Uno se pregunta si escuchamos alguna vez a alguien, si dejamos a un lado nuestros prejuicios y opiniones, si miramos sus ojos, el entorno de su rostro, sus gestos, si observamos la repetición de sus palabras, el énfasis y el sentimiento de su voz sintiendo su respiración y comprendiendo lo que intenta decirnos.

Hay un escuchar que es una especie de compadreo. Tú hablas de tus cosas y yo hablo de las mías y ambos nos desahogamos y reforzamos nuestras ideas a través del otro. Es una experiencia placentera pues para eso estamos los amigos. Tú me cuentas tus penas y yo te cuentas mías, o tu me cuentas tus alegrías, tus sueños, tus frustraciones y yo te cuento las mías. Tú me hablas de tus hijos mientras yo te hablo de los míos.
Hay un escuchar que es como un acto hipócrita. Mientras uno habla el otro piensa que no está para nada de acuerdo con lo que está escuchando esperando su turno para expresar sus ideas u opiniones. Esta forma de escuchar es bastante educada e incluso refinada y uno trata de decir de la forma más retórica posible sus ideas siendo escuchadas únicamente por él mismo ya que el otro de la misma manera solo se escucha a sí mismo.
Hay un escuchar donde uno puede estar de acuerdo o en descuerdo con lo que oye. En este tipo de escucha lo que se hace es poner atención para saber si lo que uno está escuchando coincide con lo que uno piensa y entonces expresar su acuerdo o su desacuerdo. En general las personas tenemos tendencia a hablar con personas que coinciden con nuestras opiniones y de esa forma reforzamos nuestra seguridad y también tenemos tendencia a evitamos hablar con personas que no coinciden con nuestras apreciaciones porque ello nos produce inseguridad.
En estos casos que hemos expuesto de compadreo, de hipocresía, de estar de acuerdo o en desacuerdo en realidad no hay una escucha verdadera sino que se escucha con un fin determinado que limita la relación.
Hay una escucha de una cualidad profunda que une a las personas. Hay una escucha donde se pierde el sentido de individualidad de cada persona y donde ambas personas forman algo indivisible. Cuando una persona habla, la otra persona está sintiendo que está hablando uno mismo, es un pensar juntos, es un sentir juntos y es un hacer juntos.
Para que haya escucha se requiere espacio interior, un espacio lleno de silencio, sin preocupaciones, sin propósitos.
Observar nuestras preocupaciones, nuestras ocupaciones, nuestras actitudes, nuestro pensamiento, es escucharnos a nosotros mismos, y en esa observación no hay una separación entre uno mismo y lo que observa, entonces uno es enteramente esa preocupación o ese pensamiento.

Lo importante no es lo que uno escucha…. sino la escucha.
Lo importante no es si uno mira esto o lo otro sino el mirar.
Lo importante no es si uno se siente bien o mal sino el propio sentir.
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