domingo, 9 de junio de 2013

La auto observación


De una forma u otra la mayoría de las personas siempre estamos haciendo un ejercicio de auto observación, o de reflexión, sobre las cosas que nos suceden, sobre nuestras reacciones o sobre lo que pensamos o sentimos.

La auto observación nos permite ser conscientes de nuestra propia vida y nos sirve para auto afirmarnos, saber que vamos por buen camino o tener en cuenta que hemos de cambiar en algo.

Creemos que con el paso del tiempo la auto observación nos ha moldeado y nos ha hecho madurar de alguna forma, nuestro carácter se ha vuelto menos reactivo y nuestras respuestas ya no son tan impulsivas, nuestros ideales ya no son tan utópicos y nuestras creencias han dejado de tener excesiva fuerza.

Asimismo creemos que sin auto observación difícilmente podríamos darnos cuenta de muchos de nuestros errores y por esa razón pensamos que hay que hacer un ejercicio más sostenido de dicha observación.

¿Es la observación un proceso del pensamiento?

Indudablemente el pensamiento nos mete en un sinfín de problemas y creemos que con la auto observación que no es más que el mismo pensamiento vamos a solucionar algo o vamos a darnos cuenta de algo.

Los seres humanos hemos inventado todo tipo de tretas para auto engañarnos, permanecer con nuestro estatus social y seguir siendo egoístas e ignorantes.

Uno de esos engaños es la auto observación, otro es el auto análisis, otro es creer que con el tiempo vamos a cambiar, otro es buscar ayuda de algún especialista, otro es simplemente juzgar o concluir, el caso es que no nos queremos mirar de frente y vernos tal y cual somos.

La observación no puede estar limitada a uno mismo porque eso sería como estar mirándonos siempre el ombligo y cerrar los ojos a los demás. Quizás uno puede pensar que mirando a los demás no vamos a darnos cuenta de nosotros mismos y por esa razón economizamos esfuerzos y solo nos fijamos en nosotros, con la esperanza de mejorarnos, sin perder el tiempo en lo ajeno.

Sin embargo si observamos a los demás podemos ver que casi todo el mundo se conduce por su propia forma personal de entender la vida, es decir que se conducen por un yo personal al igual que nosotros mismos.

Aprender del yo ajeno, es aprender de nuestro propio yo. Unas personas podrán tener una opinión y otras personas otras opiniones diferentes pero ambas tienen opiniones, creencias, prejuicio, valores, y eso es lo que conforma la naturaleza del yo, un yo que es común a todos los seres humanos. Alguna persona puede sentirse molesta pensando que no tiene yo o que su yo es diferente, y esa respuesta no deja de ser parte de nuestro amado yo.

Por esa razón la observación surge cuando el observador, que es nuestro yo, y lo observado, que es el yo del otro, se encuentran en un espacio común donde el observador es lo observado. A partir de ahí la observación tiene un sentido real y holístico, de lo contrario estaríamos mirando con el yo.

¿Por qué es tan difícil observar? Aparentemente la observación no es algo difícil pues basta con mirar, lo que sea, sin perder de vista lo que tenemos en común. El problema es que no queremos vernos, no queremos saber quiénes somos, no queremos desnudarnos, no queremos morir psicológicamente y quedarnos sin un yo.

¿Por qué tenemos miedo a cuestionar el yo? En el fondo creemos que el yo es quien nos mantiene vivos, quien nos protege en este mundo tan violento y salvaje, quien lucha continuamente por nuestros intereses y quien no se descuida ni un momento aprovechando cualquier oportunidad de lograr hacernos sentir placer y seguridad.

Creemos que nuestro yo es una imagen, o idea de nosotros mismos, que nos da seguridad.

Esa imagen o idea se ha construido a lo largo de los años teniendo en cuenta nuestras capacidades y habilidades, nuestra forma de ganarnos la vida con el trabajo, nuestra manera de ser resolutivos, nuestra forma de saber adaptarnos a las circunstancias. Quizás esta parte de la imagen es bastante acertada y poco cuestionable.

Sin embargo esa idea también se ha construido con autoengaños: creyéndonos que somos buenas personas, que lo hacemos todo bien, que merecemos ser queridos, que no nos aprovechamos de nadie, que no mentimos, que somos sensibles a los problemas humanos. Por último esa imagen se ha creado a base de engaños sociales: identificación con una nación, con una creencia, con una ideología, con unos valores, con unas opiniones, etc.

En definitiva el yo es una imagen o idea falsa de nosotros mismos que es imposible sostener porque por una parte queremos demostrar que somos buenas personas y por otra parte estamos fastidiando al prójimo. Al final el prójimo acaba fastidiándonos también a nosotros.

La observación permite ver esa elocuente e imaginaria idea del yo en profundidad y convertirla en una pompa de jabón sobre un susurro que acaba deshaciéndose en el aire, abriendo las puertas a un mundo real donde descubrir es algo apasionante.



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