lunes, 5 de noviembre de 2018

¿Somos responsables de lo que sucede?

Todos los días aparecen noticias en los medios de comunicación relacionadas con asesinatos, violaciones, corrupción o delincuencia, y parece ser que a la mayoría de las personas nos complace pensar que cada individuo es libre de actuar de un modo u otro y que al final el que la hace la paga.

Hay quién piensa que las personas están condicionadas de por vida por el entorno social en el que nacen y se desarrollan, y que sus acciones no son voluntarias sino la consecuencia de una sociedad egocéntrica, irracional e ignorante. ¿Hasta qué punto uno es responsable de sus actos cuando las circunstancias le han moldeado para actuar como un delincuente?

Pensemos lo que pensemos, la cuestión es que diariamente aparecen nuevos casos de asesinatos sobre niños o mujeres que ponen los pelos de punta, de violaciones de grupo sobre alguna mujer indefensa o de grupos mafiosos en el poder que, en lugar haber estado trabajando para el bien común, estaban satisfaciendo su codicia. También observamos los profundos conflictos humanos, las enormes desigualdades, la gran pobreza que padece millones de seres, la falta de libertad y de cordura.

¿Qué podemos hacer ante tanta adversidad? Es fácil juzgar, culpar y sentenciar a cualquier desgraciado que han cogido con las manos en la masa, pero no sabemos hasta donde estamos solucionando la causa de los delitos.

¿Cómo es posible que cada persona no se sienta responsable de lo que sucede? ¿Acaso no somos todos participes del mundo que hemos creado, estamos sosteniendo y damos continuidad?

No es cuestión de justificar o disculpar a nadie de sus acciones sino de asumir que la responsabilidad es común, de todos, y que cada individuo ha de responder según el lugar que ocupa en la sociedad. Por tanto no se trata únicamente de juzgar a una persona y condenarla los años que correspondan, sino de juzgar a una sociedad entera, instituciones y personas, y sentenciarlas a corregir la complicidad que han tenido en el asunto. Unos irán a la cárcel, otros modificaran ciertas normas, otros educaran mejor, otros comprenderán su egoísmo y otros serán más compasivos, pero todos asumiendo su responsabilidad. Está claro que no se va a cambiar un sistema social o judicial de la noche a la mañana, pero al menos comencemos por asumir que estamos implicados directamente en las atrocidades que suceden delante de nuestros ojos. Uno es una consecuencia de lo que es el mundo y el mundo es una consecuencia de lo que es uno.

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