jueves, 16 de febrero de 2012

Viajar

Viajar es una actividad placentera que nos permite conocer lugares por nuestra tierra o por tierras lejanas, visitar sus monumentos y antigüedades, disfrutar de su gastronomía y de sus parques, hablar con sus gentes y conocer su cultura y valores.



Desde que yo recuerdo siendo niño siempre tuve ese deseo por viajar y cuando tuve oportunidad elegí mi primer trabajo en una compañía que me permitiría viajar por Europa. Para empezar la empresa me envió tres meses a Londres a aprender inglés conviviendo con una familia inglesa y asistiendo a clases prácticamente durante todo el día.

Aún recuerdo el entusiasmo con el que asistía a clases, conocía a personas de diferentes países, visitaba lugares de interés turístico y saboreaba cada minuto como un precioso regalo. Quizás en esa época fue una de las primeras veces que percibí que los deseos se cumplen y mi deseo de viajar se convirtió en una realidad y en una pasión.


A lo largo de mi vida he viajado bastante y he vivido en diferentes países. Sin embargo desde hace unos años para acá mi pasión por viajar cesó y ese entusiasmo por absorber diferencias culturales o espaciales se convirtió en percibir lo que mis ojos alcanzaban a ver, sentir a las personas con las que estaba, contemplar lo cercano, fijarme en los detalles, aspirar el aire que me rodeaba y poner los sentidos de alguna forma mirando hacia dentro.

A veces pareciera que viajamos tratando de conseguir algo y llenamos nuestra mochila de suvenires, nuestra cámara repleta de fotografías y nuestra cabeza plena de recuerdos. Tratamos de agarrar el tiempo y de pararlo en esos momentos en que viajamos y nos sentimos libres de tanta ocupación y trabajo. Pero el tiempo no para y todo lo que se trata de sostener tarde o temprano se desvanece en el aire.

La vida es un viaje, un hermoso viaje lleno de sorpresas, de imprevistos, de sinsabores, de placeres, de dolores, de momentos eternos y de momentos que desaparecen sin apenas saborearlos.

Este viaje que es la vida puede vivirse sabiendo lo que nos depara el mañana, conociendo cuales son las estaciones donde este tren en el que viajamos se detiene por momentos hasta llegar a la última estación donde definitivamente bajamos sin necesidad de preocuparnos del equipaje.

Pero este viaje que es la vida también puede vivirse con rumbo a lo desconocido, sin saber siquiera si este tren en el que viajamos se sostiene por la vía que circula. Podemos viajar en un tren sin paradas, que no se detiene en ninguna estación y que no tiene principio ni fin. En este viaje uno puede mirar por la ventana y observar ese prado verde donde pastan los caballos y sentir como el aire fresco de la mañana renueva nuestra existencia a cada instante.

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