lunes, 4 de febrero de 2013

¿Por qué no nos sentimos queridos?


Es curioso ver como una hija se queja de la falta de cariño y atención de su madre. A lo largo de los años su madre ha tratado a sus hijos varones como a los hombres de la casa a los que había que servir y cuidar para que tuvieran todas las facilidades posibles con el propósito de ganarse el jornal y traer dinero a casa. Sin embargo esa madre a su hija, por el hecho de ser mujer, la ha tratado como una sirvienta de sus hermanos y de la casa.

Mientras que a los chicos les ha alentado para buscarse la vida fuera de casa, a ella no le ha dado ninguna confianza ni oportunidad para pensar en otra cosa que no fuera servir en casa.

A pesar de todo su hija logró independizarse del hogar materno. Sin embargo nunca ha dejado de ir a casa de la madre durante las vacaciones y fiestas importantes del año a limpiar la casa y cuidar de su madre y de sus hermanos.

La madre también se queja de que su hija no la quiere y teme que cuando ya sea muy mayor, y se ponga malita, su hija no la va a cuidar.

La vida cotidiana de las personas está llena de ese sentimiento de no ser querido o correspondido. Una esposa joven se queja que su marido no la quiere, un adolescente se queja que sus padres no le quieren, un hermano se queja de que sus hermanos no le quieren, y así un sinfín de ejemplos.

¿Por qué nos quejamos de que no nos quieren? De alguna forma nos creemos con el derecho de ser queridos o apreciados por los demás, como si los demás estuvieran en deuda con nosotros.

¿Qué hemos hecho nosotros para merecernos ser queridos? ¿Acaso nosotros mismos hemos sabido querer a los demás? Una cosa es obedecer o sentirse obligado a hacer lo que alguien o las circunstancias te exigen, quizás con la idea de ser recompensado algún día, y otra cosa es querer hacer algo por la otra persona sin ninguna necesidad ni interés de ser recompensado.

No se quiere porque te quieran, eso sería infantil. Se quiere porque se ha madurado hasta tal punto que uno encuentra en el afecto la verdadera forma de relacionarse.

El afecto es un sentimiento, y una actitud ante la vida, lleno de inteligencia. Es decir, el afecto predispone a observar a los demás y poder ver con claridad cuando es necesario actuar y dedicarles cuidado y atención. Eso puede ocurrir paseando por la calle al ver a una anciana cruzar la calle con cierta inseguridad, o ver en casa una planta con falta de riego, o unos pajarillos revolotear en la terraza esperando unas migajas.

Cuando sientas que alguien no te quiere, porque entre otras cosas siempre está pensando en si mismo, piensa que su error, no es que no te quiera a ti, es que no sabe querer y que se está perdiendo algo maravilloso que nos hace estar unidos a los demás.

Lo único que puedes hacer al respecto es quererle, relacionarte con cuidado y atención, y si es alguien que te araña o te maltrata, entonces al mismo tiempo de prestarle atención guarda una distancia de seguridad física o psicológica que te permita quererle sin perder tu integridad.

Cuando escuches a alguien quejarse de una falta de cariño, o de no ser correspondido en el querer, date cuenta que esa actitud es una prueba evidente de una persona que no sabe lo que es el cariño y lo que es querer.

Lo mejor que se puede hacer en esos casos es, aparte de relacionarte con cuidado y con respeto, intentar aclarar lo que es el querer del que tanto nos quejamos y que tanto echamos en cara. Quizás al dialogar sobre ello podamos darnos cuenta que nosotros mismos hacemos lo que estamos criticando.

2 comentarios:

  1. Cierto, a Amar se enseña amando. Gracias por todo lo que compartes. Namasté.

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    1. Gracias a ti por estar ahi escuchando y compartiendo estas reflexiones. Namasté

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