¿Qué es escuchar? ¿Sabemos escuchar?
Normalmente, en nuestras vidas cotidianas, las
personas apenas escuchamos a los demás, quizás porque estamos más ocupados en
comunicar lo que queremos que sepan de nosotros que en lo que tratan de decirnos.
En realidad cuando las personas que charlan no
se escuchan es como si mantuvieran un diálogo de sordos, cada uno hablando de
sí mismo sin interesarse verdaderamente por lo que la otra persona trata de
comunicar. Uno escucha a la otra persona esperando que termine para seguir
contando su historia personal.
¿Por qué no escuchamos?
No escuchamos porque estamos demasiado
preocupados u ocupados en nuestros propios asuntos. Siempre estamos intentando
resolver los asuntos pendientes, deshacernos de los problemas que van
surgiendo, tratando de conseguir nuestros deseos, de cumplir nuestras ilusiones
y por esa razón cuando nos encontramos con alguien lo primero que se nos ocurre
es hablar de todas esas cosas que están en nuestra mente dando vueltas sin
parar.
No escuchamos porque creemos que la otra persona
está interesada en oír nuestras historias, cuando quizás ni siquiera nos ha
preguntado.
Escuchar es un poco dejar de lado nuestros
asuntos personales para interesarnos por los asuntos de la persona que nos está
hablando y es ahí donde surge la comunicación entre dos personas. Sin la escucha
no es posible la comunicación. Es a través de la escucha cuando uno aprende que
los asuntos ajenos son idénticos a los propios: el conflicto, el sufrimiento,
la ansiedad, el miedo, el deseo, la soledad, etc.
Escuchar es un estado de sensibilidad en el que
es posible, mientras oímos a una persona hablar, percibir sin límites lo que
trata de comunicarnos. Podemos percibir los asuntos que le preocupan, como
razona, como observa, como siente, su nivel de coherencia, su estado físico y
emocional, sus creencias y valores, sus quejas, el nivel de frustración o
satisfacción, si percibe lo que le rodea, sus motivaciones e intereses, etc.
Cuando se expresa que la escucha es un estado de
sensibilidad lo que se quiere decir es que no es una destreza o capacidad que
podemos aprender con independencia de otras cualidades del ser humano. La
escucha va asociada a nuestra forma de observar, de aprender, de cuestionar y
sobre todo a nuestra manera de entender el mundo, es decir, a nuestra madurez.
Escuchar no es simplemente un acto de la
voluntad de estarse callado mientras uno oye a la otra persona contar sus
asuntos personales. Para que la escucha se dé es necesario que exista el
interés sincero por la otra persona así como un sentimiento de curiosidad que
nos permita aprender, es decir, darnos cuenta de lo que sucede en la medida en
que vamos profundizando.
El acto de escuchar se basa en tres pilares
fundamentales: la atención, la observación y el cuestionamiento.
La atención se refiere al hecho de poner todos
los sentidos al servicio de la escucha, de tal forma que no haya un sentido que
prevalezca sobre los demás. A la misma vez que escuchamos a una persona sus
palabras, también estamos viendo sus gestos, su forma de vestir, su olor, la
construcción de las frases, el desarrollo de las ideas, etc.
Cuando no escuchamos nuestra atención se basa en
encontrar el mejor momento de interrumpir a la otra persona para expresar lo
que nos tenemos en la cabeza.
La observación se refiere al hecho de que en
esencia la persona que escucha no es diferente de la persona que habla y por
consiguiente esa cualidad de la observación hace de la escucha un acto de
afecto, de comunión con la otra persona, donde no hay rechazo, juicio, o critica
al respecto de lo que expresa.
Cuando no escuchamos nuestra observación se basa
en estar de acuerdo o en desacuerdo con lo que oímos según nuestra opinión
personal.
El cuestionamiento se refiere al hecho de
indagar en las palabras que son expresadas de tal forma que se pueda completar
toda la realidad posible del asunto en cuestión. El cuestionamiento surge de la
propia imprecisión de las ideas que se expresan y sirve principalmente para
hacer consciente de una forma amplia el asunto presentado y para poder ver en
profundidad los asuntos que se presentan superficialmente.
Cuando no escuchamos nuestro cuestionamiento se
basa en poner en tela de juicio a las personas que no piensan como nosotros.
La escucha es algo puramente práctico, no tiene
ninguna base teórica, y solo es posible experimentarla si uno la desarrolla en
sí mismo. Nadie puede enseñárnosla y decir que no la entendemos es eludirla.
La base desde donde surge la escucha es el
silencio. Si una persona quiere aprender a escuchar ha de aprender a callarse y
familiarizarse con el silencio. Es en ese silencio donde uno va a aprender a
escuchar por primera vez a esa persona que es uno mismo.
Cuando uno se escucha a sí mismo puede ver con
perfecta claridad que su mente no está tranquila, que hay un montón de ruido en
ella, que surgen pensamientos de toda clase de forma involuntaria, que
escapamos de mirarnos tal y cual somos, y que hacemos inconsciente lo que conscientemente
y sin esfuerzo podemos mirar.
No podemos aprender a escuchar si no somos
capaces de escucharnos a nosotros mismos.
¿Qué podemos hacer para comprender todo ese
ruido u ocupación que escuchamos en nuestra mente? Si queremos aprender a
escuchar no podemos juzgar que ese ruido, pensamiento u ocupación mental, es
algo malo que hay que quitar o solucionar porque entonces no estaríamos por una
parte prestando atención con todos nuestros sentidos, ni estaríamos observando
a lo que nosotros mismos somos, y por otra parte tampoco estaríamos
cuestionando lo que es con el objeto de profundizar en ello y darnos la
oportunidad de aprender.
Eso que escuchamos en nuestra mente es el estado
psicológico en el que nos encontramos y todo ello a veces no es más que un
reflejo de la manera superficial que entendemos y sentimos la vida. Puede ser
que la vida la veamos completamente deformada o de un color que no es y por esa
razón nuestra mente no está serena y silenciosa.
Aprendiendo a escucharnos también aprendemos a
escuchar a los demás y de igual modo podemos ver todo ese ruido y ocupación
mental que observamos en nosotros mismos.
En la medida que aprendemos a escucharnos somos
más sensibles a oír o percibir más cosas que nos suceden: continuamente
tratamos de dar a los demás una imagen de nosotros, expresamos opiniones,
juicios de valor, criticamos a los demás, reaccionamos a lo que oímos según nos
identifiquemos o no con lo que se está expresando, estamos en un estado de
defensa, evitamos lo que no nos gusta y siempre vamos hacia lo que nos gusta y
en definitiva todo apunta a que vivimos según una idea de nosotros mismos.
Todas esas cosas que escuchamos en nuestra mente
y que en apariencia pudieran ser normales porque a casi todas las personas les
sucede lo mismo, en realidad más bien parecen ser producto de una mente
desequilibrada en continuo conflicto con el mundo.
Aprender a escuchar supone comprender de una
forma sencilla y clara todo ese entramado egocéntrico que conducido por la
ignorancia solo nos lleva al sufrimiento y a pasar por la vida sin percibir su
significado. Escuchar es una acción inteligente que permite conectar con todo
de una forma viva.
Las personas que escuchan son de gran ayuda para
el prójimo. Primero porque en la escucha hay esa cualidad de la relación que es
puro afecto y donde cualquier persona que se sienta escuchada lo percibe. Percibe
que realmente la otra persona está interesada en lo que le va a contar y que,
cuente lo que cuente, no va a ser juzgada o rechazada. Y segundo porque en la
escucha lo que se pretende es que la otra persona haga consciente de una manera
amplia el asunto del que habla y además sea capaz de despertar sus propios
recursos para comprenderse a si mismo.
La persona que escucha sabe que él no puede
ayudar a la otra persona a resolver sus problemas ya que no se trata de
transmitir conocimiento sino de crear el clima óptimo en la relación que
propicie que la otra persona se dé cuenta por si mismo del alcance y de la
naturaleza del asunto en cuestión.
Una persona que escucha a otra lo que hace en
definitiva es invitar a la otra persona a que aprenda a escuchar.
Ahora solo queda ponernos a dialogar con una
persona, olvidarnos un poco de nosotros mismos, dejar a un lado nuestro
prejuicios, interesarnos por lo que tratan de contarnos, escuchar con el
corazón, sentir que en el fondo no somos muy diferentes de la persona que
escuchamos, y si el planteamiento que nos hace es superficial le invitamos
amablemente a ahondar en ello y a cuestionarlo desde otros puntos de vista con
la posibilidad de ver que toda realidad personal no es más que un reflejo de la
realidad común de todos los seres humanos y que nos corresponde a todos poner
de nuestra parte para mirarla con objetividad y profundidad… al final seguro
que al menos hemos ganado un amigo, habrá disminuido nuestro ego y habremos
aprendido.
...el respeto puede convertirse en un muro que impida que nos encontremos donde se baila y se celebra la vida...en la disco
ResponderEliminar