jueves, 9 de julio de 2020

¿Es posible experimentar la muerte estando vivos? (parte 2)

¿Puede morir el yo? Dentro del mundo espiritual hay una gran afición o apasionamiento en la muerte del Yo, en el despertar de la Kundalini, en parar el parloteo del pensamiento o en iluminarse. Somos unos artistas para inventar palabras cuando algo es deseable y por esa razón la muerte o comprensión del Yo adquiere tantos significados y formas. Pero son muchos los que lo intentan dedicando gran parte de su vida a lograr la mayor aspiración que se puede desear en esta vida, mayor incluso de que te toquen millones de euros en la lotería, ya que supone transcender la muerte y tener la comprensión del universo.

Intentar deshacerse del Yo no es algo baladí ni un asunto que podemos tomar a la ligera ya que estaríamos perdiendo el tiempo y a la vez reforzando justamente lo opuesto, es decir un mayor condicionamiento psicológico.

Ir más allá del Yo es un asunto muy serio y profundo que requiere un acercamiento honesto, limpio, de tal forma que prácticamente todos los demás asuntos de la vida, aparte de la subsistencia, quedan relegados a un segundo o tercer plano.

¿Es necesario prepararse para la muerte del Yo?

Todo depende de la idea que tengamos al respecto. Morir para el Yo está relacionado con dar por finiquitado el pasado que tanto nos condiciona, la experiencia con la que nos identificamos, las ideas que nos dirigen como esclavos, las creencias que nos crean esperanzas falsas, los conocimientos que nos llenan de orgullo, los logros que tanta vanidad nos proporciona, esos deseos que consumen nuestra energía inútilmente, o las reacciones que conducen a conflictos interminables.

Una forma de prepararse para morir psicológicamente es terminar cuanto antes con todos esos falsos placeres y recompensas que nos impiden vivir con austeridad sin pasar la línea que delimita nuestras verdaderas necesidades. Dicha actitud puede suponer para el Yo un profundo sacrificio ya que deberá reprimir impulsos, obsesiones o hábitos que le producen una gran satisfacción, nos obstante, semejante renuncia queda justificada para el Yo si ello supone un mayor logro. Ello suena algo bastante estúpido pero para el Yo es fácil caer en semejante insensatez si ello puede suponer el logro de algo con mayor valor.

¿Cómo deberíamos prepararnos para pasar por uno de los procesos más importante de nuestras vidas, para madurar esa mente egocéntrica e infantil, para pasar de ser una simple oruga a convertirnos en una hermosa mariposa? Mientras somos niños y adolescentes nos pasamos muchos años formándonos en la escuela e incluso en la universidad para llegar a convertirnos en abogados, ingenieros, administrativos, camareros o albañiles. Sin embargo, durante esos años en lugar de aprender a ser seres humanos nos convertimos en esclavos asalariados que solo piensan en casarse y tener una posición social. Durante nuestra crianza, formación y educación perdimos nuestra sensibilidad natural para convertirnos en seres temerosos y ansiosos. A partir de ahí y viendo el futuro que nos espera ante semejante panorama lo único que nos queda es transformarnos. Sin embargo, el Yo instalado en nuestra mente frustra todo intento de metamorfosis interior y la convierte en el deseo de cambiar, de llegar a ser, de lograr mayores metas o de conseguir lo que tienen otros. El Yo y sus escapes. Si queremos prepararnos para que el Yo se desvanezca en la nada hemos de especializarnos en las distintas formas de escape, autoengaños, contradicciones, incoherencias o mentiras.

Quizás la primera preparación es distinguir con claridad que el Yo no puede matarse a sí mismo, el Yo puede asesinar el cuerpo, lo que normalmente llamamos suicidio, o puede maltratar al propio cuerpo en una acción que supone una cruel explotación física, o incluso está en su mano matar a otra persona, lo que solemos llamar asesinato, pero aniquilarse él mismo no es posible y si lo intentara lo que estaría haciendo es jugar a algo que lo engrandecerá haciéndose cada vez más y más irracional.

Ninguna transformación vendrá como consecuencia del pensamiento, pues éste es el principal mecanismo de expresión del Yo. Nunca resolveremos un problema de relación o conflicto humano creado por el pensamiento con el mismo pensamiento. Creemos que el Yo resolverá cualquier asunto de relación pensando pero lo único que ha logrado ha sido condenar a la relación a la explotación, al uso y abuso, de uno sobre el otro. Para que el Yo se desvanezca el pensamiento ha de cesar.

El pensamiento surge de la memoria como una idea que hemos de recordar para llevar a cabo una determinada acción que está programada. Sería más bien absurdo tratar de parar el pensamiento sin poner nuestra atención en la fuente de donde surge. Por esa razón es conveniente no solo ser consciente de los pensamientos, sino que también es preciso ver su movimiento incesante y cuestionar cual es la causa, la idea o la experiencia que dio lugar a su programación. La única forma que tenemos para que el pensamiento no vuelva a surgir es cambiar su registro, la falsedad o la incongruencia de su pretensión. Aunque esta labor puede parecer que es un proceso interminable, en realidad es más simple de lo que parece pues cuando desenmascaramos o resolvemos un pensamiento, éste nos conduce a otro que también se disipa, y éste a otro, y luego a otro. En realidad el Yo solo es un conjunto enmarañado de ideas que se caen por su propio peso cuando son cuestionadas y observadas con objetividad. A partir de ahí, el parloteo del pensamiento se va extinguiendo dejando un espacio en la mente en donde sucederá el gran acontecimiento de la transformación.

Una vez que nos hemos preparado dándole la importancia que tiene enfrentarse a la muerte del Yo, que hemos despertado una actitud honesta de desprendernos de la vanidad, del orgullo, de la envidia, de la gula, de la avaricia, del poder, de la pereza, del egoísmo, de la ira y del miedo, y además nos hemos especializado en ver con claridad los engaños y escapes del Yo, y hemos creado espacio en la mente comprendiendo la causalidad del pensamiento, entonces estaremos preparados para una verdadera mutación.

¿Cómo se experimenta la transformación de la mente? Podríamos decir que es un proceso más o menos instantáneo que no depende del tiempo, pero para que todo el mundo lo entienda diremos que es muy similar al proceso que experimenta una oruga cuando llegada su hora teje su propio capullo en el que se envuelve por puro instinto para protegerse de posibles amenazas mientras el milagro de la metamorfosis tiene lugar. Después rompe su cascara, estira y seca su cuerpo, despliega sus alas y vuela. Esa es la belleza de la muerte y del renacer. Para un ser humano el proceso que da lugar a una mutación en las conexiones neuronales es quizá algo más sofisticado y complejo que el aparatoso cambio estructural que sufren los insectos, pues en este sentido hemos evolucionado bastante…

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