Desde que nacimos se nos condicionó a usar una mente personal. Esa idea de la cultura que entiende la existencia de todos los seres como si estuvieran separados unos de otros, fue inculcada en nuestros padres y éstos a su vez nos la transmitieron a nosotros.

Además al nacer se nos inculca la idea de que tenemos que llegar a ser, pues en realidad no somos nadie y necesitamos ser educados para adquirir una personalidad que determinará nuestro verdadero ser.
Nuestra vida comienza con dos grandes creencias. La primera que somos seres aislados, solos, separados de cualquier cosa, y la segunda que no somos nadie, necesitamos llegar a ser. Es como si al nacer nos aniquilaran, no nos reconocieran, no admitieran nuestra naturaleza y proyectaran sobre nosotros su propia esclavitud, su dolor y su ignorancia. Si tenemos en cuenta que al nacer somos seres inocentes y vulnerables, que necesitan adaptarse al mundo al que han venido, admitiremos dichas creencias y eso nos generará un ego que intentará por todos los medios apegarse a lo que sea con tal de no verse solo y desamparado. Es decir, nos volvemos egoístas debido a las creencias que nos inculcan y de nada va a servir no ser egoístas o moldear nuestro egoísmo si no cuestionamos firmemente las raíces que lo sostienen y vemos su falsedad, lo cual no significa tomar nuevas ideas.
Nuestra mente personal es una red compleja de ideas que mantienen una gran actividad para satisfacer sus carencias psicológicas y apenas hay espacio para ver la realidad. Su realidad es una lucha continua entre el placer, la dependencia, el temor, y el sufrimiento. ¿Puede una mente personal darse cuenta de su propio condicionamiento? ¿Qué hará posible que una mente personal tenga algo de espacio para ver su propia realidad condicionada? Realmente es un misterio, pero si una persona realmente está interesada encontrará la forma de hacerlo, no sin antes darse cuenta que hay bastantes trampas en ello, pues es muy fácil autoengañarse y tirarse años creyendo conocerse mientras refuerza su astuto ego.
Una mente abierta, con espacio, goza de cierta percepción y en consecuencia de ciertas libertades. Observar la locura humana con todo su circo y no participar de ella ya es un enorme cambio en la vida de una persona, y ello supone un desahogo y una cierta capacidad de respuesta frente a situaciones estúpidas: como son conflictos y disputas personales.
Abrir la mente puede significar la acción más inteligente que puede realizar el ser humano y tiene su importancia porque sin una mente abierta no somos más que seres presos, insensibles, egoístas, sin ninguna capacidad de relación, aunque creamos lo contrario. Al nacer nos cerraron la mente, no permitieron el desarrollo natural de nuestras facultades mentales, y ahora estamos avocados a transmitir nuestro dolor e ignorancia. Pero abrir la mente no tiene por qué suponer un trauma ni algo trágico, más bien todo lo contrario, pues de alguna forma uno vuelve a nacer y todo nacimiento es una alegría y una celebración.
La realidad del mundo, del universo, solo puede ser percibida con una mente abierta. Es el espacio libre que hay en la mente lo que nos permite recibir lo desconocido, aquello que está más allá de nuestro pensamiento y experiencia.

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