Ha llegado el verano y con él también han
llegado las vacaciones. De nuevo los familiares o amigos se juntan para pasar
unos días en la playa o en la montaña. Alquilan una casa donde poder convivir y
disfrutar del entorno y de sus gentes, del mar, de paseos por los senderos, de
tomar una cerveza mientras se degusta alguna tapa y de conocer nuevas personas
con las que charlar amigablemente.
Quién diría que en años anteriores esas mismas
personas tuvieron problemas de convivencia y juraron no volver a repetir dicha
experiencia, pero una vez más el destino les une para pasar unas vacaciones
donde se van a encontrar en un espacio común donde se duerme, se come, se
limpia y, en definitiva, se convive.
¿Por qué nos juntamos las personas para hacer
algo común? ¿Cuál es el sentido de hacer algo juntos? Quizás podíamos hacerlo
solos, con otras personas diferentes, ir a un lugar distinto, pero lo cierto es
que muchísimos familiares, amigos, compañeros de trabajo, repiten una y otra
vez la misma circunstancia conflictiva.
Es curioso pero las personas no se toman un tiempo
prudencial para reflexionar sobre el propósito de juntarse y nos podemos encontrar
con parejas que se juntan para toda la vida sin saber para qué lo hacen, o personas
que viajan con otras por el simple hecho inconsciente de no ir solos. El deseo puede
más que el sentido común y la racionalidad.
¿Qué es lo que nos obliga a repetir las
situaciones a pesar de los conflictos?
Parece lógico pensar que la principal causa de
los conflictos es el interés personal. Si no fuera por el interés personal no
tropezaríamos una y otra vez en la misma piedra. A pesar de lo conflictivo que
puedan ser las situaciones, uno vuelve a ellas una y mil veces llevado por el interés
y el beneficio que piensa sacar de ellas.
Mientras que unas personas están con otras
porque obtienen un beneficio de carácter material o económico, otras sin
embargo lo hacen porque obtienen un beneficio de carácter psicológico:
seguridad, no estar solo, sentirse bien. Por esa razón podemos ver grupos de
ricos y pobres, o de listos y tontos, conviviendo juntos ya que los intereses
pueden ser muy diversos y sutiles.
No es de extrañar que esos encuentros acaben en
disputas en la medida en que se van cumpliendo o no las expectativas de cada
uno.
Esas personas no tienen en general una buena
opinión de los demás pero a la hora de hacer algo juntos, donde es posible
sacar beneficio personal, se olvidan momentáneamente de sus prejuicios,
expresan buenas intenciones y ponen buenas caras para que pueda llevarse a cabo
el encuentro. Pero cuando al cabo de un tiempo ya se ha satisfecho parte del
interés personal y uno no encuentra la necesidad de seguir aparentando entonces
empiezan a surgir los problemas y el conflicto que cada uno lleva en su
interior.
Nunca queremos comprender que el problema no
está en el otro sino en uno mismo. Si nos sentimos como seres aislados y
nuestra actitud es la de buscar nuestra propia comodidad y placer sin que nadie
nos moleste, y sin importarnos si molestamos a los demás, cuando tenemos la
oportunidad de compartir un espacio común con otras personas deberíamos
rechazarlo por coherencia y procurar no juntarnos con nadie y vivir solos,
porque de lo contrario no solo creamos confusión a nuestro alrededor sino que
obligamos a otras personas a estar solas. Estando completamente solos será
cuando nos demos cuenta de que somos nuestra propia desgracia y quién sabe si a
continuación descubramos también que somos el único que nos puede realmente
ayudar a ser feliz.
Poder compartir un espacio común con otras
personas es una gran oportunidad de sentirnos unidos a los demás, de conocernos
a través de ellos, de aprender de la relación, de escuchar y poner atención a
los problemas o preocupaciones de los demás, de sentir afecto y mostrar cuidado
y respeto por nuestros semejantes, de disfrutar de las personas.
Cada persona se muestra tal y como es, y
pretender cambiar a alguien es completamente absurdo y de igual modo no tiene
sentido querer ayudar a alguien desde un punto de vista psicológico, porque el
primero que necesita ayuda psicológica es uno mismo.
Las bases de la convivencia es el respeto y la
responsabilidad, y es ahí donde surge la posibilidad de colaborar y trabajar
por un bien común, sea donde sea: en el trabajo, en el hogar, en la comunidad
de vecinos o en vacaciones. El respeto y la responsabilidad solo son aplicables
a uno mismo y no debe nunca exigirse a otra persona porque eso sería una falta
de respeto y una irresponsabilidad.
Cuando juzgamos, criticamos, aconsejamos o
queremos corregir conductas ajenas, no respetamos la integridad del ser humano.
Es importante permitir que el ser humano se equivoque, que encuentre su propio
camino y su destino sin necesidad de presionarlo. Cuando alguien hace una
conducta impropia para convivir se debería poder charlar, no para cambiarla
sino para hacerla consciente y poder aprender de ella. Si nos sentimos atacados
de forma personal porque alguien tiene una conducta impropia estamos haciendo
nosotros mismos algo impropio, es como si estuviéramos esperando la escusa
perfecta para liarla y poder justificar nuestras propias conductas impropias.
El respeto no es tolerancia, y tampoco es
aceptar o amoldarse a los hechos, el respeto incluye el respeto a uno mismo,
que no hay que confundir con egoísmo.
El simple hecho de poder compartir algo con
otras personas es ya una hermosa excusa para sentir agradecimiento. Normalmente
agradecemos aquello que nos dan y que valoramos, y sin embargo no agradecemos
este precioso regalo que es la vida y el poder estar en relación con otros
seres semejantes a nosotros, aunque estos no sean tan perfectos como nosotros.
Aunque en un momento determinado haya sido el
interés personal lo que nos ha unido, seamos inteligentes y despertemos en
nosotros ese inmenso afecto y amor por los demás que es como una fuente de vida
que nunca tiene excusa alguna para dejar de sentir la belleza profunda de la
existencia.
En la convivencia cada instante es plenamente
hermoso, un solo gesto tiene un gran significado, una mirada que se cruza con
otra y se observan con aprecio y con cariño, una palabra en el aire que sale de
la mente de una persona para ir a parar a la mente de otra persona es algo tan
mágico, una mano que se apoya en el hombro de otra persona y le dice te quiero
con una simple caricia, ese sentimiento de estar unidos, de sentirte en el
interior de otro ser es quizás el más elevado de los sentimientos.
Nos perdemos con las razones, con llevar razón,
somos esclavos de nuestras razones y de una forma u otra siempre tratamos de
justificar la forma absurda de vivir que tenemos, lo cual es injustificable,
porque de lo contrario no necesitaríamos convencer a nadie de ello.
Otra cosa que nos pierde es el compararnos con
los demás, la envidia, el desear lo que otros tienen, el despreciar lo que no
podemos tener, el sentido de lo que damos y recibimos, y además lo vamos
rebuznando en voz alta como si eso fuera un valor humano, cuando más bien es un
valor irracional. Esa envidia nos mata y nos anula, nos hace ser clones, nos
empobrece como seres humanos, y no nos permite mostrar toda esa maravillosa
belleza llena de matices únicos.
A veces da la sensación que somos extremadamente
sensibles y endebles cuando los demás hacen cosas que no esperábamos y eso nos
colapsa y nos saca de quicio. Vivimos psicológicamente enfermos, somos
extremadamente débiles mentales y basta con que alguien nos insulte para
estallar de cólera. ¡Dios, que hemos hecho de nuestra vida!
Cuando vamos a comprender que no somos nada sin
los demás y que cuando tenemos esa oportunidad de relacionarnos por las
circunstancias que sea podemos aprovechar para observarnos, para conocernos,
para madurar, para sentirnos dichosos y disfrutar de esa cualidad humana que es
el afecto.
Afortunadamente los encuentros no duran toda la
vida y más tarde o más temprano cada uno volverá de donde partió, quizás para
seguir su camino o su lucha o quizás para descansar por fin en la eternidad de
los tiempos y en la quietud del inmenso y profundo silencio de la nada. A veces
no tenemos la oportunidad siquiera de decirnos adiós, lo cual vista nuestra
forma de vivir dan ganas de llorar porque no sentimos afecto ni por la muerte.
No merece la pena tanta guerra, tanto acumular,
tantas heridas, tanto sentimentalismo, para nada. Seamos inteligentes y dejemos
a un lado nuestro condicionamiento (prejuicios, valores, creencias, verdades,
temores) aunque solo sea mientras estamos juntos y aprendamos a querer al
prójimo, no porque sea como a nosotros nos gusta o nos conviene, sino porque es
distinto de nosotros.
La responsabilidad nos da esa fuerza que es
capaz de lidiar con cualquier temporal, que es capaz de responder desde el
afecto sin poner nunca en peligro la relación por encima del individuo, porque
sin la relación no existe el individuo.
La vida te pide una respuesta en cada instante y
si mantienes una imagen de ti mismo jamás podrás responder ante tanto desorden
psicológico humano porque ante una situación concreta serás juez y parte, y tu respuesta
será una forma más de desorden y corrupción.
Aprendamos a colaborar con respeto y responsabilidad
mientras disfrutamos de lo que hacemos juntos.
Rebuznar en voz alta, es manifestación y consecuencia de tropezar en la misma piedra de mantener una imagen de nosotros mismos.
ResponderEliminarMe siento muy reflejada en el párrafo en el que dices que, al ser juez y parte ante una situación concreta, tu respuesta será una forma más de desorden y corrupción. Una vez más, no puedo más que agradecerte que hagas conscientes muchas cuestiones que no queremos o a veces, no sabemos ver.
No se trata de culparnos o juzgarnos sino de amarnos y respetarnos ya que estamos, a cuerpo y sin excusas, en la valerosa aventura de aprender a vivir.
He releído esta entrada bastantes veces y cada vez adquiere mayor significado. Gracias por encender la pasión por el mirar y el auto conocimiento, gracias porque solo a través de la relación, podemos llegar a entender la relación más difícil y la que gesta la calidad y cualidad de todas las demás...... la relación con nosotros mismos.
Un abrazo
Es importante relacionarnos con nosotros mismos, escucharnos, observarnos, conocernos, cuidarnos y darnos esa oportunidad de poder dejar todas esas influencias para vivir de una forma sencilla, sana, y afectuosa.
EliminarUn abrazo.
!!Que bueno Goyo, me has cortao un traje a medida!!, me ha costado digerir los primeros párrafos, pero después de ver las resistencias, lo he comprendido; Ahora espero ponérmelo, bueno más que esperar me lo voy a poner ahora mismo y así no lo dejare olvidado en el armario. Un beso enooooorme. Isabel González.
ResponderEliminarTodo lo que tiene que ver con lo personal es como un traje a medida, a veces las personas no se dan cuenta que aqui en este espacio de Amor a la Verdad se está hablando de ellas mismas y no de otros. El condicionamiento psicológico es algo que compartirmos los seres humanos y por eso es necesario dialogarlos afectuosamente entre amigos para darnos la oportunidad de transcenderlo.
EliminarCiertamente cuando pensamos que nos atacan, que se dirigen a nosotros personalmente, que nos critican, que nos ponen en entredicho, oponemos toda clase de resitencias porque en el fondo ni queremos vernos ni queremos conocernos ni queremos cambiar nada de nuestra vida. Vencer las resistencias es algo maravilloso que nos posibilita escuchar y darnos la oportunidad de entrar en contacto con lo que no somos nosotros.
Un beso, preciosa. Y pásalo bien en vacaciones disfrutando de todo.
DESCUBRAMOS EL ESTADO CUÁNTICO...EN EL VIVIR.
ResponderEliminarLA NOTA EXACTA...
No sé muy bien que quieres decir con descubrir el estado cuántico, quizás para saberlo habría que saber de física. Sin embargo lo que si podemos descubrir es vivir en dos estados al mismo tiempo y que esos dos estados esten en armonía, sin contradicciones o explotación de uno sobre otro.
EliminarEn el condicionamiento psicológico que vivimos hay dos estados del ser que son contradictorios, en continua lucha y discordia: por una parte esta la el ser psicológico y por otra parte el ser físico. En la actualidad el ser psicológico, el Yo, explota, dirige y controla al cuerpo, lo cual es producto de enfermedades y de vivir una vida esclava de ideas o ilusiones sin sentido racional.
Cuando el ser humano encuentre ese estado del ser psicológico que sea el no-ser, es decir comprender que el Yo no tiene sustancia alguna, entonces ese estado de percepción y ese estado del ser físico estarán en la nota exacta, en esa vibración cósmica de orden absoluto.
Un saludo.