martes, 17 de marzo de 2020

¿Qué nos está enseñando el CORONAVIRUS?

Este pequeño y diminuto bichito, en poco más de tres meses, ha conseguido atemorizar a la humanidad entera, cerrar fronteras, colapsar hospitales, encerrar a las gentes en sus casas y sacudir con fuerza la economía mundial.

En cierta forma el sistema se ha parado y solo funcionan a pleno rendimiento hospitales y autoridades, así como toda la estructura que nos permite abastecernos y alimentarnos.

A día de hoy todo el mundo tiene la esperanza y la confianza de que lo superaremos cuando prácticamente nos hayamos contagiado la mayoría de nosotros y hayan muerto una parte significativa de la población de riesgo, sobretodo ancianos. No obstante, desde los gobiernos ya se anuncia una gran crisis económica debido al coste que se ha tenido que asumir al tomar medidas drásticas para contener a la población lo más aislada posible en mitad de un mundo que es globalizado. Y ya se está pensando en cómo superaremos la recesión para cuando todo haya pasado volver a especular en bolsa y jugar al poder como hasta ahora se iba haciendo.

¿Qué nos está enseñando el coronavirus?

Lo primero que deberíamos aprender de una circunstancia tan novedosa y llena de peligro para la humanidad entera es que necesitamos aprender de ella o corremos el riesgo padecer durante mucho tiempo e incluso llegar a extinguirnos como especie. Los seres humanos hemos demostrado nuestra astucia de mil maneras y hemos sabido sacar provecho de la miseria, de la pobreza o de las guerras, pero ahora esa estrategia se ha detenido y es momento de aprender que tenemos que trabajar juntos por el bien común y que ya basta de negocios infames que juegan con la salud de las personas.

Este virus nos ha enseñado que la humanidad entera está más unida, entrelazada e interconectada de lo que creíamos y que estamos expuestos, de una u otra forma, a los mismos peligros. También nos recuerda y demuestra que somos una especie con una gran fragilidad, porque si este virus hubiese sido algo mas contagioso y letal no nos hubiese dado tiempo ni a reaccionar.

¿En dónde reside nuestra fragilidad?

Uno de los aspectos que ha hecho que el virus se propague tan rápido ha sido la globalización, nuestra capacidad de estar enlazados los unos con los otros desde cualquier parte del planeta. Siempre hemos creído que en un mundo global todo eran ventajas, pero ahora llega covid-19 y nos dice que para él y sus siguientes generaciones la globalización y la superpoblación son el mejor entorno para acabar con la humanidad de un solo golpe. A la vista de los acontecimientos hemos tenido que cerrar fronteras, aislar ciudades o cerrar pueblos para poder sobrevivir al virus. Por tanto, tendremos que considerar si tanto la globalización como la superpoblación deben tener unos límites, aunque para ello haya que redefinir nuestra manera de hacer economía.

Otro de los aspectos que nos hace débiles es que hemos creado una sociedad fragmentada en naciones que atiende a intereses propios y eso dificulta en gran medida tomar decisiones comunes ante situaciones como las que estamos viviendo. ¿Por qué los políticos necesitan de una grave crisis para llegar a pensar juntos? Seguramente es porque la crisis también les ha tocado a ellos, pero antes de ella no habían reparado en que más de la mitad de la población del país que dirigen está en una crisis permanente con necesidades básicas.

Otra de las causas de nuestra fragilidad es la clase política que dirige los países, porque son ellos los máximos responsables de lo que sucede en el mundo y porque de ellos tiene que partir el cambiar las circunstancias. Realmente suena paradójico, pues personas que se dedican con obsesión a ostentar el poder es difícil que se den cuentan de su insensibilidad y se pongan a dialogar y trabajar juntos por un mundo mejor.

Pero, quizá la cuestión que más nos hace frágiles es el miedo. Miedo a lo que nos puede suceder, miedo a enfermar, miedo a perder el trabajo, miedo a no tener dinero para comprar comida o pagar los recibos de la luz. Nadie nos enseñó que al miedo deberíamos tenerle miedo por las consecuencias que conlleva.

¿Cómo es posible que un virus con menor repercusión que la gripe, desde el punto de vista de contagio y mortalidad, haya hecho que los políticos tomen decisiones tan drásticas sobre la población? ¿En donde se encuentra la diferencia? Ellos dicen, atendiendo a los especialistas en la materia, que si no toman medidas se contagiará gran parte de la población, los hospitales se colapsaran y no podrán atender otras urgencias y morirá población de riesgo, es decir lo mismo que sucede cada año con la gripe, pero con menores consecuencias.

Guiados por los mensajes del gobierno, casi todo el mundo dice que lo principal es la salud y salvar vidas humanas, pero otras voces de expertos dicen que los grandes números no mienten y estamos viendo que no son tan altos comparándolos con otros virus o patologías. ¿Cuántas personas mueren al año por gripe, por el tabaco, por contaminación, por el alcohol, por consumir alimentos basura, en accidente de tráfico o por suicidio? ¿En qué medida les interesa a los gobernantes la vida de los ciudadanos? No seamos inocentes y menos aún hipócritas, no hemos creado un sistema para proteger la vida de las personas sino para sacar provecho de ellas. El miedo siempre fue y es el arma más poderosa para el sostenimiento del poder manteniendo a la población sumisa e ignorante. Los números que se obtienen y sirven para tomar decisiones no son comparables de unos países otros porque se han conseguido con variables distintas y, por tanto, no tienen carácter científico. ¿Quién no nos demuestra que las medidas que estamos tomando tienen alguna repercusión sobre el virus?

Una vez más los gobiernos nos inducen un miedo colectivo y generalizado que no acaba de encajar en una mente que sea al menos un poco lógica. Antes del coronavirus ya se vaticinaba una recesión económica a la que los políticos tenían que hacer frente con medidas difíciles en un mundo en donde cada día los grupos sociales están más sensibilizados para manifestar y exigir justicia social. ¿No será que el virus es la perfecta escusa para culpar a alguien de la crisis que se avecina?

Si de lo que se trata es de la salud y de salvar vidas humanas, entonces habría que prever cuál es la repercusión económica y el empobrecimiento que tendrá sobre una población que ya padece la enfermedad de la pobreza y el desamparo. No cabe duda que todas aquellas personas, trabajadores o pequeñas empresas que viven al día y cuya estabilidad pende de un hilo, sufrirán con impotencia su total hundimiento.

El miedo psicológico es peor que el virus más mortal, ya que nos hace crear situaciones cuyas consecuencias son bastante peores que aquello que trata de evitar. No podemos paralizar un país indefinidamente y recluir a una población en sus casas porque tenemos miedo a coger la gripe o el sarampión, ya que esas medidas hundirán la economía e incrementarán verdaderamente el riesgo para la salud y la vida de las personas.

El miedo es muy fácil de inducir sobretodo cuando viene desde las autoridades con sanciones desorbitadas. Las personas no deberíamos dejarnos llevar por el miedo y tampoco delegar toda nuestra confianza en las autoridades. Convertirnos en seres sumisos solo puede empeorar la situación. Es precisamente en estos momentos cuando hemos de tener los sentidos bien despiertos, tener criterio propio y aportar a la comunidad lo mejor de cada uno de nosotros, sin dejar de cumplir las leyes y normas que se dictan. Seguramente existirán personas que quieran tapar la boca a las voces discrepantes, porque pensar que las autoridades puedan estar equivocadas les produciría un miedo mayor, pero más vale que hicieran memoria y recordaran cuántas veces los políticos nos han llevado al holocausto.


Cuando sentimos miedo se nos nubla la mente y los sentidos quedan limitados hasta el punto de cometer todo tipo de negligencias que ponen en peligro nuestra integridad y la de los demás. El miedo nos bloquea e intentamos bloquear a los demás, nos convertimos en sumisos y preferimos hacer lo que nos dicen las autoridades aunque no se sepa muy bien qué es lo que pretenden. Para superar el miedo es preciso hacerlo consciente y comprender a qué tememos realmente: al coronavirus, a coger una neumonía, a ir al hospital y que no puedan atendernos, al fallecimiento de algún familiar, a desobedecer y que nos sancionen por estar en la calle, a no hacer lo mismo que hace todo el mundo… Quizás, comprender que el miedo no es un buen compañero de viaje y puede hacer que aflore nuestro peor egoísmo, por lo que donde hay miedo no hay lugar para la atención, la empatía, el cuidado, el afecto y, en definitiva, el amor.

2 comentarios:

  1. Pienso que se pretende disminuir la velocidad a la que se producen los contagios, más que nada, para que eñ sistema sanitario no se colapse, sobre todo atendiendo a personas más sensible de sufrir complicaciones graves.

    La capacidad de contagio es mayor que en gripe h a su vez los grupos de riesgo no están protegidos puesto que no hay vacunas para ellos ( cosa que para gripe sí) , y tampoco la hay pata personal esencial, por ej personal sanitario, etc, cosa que para gripe sí, podría llegarse a una situación con gran parte de personal sanitario de baja y encima sobresaturado por paciente graves y complicados.


    Así es como lo veo.
    Besos.

    Y un saludo.

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  2. Gracias por tu mensaje, es admirable que ante una situación tan grave podamos dialogar sin insultarnos o faltarnos al respeto porque tengamos puntos de vista distintos. Pero, permítime aclarar un poco mas mi perspectiva.
    En cuanto a la comparativa con el virus de la gripe no podemos inferir aún que tenga un mayor grado de contagio, y de hecho hasta ahora se estaba diciendo lo contrario. Las autoridades sacan conclusiones de la manga dependiendo de sus propósitos y no se ruborizan al decir que sus medidas atienden a lo que dicen los expertos o científicos que a su vez tienen visiones muy antagónicas.
    Respecto a evitar los contagios es algo que se ha demostrado imposible y al mismo tiempo muy contradictorio, pues a pesar que China ha hecho esfuerzos descomunales finalmente se ha propagado por todo el mundo.
    Una pregunta que está en el aire es, ¿Si la mayoría da los casos son asintomáticos y la enfermedad se pasa como un simple resfriado, por qué se recluye a las personas o profesionales en su casa? ¿Por qué actuamos de diferente forma que con la gripe? ¿No será que la táctica que estamos utilizando está colapsando los hospitales? Puede ser que estemos intentando matar mosquitos con balas de cañón.
    Ante la pandemia, las autoridades se han marcado dos objetivos: disminuir las muertes y mantener a la sociedad.
    En cuanto al primero no se está cumpliendo porque con independencia de las medias tomadas, ya sea en China como en otros países, el número de fallecidos tiene una curva similar. Eso significa que al virus le da igual lo que estemos haciendo. Por otro lado, no es cierto que en el mundo estén aumentando los números de muertos. Concretamente en China hasta el 13 de marzo han muerto 3.179 personas por el nuevo coronavirus mientras que normalmente mueren 28.000 personas por día. En el mundo ha muerto 5.065 personas, y cada día mueren alrededor de 1.000.000 de los cuáles la mitad son a cusa del hambre o por las guerras. En España a día de hoy han muerto 525 personas por el COVI-19 y las estadísticas dicen que mueren diariamente 1.170 personas. Por tanto, está claro que la pandemia no aumenta el número de fallecidos y el especular con aplanar la curva no tiene ningún rigor científico.
    En cuanto al segundo, es responsabilidad de los gobiernos mantener a la sociedad. Pero han generado un pánico generalizado con consecuencias imprevisibles. ¿Cómo podemos confinar a todo el mundo a su casa cuando personas que no tienen casa, que viven en casa ajenas, que están hacinados en pequeños espacios, que están conviviendo en entornos de abuso, que apenas tienen dinero para sobrevivir, que requieren ayuda continua, o que tienen que hacer ejercicio y con el temor se han quedado paralizados? En estos casos, es peor el remedio que la enfermedad.

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