martes, 26 de julio de 2011

El regalo

El otro día me despedía por teléfono de una amiga que se iba de viaje y sentí la necesidad de regalarle algo como muestra de mi gratitud hacia ella y se me ocurrió hacerle un regalo, un regalo de esos que salen del corazón, y se lo entregué desde la distancia para que se lo llevara consigo allá donde fuere. Evidentemente no todo el mundo estaría dispuesto a aceptar este tipo de regalos.

Un regalo es como una especie de halago, es como dar un premio o una recompensa. En esta sociedad de consumo en la que vivimos regalar se ha convertido en una forma de comprar a las personas, en una forma neurótica de consumir, en una manera insensible y orquestada de proceder.

¿Qué podemos regalar aparte de dinero? Quizás podemos escribir una poesía para alguien, quizás podemos sonreír a un desconocido, quizás podemos dejarnos engañar sin molestarnos, quizás podemos pintar un cuadro sin saber hacerlo.

La vida es un hermoso regalo.

A mí me gustaría regalaros mi vida, todo aquello que represento y soy, mostraros la naturaleza humana intentando descubrir sus errores, diseccionar mi mente para que todos podamos conocer la mente humana y sin necesidad de escapar mirar ese espejo que todos somos, vivir para vosotros sin pediros nada a cambio, y ni siquiera pediros que aceptéis este regalo que hago desde el corazón.

Mi madre me enseñó un refrán que decía: ´Manos que no dais que esperáis´.

Cuando uno regala el corazón, cuando uno regala un trozo de sí mismo, lo cual no se refiere a nada romántico ni sentimental, uno gana un trozo de universo y solo pierde algo que ya estaba muriendo entre las manos.

¿A dónde van a parar los abrazos que no dimos, las sonrisas que guardamos, las palabras que no dijimos, las manos que no extendimos?

Siempre que puedo aprovecho a preguntarle a mi madre, que es muy sabia, cualquier pregunta retorcida que me surge de esta mente inquieta y curiosa. La última vez, y aprovechando lo avanzado de su edad, le pregunté: ¿Madre, si pudieras llevarte una sola cosa contigo cuando mueras, qué te llevarías?, su contestación fue que no se llevaría nada y que si pudiera hacer desaparecer cualquier recuerdo suyo de las personas también lo haría.

Eso que dice mi madre es algo profundamente sabio pues por mucho que nos muramos siempre dejamos nuestra influencia en el entorno que hemos vivido y en la mente de los demás, y es ahí donde reside la transmisión del condicionamiento humano. Uno puede morir pero su ego permanece.

Por esa razón hemos de aprender a regalar o más bien a regalarnos los unos a los otros para que haya muy poco de nosotros en esto de vivir en relación y al final poder viajar a la eternidad sin equipaje y sin dejar ninguna estela en este infinitesimal tiempo y espacio en el que vivimos.

Al final mi amiga me preguntó qué regalo me gustaría recibir cuando vuelva de su viaje y yo le contesté que sin lugar a dudas solo quería un regalo, un único regalo, el poder verla de nuevo a su regreso envuelta en una sincera sonrisa afectuosa.


2 comentarios:

  1. Tus palabras sobre este tema son un regalo invaluable, hay una poesía que habla sobre el "quitarse de en medio" algo muy difícil para el ego pero que se vuelve natural si se deja actuar a la gracia.
    Cariños.

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  2. Hola Delía,

    El ego no puede ni quiere quitarse del medio, todo sería diferente si comprendieramos al ego.

    Un abrazo

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