viernes, 11 de enero de 2019

La ilusión espiritual

Al tiempo que dedicamos para darnos cuenta del condicionamiento humano y liberar a la mente del sufrimiento lo solemos nombrar como proceso o progreso espiritual, en el que el ser humano va desde una mente puramente inconsciente e ignorante, centrada en su ego, hasta una mente sensible y libre, conectada con Dios o con el Gran Espíritu. ¿No será todo un engaño, un gran negocio mundial, o una manera de poner trampas a aquellos que verdaderamente se interesan por mejorar su condición humana para que se obnubilen con la idea de alcanzar alguna gloria? ¿Acaso no hay mayor gloria que deshacerse de la estupidez humana, de la ignorancia en la que estamos inmersos? ¿Por qué las llamadas mentes espirituales han necesitado ofrecer a sus oyentes la experiencia o la percepción de la Verdad o de Dios? ¿No será que ellos mismos estaban engañados?

Los hechos de la vida cotidiana demuestran que somos seres temerosos que se comportan con bastante insensibilidad. Quizá debido a lo que nos puede suceder, nuestro egoísmo es desmedido y en lugar de favorecer a la seguridad lo que hace es llevarnos a situaciones de daño e inseguridad. ¿Qué podemos hacer al respecto cuando nos pasamos la vida de conflicto en conflicto? Cualquier individuo con un mínimo de cordura trataría de resolver dicha situación, pero las alternativas que encuentra no son reflexionadas por él mismo sino que se agarra a lo que otros han dicho: amigos, psicólogos, asesores, gurús, libros, medicinas, drogas o escapes diversos. A nadie se le ocurriría pensar que la solución está en sí mismo, pues se nos ha condicionado para no tener confianza en nosotros y creer que hay que encontrarla en otro lugar. Pensar de ese modo se debe a que no sabemos cómo funciona nuestra propia mente, pues si lo supiéramos no haría falta ir a ningún sitio a que nos dijeran como hacerlo. Es la mente condicionada la que crea el problema y es la propia mente la que ha de solucionarlo, y todo lo demás es puro cuento, energía desperdiciada conducida por la misma ilusión que nos ha creado el conflicto.

No hay nada de espiritual en observar nuestra manera de convivir, cómo pensamos respecto de cualquier asunto de la existencia, qué nos hacen sentir las cosas o cuál es el modo de comportarnos ante una situación. Observar con la intención de conocernos no tiene nada de espiritual, es un acto saludable con el que podemos vivir de modo permanente a no ser que nuestra mente ya está saturada de tantas ideas que no encuentre ni un pequeño espacio desde donde mirar y darse cuenta de la insensatez de nuestro vivir diario. De observar, de darnos cuenta, de hacernos conscientes, surge una observación sin observador en donde todo aquello que vemos es un signo de nuestra propia naturaleza y, ya sea porque reaccionamos ante ello o porque somos indiferentes, ello es una oportunidad de conocernos.

La observación no tiene nada de espiritual, sino que es una facultad mental que hemos negado con la adquisición de una experiencia y conocimiento egocéntrico que se ha separado de aquello que es observado. En el estado de observación no hay separación, pues no hay un observador observando con todos sus prejuicios sino que solo hay observación en cualquier dirección.

De la observación surge el discernimiento de que el apego es la causa del placer y, al mismo tiempo, del miedo, lo que da lugar al conflicto y al sufrimiento. La comprensión tampoco es algo espiritual sino algo que se da cuando observamos y reflexionamos dejando a un lado toda subjetividad.

El discernimiento da lugar al desprendimiento mental de ideas o creencias falsas, ilusiones mentales que nos mantienen esclavos de sus fines, y todo ello se traduce en un mayor espacio mental que nos permite como seres humanos ser sensibles a lo que sucede y actuar con cierto grado de libertad. En la medida que hay discernimiento en nuestra vidas hay sensibilidad e inteligencia, pero no es la inteligencia del intelecto sino la inteligencia de la observación que ha creado espacio mental libre, desocupado, para observar con gran amplitud o apertura.

La inteligencia, que se muestra a través de la observación, no es nada espiritual sino una consecuencia de un funcionamiento correcto de la mente humana. Sin embargo, todo este proceso, que comienza con hacernos conscientes de la manera de convivir y acaba con la sensibilidad, no tiene nada de espiritual, no hay un espíritu o un alma que esté haciendo algo, es simplemente una mente que se da cuenta de su propio engaño y ella misma se aclara al no permitir que ninguna idea interfiera en dicha reflexión.

Dios, el nirvana, la iluminación, la sabiduría, el amor, son ilusiones mentales que impiden a la mente reflexionar con claridad para ver dónde está su antagonismo o dualidad, eso que le impide pensar y sentir sin conflicto. Es un hecho que cualquier deseo de lograr un estado espiritual, no permitirá a la mente indagar libremente sino que estará atada a una ilusión divina. Sin embargo, el observar, el darnos cuenta, el ser conscientes, la observación, el discernimiento, la sensibilidad y la inteligencia, son estados mentales al alcance de cualquier persona que verdaderamente esté interesada en mejorar su condición humana.

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