miércoles, 7 de noviembre de 2012

Escuchar


¿Qué es escuchar? ¿Sabemos escuchar?

Normalmente, en nuestras vidas cotidianas, las personas apenas escuchamos a los demás, quizás porque estamos más ocupados en comunicar lo que queremos que sepan de nosotros que en lo que tratan de decirnos.

En realidad cuando las personas que charlan no se escuchan es como si mantuvieran un diálogo de sordos, cada uno hablando de sí mismo sin interesarse verdaderamente por lo que la otra persona trata de comunicar. Uno escucha a la otra persona esperando que termine para seguir contando su historia personal.

¿Por qué no escuchamos?

No escuchamos porque estamos demasiado preocupados u ocupados en nuestros propios asuntos. Siempre estamos intentando resolver los asuntos pendientes, deshacernos de los problemas que van surgiendo, tratando de conseguir nuestros deseos, de cumplir nuestras ilusiones y por esa razón cuando nos encontramos con alguien lo primero que se nos ocurre es hablar de todas esas cosas que están en nuestra mente dando vueltas sin parar.

No escuchamos porque creemos que la otra persona está interesada en oír nuestras historias, cuando quizás ni siquiera nos ha preguntado.

Escuchar es un poco dejar de lado nuestros asuntos personales para interesarnos por los asuntos de la persona que nos está hablando y es ahí donde surge la comunicación entre dos personas. Sin la escucha no es posible la comunicación. Es a través de la escucha cuando uno aprende que los asuntos ajenos son idénticos a los propios: el conflicto, el sufrimiento, la ansiedad, el miedo, el deseo, la soledad, etc.

Escuchar es un estado de sensibilidad en el que es posible, mientras oímos a una persona hablar, percibir sin límites lo que trata de comunicarnos. Podemos percibir los asuntos que le preocupan, como razona, como observa, como siente, su nivel de coherencia, su estado físico y emocional, sus creencias y valores, sus quejas, el nivel de frustración o satisfacción, si percibe lo que le rodea, sus motivaciones e intereses, etc.

Cuando se expresa que la escucha es un estado de sensibilidad lo que se quiere decir es que no es una destreza o capacidad que podemos aprender con independencia de otras cualidades del ser humano. La escucha va asociada a nuestra forma de observar, de aprender, de cuestionar y sobre todo a nuestra manera de entender el mundo, es decir, a nuestra madurez.

Escuchar no es simplemente un acto de la voluntad de estarse callado mientras uno oye a la otra persona contar sus asuntos personales. Para que la escucha se dé es necesario que exista el interés sincero por la otra persona así como un sentimiento de curiosidad que nos permita aprender, es decir, darnos cuenta de lo que sucede en la medida en que vamos profundizando.

El acto de escuchar se basa en tres pilares fundamentales: la atención, la observación y el cuestionamiento.

La atención se refiere al hecho de poner todos los sentidos al servicio de la escucha, de tal forma que no haya un sentido que prevalezca sobre los demás. A la misma vez que escuchamos a una persona sus palabras, también estamos viendo sus gestos, su forma de vestir, su olor, la construcción de las frases, el desarrollo de las ideas, etc.

Cuando no escuchamos nuestra atención se basa en encontrar el mejor momento de interrumpir a la otra persona para expresar lo que nos tenemos en la cabeza.

La observación se refiere al hecho de que en esencia la persona que escucha no es diferente de la persona que habla y por consiguiente esa cualidad de la observación hace de la escucha un acto de afecto, de comunión con la otra persona, donde no hay rechazo, juicio, o critica al respecto de lo que expresa.

Cuando no escuchamos nuestra observación se basa en estar de acuerdo o en desacuerdo con lo que oímos según nuestra opinión personal.

El cuestionamiento se refiere al hecho de indagar en las palabras que son expresadas de tal forma que se pueda completar toda la realidad posible del asunto en cuestión. El cuestionamiento surge de la propia imprecisión de las ideas que se expresan y sirve principalmente para hacer consciente de una forma amplia el asunto presentado y para poder ver en profundidad los asuntos que se presentan superficialmente.

Cuando no escuchamos nuestro cuestionamiento se basa en poner en tela de juicio a las personas que no piensan como nosotros.

La escucha es algo puramente práctico, no tiene ninguna base teórica, y solo es posible experimentarla si uno la desarrolla en sí mismo. Nadie puede enseñárnosla y decir que no la entendemos es eludirla.

La base desde donde surge la escucha es el silencio. Si una persona quiere aprender a escuchar ha de aprender a callarse y familiarizarse con el silencio. Es en ese silencio donde uno va a aprender a escuchar por primera vez a esa persona que es uno mismo.

Cuando uno se escucha a sí mismo puede ver con perfecta claridad que su mente no está tranquila, que hay un montón de ruido en ella, que surgen pensamientos de toda clase de forma involuntaria, que escapamos de mirarnos tal y cual somos, y que hacemos inconsciente lo que conscientemente y sin esfuerzo podemos mirar.

No podemos aprender a escuchar si no somos capaces de escucharnos a nosotros mismos.

¿Qué podemos hacer para comprender todo ese ruido u ocupación que escuchamos en nuestra mente? Si queremos aprender a escuchar no podemos juzgar que ese ruido, pensamiento u ocupación mental, es algo malo que hay que quitar o solucionar porque entonces no estaríamos por una parte prestando atención con todos nuestros sentidos, ni estaríamos observando a lo que nosotros mismos somos, y por otra parte tampoco estaríamos cuestionando lo que es con el objeto de profundizar en ello y darnos la oportunidad de aprender.

Eso que escuchamos en nuestra mente es el estado psicológico en el que nos encontramos y todo ello a veces no es más que un reflejo de la manera superficial que entendemos y sentimos la vida. Puede ser que la vida la veamos completamente deformada o de un color que no es y por esa razón nuestra mente no está serena y silenciosa.

Aprendiendo a escucharnos también aprendemos a escuchar a los demás y de igual modo podemos ver todo ese ruido y ocupación mental que observamos en nosotros mismos.

En la medida que aprendemos a escucharnos somos más sensibles a oír o percibir más cosas que nos suceden: continuamente tratamos de dar a los demás una imagen de nosotros, expresamos opiniones, juicios de valor, criticamos a los demás, reaccionamos a lo que oímos según nos identifiquemos o no con lo que se está expresando, estamos en un estado de defensa, evitamos lo que no nos gusta y siempre vamos hacia lo que nos gusta y en definitiva todo apunta a que vivimos según una idea de nosotros mismos.

Todas esas cosas que escuchamos en nuestra mente y que en apariencia pudieran ser normales porque a casi todas las personas les sucede lo mismo, en realidad más bien parecen ser producto de una mente desequilibrada en continuo conflicto con el mundo.

Aprender a escuchar supone comprender de una forma sencilla y clara todo ese entramado egocéntrico que conducido por la ignorancia solo nos lleva al sufrimiento y a pasar por la vida sin percibir su significado. Escuchar es una acción inteligente que permite conectar con todo de una forma viva.

Las personas que escuchan son de gran ayuda para el prójimo. Primero porque en la escucha hay esa cualidad de la relación que es puro afecto y donde cualquier persona que se sienta escuchada lo percibe. Percibe que realmente la otra persona está interesada en lo que le va a contar y que, cuente lo que cuente, no va a ser juzgada o rechazada. Y segundo porque en la escucha lo que se pretende es que la otra persona haga consciente de una manera amplia el asunto del que habla y además sea capaz de despertar sus propios recursos para comprenderse a si mismo.

La persona que escucha sabe que él no puede ayudar a la otra persona a resolver sus problemas ya que no se trata de transmitir conocimiento sino de crear el clima óptimo en la relación que propicie que la otra persona se dé cuenta por si mismo del alcance y de la naturaleza del asunto en cuestión.

Una persona que escucha a otra lo que hace en definitiva es invitar a la otra persona a que aprenda a escuchar.

Ahora solo queda ponernos a dialogar con una persona, olvidarnos un poco de nosotros mismos, dejar a un lado nuestro prejuicios, interesarnos por lo que tratan de contarnos, escuchar con el corazón, sentir que en el fondo no somos muy diferentes de la persona que escuchamos, y si el planteamiento que nos hace es superficial le invitamos amablemente a ahondar en ello y a cuestionarlo desde otros puntos de vista con la posibilidad de ver que toda realidad personal no es más que un reflejo de la realidad común de todos los seres humanos y que nos corresponde a todos poner de nuestra parte para mirarla con objetividad y profundidad… al final seguro que al menos hemos ganado un amigo, habrá disminuido nuestro ego y habremos aprendido.


1 comentario:

  1. ...el respeto puede convertirse en un muro que impida que nos encontremos donde se baila y se celebra la vida...en la disco

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