viernes, 1 de mayo de 2020

¿Qué hemos aprendido con el COVID-19?

  Basta con tener un poco de memoria histórica para darnos cuenta de que los seres humanos hemos aprendido muy poco de las grandes desgracias que han sacudido a la humanidad. Infinidad de guerras, catástrofes naturales, sequías y hambrunas, crisis económicas o interminables conflictos en todos los ámbitos de la social no han hecho cambiar nuestra mente individual.

   Hace solamente doscientos años que aún manteníamos cierta sensación de pertenencia a un grupo, a una gran familia, pero a partir de ahí surgió un individualismo que se ha ido acrecentando hasta nuestros días en donde las familias prácticamente se han descompuesto y es difícil ver que alguien se haga responsable de las personas mayores, de los niños o de la propia pareja. Psicológicamente nos hemos convertido en seres tan separados de cualquier cosa, por nuestras ambiciones personales, que ahora convivimos en nuestro interior con una sensación de soledad y vacío que nos acompaña allá donde vayamos.

   El COVID-19 está demostrando que las reacciones que tenemos y las soluciones que tomamos para hacer frente a la pandemia proceden de mentes individuales que tratan de mostrarse políticamente correctos para seguir como estamos. Las naciones han respondido individualmente a pesar de que tenemos una Organización Mundial de la Salud que una vez más ha demostrado ser un escaparate que justifica nuestra falta de responsabilidad ante problemas que son comunes. De igual modo han actuado los gobiernos, los partidos políticos y los propios ciudadanos que hemos mostrado una actitud de hacer frente todos juntos ante un problema común pero que en el fondo está llena de contradicciones porque teniendo una mente individualista más pronto que tarde reaccionaremos separándonos los unos de los otros para continuar buscando nuestros intereses particulares o para seguir expresando la neurosis que padecemos.

    Las circunstancias no nos cambiarán, más bien seremos nosotros quienes cambien las circunstancias para justificar nuestra forma de entender el mundo y de seguir actuando como lo hacemos.

    Vivimos en la era de la desinformación. Hemos perdido toda posibilidad de saber qué es verdad. La realidad nos abruma de tal manera que cada cual cree lo que le viene bien. No podemos justificarnos porque estamos siendo engañados ya que cada uno de nosotros es un engaño existencial al creerse un individuo separado de los demás. Mientras uno no se cuestione seriamente a sí mismo todo lo que hagamos en esta vida no tendrá sentido alguno y estaremos dando vueltas alrededor de nuestra ignorancia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario