miércoles, 27 de marzo de 2019

Aparentar ser

Una cosa es aparentar ser guapo y otra bien distinta sentirse guapo. Mientras la primera es algo que hay que sostener en base al esfuerzo que realizamos para que los demás nos vean del modo que deseamos ser vistos, la segunda es algo natural que no requiere realizar ningún esfuerzo, pues nos sentimos bellos y hermosos incluso a pesar de que los demás puedan decir lo contrario.

No es lo mismo aparentar ser inteligente que ser inteligente. Uno puede afanarse eternamente en demostrar a los demás lo mucho que sabe, los conocimientos que ha conseguido sobre infinidad de asuntos, y cuanto más quiere demostrar su inteligencia mas necio es. Sin embargo, una persona que es realmente inteligente lo muestra con su humildad y su sencillez.

Se puede intentar ser perfectos, correctos en las formas, de valores morales, pero en el mismo intento uno demuestra justamente su imperfección, aunque aparente lo contrario.

Las virtudes no se aparentan porque de lo contrario dejan de serlo. Cuando se intenta aparentar belleza lo que conseguimos es crear un mundo subjetivo y conceptual que se mueve compulsivamente entre lo guapo y lo feo. Las personas que sostienen esas ideas de guapo y feo no conocen la belleza, ya que es una realidad sin relación alguna con dichas ideas.

Cuando la generosidad es una forma de apariencia se parece más a la vanidad que a una sencilla expresión de amor.

En la apariencia siempre hay conflicto entre lo que es y lo que debería ser, por esa razón hay una gran dosis de temor a no lograr lo que pretendemos o a perder lo que creemos tener. También hay un enorme placer al sentirnos apreciados por lo demás, pero que inevitablemente nos va destruyendo poco a poco por las barbaridades que hacemos con nuestro cuerpo para darle la apariencia que pretendemos y que nunca acabamos de lograr. Y también sufrimos cuando nos desprecian y sobre todo cuando nosotros mismos nos machacamos por no vernos del todo como nos gustaría.

La apariencia tiene un enorme coste humano, pues mientras uno ha pretendido ser quien no era, ha olvidado en su interior a un ser maravilloso del que apenas sabe nada.

No hay mayor virtud y gozo que ser lo que somos sin necesidad de ninguna apariencia, vivir tal y como hemos nacido, cuidarnos y desarrollarnos en nuestras propias facultades innatas y llegar a florecer como bellos seres humanos.

Vivimos en un mundo lleno de apariencia, somos como carne muerta que se expone en escaparates para seducir a cualquiera que nos quiera comprar.

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