La muerte siempre viene sin avisar y aunque estemos
postrados en el lecho donde un familiar está falleciendo, también en ese
momento la muerte nos sorprende.
No queremos pensar que la muerte es parte de la
vida y preferimos creer que la muerte está en algún lugar lejano del destino o
que eso siempre tiene que ver con los demás y no con nosotros, pero más tarde o
más temprano la muerte nos toca y cuando nos toca nos deja como mínimo
consternados y confundidos, cuando no doloridos e incluso a veces nos deja en
un silencio absoluto.
Así es la vida. No es que la muerte y la vida
sean dos asuntos diferentes. La vida también incluye la muerte. Somos los
humanos los que hemos despreciado la muerte y creyendo que solo existe la vida,
nos apegamos a ella acumulando todo tipo de cosas inútiles.
¿Por qué separamos la muerte de la vida? Todos
los opuestos son parte de un mismo movimiento. La vida y la muerte van juntas.
El dolor y la alegría están unidos. El
amigo y el enemigo son una misma persona según como se mire.
Nosotros separamos las cosas deseando solo un
aspecto de la realidad que es inseparable a su opuesto. Ciertamente no tiene
mucho sentido vivir de esa forma. Quizás todo parte de esa educación que nos ha
enseñado a elegir, a desear y a tener preferencias.
Unos prefieren la noche al día y otros el verano
al invierno. Unos prefieren vivir a morir y otros prefieren vivir telenovelas
que no realidades. Los hay que siempre están deseando llegar a ser mejores de
lo que son y los hay que siempre están intentando servirse del prójimo.
La existencia en su totalidad es sumamente bella.
Al ser humano la muerte le consterna, le deja sin aliento, porque de alguna
forma nada puede hacer frente a ella y eso es signo de una gran hermosura
porque vivimos en un mundo donde casi todo se manipula y se corrompe. La muerte
nos hace iguales, nos hace plenamente ignorantes y nos hace renovarnos.
¿Podemos vivir con la muerte a nuestro lado?
¿Podemos vivir con la totalidad de la existencia sin aborrecer o discriminar
nada? Desde luego si no damos una contestación positiva a esas dos preguntas,
me parece que la vida es una ficción, algo imaginario que no se sostiene por si
solo, algo falto y carente de significado.
Cada uno de nosotros es un ser especial, un ser
único, que deja de ser tan especial en el mismo momento que se confunde con la
muchedumbre. Cuando pensamos, sentimos o hacemos lo que otros hacen, nos
convertimos en seres manipulados y dejamos de ser especiales y únicos.
¿Por qué preferimos pensar lo que otros piensan,
en lugar de pensar por nosotros mismos? ¿Acaso es por miedo, por inseguridad a
encontrar que somos la única persona que piensa de una forma particular?
Cuando nuestra vida la dirigen otros que nos
dicen lo que tenemos que pensar, lo que tenemos que hacer, entonces es cuando
realmente encontramos la verdadera inseguridad, porque no hay mayor inseguridad
que andar con las piernas del vecino.
Por nuestra naturaleza cuando nacemos dependemos
de nuestros familiares y educadores para desarrollarnos física y
psicológicamente, hasta que llegados a una edad el propio instinto se revela y
hace todo lo posible por ser independiente. Sin embargo la sociedad tiene
mecanismos muy sutiles para embaucar a esos jóvenes que se creen luchar por su
independencia para hacerlos caer en el consumo, en las modas, y en tener unas
mentes poco reflexivas.
¿Cómo es posible que una mente joven no se dé
cuenta de todo el engaño social y sea capaz de labrarse su propio destino sin
ninguna clase de influencias o manipulación? ¿Por qué es tan difícil? ¿No será
que todos estamos colaborando, con nuestras ideas y nuestra forma de
conducirnos, para que ello sea imposible?
Cuando rechazamos la muerte colaboramos con esa
falsedad social que cree en la muerte como una señora que viene con la guadaña
a quitarnos todo lo que tanto esfuerzo nos ha costado conseguir en vida, que
viene a quitarnos el cariño de nuestros hijos y amigos para llevarnos a un
lugar oscuro y profundo desde ya nunca podremos salir.
Hay muchas formas de imaginar la muerte pero
todas ellas caen en la interpretación y no admiten el hecho tal cual es, lo
cual nos convierte en seres hipócritas. Por esa razón o no hablamos de la
muerte o cuando lo hacemos imaginamos y escapamos de una reflexión que nos haga
descubrir su profundo sentido y significado.
Vivir con la muerte es vivir con lo que es, es
aceptar que el principio y el final de las cosas es parte de un mismo
movimiento cuyo conocimiento no está a nuestro alcance, es vivir sin poner
resistencias a las cosas que suceden porque tenemos la idea neurótica de
esperar lo que nos va a pasar.
Vivir con la muerte es vivir sin miedo, es
permitir que nuestra mente aprenda hasta el último día de su existencia, es
vivir con alegría y gratitud porque todo lo que representamos es una gracia, es
una expresión del universo.
Vivir con la muerte es vivir muriendo, es
aceptar nuestras limitaciones, es darnos cuenta de nuestras falsedades, es
darnos la posibilidad de cambiar nuestros pensamientos o sentimientos, es no ir
arrastrando un pesado pasado que no nos permite mirar el presente con frescura.
¿Por qué nos apenamos por alguien que ha muerto?
No digo que no haya que apenarse, pero cuál es la razón o la causa de nuestra
pena.
Son curiosas las cosas que expresamos ante
alguien que se ha muerto. Si es joven nos apenamos por todo lo que no ha podido
vivir, si es viejo y ha muerto después de pasar años enfermo nos apenamos
porque no entendemos la necesidad que tuvo de padecer tanto y si es viejo y ha
fallecido sin darse ni cuenta y ya no tenemos excusa para apenarnos entonces
quizás nos apenamos por nosotros mismos recordando que la vida se nos acaba en
cualquier momento.
El caso es que nunca nos alegramos por la
muerte. Sin embargo la muerte es el final del sufrimiento y el final de toda
incertidumbre. Hay poblados en la Tierra que celebran la muerte con una gran
fiesta.
Si nuestra existencia tiene algún significado
sin lugar a dudas la muerte ocupa un lugar importante en él y por ello al menos
le debemos un gran respeto y no deberíamos permitir trivializar con dicho
asunto.
Esta sociedad mezquina que saca provecho de todo
ha hecho de la muerte un gran negocio y para que el negocio exista tenemos que
creer en él. Las religiones también han sacado provecho de la muerte
interpretándola a su manera y vendiéndonos el paraíso después de muertos.
La historia de la humanidad está llena de
muertes inútiles producto de guerras o de la explotación del hombre sobre el
hombre. Hoy en día basta con ver las noticias en la televisión para saber los
que han muerto en accidente de tráfico, los muertos que llevamos este año por
violencia de género, alguna matanza en algún colegio americano, la guerra civil
en Siria, los disturbios en Egipto, y un sinfín de conflictos cuya consecuencia
es el sufrimiento y la muerte.
Todo ese panorama nos muestra que vivimos
diariamente con la muerte y sin embargo no hacemos gran cosa por comprender su
significado, más bien lo que nos pasa es que nos acojonamos y vivimos
encerrados en nuestra casa, en nuestras ideas y con nuestras costumbres.
A lo largo de la historia de la humanidad ha
habido personas que murieron de una forma muy peculiar bien sea porque eran
mártires o porque eran héroes, pero si hubo una persona que a mí personalmente
me impactó cuando era estudiante y aún hoy en día dura dicha impresión fue
Sócrates que se enfrentó a la muerte con una gran curiosidad.
Y otra persona que también me ha impactado en
este asunto de la muerte ha sido mi madre que más de una vez ha expresado que
no hay necesidad de apegarse a esta vida cuando uno tiene la sensación de haber
vivido miles de años. No solo comparto dicha sensación con ella sino también
eso que ha expresado muy a menudo de que la vida no la tenemos comprada y que a
esta vida hemos venido a vivir y a morir, y que vivir y morir no tiene sentido
si no es con el propósito de hacer bien a los demás.
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