domingo, 19 de febrero de 2012

Los engaños (2)

Ciertamente la naturaleza muestra una gran belleza por esos caminos entre bosques de robles, helechos, musgos, alisos y canchales redondeados por el paso del tiempo. La mente se para y observa admirada las luces y las sombras, el olor a mojado, el canto de un pájaro y el sonido del viento moviendo las últimas hojas que yacen muertas en las ramas del viejo roble.
¿Cómo descubrir que es engaño, y que no lo es, en nosotros mismos? Habría que saber que queremos significar con la palabra engaño. Si alguien me miente, o no me dice todo lo que he de saber, para conseguir algo de mí, entonces me está engañando. De la misma forma puedo mentirme a mí mismo para conseguir o poder hacer algo y de esa forma me engaño.
Si tengo un marido que me maltrata y yo digo una y otra vez que en realidad él me quiere, que no puedo dejarlo en la estacada, etc. entonces me estoy engañando. Decir que él me quiere es una mentira, es un engaño, porque el hecho es que me desprecia y por eso me maltrata y por esa razón también se desprecia así mismo.
Pero el autoengaño puede ser algo más profundo que decir ´él me quiere´ y continuar con dicha situación hasta dios sabe cuándo. Puede ser que en fondo yo me desprecie a mí misma, que no quiera verme sola, etc. y eso es lo que me hace decir ´yo también le quiero´.
El autoengaño se puede reflejar como orgullo o vanidad que es una forma de repetirse uno a si mismo que es mejor que los demás, y cómo no está nunca convencido de ello lo tiene que estar demostrando continuamente y eso demuestra que en el fondo la vanidad es una forma de complejo de inferioridad.
El autoengaño puede ser pensar que uno está ayudando a los demás cuando se está sirviendo de ellos. Uno sabe a ciencia cierta que está sacando un beneficio de los demás pero se engaña a si mismo vistiéndolo de ayuda, de preocuparse por el prójimo. Uno mismo debería mirar con objetividad y ver si realmente en que aspecto está ayudando a una persona y en que medida está siendo ayudado por dicha persona.
Cuántas veces hemos vivido una realidad que después hemos cambiado mentalmente y cuando la recordamos o se la contamos a alguien resulta curioso ver como lo que en principio era un autoengaño se ha convertido en una realidad para nosotros llegando a olvidar lo que realmente ocurrió. Solemos cambiar la realidad que vivimos ajustándola a nuestras expectativas y por eso decimos que una experiencia fue maravillosa o que una experiencia fue mala, o que una persona es de una forma determinada.
Nos engañamos, nos olvidamos del engaño, el engaño pasa de estar en la superficie consciente a estar en una profundidad inconsciente.
Pienso que podemos observar lo que hacemos, pensamos o sentimos y darnos cuenta como nos engañamos o como sacamos conclusiones de las experiencias que vivimos basándonos en el pasado, lo cual deja mucho que desear.
En lugar de mentirnos con respecto a la forma de vivir, a las relaciones que mantenemos, hemos de ser honestos y expresar ´lo que es´ sin exageraciones, sin interpretaciones, sin condicionar el futuro, simplemente expresar lo que sucede y continuar viviendo de igual forma hasta que los propios hechos produzcan una acción diferente.
No se trata de ser desconfiados y ver si nos estamos engañando o si no lo estamos haciendo. Basta con saber que existe el autoengaño, que realmente nos engañamos más de lo que parece y será a través de la observación que dicha realidad se nos mostrará, tanto en nosotros como en lo ajeno.
Para que la enseñanza o el conocimiento de uno mismo pueda ser un hecho, no podemos convertirlo en una meta o en un logro, ni incluso en algo que hay que intentar para que la cosa cambie. Tenemos que descubrir que el conocimiento de uno mismo es una forma de amar la vida a través de la observación, de hablar de lo que es observado y compartirlo con tus semejantes aunque ni siquiera te escuchen o te escupan a la cara.
Amar la vida es algo diferente a sentir la vida como algo propio y personal en donde uno tiene que decidir qué hacer con su vida en todo momento.
Amar la vida es descubrir la vida, viajar desde la diminuta luz de una gota de agua suspendida en una hoja marchita que cuelga en el viejo roble hasta las estrellas y el espacio que las rodea.

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