viernes, 28 de junio de 2013

¿Por qué reaccionamos continuamente?


Podríamos decir casi sin lugar a dudas que gran parte de lo que el ser humano ha comprendido hasta el día de hoy desde un punto de vista físico atiende a una ley de causa y efecto, de acción y reacción.

Esto es como decir que todo está en movimiento, en un movimiento de cambio y transformación, en un movimiento en el espacio y en el tiempo, y por esa razón sería muy difícil encontrarnos con algo que no comparta dicho movimiento, algo que sea sin causa y que por lo tanto su naturaleza no sea afectado por nada.

Teniendo en cuenta está ley que parece universal de la causa y el efecto, los seres humanos hemos intentado sacar provecho de ella y gran parte de nuestra evolución se ha basado, de una forma u otra, en la aplicación o manipulación de dicha ley mecánica.

El descubrir que una semilla enterrada produce, en un espacio de tiempo, una planta con frutos y semillas, fue el nacimiento de la agricultura, lo que supuso un tremendo cambio para la humanidad.

Desde la antigüedad hubo personas que a través de la observación se dieron cuenta de este proceso de causa y efecto, y fueron capaces de deducir y predecir acontecimientos futuros. Para ello fue necesario desarrollar herramientas de cierta precisión como las matemáticas que agilizaron nuestra capacidad de descubrir incluso aquello que no somos capaces de visualizar.

Esta vía de la observación sigue siendo un camino para que nuevos descubrimientos puedan surgir. Un día alguien puede mirar hacia algún lugar que nadie mira y descubrir algo que cambie el curso de la humanidad de una forma casi instantánea.

Socialmente no cabe duda que desde hace bastantes años la observación se rige por un paradigma científico que no solo está agotado sino que está corrompido, lo que dificulta encontrar otras formas de observación que permitan al ser humano indagar libremente.

Si observamos la forma de vivir de los seres humanos podemos ver con total claridad que formamos una especie muy compleja que se ha ido especializando cada vez más en vivir de una manera fragmentada cuya principal razón es conseguir sentirse dueño de algo. Un ejemplo de ello es como los seres humanos nos hemos dividido en naciones con la creación de fronteras ficticias que con la escusa de protegernos unos de otros lo que hacemos es sentirnos dueño de algo y tener siempre la posibilidad de apropiarnos de lo ajeno.

Y no es que la vida sea fragmentada sino que la vemos de ese modo y miremos donde miremos solo percibimos partes separadas porque interiormente estamos rotos, corrompidos, y todo lo que proyecta una mente rota es su propia corrupción.

Esta humanidad ha recorrido un largo viaje en el desarrollo de conocimientos tecnológicos y sin embargo sigue en pañales en el terreno humano, en el aspecto psicológico.

Psicológicamente somos seres que continuamente reaccionan ante cualquier suceso de una forma mecánica y con muy poca o ninguna inteligencia. Podemos ser muy astutos para conseguir cualquier cosa que nos propongamos, podemos mentir, podemos engañar, podemos fingir, podemos ser crueles, podemos ser insensibles, pero nada de ello nos aporta ni un destello de felicidad o de dicha sino más bien un placer efímero, una seguridad falsa y una realización como personas mezquinas.

Toda esa astucia que nos sirve para sacar provecho de las circunstancias no sirve en absoluto para ser libres, para tener una mente abierta capaz de comprender y compartir los problemas humanos, para sentir la belleza de la existencia o simplemente descubrir la profunda realidad en la que vivimos.

Estas reacciones psicológicas que de forma continua mostramos las personas son relativamente muy fáciles de observar, y de comprender, pero esta cultura que hemos creado no quiere verlo, se resiste como sea a no hacer consciente esta forma mecánica e irracional de proceder. Hemos nacido en una cultura donde lo que impera son los valores como el egoísmo, el sentido de poseer, el culto a la personalidad, el amor a la imagen, la adoración a los deseos, la pasión por el placer, el desprecio al dolor y la ilusión de las ideas.

Son estos valores instalados en la mente de una persona lo que hace continuamente reaccionar ante cualquier estímulo.

Las personas somos dirigidas y controladas por estos valores culturales y toda nuestra percepción de la realidad se basa en el principio de reconocer si lo que está sucediendo es algo positivo o es algo negativo para alcanzar nuestros propósitos personales, de tal forma que reaccionamos en contra de lo que sucede si la mente determina que pone en peligro nuestra imagen o nuestros intereses y reaccionamos a favor si la mente determina que puede ser placentero y apoyar nuestra imagen o deseos personales.

Las relaciones personales están continuamente intercambiando reacciones, lo que las convierte en relaciones complejas, de alguna forma se ha anulado al ser humano y este se ha convertido en una persona programada cuyo movimiento de causa y efecto no termina nunca, y en ello no hay libertad alguna.

Si alguien nos insulta, reaccionamos en contra del insulto y en contra de esa persona. Si alguien nos halaga, reaccionamos a favor del halago y a favor de esa persona. Es algo puramente mecánico, no hay nada humano en ello.

Si sucede algo negativo que no esperamos, reaccionamos con rechazo, con tristeza, con ira, con dolor. Si sucede algo positivo que no esperábamos, reaccionamos con sorpresa, con agrado, con alegría, con satisfacción.

Nos movemos en un mundo de opuestos, de bueno y malo, de positivo y negativo, de yo y tú, de placer y de dolor. Siempre vamos hacia lo positivo y siempre nos alejamos de lo negativo.

Todo esto es de una mente infantil, pues una sociedad que ha avanzado tecnológicamente hasta llegar a la Luna tiene suficiente conocimiento para saber que lo positivo y lo negativo es un movimiento continuo, es un proceso de causa y efecto. El placer engendra dolor y el dolor engendra placer. Cualquier ser humano tiene la posibilidad, con cierta facilidad, de observar en sí mismo o en los demás este principio de causalidad en la que los opuestos sobreviven uno a costa del otro.

¿Por qué mantenemos este engaño psicológico basado en ideas que nos convierten en esclavos y en desequilibrados mentales? ¿Cómo es posible que nos esté sucediendo esta situación y no hagamos algo al respecto?

¿Dónde está nuestra inteligencia? Cada ser humano puede liberarse de esos valores estúpidos con solo mirarlos con objetividad y comprender su movimiento.

Nuestra sociedad está llena de personas con un enorme conocimiento de las ciencias, de las letras, de las artes: médicos, psicólogos, ingenieros, físicos, sociólogos, historiadores, antropólogos. Todos ellos podrían estar dando conferencias sobre lo que saben durante una vida entera y sin embargo si le preguntamos sobre su egoísmo, sobre sus reacciones, sobre sus problemas familiares, entonces no saben que decir, se quedan como mudos.

No necesitamos una imagen o una idea idealizada de nosotros, lo que necesitamos es recuperar lo que realmente somos, porque esa imagen que tratamos de mostrar, de demostrar o de conseguir, no nos permite vivir la realidad que somos. Nos inculcaron desde pequeños tener una imagen y vamos como imbéciles con nuestra imagen como bandera o como carta de presentación, pero esa imagen no somos nosotros y solo nos trae conflicto tras conflicto con la realidad. Es la imagen la que se siente herida cuando nos insultan o nos desprecian, es la imagen la que siente placer cuando ostenta una posición de poder, es la imagen la que tiene miedo de perder lo que tiene y es la imagen la que reacciona.

¿Podemos vivir sin reaccionar psicológicamente? Solo es posible cuando cuestionemos esos valores que nos han impuesto y comprendamos su falsedad, entonces será cuando podamos observar, escuchar, aprender, y darnos cuenta de la realidad con inteligencia y afecto, un afecto que no tiene causa.

¿Qué es lo que hará que un ser humano sea psicológicamente libre? Es obvio que ese ser humano ha de ver la necesidad de ser libre porque de lo contrario su vida no tiene mucho sentido.

¿Si no somos libres psicológicamente, qué somos? Somos personas condicionadas, personas programadas, personas de usar y tirar.

Para ser libres no es necesario proponerse ninguna meta, ni alcanzar ningún estado ilusorio, basta con ver con total claridad las cadenas que no nos permiten movernos y darnos cuenta que toda realidad personal no es realidad alguna sino una proyección mental de esos valores falsos que hay en nuestra mente.

Ser libre no es ningún logro, ser libre no es cuestión de tiempo, ser libre no depende del pensamiento, ser libre no es algo sentimental o romántico, ser libre es una condición de la vida que hemos perdido.

La libertad no tiene causa y no es posible acceder a ella por ningún método ni con ninguna práctica, no es medible ni manipulable, no es algo subjetivo, y sin embargo está al alcance de tu mano.

En nuestro intento de entender el mundo descubrimos la ley de causa y efecto, pero nos hemos creído dioses y hemos querido controlar la vida y lo que hemos conseguido es crear nuestra propia cárcel, una cárcel de la que solo se puede salir de uno en uno y ahora es tu turno.





5 comentarios:

  1. Observar ante que hechos y con que frecuencia reaccionamos es un buen indicador de nuestro grado de presencia. La intensidad de la reacción nos señala (suponiendo que nos interese) la parte de nosotros de donde surge la proyección mental, la que alberga el engaño.

    Sin imagen o conceptos lo personal se desdibuja, la inercia pierde su fuerza y las cadenas, finalmente, se rompen.

    Un abrazo

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    1. Gracias por tu observación, pero permiteme hacer algún apunte para que podamos tener en cuenta algun otro aspecto.

      No creo que tengamos grados de presencia, o estamos presente o no lo estamos, pensar en grados o niveles de presencia o de conciencia es una reacción intelectual al hecho de que estamos completamente sumidos en ideas que nos hacen inevitablemente reaccionar continuamente. No hay salida posible mientras no lo veamos con claridad. Y no creo que reaccionemos ante unos hechos determinados y con una frecuencia concreta sino que nuestra respuesta a lo que está sucediendo es una respuesta puramente mecánica y de hecho el pensar no es más que una reacción mecánica. El Yo o el pensador, reacciona ante lo que sucede pensando de una forma determinista sin ningún grado de libertad. Las libertad surge en el hecho de darnos cuenta de ello.

      Podemos jugar con las reacciones, ver que cuando nos hablan de un determinado asunto saltamos de manera irracional, ver que cuando discrepan de lo que decimos nos sentimos mal, pero todo eso no es más que reacciones superficiales y aparentes. Las principales reacciones son profundas y pasan desapercibidas.

      Medir o controlar las reacciones es inutil, quizás para lo único que sirve es para que algunas personas ganen dinero con ello.

      Intentar controlar las reacciones sin darnos cuenta que el propio contralador es el origen de las reacciones no tiene sentido practico alguno.

      Como expresas comprendiendo la imagen o los conceptos, lo personal se desdibuja, la inercia pierde su fuerza y las cadenas, finalmente se disuelven.

      No se trata de plantear una situación completamente negativa sino de mostrar el hecho de porque reaccionamos continuamente, sin engaños ni escapes, de tal forma que podamos darnos cuenta de ello.

      Un abrazo

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  2. Gracias por matizar para no perdernos en las palabras, que a veces, tienen vida propia.

    Muy cierto!!, no existen grados, hay o no hay presencia. Donde hay presencia no puede haber ninguna otra cosa, ni reacción, ni quien reaccione, solo totalidad.

    Si te fijas, en ningún momento hablo de controlar nada, solo, de observar. ¿Si no es con la observación, como podremos darnos cuenta ?

    Un fuerte abrazo

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    1. La palabra observar puede indicar muchos significados, eso depende del uso que hagamos de ella.

      Desde un punto de vista cientifico la observación es una forma de medición y de control, desde un punto de vista cotidiano observar es también una forma de medida y control.

      Sin embargo hay una cualidad de observación en la que no hay ni medida ni control porque no hay observador. Quizás este es el único camino para comprender algo, descubrir una forma de observación donde uno se ve a si mismo tal y como es, y donde uno no está separado de aquello que se observa.

      Cuando observamos una reacción podemos ver de donde surge con bastante facilidad y adonde quiere ir, pero no es suficiente con ello, para que surja la observación tiene que haber un aspecto que necesariamente nos afectaria directamente. De hecho la observación no creo que sea un medio para conseguir un fin sino que es un fin en si mismo, lo cual es muy diferente. Cuando la observación es un medio para conseguir cualquier cosa es que hay ímplicito un observador muy sutil y astuto, sin embargo la observación es más bien una forma de vivir sin desear lograr nada... quizas sea como una especie verdaderamente sana de curiosidad... que tiene como efecto secundario la transformación del ser humano... pero eso es lo de menos, lo importante es vivir en observación, atentos a lo que sucede, sin dirección o autoridad alguna.

      Un abrazo.

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