lunes, 20 de julio de 2020

¿Por qué somo tan violentos?

Vivimos en un mundo lleno de violencia: guerras entre naciones, religiones en conflictos, competencia comercial inmoral, terrorismo, manifestaciones o protestas agresivas, y también está la violencia más cercana, esa que nos atañe directamente a las personas y a cada uno de nosotros. Está la violencia del marido contra la esposa o la esposa contra el marido, la que ejercen los padres con los hijos o la de aquellos hijos que han aprendido a ser violentos y la ejercen con los propios padres. Está la violencia del amo sobre su perro o la agresión que ejercemos en general sobre la naturaleza o particularmente contra nuestro propio cuerpo al drogarlo, atiborrarlo de comida basura, tatuarlo o forzarlo a tener una apariencia concreta.

También hay otro tipo de violencia que no se ve a simple vista porque es sutil y enrevesada como la que se muestra cuando nos amoldamos o adaptamos a una situación o a una idea que nos esclaviza.

¿Qué es la violencia?

Es obvio que la violencia es una señal de miedo. Si no tuviéramos miedo nunca nos mostraríamos violentos, no obstante al sentir miedo psicológico quedamos bloqueados mostrando sumisión o por el contrario aparentamos rechazo con palabras o gestos violentos. Sin embargo, es posible estar atentos al miedo, hacerlo consciente y no darle continuidad con el pensamiento o el sentimiento, con lo cual la respuesta a lo que está sucediendo es absolutamente diferente.

¿Por qué tenemos miedo?

En general sentimos miedo a ser dañados física o psicológicamente, y también tenemos un miedo residual en la mente a perder aquello que nos pertenece. Somos las posesiones que tenemos porque ellas se han apoderado de nuestro ser. Cualquier cosa que ponga en riesgo lo que tenemos nos hace sentir miedo y normalmente nuestra respuesta es violenta, ya sea que nos bloqueemos o bien que nos enfrentemos a ella. Evidentemente existe la posibilidad de darnos cuenta de que nos somos lo que tenemos y que en realidad no poseemos nada, por tanto es inútil sentir miedo a perder lo que no nos pertenece. Eso no quiere decir que no le demos valor o tengamos respeto y cuidado a todo aquello que hay en nuestra vida.

Pero el miedo no solo se muestra como una reacción ante un peligro sino que también es una actitud ante la vida. Cuando vivimos deseando todo aquello que tienen otros sin pararnos a pensar si realmente lo necesitamos estamos viviendo con miedo porque la envidia es una forma de miedo. No solo envidiamos los objetos o propiedades que tienen otros sino sus capacidades físicas y mentales o incluso lo que sienten emocionalmente.

Es fácil ver que la ira es una forma de temor, quizás justificada para poner unos límites a los demás o a uno mismo a pesar de que se podrían poner sin ira alguna. Sin embargo, no vemos que en el orgullo también hay una raíz de temor. Estamos orgullosos de nosotros mismos, de lo que hemos hecho, de nuestra imagen, y ese orgullo es como un globo lleno de una ira que inevitablemente se despierta cuando nos pinchan y explotamos.

Está el miedo al fracaso y por ello nos pasamos la vida deseando éxitos. En el camino al éxito nos vamos haciendo más y más insensibles, más deshonestos, más hipócritas y en esa actitud hay una profunda violencia destructiva insensible al sufrimiento humano.

También está el miedo al miedo, el miedo a sentirse uno mismo, el miedo a no estar en paz, y todos ellos tienen su propia forma de mostrarse con un tipo de violencia u otra.

¿Es posible vivir sin miedo o el miedo es algo natural con lo que hay que vivir?

El miedo instintivo es natural. Cuando respondemos ante una araña o una culebra dando un salto o pegándola un puntapié es una respuesta instintiva que pretende protegernos de peligros que hemos grabado en nuestro ADN desde hace millones de años. Sin embargo, el miedo psicológico o aprendido en la experiencia es bastante cuestionable y sería muy saludable discernir si realmente nos protege o por el contrario supone un peligro para nuestra integridad.

¿Qué consecuencias tiene el miedo psicológico?

El miedo nos paraliza, nos hace custodiar algo que creemos que tiene valor cuando no tiene ninguno, y nos aísla del resto de las personas hasta el punto de entrar en conflicto con ellas.

Es evidente que vivimos en un mundo donde las personas se relacionan según sus miedos. Tenemos una tendencia a unirnos para protegernos de una manera más eficaz, pero no nos damos cuenta de que el miedo psicológico es individual y aunque uno crea que se está uniendo a otros para protegerse lo que realmente está sucediendo es que se está exponiendo al miedo de los demás. Es decir, el miedo psicológico es un miedo egocéntrico, egoísta, falto de toda percepción, y por consiguiente es quizás la manera más torpe e insensata de vivir. Nos hace vivir psicológicamente aislados, con un profundo sentimiento de soledad, nos hace entrar en conflicto con la realidad y con nuestra propia naturaleza física, nos hace vivir con esfuerzo y tensión, y nos perdemos todo un mundo de belleza y misterio.

Uno de los miedos más irracionales es el miedo a la muerte, un miedo que ha influido enormemente en nuestra manera de vivir. El miedo a la muerte es el miedo a perder todo lo que hemos conseguido, propiedades, conocimientos, personas, experiencias, y en ese sentido es el miedo a desaparecer, a no ser nada, a no sentirnos. No nos damos cuenta de que no hemos conseguido nada salvo vivir inconscientes e insensibles al mundo y no conocer el verdadero gozo. Nuestro Yo teme a la muerte y nosotros deberíamos tener mucho cuidado y atención con el Yo porque no nos permite vivir con sensibilidad. Por nuestro miedo a ser dañados y a morir generamos todo tipo de conflictos que provocan guerras, genocidios y holocaustos donde mueren millones de seres.

El Yo es violento, temeroso, ansioso, y como consecuencia de ello nunca entramos en contacto con las demás personas a no ser para conseguir algo. Del miedo surge el sufrimiento como una forma de orden para avisarnos que algo hay erróneo con esa forma de vivir temerosa. Pero tampoco aceptamos el sufrimiento y hacemos todo lo posible por evitarlo y de ese modo crece nuestro miedo e inevitablemente el sufrimiento.

Comprender el miedo es ver con claridad en la vida cotidiana lo que acabamos de comunicar, entonces uno no es diferente del miedo, de la violencia o del sufrimiento, no trata de volverse valiente, ni de hacerse pacifista o de buscar el placer. Pero una persona que solo ve ideas en estas palabras nunca conocerá la belleza de ir más allá del temor, del sufrimiento y de vivir con la muerte. No es necesario llegar a estar viejos y decrépitos para sentir de cerca la muerte, pues ella es parte del vivir y sin ella la vida no tiene ningún sentido. Cuando separamos la vida de la muerte nos volvemos temerosos y de ahí surge nuestra violencia. El Yo no puede morir, pues algo que no está vivo no puede morir, no obstante es posible para un ser humano comprender su ilusión y con ello vivir sin estar condicionado por ella.

1 comentario:

  1. Gracias, su reflexión crea en mí un aire de claridad y armonía interna al desmenuzar la sensación de temerle a la emoción que surge cuando tengo miedo. Es decir miedo al miedo. Eso es peor que morirse de veras. Anelar paz en medio de la sensación de miedo tampoco da paz.

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