martes, 6 de marzo de 2018

Cada uno de nosotros es la humanidad


Uno mismo tiene que modificar el rumbo de su vida para que la humanidad entera cambie su destino. Pero antes tiene que suceder algo que es imprescindible; el ser humano ha de ser honesto y darse cuenta de que su vida es una esclavitud, de que su forma de vivir por muy privilegiada que sea sólo tiene sentido en apariencia y que en el fondo es un ser humano fiel a unas ideas con las que se ha identificado y de las que no es nada fácil deshacerse.


Sea uno un gran empresario, un millonario, un prestigioso político, un científico, un escritor, un barrendero, una persona pobre o una persona cualquiera, todos tenemos en común desde un punto de vista psicológico el miedo, las disputas, el sufrimiento, la ansiedad, el sentimiento de soledad, momentos de placer, así como la incertidumbre del tiempo y de la muerte.

Sea cual sea el estatus que hayas conseguido en esta sociedad no te libras de estar condicionado por unas creencias y valores que han hecho de tu vida interior un ser dependiente e ignorante. Tú puedes pensar que estás en mejor situación que otras personas, pero eso también es parte del engaño, pues hasta las personas que están en peor situación también piensan lo mismo; no hay mejores ni peores situaciones, simplemente la cuestión es si somos esclavos de ideas o, por el contrario, somos libres de ellas.

Incluso puedes ser una persona culta, con estudios universitarios, con capacidad de hablar varios idiomas y de tocar el piano. Sin embargo, nada de ello te libra de estar condicionado y depender de ideas que te hacen creer ser lo que no eres y que han hecho de tu vida algo con muy poco sentido humano cuando prevalecen la inseguridad y la soledad.

También puedes ser un escritor que escribe libros con el propósito de ayudar a que los demás sean un poco más felices, a que tengan algo de esperanza, pero puede que todo eso no sea más que una forma de autoengaño y desesperanza para buscar sencillamente tu propia satisfacción.

La sociedad y la cultura nos han traído al mundo y nos ha educado. Estamos hechos a imagen y semejanza de esta sociedad en la que vivimos. Por tanto, podemos decir que la sociedad somos nosotros, cada uno de nosotros con nuestra forma de relacionarnos con el prójimo.

A la misma vez, con nuestras creencias e ideas, con ese deseo de llegar a ser y de llegar a tener la luna en nuestras manos, hemos creado una cultura que trata de evolucionar con una carga de siglos de tradición e historia. Al mismo tiempo estamos creando esta sociedad con toda clase de organizaciones, de divisiones, de fronteras, cuyo denominador común es la distinción de unos sobre otros, ese egocentrismo que dirige la vida de cada ser humano. Así pues, generación tras generación nos vamos clonando. La sociedad nos trae al mundo y nosotros alimentamos y damos continuidad a la misma sociedad.

Puedes pensar que hay personas que viven mucho mejor que tú porque sientes que su situación personal es envidiable al no tener que preocuparse en trabajar para pagar la hipoteca de una casa; o tienen padres ricos en los que siempre encontrarán respaldo; quizá tienen estudios que les harán tener muchas oportunidades; tal vez atesoran cuerpos bien formados para hacer un deporte o tienen una buena imagen con la que ganarse la vida. Todo lo que pienses al respecto de que hay personas que viven mucho mejor que tú es sencillamente falso, no tiene realidad ninguna, uno puede pensar de forma lógica pero eso no indica que dicha lógica no se esté utilizando como algo meramente especulativo.

Cuando un ser humano está condicionado psicológicamente, por unas creencias e identidades, su vida es igual de infeliz e inestable como la de cualquier otro con circunstancias sociales y personales totalmente diferentes, pues el condicionamiento iguala a todas las personas. Uno podría pensar que el condicionamiento se vive mejor desde la opulencia que buscando en la basura, pero no podemos confundir la desgracia de vivir en la opulencia o de buscar en la basura, con la desgracia de estar condicionado, lo que en definitiva nos lleva a la opulencia o a buscar en la basura.

¿De qué manera vas a comprender que la felicidad no depende de ser rico ni de ser pobre? ¿Cuándo vas a comprender que nacemos en una abundancia interior que atrae riquezas si no nos volvemos mezquinos? ¿Cómo vas a entender que la inteligencia no depende de tener más o menos cultura? ¿Cuánto tienes que sufrir para darte cuenta de que la belleza no depende si eres guapo o feo? ¿Qué vas hacer para percibir que el amor no es un sentimiento personal sino universal?

La humanidad tiene una conciencia colectiva que es común para todos los seres humanos. En dicha conciencia está todo el contenido de la experiencia y el conocimiento de siglos de historia. Podemos decir sin lugar a dudas que es una conciencia con multitud de fragmentos, de creencias y de identidades, donde la mente de cada ser humano se construye psicológicamente de modo personal.

Dependiendo de las circunstancias, donde nacemos y crecemos, las personas seremos condicionadas a identificarnos con determinados fragmentos de esa conciencia colectiva y a estar en oposición con otros para el resto de nuestra vida, a no ser que comprendamos que cada uno de nosotros es el resto de la humanidad y que no tiene ningún sentido convivir psicológicamente separados creyendo que somos mejores o más guapos.

La ignorancia no es más que la falsa certidumbre de saber algo que sostenemos convencidos de su verdad, pero que realmente es equivocado, por esa razón, quizá no hay mayor ignorancia que creer ser lo que no se es.

Hay multitud de formas de autoengaño que hacen que las personas, en lugar de vivir con plenitud, vivan telenovelas llenas de emociones que se alternan continuamente entre el deseo o la ansiedad de tener, la pasión o el placer de sentir, el conflicto por el miedo a perder, y en definitiva en el sufrimiento y la desesperación. Pocas personas están a gusto consigo mismas, en paz con el mundo, sin conflictos, y con ese sentimiento de afecto que les hace mirar con familiaridad y atención. También hay individuos que se acomodan después de haber fracasado en lograr sus deseos hasta el punto de volverse indiferentes ante la vida.

En las sociedades burguesas las personas son profundamente frágiles y basta con apenas rozarles un poco al caminar por la calle para sentirse agredidas. Viven encerradas psicológicamente en su mundo interior y como si fueran burbujas aisladas van pegados a sus pertenecías, a sus ideas, a sus placeres y entretenimientos. Y conviven con sus cascos y móviles creyendo que están conectados a sus familiares, a infinidad de amigos, a la música o a los libros, pero el hecho es que están física y psicológicamente aislados.

La causa de los problemas y conflictos que vivimos está en nuestro interior, no está fuera de nosotros. Cualquiera puede pensar que la culpa de lo que le pasa es del vecino, del jefe, de la esposa o del hijo, pero eso es como mirar a otro sitio cuando el origen del conflicto es nuestro Yo y la causa está en nuestro propio pensamiento: en esa forma de pensar y de interpretar lo que nos sucede.

No somos capaces por un momento de desprendernos de nosotros mismos, de dejar a un lado nuestra propia presión, sentarnos en cualquier banco de un parque a la sombra de un gran árbol y sentir esa naturaleza que nos rodea, mirar la naturaleza que está ahí cerca de nosotros; vivir en silencio y escuchar el sonido incesante de las chicharras; contemplar esas flores con sus colores naturales y oír el sonido del agua de la fuente; observar esas nubes llevadas por el viento o sentir la alegría y la inocencia de esos niños que juegan con la arena para crear un castillo. Necesitamos espacio en la mente para ser sensibles a lo que sucede, para lo cual es preciso desprendernos de toda esa ocupación neurótica que nos hace ir de una actividad a otra sin apenas espacio para darnos cuenta de su insensatez.

2 comentarios:

  1. Gracias Goyo por el artículo y por tu regreso.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es un placer estar de nuevo en este mundo virtual en donde puede uno comunicar sin saber con quién e incluso volver a saludar a un viejo y apreciado amigo. Un abrazo para ti y para Rosa.

      Eliminar