar su propio condicionamiento?

La falta de seriedad acaba convirtiéndonos en personas frívolas que juegan con la vida con cierta inconsciencia e insensibilidad. En cualquier momento reaccionamos criticando o juzgando lo que observamos, cómo si nosotros fuéramos diferentes de lo que observamos. Vivimos agarrados al móvil intentando inútilmente sentirnos unidos a los demás, y para ello intercambiamos todo tipo de disparates con los que nos identificamos y de los que nos adueñamos, para crear el mismo efecto en los demás que ha creado en nosotros. De alguna forma nos encontramos bloqueados e intentamos inconsciente o conscientemente bloquear a los demás.

Necesitamos estar relacionados, pues sin relación la vida no tiene sentido. Pero el egoísmo, el individualismo, y la superficialidad, hacen de la relación una tumba en donde es imposible que la vida se exprese y que el amor resurja de entre los muertos. Reírse de la vida es una frivolidad, que tiene un alto coste, no obstante, reírse con la vida es gozar con ella, a pesar de que a veces no alcancemos a comprender su expresión.



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