jueves, 16 de febrero de 2012

Acumular

Si miramos en nuestras casas o en las casas de nuestros amigos o familiares nos podemos encontrar con un gran cúmulo de objetos que se han ido adquiriendo a lo largo de nuestra vida.

Los espacios están ocupados con muebles que hemos ido comprando en el transcurrir del tiempo con ilusión para cubrir nuestras necesidades de poder estar cómodos, sentarnos, comer, ver la televisión o escuchar música.

En las librerías o en cualquier lugar se encuentran libros que representan alguna etapa de nuestra vida en la que nos identificábamos con ciertas ideas políticas, filosóficas, religiosas o románticas, o que respondían a nuestra curiosidad o a nuestra necesidad de saber sobre la vida, cocinar, dejar de fumar, construirnos una casa o algún tipo de colección.

En los muebles también encontramos álbumes fotográficos o fotografías sobre los estantes de los muebles de nuestros familiares o de nosotros mismos cuando éramos niños o adolescentes, de viajes realizados, de bodas y de un sinfín de momentos.

De una forma o de otra en las casas hay una acumulación de cosas que representan el pasado y que aunque ya no tienen ninguna utilidad e incluso algunas han dejado de tener un valor personal, aún las mantenemos.

Nos cuesta deshacernos de cosas, desprendernos de aquello que ya se le saco provecho, de aquello que adquirimos pensando que nos sería útil y quizás no se llegó ni a usar. Tenemos montones de revistas viejas, aparatos inservibles, libros obsoletos, muebles estropeados, vajillas para dar de comer a un regimiento, ropa antigua, que no tiene ningún sentido guardar.

¿Por qué no nos desprendemos de todo ello y creamos espacio a nuestro alrededor?

De igual forma nuestras mentes están atiborradas de ideas, de supersticiones, de miedos, de deseos, que proceden del pasado y que ya no tienen ningún sentido sostener o mantener.

Somos de izquierdas o de derechas desde hace tantos años que pareciera que nacimos de esa forma y aún seguimos esgrimiendo los mismos razonamientos sin darnos cuenta que somos como gramófonos rayados.

A veces uno tiene la sensación que la humanidad se extinguirá por esa torpeza de no saber renovarse o desprenderse de lo que ya caduco, de lo viejo, del pasado.

Hagamos un ejercicio consciente de lo que tenemos o más bien de lo que acumulamos y con suma sencillez, sin pensamientos, desprendámonos de todo ello creando un espacio maravilloso que permita que nuevas cosas puedan ocuparlo o simplemente poder utilizar ese espacio para sentirnos libres y percibir la vida con frescura.

4 comentarios:

  1. Si Goyo!! Y lo bien que se queda uno al desprenderse de objetos que ya no se utilizan, o que realmente no hacen falta!!

    De vez en cuando hay que crear espacio (mental también).

    Abrazos!!

    ResponderEliminar
  2. Hola Gorka,

    Es evidente que desprenderse de cosas inútiles es un gran desahogo y un gran alivio... pero en el hecho en si de desprenderse hay una gran belleza.

    De alguna forma hemos aprendido a poseer, y en el fondo somos un cúmulo de posesiones. Comprender lo inutil de dichas posesiones nos permite desprendernos sin esfuerzo de ello.

    Somos como un cuenco vacío donde tiene cambida el presente con sus acontecimientos y su novedad. Permitamos que el cuenco se llene y sea útil para lo que surge, para lo que es, y en su resornar dé la respuesta adecuada y a la misma vez se vacíe de nuevo.

    Abrazos!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¿Por qué me cuesta deshacerme del pasado? La guarda de todos esos trastos de los que hablas me impide moverme con soltura en el presente. Me impide percibir en el sentido amplio de la palabra. Me encorseta a los hábitos y les quito el polvo una y otra vez, acrecentando dentro de mí un estancamiento de las aguas del río que no acaban de llegar al mar.
      Y una vez más las fotos que acompañan a tus letras me hablan. Me muestran ese remanso estanco del río, que apesta por la falta de movimiento. Me descubre la muerte en vida que me rodea. La oscuridad en la que resido con pequeñas ventanas que dejan entrar un rayito de luz en mi ser.
      De dos ventanas pasan a una y el movimiento se desata. O cambio o lo inerte me aletarga. ¿Qué es lo que me ata? ¿Por qué resulta tan difícil soltar lo que supongo tener y ampliar la visión hasta el infinito?
      Al final me asomo a la ventana, es amplia. Lo puedo observar todo y lo viejo queda atrás. Más cuando entro dentro de mi esencia, la sombra se desata y me muestra las colecciones que guardo y que me impiden abrir las ventanas.
      Cuántas veces me he preguntado ¿qué estoy acumulando?, ahora me observo y veo que acumulo palabras.
      Gracias por las aportaciones a la vida que nos brindas.
      Pedro

      Eliminar
    2. Gracias Pedro, una preciosa reflexión que nos acompaña en este camino de luz. ¡Qué maravilloso es dejar de acumular e incluso desprenderse y crear espacios desde donde poder mirar.

      Un abrazo, hermano Pedro.

      Eliminar