Los seres humanos nos distinguimos porque tenemos una morfología determinada a diferencia de otros animales y también porque tenemos unas capacidades psíquicas o mentales específicas de nuestra especie biológica. Con ello no se quiere decir que el ser humano sea superior o inferior sino únicamente que todas las especies se diferencian unas de otras aparentemente.

En el fondo todos estamos aquí formando parte de una existencia y tratando de ocupar nuestro nicho biológico sobreviviendo a través del tiempo y si no fuera a causa del ser humano nuestra capacidad de sobrevivir seguramente sería a más largo plazo pues la humanidad está alterando tanto el medio ambiente que por su actividad ha dado lugar a la extinción de muchas especies de animales y plantas.

Por esa razón las especies no compiten entre sí por sobrevivir sino que más bien colaboran unas con otras en fortalecerse mutuamente permitiendo que sus miembros más viejos o enfermos sean el alimento de especies distintas.
Las especies son conscientes que han de protegerse unas a otras a excepción del ser humano que se sirve de las demás especies a su antojo, sintiendo que es el amo y señor de la Tierra.

Matamos indiscriminadamente a todos esos animalillos que andan alrededor de casa: moscas, hormigas, arañas, avispas, culebras, sin comprender que nuestra vida sin ellos no sería posible y cuando usamos venenos contra ellos también nos estamos envenenando nosotros mismos.
Matamos por miedo, por temor a ser heridos, y cuando el peligro ha pasado sentimos placer y convertimos el matar en un deporte.

El ser humano ha entendido eso de competir de una forma profundamente errónea pues no se trata de competir para dejar a los demás atrás sino para apoyarles en su esfuerzo y que todos lleguemos juntos hacia un mismo destino.
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