jueves, 15 de marzo de 2018

¿Hay alguna seguridad en las ilusiones?


A nadie se le ocurriría vivir con ilusiones que no tuvieran ninguna posibilidad de cumplirse. En tal caso seriamos unos inocentes que viven en una burbuja psicológica.

La palabra ilusión viene del latín y se refiere a un concepto o imagen que surge por la imaginación o a través de los sentidos, pero que no tiene verdadera realidad. Desde un punto de vista práctico nos ilusionamos imaginando que llegaremos a conseguir unos estudios tras años de dedicación o que después de trabajar durante un tiempo llegaremos a comprarnos una casa. También nos ilusionamos con el deseo de conocer una persona, casarnos y tener hijos, lo cual es más que probable en un mundo donde casi todos acabamos haciendo lo mismo. Pero desde un punto de vista psicológico la ilusión es una esperanza que no tiene fundamentos y que es imposible de realizar.

¿Hasta qué punto vivimos de ilusiones psicológicas?

Las creencias son ilusiones. Uno puede creer en Dios o en la Virgen y sentir que es una gran verdad, pero no es más que una ilusión creada por el pensamiento. También podemos creer en el comunismo o en el budismo y nos pasaremos la vida ilusionados por algo que únicamente existe en nuestra mente. El nacionalismo es otra de esas ilusiones que se propagan en las personas para degenerar en enfrentamientos y pobreza social.

Los ideales también son ilusiones. Sería maravilloso que fuéramos todos felices y que en el mundo reinara la paz, pero pensar de ese modo es más bien infantil y poco maduro. Y lo curioso es que en general las personas hemos coleccionado un montón de ideales. Tenemos una idea sobre lo que sería un mundo justo, una fantástica amistad, un amor verdadero, un trabajo perfecto, unos hijos maravillosos, una estupenda casa, un hermano entrañable o el mejor perro del mundo. Creemos que tener ideales es un valor que nos da la posibilidad de alcanzar un mundo mejor, pero lo cierto es que los ideales para lo único que sirven son para crear conflictos entre las personas y no atender a los problemas reales.

Desde un punto de vista psicológico nuestra experiencia vivida y lo que representa el pasado no son más que ilusiones. Podemos tener la absoluta certeza que dicha experiencia es una realidad, pero lo cierto es que esa vida ya no existe, se murió con el paso del tiempo, y por mucho que nos emperremos en sostenerla hablando de nuestra experiencia lo que hacemos es limitar o impedirnos experimentar lo que está sucediendo en el presente. Utilizamos nuestra experiencia para llenar vacios, para compararnos con los demás, para sentirnos diferentes o para justificar las reacciones del presente. La realidad está ahí delante de tus ojos y tú la ocultas con las gafas de la experiencia. Es como si al de cocinar un buen plato con ingredientes sabrosos le echamos un montón de sal, pimienta o vinagre. La experiencia nos hace tener un sinfín de imágenes que no nos permite conectar con las personas. Cuando miramos a un familiar podemos verlo tal como es o podemos verlo a través de la imagen que tenemos de él, lo que nos impide observarlo realmente.

Los apegos, las identidades o los deseos de llegar a ser lo que sea que pensemos, no son más que ilusiones. Nos pasamos la vida fingiendo, deseando ser lo que no somos e intentando convencer a los demás de ello. En este sentido la ilusión más clara que está por todo el mundo es la idea que tenemos de nosotros mismos. Nos gustaría ser mejor que lo que creemos ser, corregir los defectos, renovar la imagen y aumentar nuestra inteligencia o sensibilidad, lo cual no es más que la reacción de un pensamiento limitado. Si realmente nos conociéramos, y comprendiéramos cómo hemos llegado a pensar de la manera que lo hacemos, no intentaríamos cambiar nada en nosotros.

Una consecuencia importante de las ilusiones es que consiguen desviar nuestra atención sobre lo que sucede y por tanto difícilmente podemos ni siquiera observar los problemas o conflictos que nos envuelven. Por otro lado vamos perdiendo la vida de ilusión en ilusión creyendo que al final lo conseguiremos.nos hacen perder la vida, porque la ilusión se mueve en el tiempo y cuando este pasa nuestra vida se va con él. Quizás la consecuencia que podría hacernos reflexionar es que las ilusiones inevitablemente nos aíslan y nos hacen sufrir.

¿Por qué no vemos el peligro de las ilusiones?

Nos han educado para vivir esperanzados e ilusionados, pues representa un valor cultural. Nos da miedo pensar que las ilusiones son un profundo engaño humano y creemos que sin ilusiones terminaríamos deprimidos, indiferentes y sin saber qué hacer.

Tenemos la ilusión puesta en la relación y en cierto modo nos sentimos seguros y protegidos por el amparo de la pareja, de la familia o de la sociedad, pero no es más que una ilusión psicológica que más pronto que tarde acaba en desilusión.

Cuando ponemos nuestra seguridad en las ilusiones vivimos engañados y dejamos de confiar en nosotros mismos, lo que hace que nos descuidemos personalmente y perdamos ese instinto básico de estar atentos a lo que es. Nunca puede haber seguridad en lo que es porque siempre está cambiando y por tanto la seguridad no es más que otra ilusión imposible de realizar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario