Es curioso ver como una hija se queja de la
falta de cariño y atención de su madre. A lo largo de los años su madre ha
tratado a sus hijos varones como a los hombres de la casa a los que había que
servir y cuidar para que tuvieran todas las facilidades posibles con el
propósito de ganarse el jornal y traer dinero a casa. Sin embargo esa madre a
su hija, por el hecho de ser mujer, la ha tratado como una sirvienta de sus
hermanos y de la casa.
Mientras que a los chicos les ha alentado para
buscarse la vida fuera de casa, a ella no le ha dado ninguna confianza ni
oportunidad para pensar en otra cosa que no fuera servir en casa.
A pesar de todo su hija logró independizarse del
hogar materno. Sin embargo nunca ha dejado de ir a casa de la madre durante las
vacaciones y fiestas importantes del año a limpiar la casa y cuidar de su madre
y de sus hermanos.
La madre también se queja de que su hija no la
quiere y teme que cuando ya sea muy mayor, y se ponga malita, su hija no la va
a cuidar.
La vida cotidiana de las personas está llena de
ese sentimiento de no ser querido o correspondido. Una esposa joven se queja
que su marido no la quiere, un adolescente se queja que sus padres no le
quieren, un hermano se queja de que sus hermanos no le quieren, y así un sinfín
de ejemplos.
¿Por qué nos quejamos de que no nos quieren? De
alguna forma nos creemos con el derecho de ser queridos o apreciados por los
demás, como si los demás estuvieran en deuda con nosotros.
¿Qué hemos hecho nosotros para merecernos ser
queridos? ¿Acaso nosotros mismos hemos sabido querer a los demás? Una cosa es
obedecer o sentirse obligado a hacer lo que alguien o las circunstancias te
exigen, quizás con la idea de ser recompensado algún día, y otra cosa es querer
hacer algo por la otra persona sin ninguna necesidad ni interés de ser
recompensado.
No se quiere porque te quieran, eso sería
infantil. Se quiere porque se ha madurado hasta tal punto que uno encuentra en
el afecto la verdadera forma de relacionarse.
El afecto es un sentimiento, y una actitud ante
la vida, lleno de inteligencia. Es decir, el afecto predispone a observar a los
demás y poder ver con claridad cuando es necesario actuar y dedicarles cuidado
y atención. Eso puede ocurrir paseando por la calle al ver a una anciana cruzar
la calle con cierta inseguridad, o ver en casa una planta con falta de riego, o
unos pajarillos revolotear en la terraza esperando unas migajas.
Cuando sientas que alguien no te quiere, porque
entre otras cosas siempre está pensando en si mismo, piensa que su error, no es
que no te quiera a ti, es que no sabe querer y que se está perdiendo algo
maravilloso que nos hace estar unidos a los demás.
Lo único que puedes hacer al respecto es
quererle, relacionarte con cuidado y atención, y si es alguien que te araña o
te maltrata, entonces al mismo tiempo de prestarle atención guarda una
distancia de seguridad física o psicológica que te permita quererle sin perder
tu integridad.
Cuando escuches a alguien quejarse de una falta
de cariño, o de no ser correspondido en el querer, date cuenta que esa actitud
es una prueba evidente de una persona que no sabe lo que es el cariño y lo que
es querer.
Lo mejor que se puede hacer en esos casos es,
aparte de relacionarte con cuidado y con respeto, intentar aclarar lo que es el
querer del que tanto nos quejamos y que tanto echamos en cara. Quizás al
dialogar sobre ello podamos darnos cuenta que nosotros mismos hacemos lo que
estamos criticando.
Cierto, a Amar se enseña amando. Gracias por todo lo que compartes. Namasté.
ResponderEliminarGracias a ti por estar ahi escuchando y compartiendo estas reflexiones. Namasté
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