sábado, 22 de diciembre de 2018

Falsa Navidad

Las fiestas en general son días de vacaciones en los que podemos descansar de la rutina diaria del trabajo o de los estudios. En ese tiempo libre necesitamos relajarnos, equilibrarnos y coger nuevas energías, tanto desde un punto de vista físico como psicológico. Y para lograrlo no hay nada mejor que reposar en casa, reflexionar sobre lo que estamos viviendo, pasear tranquilamente por un parque, visitar a unos amigos o leer un libro. Sin embargo, es como si nos sintiéramos obligados a planificar las fiestas para hacer lo máximo posible, lo que demuestra que nuestro tiempo libre no es tan libre como creemos, pues es tanta la presión social y personal que recibimos que prácticamente todo el mundo se vuelve loco intentando ser feliz y estar alegre a través de las compras, los regalos, las comidas, la diversión y las bebidas azucaradas o alcohólicas.

La sociedad de consumo nos manipula de forma sentimental y romántica para comprar y consumir lo máximo posible sin importar el daño que todo ello acaba haciéndonos a nosotros y al mundo entero: gastar un dinero innecesario o que no tenemos, alimentarnos de una forma poco saludable, tener momentos de excitación o euforia que luego pasan factura, relacionarnos aparente y superficialmente, entrar en conflicto con uno mismo y con los demás, olvidarnos e insensibilizarnos de los problemas humanos, y al final de las fiestas vuelta a una rutina con bastante menos energía que cuando la dejamos.

Hay toda una ciencia dedicada a llamar la atención del ciudadano para que se una al despilfarro, a la juerga, a la alegría de vivir, a unirse a los demás. En el fondo todas esas festividades son falsas creencias que tratan de arrebatarnos el dinero que tanto nos ha costado ganar con la esclavitud del trabajo. Se dice que a nadie le amarga un dulce, pero lo cierto es que hay que ser muy tonto para no saber que los dulces acaban amargándote la vida.

Algo bien distinto es vivir durante los 365 días del año con alegría, gozar de la naturaleza, sentir afecto por todos los seres de este mundo con independencia de su condición, estar agradecido por formar parte de este maravilloso misterio que es la vida y poder cubrir las necesidades básicas, observar el transcurso del tiempo y darse uno cuenta que aún queda mucho trecho por recorrer como para estar perdiendo el tiempo y la salud en fiestas cuya alegría y sentimientos son aparentes.

La mayor fiesta que uno puede celebrar es amar al prójimo, sentir a los demás como a ti mismo, darte cuenta que los problemas de los demás son tuyos también, y que la belleza de la vida surge con la compasión. Si queremos celebrar algo: que no sea con dinero, que sea con acciones que den un valor y significado a nuestra existencia.

¡Felices días festivos, que sean un provecho para conocernos un poquito más!

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